¿Será cierto que a los montevideanos no les gusta la Belle Époque?

Exposición/Museo Histórico Cabildo

Contenido de la edición 07.09.2022

 

"Las ciudades como los sueños, están construidas de deseos y miedos, aunque el hilo de su discurso sea secreto, sus reglas absurdas, sus perspectivas engañosas, y toda cosa esconda otra ". 

Con esta sentencia de la pluma de Italo Calvino (Las ciudades invisibles) se presenta, por parte de la Lic. Rosana Carrete, directora del Museo Histórico Cabildo, la exposición Montevideo, la belle époque, que estará abierta al público hasta noviembre.

"La belle époque es la denominación que originalmente en Francia, y luego en otros países, se le dio al período histórico que va aproximadamente desde 1871 hasta 1914.  Años de relativa paz y desarrollo, en los que el porvenir se anunciaba de forma optimista y donde la fe en el progreso, la ciencia, la tecnología y la moda generaron transformaciones culturales y económicas que influyeron en todos los estratos sociales.  Montevideo no escapó a su influencia, y el espíritu de la belle époque dejaría una generosa impronta en nuestra ciudad", afirma en la introducción a la muestra.

"En 1878, se aprobó el trazado del Boulevard General Artigas que definiría a la "Ciudad Novísima". El establecimiento del tranvía como nuevo medio de transporte y la paulatina extensión de su trama vial, repercutieron en la expansión de una Montevideo donde las clases acomodadas ostentaron su estatus encargando la construcción de edificios suntuosos y mansiones de estilo ecléctico. Entre 1890 y 1910, con el ánimo de embellecer la ciudad, se promovieron distintas obras públicas y se crearon los grandes parques montevideanos, diseñados por los paisajistas franceses Charles Thays, Charles Racine y Édouard André", explica Carrete.

Recorriendo la exposición, nos encontramos con el texto de Alfredo Ghierra, que reproducimos a continuación, y que consideramos una interesante reflexión que, además, nos invite a ir hasta el Cabildo.

A los montevideanos no les gusta la Belle Époque


A veces pienso que a los montevideanos no les gusta la Belle Époque, pero después veo las fotos en las redes, posteando sus vacaciones en Francia, en Bélgica o en cualquier lugar de Europa donde esta época haya dejado su huella en la arquitectura, y se les ve tan felices, tan orgullosos y maravillados de esas cúpulas, esas mansardas, esos ornamentos y relieves en fachada, que no logro entender cómo, si logran apreciarlo allá, no lo ven acá.

Y es que para ver los rastros de la Belle Époque en Montevideo hay que bucear en los barrios más antiguos de la capital, esos que además han sido los más abandonados en las últimas décadas, y la verdad es que es difícil apreciar la belleza entre tanto taggeo, pintada política o futbolera, tantos afiches y carteles de comercio más grandes que las fachadas que los sostienen, tanto aire acondicionado despistado, y un largo etcétera que dificulta grandemente la apreciación de una belleza que en Europa hace rato es industria nacional.

Resulta que este periodo, que en el Viejo Mundo comenzó con el fin de la guerra franco-prusiana en 1871 y que se termina con el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914, tuvo a París como el centro cultural del mundo y desde allí se pautaron para el resto de las ciudades tempranamente globalizadas, la moda, la arquitectura y la vida social.

Montevideo, como capital de un país joven que recibía cientos de miles de inmigrantes europeos y asistía al ascenso de una burguesía comercial rica, fue campo fértil para la novedad, y el área de ciudad construida entre 1880 y 1920 fue claro reflejo de esa influencia. Cúpulas, mansardas, esculturas y relieves de eclecticismos varios, fueron parte de edificios públicos para el gobierno, la educación y la salud. Hoteles monumentales, villas privadas de recreo, tiendas elegantes, infraestructura para el transporte, todo enmarcado en nuevas avenidas arboladas y paseos públicos de calidad. Hasta el exclusivo estilo art Nouveau, breve en el tiempo y caro en sus presupuestos, desbordó en adornos para las casas estándar o incluso en obras enteras realizadas en el entorno del 900.

Mucho, demasiado de este acervo, ha sido y es sistemáticamente destruido, fruto de la especulación, la ignorancia o el desinterés, o por todo eso junto, pero sobre todo porque no nos hemos dado un marco jurídico que respete y ponga en valor esa arquitectura. Ni mucho menos un marco impositivo, que desgrave las obras de salvataje y restauración de estos edificios, idéntico a las exoneraciones fiscales con que cuenta la construcción de obra nueva. Son temas de largo alcance y de poca importancia para un sistema político preocupado básicamente en la siguiente elección que ocurrirá inexorablemente en cinco años. Ergo, la ciudad sigue esperando y lo que queda en pie depende apenas de su buena factura o del cariño que le ponen sus propietarios.

Esta animación que les presentamos, está dedicada a una faceta menos conocida de la destrucción patrimonial montevideana: muestra no exactamente lo demolido comparado con lo que surgió en su lugar, sino un fenómeno un poco más perverso si se quiere, que implica la conservación de la estructura antigua pero vaciada en parte o en su totalidad de todo rastro de la estética que la hacía reconocible. Una amputación concertada por motivos que se nos escapan, pero que debieron incluir desde pragmatismos varios para ampliación de niveles en un edificio, hasta actos de denostación de ciertos ornamentos, que fueron literalmente afeitados y sustituidos por... ¡nada!

Valga este recordatorio de un puñado de edificios así (mal) tratados como pequeño homenaje a una época donde la belleza, y la belleza es el propio nombre de la época, era una cuestión de ética y no apenas una ornamentación sin sentido: eran los símbolos con los que una sociedad llena de optimismo homenajeaba sus ciudades y a sus habitantes. La destrucción sistemática de este acervo habla de un descrédito profundo, no solo por el pasado sino por el devenir, y augura un olvido seguro acerca de una de las respuestas fundamentales de nuestra especie: ¿de dónde venimos y hacia dónde vamos?

Alfredo Ghierra

 

Imágenes: CONTRATAPA/dfp

Portada: Bellenger (sin datos) - La Place de l'Indépendance (error al nombrar, ya que la imagen corresponde a la Plaza de Cagancha) / Litografía sobre papel, colección Museo Histórico Cabildo


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2022-09-07T13:19:00