¿Quién sigue temiendo al lobo?

Debra Mitts-Smith 

Contenido de la edición 24.04.2024

 

Durante mucho tiempo fue el malvado por excelencia de los cuentos tradicionales, una imagen de la bestialidad y la traición. Pero, a medida que ha ido desapareciendo de los bosques, el lobo ha cambiado de estatus y ha evolucionado hasta llegar a aparecer como un aliado de los niños en los cuentos infantiles.

Busque en una montaña de libros infantiles y encontrará lobos con gorras, sombreros y tirantes. Algunos parecen más hombres que lobos, otros más lobos que hombres y, aunque muchos siguen desempeñando el papel que les han asignado, otros se han rebelado y ahora cuentan su propia versión de la historia.

Tanto si aparece en un rincón del bosque como en la puerta de tu casa, en el campo, o en un corral, el lobo en la literatura infantil es, ante todo, un depredador. En los relatos que enseñan a los niños a ser precavidos como Caperucita RojaLos tres cerditos y El lobo y los siete cabritos, y en muchas de las fábulas de Esopo que se remontan a la antigua Grecia, el lobo presentado como depredador ha servido de metáfora de la maldad humana. Sus víctimas (los débiles, los niños y los enfermos) y sus estratagemas (el coqueteo, el engaño y la intimidación) lo convierten en un traidor amoral que merece castigo.

Pero el lobo también es un animal real, un gran carnívoro que antes se encontraba en todo el hemisferio norte. Para los europeos y los americanos de origen europeo, este animal constituía una amenaza tanto para los humanos como para su ganado, y desataba sus temores difuminando los límites entre lo real y lo simbólico.

El cuento de Caperucita Roja, la historia de una niña que va a visitar a su abuela que está enferma en la cama en una casa en medio del bosque y que encuentra un lobo por el camino merece especial atención. Existen variantes del relato en Europa, Asia y América del Norte. Es uno de los cuentos de hadas más narrados y analizados. Las versiones encontradas en los libros infantiles se basan en dos fuentes principales: la colección de narraciones populares orales francesas de Charles Perrault, de 1697, y los cuentos populares alemanes recopilados por los hermanos Grimm en el siglo XIX. En la versión de Perrault, el lobo devora a la niña y la abuela, mientras que en la de los hermanos Grimm, un cazador mata al lobo, le abre el vientre y libera a las dos víctimas. Lon Po Po, la versión china de la historia de Caperucita Roja, un libro de 1989 del ilustrador estadounidense nacido en China Ed Young, añade una variante en la que tres jóvenes hermanas frustran las tretas del lobo.

Cambio de estatus

Hacia finales del siglo XIX, cuando los esfuerzos por erradicar al lobo en el oeste de Estados Unidos empezaron a dar frutos, varias publicaciones lo presentaron bajo un ángulo más indulgente. Es el caso de Lobo, the King of the Currampaw [Lobo, rey de Currumpaw], relato publicado en 1898 por el escritor e ilustrador canadiense Ernest Thompson Seton, y de las novelas del escritor estadounidense Jack London The Call of the Wild [La llamada de la selva] (1903) y White Fang [Colmillo blanco] (1906). Aunque carentes de realismo, estos lobos son, en cierto modo, admirables.

Sin embargo, no fue hasta la segunda mitad del siglo XX cuando cambió radicalmente la representación del lobo en la literatura infantil occidental. Una serie de factores, entre ellos el comienzo de la investigación científica sobre el animal, su casi extinción y el cambio de su estatus legal de especie cazada a protegida, contribuyeron a la proliferación de libros favorables al lobo destinados al público en general.

La difusión de información sobre los verdaderos lobos ha dado lugar a representaciones más matizadas, tanto en la no ficción como en la ficción. Por supuesto, no se niega su naturaleza depredadora, pero solo constituye uno de los muchos rasgos de este animal social, al que se considera fundamental para la supervivencia de los ecosistemas.

En Face to Face with Wolves [Cara a cara con los lobos] (2008), el escritor y fotógrafo estadounidense Jim Brandenburg se apasiona por la vida en manada, destacando las similitudes entre la vida de un lobezno y la de un niño. La biografía ficticia Wander (2019), de la estadounidense Rosanne Parry, cuenta la historia real de una loba que recorrió más de 1.600 kilómetros en busca de pareja, mientras que When the Wolves Returned [Cuando regresaron los lobos] (2008), de la escritora estadounidense Dorothy Hinshaw Patent, retrata el regreso de los lobos a sus antiguos hábitats.

Mientras en los cuentos tradicionales los lobos solitarios suponían una amenaza, en la no ficción y la ficción realista actuales, los lobos son vulnerables e inofensivos. Basados en estudios científicos, estos nuevos enfoques han vuelto a definir la condición del depredador haciendo hincapié en los peligros y desafíos a los que ahora se enfrentan estos carnívoros.

Licántropos y hombres-lobos

Dos motivos relacionados con el lobo se han convertido en fuente de inspiración para autores e ilustradores de literatura infantil: los niños criados por lobos y los hombres lobos. Ambos tratan al mismo tiempo el tema del lobo y su relación con la infancia.

El autor inglés Rudyard Kipling comienza The Jungle Books [Los libros de la selva] (1894-1895) narrando el rescate de Mowgli, un "cachorro de hombre", por una manada de lobos, y en Julie of the Wolves [Julie de los lobos] (1972), de la escritora estadounidense Jean Craighead George, una manada de lobos rescata a la joven protagonista de las garras de unos malvados humanos.

Otros cuentos, como A Wolf's Story [La historia de un lobo] (1981), del estadounidense David McPhail, presenta a niños rescatando a un lobo. Y en Lost in the Snow [Perdidos en la nieve] (2017), del ilustrador estadounidense Matthew Cordell, el rescate es recíproco: una niña que salva a un lobezno es, a su vez, rescatada por su manada.

Los licántropos, o humanos transformados en lobos, se encuentran en muchas culturas, con diferentes significados. Los escritores japoneses de mangas, por ejemplo, suelen recurrir a ellos para explorar la relación de los seres humanos con la naturaleza y los roles de género.

En los libros infantiles occidentales, por el contrario, adoptar la apariencia de un lobo se convierte en un modo de expresión para los niños protagonistas, haciendo de ellos los más feroces. En Where the Wild Things Are [Donde viven los monstruos] (1963), del escritor e ilustrador estadounidense Maurice Sendak, Max, un niño pequeño, se disfraza de lobo para liberar a su bestia interior, mientras en el relato del escritor e ilustrador francés Grégoire Solotareff Le Masque [La máscara] (2001), Ulises se cubre con una piel de lobo para proteger a los niños de los depredadores humanos.

Las historias de lobos se prestan también a la parodia. En The True Story of the Three Little Pigs [La verdad sobre los tres cerditos] (1989), de Jon Scieszka y Lane Smith, el lobo se declara víctima de una equivocación y presenta su propia versión de la historia. En Francia, el escritor e ilustrador Geoffroy de Pennart parodia la imagen del lobo y de otros animales de los cuentos tradicionales, como en Chapeau rond rouge (2005), donde moderniza el cuento ancestral de Caperucita, reescribiéndolo en clave de humor, alejado de cualquier lección moral.

 

DEBRA MITTS-SMITH 
Escritora y profesora emérita especializada en literatura infantil y juvenil. Titular de un doctorado en Biblioteconomía por la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, Estados Unidos, colabora a menudo con la revista International Wolf, y en 2010 publicó un estudio sobre las representaciones del lobo en la literatura infantil.

 

Imagen: ilustración de portada de Le Loup [El Lobo], de Sara, editorial Thierry Magnier (Francia), 2000. Sara / Crédit photo: BnF. CNLJ, Département littérature et art

Publicado originalmente en EL CORREO DE LA UNESCO, 02/04/2024. Reproducido con autorización de los editores.


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2024-04-24T19:48:00