Ana Frega: “La historia tiene una gran virtud, y es que se maneja con el lenguaje corriente”

Entrevista/Daniel Feldman

Ana Frega es, desde noviembre de 2018, la decana de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Egresada del IPA como profesora de Historia y de la propia Facultad como licenciada en Ciencias de la Educación, tiene la enorme responsabilidad de ser la primera mujer en ocupar el decanato de la casa de estudios en sus más de siete décadas de existencia. Sobre esto, y sobre la Historia, conversamos y compartimos esta entrevista.

Contenido de la edición 18.03.2021

 

Fundada en 1945, la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación recién a fines de 2018 eligió a una mujer como decana. Sos entonces la primera mujer en estar al frente de esta casa de estudios, con una particularidad, además, que en la elección por la que accediste al cargo fueron tres mujeres las que compitieron.

Sí, exactamente.

¿Qué implica, no solo como reconocimiento a tu trayectoria, sino también como mujer, ocupar esa responsabilidad?

Han pasado más de siete décadas desde la fundación de la Facultad, que ha tenido a mujeres muy prestigiosas. Nos hallamos en un contexto en que se está repensando la situación de la mujer, el famoso "techo de cristal". Creo que se dio, no sé si una necesidad, pero sí una sensibilidad mayor respecto a pensar en candidatas mujeres para el Decanato. La certeza que teníamos era que iba a estar ocupado por una mujer. Eso es importante para el conjunto, hayan votado por quien lo hayan hecho en la Asamblea del Claustro. Era un paso importante. No porque haya que hacer discriminación positiva ni nada por el estilo, sino porque supone un reconocimiento al trabajo que las docentes mujeres venimos desarrollando desde hace mucho tiempo. Eso no se traduce en que se produzcan cambios de la noche a la mañana. La situación de género es algo cultural, que como sabemos tiene múltiples dimensiones. Lo que sí me parece es que fue una señal importante porque, insisto, reconoce la trayectoria de las mujeres en la Facultad, cosa que hasta ahora no sucedía.

¿Existe ese techo de cristal en la Universidad de la República?

No puedo hablar por la Universidad en general, pero sí es cierto que recién en el último tiempo ha habido un mejor acceso a grados más altos por parte de las mujeres. Si sacáramos una foto de la distribución docente, había cierta paridad e incluso supremacía de docentes mujeres respecto a varones, pero cuando íbamos a los grados más altos, la relación era inversa.

¿Por qué?

Los ascensos se produjeron tiempo atrás, y va a ser a través de un cambio generacional que se puedan abrir nuevos espacios. O cuando aparezca la posibilidad de concursar para un ascenso. Es otro mecanismo que se dio en la UdelaR, donde para aquellos docentes que se los considera sobrecalificados para el grado que tienen, se pueda abrir un concurso -que no será restringido- y puedan presentarse. Esa también es una vía, no solamente para los docentes jóvenes -varones y mujeres- sino también para las mujeres que encuentran en las estructuras de los institutos una rigidez que hace que haya que esperar la jubilación del que está por encima.

Lo que no hay en la UdelaR, que puede existir en otros ámbitos, es diferencia salarial entre hombres y mujeres. A igual cargo o responsabilidad, el salario es igual para hombres y mujeres.

Exacto. Lo que sí está es esa dificultad de acceder a los grados más altos, que se arrastra de décadas anteriores y que trataremos de subsanar a través de esos mecanismos que te comentaba. Eso generaría la posibilidad de llegar a grado 5, porque además, si no sos grado 5, no podés ser candidato a decano.

También sos egresada del IPA ¿no?

Sí, del IPA soy egresada en Historia, y de acá, de Facultad, de Ciencias de la Educación.

¿En qué año ingresaste a Facultad, como estudiante?

En 1980, en plena dictadura cívico-militar.

En ese entonces era Facultad de Humanidades y Ciencias

Sí.

¿Sentís nostalgia de esa Facultad de Humanidades y Ciencias, o te parece bien que se hayan separado?

El tema es el momento en que ingresé. Mis recuerdos de la Facultad de Humanidades y Ciencias durante la dictadura son los de una universidad sometida a censura, donde la provisión de los cargos no era la más adecuada. Tal vez ese fuera uno de los motivos por los que ingresé a Ciencias de la Educación y no a Historia. Mal podría hablar de eso porque no tengo un recuerdo de una Facultad donde se dialogara, confluyeran o existieran esos espacios que me imagino deberían ser muy enriquecedores; con un Tálice por un lado, un Vaz Ferreira... de discusiones y creaciones, de acercamiento mayor entre las humanidades y las ciencias. Eso no lo viví, por lo que no podría generar una nostalgia en esa dirección. Sí creo que las fronteras entre las ciencias son mucho más porosas de lo que a veces los estereotipos nos quieren señalar. En ese sentido, así como las ciencias más duras no pueden olvidar a las humanidades, estas dialogan con aquellas; y si no lo hacen, lo deben hacer.

La Historia, ¿es una ciencia?

Creo que sí, pero ahí entraríamos en la siguiente pregunta, sobre cuáles serían las definiciones de ciencia que manejamos. Es un saber profesional, y cuando digo esto me refiero a que hay que prepararse para hacerlo, no es algo intuitivo. Tiene teorías, métodos, consensos respecto a lo que puede ser probar una hipótesis. Entonces, yendo por ahí, creo que sí. Lo que ocurre es que también el concepto de ciencia ha evolucionado. La ciencia en general no es algo cerrado. El concepto de verdad también ha evolucionado.

¿Qué ocurre con la Historia?

Cuando comienza a desarrollarse con más fuerza lo hace en el medio de un proceso de formación de las identidades nacionales, de los ciudadanos, y entonces aparece como muy atada a otros fines que de repente no son los que una historia profesional, hecha bajo estos parámetros teórico-metodológicos supone. Yo no diría que es un pecado original, pero es un elemento a tener en cuenta. Las otras ciencias aparentan ser mucho más neutras y por lo tanto sus conclusiones parecerían tener un concepto de verdad con un carácter más fuerte. Pero esa concepción también se está revisando. Lo que es objetivo o subjetivo, de necesidad o contingencia, lo que tiene que ver con la regularidad o no, las formas de aproximación, todo eso está sometido a discusión. Hay quienes hablan de un concepto de ciencia que no contempla la dimensión cultural, por ejemplo. O que se plantea imposible para las ciencias sociales y humanas porque no pueden hacer experimentación. Esas son las concepciones que creo yo que se están revisando. El fenómeno humano es mucho más complejo e integral, y no se podría abordar la medicina o la matemática sin esta visión integradora.

A veces se les atribuye a la historia y otras ciencias humanas una especie de carga ideológica, de las que la biología o la física aparentemente estarían desprovistas.

Pero es muy aparentemente. Si algo hemos avanzado en las últimas décadas es en considerar que el investigador también forma parte del proceso de investigación. Tanto en la historia como en la biología. Las investigaciones se realizan en contextos socioculturales muy precisos. Las preguntas que les van a surgir a esos investigadores están muy atadas a esos contextos en que viven. ¿Eso quiere decir que al conocimiento que arriban no es válido? No. Si hay desarrollo teórico, posibilidad de contrastar por pares las argumentaciones y si hay criterios de verdad más o menos consensuados, allí se están dando garantías de que no se manipule lo fáctico. Uno podrá interpretar un documento de distintas maneras, podrá hacerle diferentes preguntas o construir los hechos de acuerdo al tipo de enfoque que está programando, pero hay cosas que son incontrovertibles. Por ahí es que se mueven las investigaciones.

El propio criterio de verdad científica es muy cambiante, y no solo en la historia, ¿no?

Claro.

Lo que ayer era una verdad, por ejemplo en la física, y pienso en Newton, pudo dejar de serlo y no por ello perdió su validez.

Es que la estructura del conocimiento científico también va marcando eso. Un historiador se plantea una hipótesis. A lo largo de la investigación tiene que tener la honestidad intelectual de que si no se comprueba, debe reconocerlo. A lo que apunto es a reconocer que los investigadores forman parte de la investigación, y ofrecer los elementos de prueba a los pares es muy importante para la construcción y el avance del conocimiento. No creo que haya verdades acabadas.

La gente, en general, ¿percibe a la historia al mismo nivel que las otras ciencias?

Tengo una visión muy personal, y que no se basa en ningún tipo de sondeo. La historia tiene una gran virtud, y es que se maneja con el lenguaje corriente. No tiene una jerga específica que haga que solamente los entendidos puedan adentrarse. Eso es un elemento a favor. También, el propio nombre de la disciplina alberga distintos significados. La historia puede ser la construcción de un conocimiento, pero también, en el uso corriente, se dice "no me vengas con historias". Tiene la otra connotación que es la de un relato sobre algo que pasó. Esa ambivalencia, ese elemento de que todos compartimos un pasado -todos podemos hablar de nuestros pasados- lleva a que no haya una definición clara del rol de historiador profesional. Eso repercute en que, si bien uno necesita muchos años para el desarrollo profesional de la disciplina, no existe un reconocimiento social. La historia forma parte del curriculum de primaria y secundaria, y allí todo el mundo puede opinar. Sin embargo, no se opina sobre lo que se enseña en astronomía o en matemática. ¿Por qué? Porque es un saber que requiere, tal vez, otros conocimientos para poder hacerlo.  La concepción historiográfica siempre está en el banquillo de los acusados. Y siempre tiene que estar demostrando la rigurosidad del saber.

Vivimos en una época en que parece que se imponen las ciencias duras. Decir que algo es científico es sinónimo de que está contrastado por una determinada cantidad de datos. Lo vemos en la propia pandemia que estamos atravesando: todo es cifras. Y las cifras indican que la Facultad no tiene muchos egresados. ¿Es necesario tener el título para investigar? ¿Se investiga? ¿Cómo contrarresta la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación esa percepción negativa?

Una cosa es que uno deba tener un título para ejercer determinada profesión, un título habilitante. Para desarrollar una labor científica que no requiera el laboratorio sofisticado sino fuentes de conocimiento a los que se puede acceder, no se requiere un título habilitante. Se requiere el seguimiento de métodos, teorías, pruebas, argumentación, etc. No podría pensar que las únicas personas que hacen historia en este país son los egresados de la licenciatura en Historia. Cuando hablo del historiador profesional, no me refiero al título habilitante. Importantísimos historiadores de este país no tienen títulos universitarios vinculados a la historia -pienso en José Pedro Barrán-, lo que nos lleva a no pensar en cuestiones de corporativismo sino en cómo se encara la disciplina. ¿Por qué hay pocos egresados de Historia? Eso tiene que ver con una vinculación con el mercado laboral. No es el único elemento, pero es importante. Quienes hacen el profesorado de Historia están en mejores condiciones que un licenciado para ingresar laboralmente a la enseñanza secundaria. Ahí tenemos un desafío, que es cómo garantizar la inserción laboral de nuestros egresados. Por otro lado, también recibimos egresados del IPA que viene a profundizar el conocimiento. En los últimos años, la apertura del programa de maestrías hizo que no los tengamos como alumnos de grado. También hay gente que ha hecho otras carreras y en el momento de la jubilación se ve atraída por la historia. Hay múltiples motivos por los que no hay muchos egresados. Las maestrías y doctorados nos han permitido captar a quienes se formaron en historia en otros sistemas educativos o servicios universitarios.

¿Cómo nació tu interés por la historia?

Yo tenía un doble interés: me gustaban la historia y la economía. Creo que fue una casualidad lo que terminó volcándome a la historia. Hice secundaria en el plan Piloto (de 1963), orientación Humanística. Tenía un sexto año con cinco horas semanales de matemática y otro con tres horas semanales de matemática. El primero era para entrar en Ciencias Económicas. Por amistades de la época de estudiante, hice la opción con tres horas semanales de matemática, pensando que iba a hacer historia y después daba libre el complemento de matemática e ingresaría a ciencias económicas. Pero... todo cambió. El IPA desapareció y se transformó en Instituto Nacional de Docencia, la carrera pasó a ser de tres años, y cuando quise ingresar a Ciencias Económicas había desaparecido todo lo que tenía que ver con el plan Piloto y tenía que hacer quinto y sexto. Fui a averiguar y me dieron el listado de materias que tenía que rendir para poder entrar a Ciencias Económicas, y entre ellas debía dar examen de Historia. Ya era profesora de Historia, egresada. Ahí me dije "no, yo no puedo hacer esto". Era algo kafkiano. Entonces resolví estudiar Historia en la Facultad de Humanidades. Indagué la situación de la carrera en ese momento, y me pareció que no, así que me inscribí en Ciencias de la Educación. Entonces, si me preguntás cómo llegué a la Historia, lo hice por cómo eligen a veces los jóvenes la carrera.

No hay una buena orientación vocacional.

No, y a mí me gustaban muchas cosas, me iba bien. Por cómo aprecia uno la trayectoria de los estudiantes en la Universidad, también se ve que arrancan en una cosa y siguen en otra. Por eso se fue cambiando la ordenanza de estudios de grado para permitir la transversalidad, que no suceda que alguien que acumuló un montó en una carrera, llegue a otra y tenga que empezar de nada. A mí me marcó mucho la dictadura en mi opción. Cuando decíamos que soy egresada del IPA, en realidad no lo soy, sino que egresé del Centro 2 del Instituto Nacional de Docencia. Ese fue el nombre que se le dio durante la dictadura. Reconozco que en el IPA tuve algunos muy buenos profesores, como María Julia Ardao y Rogelio Brito Stífano; eran una especie de oasis de libertad de pensamiento y de posibilidad de creación en medio de algo realmente terrible. Los jóvenes de hoy no pueden creer lo que pasaba. Estaban los vigilantes en los corredores, y si en el recreo nos juntábamos más de tres personas, venían a decirnos que debíamos dispersarnos. Nos revisaban la cartera, la pollera no podía estar por encima de la rodilla, los varones tenían que tener el pelo corto, un centímetro por encima del cuello de la camisa. A veces nos olvidamos, pero esa fue nuestra adolescencia. Las mujeres tuvimos que dar batalla para poder ir de pantalones.

Sí, y lo autorizaban para el invierno.

Era algo brutal.

¿Cuál es la diferencia entre la historia y la historiografía?

La historiografía reflexiona sobre la construcción del conocimiento histórico. Va un poco por ahí. Capaz que no tendríamos que seguir manteniendo esa diferencia, pero fundamentalmente la historia podría ser aplicada, dedicada a un campo de conocimiento, un período, una temática; y la historiografía estudiar el cómo se ha construido ese campo de conocimiento. Creo que en la actualidad gran parte de esa división se ha desdibujado. Si quiero avanzar sobre un tema, debo conocer qué se ha investigado sobre él, debo dialogar con las otras investigaciones. En teoría y de acuerdo a las concepciones clásicas, la historia estaría siendo la producción de conocimiento sobre un período o temática en particular, al estilo de una ciencia aplicada, y la historiografía apuntaría más a la forma en que se produce ese conocimiento. Pero insisto en que las líneas divisorias se han desdibujado, porque para poder construir el conocimiento debemos partir de lo ya hecho. Esto supone también partir de cómo se ha elaborado ese conocimiento. Estudiar las comunidades historiográficas, los vínculos entre historiadores, el papel de una revista o una institución.

Tú trabajás en temas de historia nacional ¿no?

En lo que se llamaría historia nacional.

¿Cómo es eso? ¿No se puede hablar de una historia nacional?

Si yo hablo de historia nacional me estoy refiriendo a una historia de la nación, y a veces, esa historia nacional puede incorporar dentro del estudio, por ejemplo, el momento en que llegan los europeos a este espacio geográfico. Eso me puede dar la idea -aunque yo no lo quiera- de una cierta unidad o línea entre el origen y el destino. Como si fuera algo unidireccional. ¿Desde cuándo podemos hablar de una historia nacional en Uruguay? ¿Desde cuándo podemos hablar de la nación? Esto lo discutieron en el siglo XIX, lo discutimos en el siglo XX y lo seguimos discutiendo en el siglo XXI. ¿Artigas es uruguayo? En el IPA se llamaba Historia Nacional, y en la Facultad de Humanidades y Ciencias se llamaba Historia del Uruguay. Yo daba clases en ambos lugares, y trataba épocas coincidentes (fines de la colonia a 1830 en uno, y desde el siglo XVI a 1850 en el otro). Lo que planteaba en ambos lugares era que 1830 y 1828 era uno de los resultados históricamente posibles, y que la separación del proceso histórico en los territorios comprendidos en el arco de los ríos Uruguay y de la Plata se da después. Entonces, llamar a eso historia nacional generaba un argumento complicado. El resultado era uno de los históricamente posibles. Este territorio podía haber sido una más de las Provincias Unidas o una capitanía del imperio de Brasil.

No había una preexistencia del Estado uruguayo.

No había.

No existía un destino manifiesto.

Exactamente. Entonces, hablar de historia nacional me complica para el período que doy. En el momento en que se afirma un Estado, una nación, los vínculos con los demás pasan a ser diferentes. Aun así, la orientación del departamento de Historia del Uruguay, de la mano de José Pedro Barrán, ubica el estudio en un contexto regional y mundial. Hay un intento de romper con el esquema de la excepcionalidad o de que las cosas ocurren solo acá. ¿Por qué? Porque el conocimiento histórico se enriquece mucho cuando se ve lo que pasa en los demás lugares. Ahora, con el mundo global, eso parecería más evidente. Pero aún en períodos anteriores, también es importante saber cómo hay condicionantes y elementos que favorecen determinados procesos. La frontera no es una cápsula que nos aísla de los demás.

Uno recuerda las clases de secundaria y aparece todo bastante esquemático. Algunas fechas y símbolos. 1825, 1830, 1828... 1810 ¿Cómo se construye ese Uruguay? ¿A partir de cuándo? Las posibilidades que se abrían eran varias.

Eran varias, sí; no eran infinitas, pero eran varias.

Artigas mismo, ¿no es una creación posterior a ese proceso?

¿Qué Artigas? Hay muchos Artigas.

El Artigas mito.

Ese es posterior.

No habló de Uruguay.

No, pero generó una serie de acciones en que, aún aquellos que no lo seguían, vieron oportunidades. En 1811, bautizado en la década de los 80 como el Éxodo, se genera una migración de familias que acompañan un ejército que tiene que cumplir con la resolución del gobierno de la revolución, asentado en ese entonces en Buenos Aires, de suspender las acciones contra la ciudad de Montevideo e ir a establecerse en otro punto. En octubre de 1811 comienza la migración y nadie puede decir que se está pensando en generar un país o una unidad política separada de las demás. Pero ese acontecimiento y el asentamiento del ejército y de las familias en territorio de lo que hoy es la provincia de Entre Ríos generan un hecho político innegable. En 1813 ya han pasado tres años de la revolución y se está pensando en organizar políticamente estos territorios. España ha dado muestras, con la Constitución de 1812, que sigue considerando que estos territorios forman parte del reino, pero no da las garantías ni reconoce los derechos. Entonces, ahí hay que pensar en una organización. La palabra "intendencia" en ese período tenía que ver con un significado no definido por ninguna palabra, y era el tema de la autonomía. Pedir la independencia era poder concebirse como una unidad, pero al mismo tiempo unida a otras. No era una unidad política separada de otras. Se podía plantear la independencia y eso no significar una separación nacional. Estoy usando palabras de Artigas. No era incompatible ser una unidad política y pertenecer a la unión. El artiguismo, lo que va a plantear en 1813, además de esta acepción de independencia, es otra acepción, que para definir mejor su significado debía tener un adjetivo: independencia absoluta. Esta era respecto de España, de la familia de los Borbones; el artículo primero de las Instrucciones. Esta otra independencia, que podemos llamarle autonomía, aunque la palabra no existía, era la que se presentaba respecto del resto de los pueblos. Pensar que los distintos pueblos habían asumido su soberanía. El lema de la Asamblea de 1813 era "unión y libertad". Tenían que estar unidos para ser libres. El lema del artiguismo era "libertad y unión". No es menor, porque es recuperar la libertad y entonces, en pie de igualdad, libremente, hacer la unión.

El proceso que se da entre 1825 y 1830, ¿qué implica respecto al artiguismo?

Si no hubiera existido una propuesta que defendiera esta soberanía de los pueblos y que abarcó un espacio mayor al de la Provincia Oriental, es difícil que se hubiera podido avanzar en una unidad política. Si este territorio no hubiera sido frontera entre España y Portugal -y después entre las Provincias y el imperio de Brasil- es difícil que se hubiera podido constituir como un Estado separado. Hasta las Provincias Unidas debieron reconocer que esto era una provincia, e incluso darle territorios que pertenecían a la Intendencia de Buenos Aires, como Colonia y Maldonado. Con la idea de que esto es un espacio fronterizo entre dos imperios se van generando intereses de controlarlo. Cuando en 1825 se plantea el reinicio de la lucha, la relación con el artiguismo es ambigua. Es clarísimo en la bandera, en sus colores. La idea del rojo; son antiguos seguidores, capitanes de Artigas (para no decir tenientes de Artigas, por la connotación que pueda tener, jajaja). En ese sentido hay una continuidad. Pero también en ese momento hay un interés de desligarse del pasado. Se lo considera anárquico. ¿Era posible pensar un levantamiento contra el imperio de Brasil sin  haberse conformado como una unidad política, que es lo que ocurrió en 1810? Artigas no quería la República Oriental del Uruguay; eso parece claro. Cuando digo Artigas me refiero al artiguismo; no tenemos que pensar que es un  hombre solo el que piensa esto. El proceso de formación de una unidad política podía haber sido acompañado por quienes hicieron una alianza para liquidarlo y por aquellos que lo siguieron hasta el final del camino. Insisto: para esos grupos de poder montevideanos, si no se hubiera defendido la unidad política, o sea la soberanía particular, para utilizar el criterio artiguista, serían un apéndice de la Provincia de Buenos Aires. Después viene cómo se elaboran las interpretaciones del artiguismo. Cuando se construye el primer monumento a Artigas, en la década de 1880, al principio se quería poner la leyenda "Artigas fundador de la nacionalidad oriental". Otros querían que fuera "uruguaya". Pero sí "fundador de la nacionalidad". Y también "la patria gradecida" o "la patria reconocida". Sin embargo, la ley establece que lo único que debe decir el basamento del monumento es "Artigas"

¿Por qué?

Porque quienes estaban en la Asamblea sostenían que lo que quería Artigas era otra cosa. Uno llega a decir (no era Cristina Fernández de Kirchner, jaja) que Artigas es argentino. Cuando la discusión va al Senado, dice: notarán ustedes que sacamos lo que estaba en el otro, y dejamos solamente el nombre, porque Artigas es suficiente abarcador de todo. Artigas era confederado, buscaba una confederación, entonces ¿cómo defender que Artigas era uruguayo, únicamente uruguayo, que había generado el Uruguay? También es cierto que sin Artigas o varios personajes que hubieran generado una interpretación radical de la soberanía particular de los pueblos -digo radical porque va a la raíz de los pueblos- eso no era posible. Claro que ese planteo iba acompañado de otros, también de interpretación radical. En 1820 se generaron alianzas que terminaron liquidando ese proyecto.

Entonces, ¿la existencia de Uruguay sería por un lado una derrota del proyecto artiguista y por otro un triunfo de algunos de sus ideales?

No me manejo en términos de triunfos y derrotas. Es claro que el proyecto artiguista sufrió una derrota militar fuerte... Es el problema de los historiadores, que empezamos a poner tantos elementos que no llegamos a un titular. "El Uruguay es fruto de la derrota artiguista" sería un gran titular, pero no llegamos a un titular. En realidad hay una trama mucho más compleja. No hemos mencionado el tema del comercio, la situación interna del imperio de Brasil; hay muchas cosas a las que no hemos aludido en todo esto. Lo cierto es que la idea del Uruguay como país libre e independiente, separado de los demás, fue una alternativa que se abrió camino en el último tramo de la guerra entre las Provincias Unidas y el Brasil. Hay quienes ponen más énfasis en un elemento "nacional"; otros lo ven como una imposición de Gran Bretaña, y otros lo vemos como una geografía de alianzas políticas y sociales muy compleja, donde tampoco quienes acompañaron esa decisión la vieron como algo definitivo. Si analizamos los veinte años siguientes a 1830, vemos que van a existir nuevos proyectos de protectorado; incorporaciones a las provincias; alianzas entre Río Grande, Corrientes, Entre Ríos y el Estado Oriental. Como que la geografía política no estaba del todo definida en 1830. Poner en un titular todo esto, es imposible.

Para ir cerrando, ¿cuáles son hoy los desafíos, a grandes rasgos, de la historia?

No sé si estoy en condiciones de responder eso, pero tal vez uno sea convencer que para el conocimiento y la resolución de las diferentes situaciones y problemas, la densidad que aporta la mirada histórica es relevante. En cuanto a desafíos de la disciplina en sí, tienen que ver en cómo afrontar la multiplicidad de fuentes que están apareciendo; cómo lograr restituir la contingencia de los fenómenos; cómo poder avanzar en el fortalecimiento de la profesionalidad de los historiadores; en el reconocimiento de esto que decíamos, de los criterios de verdad, y vuelvo a hablar de que no estamos elaborando leyes sino interpretando, explicando y aportando a un mundo que realmente necesita de la recuperación de la experiencia; no como la historia maestra, la lección de historia, sino de esta mirada de los fenómenos en su complejidad. Lograr avanzar en eso y posicionar a la historia como un elemento que no refiere a un conocimiento inútil o algo de anticuario, de coleccionista, sino que tiene que ver con el mundo en que vivimos, sería el desafío mayor.

 

DANIEL FELDMAN

Director de CONTRATAPA

 

Archivo
2021-03-18T00:01:00