Anécdotas literarias de la palabra “puta”

Alejandro Carreño T.

Contenido de la edición 27.06.2024

 

Al parecer, cuando se trata de palabrotas, insultos, garabatos, o como quiera llamárseles a las "malas palabras", la sentencia de Efesios, 4:29, no ha tenido una gran acogida en ninguna de las civilizaciones: "No salga de sus bocas ninguna palabra ofensiva, sino solo palabras buenas que ayuden a crecer a quien lo necesite y agraden a quien las escucha". Como dice el estudio publicado en  The Journal of Pain, del 14 de noviembre de 2011, citado por La Hora del 5 de junio de 2023: "Swearing is the use of offensive or obscene language, and is a linguistic feature in most human cultures". Los hombres han hecho caso omiso de la sentencia de Efesios. Y la misma civilización, según Freud, se confundió con ellas desde sus orígenes: "El primer ser humano que insultó a su enemigo en vez de tirarle una piedra fue el fundador de la civilización" (Wikiquote). La historia, con su mirada pragmática de los hechos, nos enseña que así fue. La poesía, en sus distintas expresiones estético-discursivas, con su mirada que trasciende la pura clasificación de los hechos, para contarlos desde lo que pudo haber sucedido, ha visto en las palabrotas una fuente inagotable de emociones que se expresan a través de ellas. Y los diferentes estudios como el citado en The Journal of Pain, así lo corroboran.

Las palabrotas no reconocen fronteras culturales ni sociales. Su universalidad, que se confunde con el tiempo originario, ese que silentemente se consumía como el día consume a la noche y la noche al día, cuando el hombre parecía más una invención soñada, guardada en libros de historia y literatura, ha sido estudiada con la seriedad y profundidad con que estos recursos idiomáticos imprescindibles de la comunicación humana, se merecen. Nadie escapa de ellas, ni siquiera los dioses. Clío, por ejemplo, hija de Zeus, que en su raíz griega significa "alabar" o "cantar", es la musa de la Historia y de la Poesía Épica, fue glamorosamente insultada por Arthur Schopenhauer, el filósofo cascarrabias, enojado y peleado con todo el mundo: "Clío, la musa de la Historia, está tan infectada por las mentiras como una prostituta por la sífilis". Espero que Zeus no se entere jamás del tamaño insulto proferido a su hija, pues no me gustaría estar cerca de su ira. Quién sabe si Samaniego pueda calmar la ira de Zeus con su soneto dedicado a Nice o Nile, la diosa griega de la Victoria: "No te quejes, oh Nice, de tu estado / porque te llamen puta a boca llena, / pues puta ha sido mucha gente buena / y millones de putas han reinado" (Soneto a Nice, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes).

No creo, en todo caso, que le generosidad de Samaniego pueda compensar toda la fuerza peyorativa del término "puta", tal como suele encontrarse en los textos literarios y en sus variadas formas, como lo certifica el "Boletín de Recomendaciones" de FundéuRAE en su artículo "Sesenta maneras de decir puta", del 11 de marzo de 2015: "El español es rico en palabras soeces por venir de donde viene, del latín, una lengua que tenía algo más de sesenta términos distintos para decir puta, según ha dicho a Efe el filósofo, egiptólogo y editor Virgilio Ortega, que acaba de publicar una Etimología de las palabras soeces titulada Palabrotalogía". La palabra, por cierto, tiene un largo recorrido por las diferentes páginas de la historia literaria que la ha llevado a ser la preferida del insulto en prácticamente todas las culturas. En el citado Soneto a Nice, Samaniego recuerda a la reina Dido de Cartago, conocida también como Elisa: "Dido fue puta de un audaz soldado". La misma Dido que Virgilio en la Eneida enamora a Eneas. Pero no solamente las "putas", con toda su variedad semántica, son denostadas; también los hijos de ellas, construyendo el más genuino y gravoso insulto, por lo menos en nuestra lengua española y su literatura.

"¡Oh hideputa bellaco, y cómo sois desagradecido: que os veis levantado del polvo de la tierra a ser señor de título y correspondéis a tan buena obra con decir mal de quien os la hizo!" (Quijote, Primera Parte, capítulo XXX). El agraciado con el insulto es Sancho, que ha sugerido a don Quijote casarse con Dorotea                                            o sea, con la princesa Micomicona, que al escudero le parece tanto o más hermosa y dotada de virtudes que Dulcinea. Sobre el origen y semántica del término "puta", existen en la red varios sitios interesantes que el lector puede consultar. Yo me detendré, en la definición del Diccionario de la Academia del año 1780 y seguir el concepto por diferentes ediciones de la RAE: "1. S.f. La muger ruin que se da á muchos. Meretrix. / 2. Puta. PUTA LA MADRE, PUTA LA HIJA, PUTA LA MANTA QUE LAS COBIJA. ref. con que se nota á alguna familia, ó junta de gente, donde todos incurren en un mismo defecto. Si meretrix mater, meretrix quoque filia surgit, Atque meretricis nomine digna teges". La segunda definición es importante pues el concepto se extiende a toda la familia. Ya no se trata solamente de ser "un hijo de puta", sino que la "madre-puta" lo es también en relación a quien la parió.

En el último capítulo de la Primera Parte de Quijote, encontramos la ejemplificación de este caso de "hijo de puta familiar" que un indignado Quijote lanza al cabrero que le ha dicho que tiene "vacíos los aposentos de la cabeza". Simplemente lo ha llamado de loco: "-Sois un grandísimo bellaco -dijo a esta sazón don Quijote--, y vos sois el vacío y el menguado, que yo estoy más lleno que jamás lo estuvo la muy hideputa, puta que os parió". La edición de 1817 modifica levemente la primera definición: "s. f. La muger ruin que hace comercio de su cuerpo. Meretrix" y la segunda, eliminando la referencia en latín. Pero le agrega una tercera definición que se mantuvo hasta la edición de 1925: "3. Puta. AYER PUTAS, Y HOY COMADRES, ref. que se dice de las personas que riñen difamándose, y luego con facilidad se hacen amigas". Definición que se mantiene hasta la edición de 1925, así como la segunda de la primera edición que aquí comentamos. Pero la de 1925 introduce la palabra "ramera" como primer significado; lo mismo que la edición de 1884. "Ramera" se mantiene en la edición de 1992, luego de "prostituta" y antes de "mujer pública", referidas al concepto "puta". La palabra desaparece en la edición de 2001 como definición de "puta" y, en su lugar aparece el término "prostituta".

"Ramera", le grita John, El Salvaje, a Lenina: "-¡Ramera! -gritó-. ¡Ramera! ¡Impúdica buscona! [...] -¡Ramera! [...] -¡Maldita ramera!" (Mundo Feliz, capítulo 13), la distópica y clásica novela de Aldoux Huxley. Dos insultos en una frase, puesto que "buscona" es aquel que hurta o estafa con socaliña, es decir, que actúa con artimaña para obtener de alguien lo que desea. Pero también significa "prostituta". ¿Sería considerada hoy, Mundo Feliz, una novela distópica? La airada frase "¡Impúdica ramera!" lanzada furiosamente por John no es, en todo caso, original de Huxley quien, ciertamente, era un buen lector de Shakespeare. En el Acto IV, escena II de Otelo, los celos y la certeza de que Desdémona lo engaña, llevan a Otelo al paroxismo de su desequilibrio emocional: "¡Impúdica ramera!", la traducción literal de "impudent strumpet" de Othello. Dialogan los textos literarios y con ellos los insultos de sus personajes que reproducen la vida cotidiana, o esta, la vida literaria. Lo curioso con las palabras, con muchas palabras, incluso con aquellas que representan un tabú dentro de la convivencia social, pero que son indispensables para la comunicación, como las palabrotas, es que sus orígenes no dicen relación con la fuerza del insulto.

Como "ramera", por ejemplo, cuyo origen debe buscarse en las hieródulas grecorromanas, sacerdotisas consagradas a los dioses que, durante las festividades sagradas ornamentadas con ramos de flores que simbolizaban la fertilidad, mantenían relaciones sexuales con los hombres que participaban de estas celebraciones. Siglos después, en la Edad Media, las prostitutas marcaban los prostíbulos con ramos de flores para distinguirlos de las otras viviendas y facilitar la vida de los clientes. De "prostituta" a "ramera" no hubo más que un lindo ramo de flores. Así fue registrado en uno de sus escritos por San Isidoro de Sevilla (556-636): "Ramus ad ianuam appensus corpus vendibile significat" ("Una rama colgada a la puerta, significa cuerpo a la venta"). Como dato anecdótico digamos que "San Isidoro de Sevilla fue nombrado Patrón de Internet por el papa Juan Pablo II, "por haber recogido y sistematizado todos los ámbitos del saber de la época" (ABC de Sevilla, 26 de abril de 2024). La revisión de algunas ediciones de la RAE, nos ilustraron la evolución semántica de la palabra "puta", hasta llega a la versión online que puede consultarse a cualquier hora, en la que solo en la cuarta definición de "puto/puta", significa "prostituto". Las otras cuatro definiciones no tienen ninguna relación con la prostitución como al desnudo la describe Nicolás Fernández de Moratín en su clásico Arte de las putas.

La primera es una "calificación denigratoria" (Me quedé en la puta calle); la segunda, "para ponderar" (Ha vuelto a ganar. ¡Qué puta suerte!); la tercera, "para enfatizar la ausencia o escasez" ("No tengo un puto duro"). Por último, la quinta, "sodomita". Por cierto, las palabrotas, como la que comentamos en este escrito, no están preocupadas de lo "políticamente correcto" a la hora de insultar. Ni de la buena moral ni de las buenas costumbres. Ni mucho menos que solo abunden en bocas desdichadas por la miseria material e intelectual. Difícilmente un desdichado de bienes y de cultura diría como Quevedo en su conocido soneto Otro: "Las putas cotorreras y zurrapas, / alquitaras de pijas y carajos, / habiendo culeado los dos mapas, / engarzadas en cuernos y en andrajos, / cansadas de quitar salud y capas, / llenaron esta bolsa de zancajos" (Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes). Y la sinonimia de la palabra "puta" es un recorrido sorprendente por los recovecos de la historia semántica de una palabra, tal vez la más recordada de las expresiones insultantes, como muy bien lo ilustra el soneto de Quevedo, aunque claro, solo se refiera a las "putas cotorreras y zurrapas", esas de baja monta. Y cuyo origen incierto la torna aún más sorprendente en su evolución semántica.

La RAE dice que quizá deriva del latín vulgar *puttus", variable del latín "putus" que significa "niño". Joan Corominas, en su Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico, señala que su origen es incierto. Que probablemente tiene el mismo origen que el italiano antiguo "putto, putta" (muchacho, muchacha), derivado del latín "puttus" variante de "putus". El Diccionario Etimológico Castellano En Línea cita el Tesoro de la Lengua Castellana o Española, de Sebastián Covarrubias Orozco, edición de Luis Sánchez, de 1611. Para Covarrubias, "puta" deriva de "putida" que significa "podrida", pues una "ramera o mujer ruin siempre es caliente y de mal olor". Y lo sustenta con una cita de Catulo: "moecha putida, redde codicillos" ("puta hedionda, devuélvenos los libros"). Personalmente, prefiero traducir "codicillos" como "documentos". En esta misma página del Diccionario Etimológico Castellano En Línea, el lector encontrará otras referencias sobre el origen de la palabra "puta". Lo interesante con esta legendaria palabra, es que ya en los tiempos de Quijote podía también entenderse no necesariamente como un insulto o una ofensa. Una interpretación semejante a la segunda definición de la RAE en línea: "¡Qué puta suerte!". Toda una valoración positiva del concepto, como suele usarse a menudo en el mundo hispano, tal como lo reconoce Sancho:

"-¡Oh hideputa, bellaco, y cómo es católico! / -¿Veis ahí -dijo el del Bosque en oyendo el hideputa de Sancho- como habéis alabado este vino llamándole «hideputa»? / -Digo -respondió Sancho- que confieso que conozco que no es deshonra llamar «hijo de puta» a nadie cuando cae debajo del entendimiento de alabarle" (Quijote, Segunda Parte, capítulo XIII). Y Sancho, que es un filósofo popular y analfabeto, amante del vino, le ha dado al concepto "puta" una nueva significación: "alabanza". Lo que Sancho argumenta, en realidad, es que las palabras "son", según el contexto y entendimiento de los hablantes. Con él concuerda el autor de Palabratología, Virgilio Ortega: "No hay palabras buenas ni malas. Solo dependen del uso que les demos [...]. No entiendo ese incomprensible pudor de algunos especialistas, como si fueran apestadas. No son mal sonantes si se tienen los oídos y la mente abierta, y menos ante otros factores: si se dicen con una risa, con un mal gesto, en un barrio, en otro, en el sur, en el norte..." (Revista Sevilla Magazine, 9 de marzo de 2015). Y Lázaro, antes que Sancho, reproduce el "hijo de puta" de su padrastro aplicado a su propio hijo, que nada tiene que ver con la denostación; por el contrario, más se asemeja a una admiración por la creatividad de su hijo:

 "Y acuérdome que estando el negro de mi padrastro trebejando con el mozuelo, como el niño vía a mi madre y a mí blancos y a él no, huía de él, con miedo, para mi madre y señalando con el dedo decía: -¡Madre, coco! Respondió él riendo: -¡Hideputa!" (Lazarillo de Tormes, Tratado Primero). Y claro, "coco" es ese ser imaginario con que se mete miedo a los niños, un cuco, un fantasma, un espantajo, nos dice la RAE. Las palabras son lo que significan, semióticamente hablando, dentro de un contexto cultural común a emisor y receptor. De la larga lista semántica que el latín nos heredó de la palabra "puta", dos son, junto con "ramera" las más comunes: "meretriz" y "prostituta". Sobre "meretriz", el citado diccionario de Corominas nos dice que deriva de "merecer", del hispano-latín "merescere" que, a su vez deriva del latín "merere". En la forma latina es "meretrix", que significa "la que se gana la vida ella misma". Por su parte, Ortega, en su citado libro Palabratología nos dice que "merere" significa "ganar, cobrar, merecer". Es la "mujer que cobra" por su trabajo. O sea, la que "se lo merece". En latín era una de las dos palabras más comunes para referirse a una "puta". La otra era es "scortum", que usted, lector, podrá conocer al dedillo en el texto de Ortega.

Las meretrices, leemos en Wikipedia, eran "las mujeres solteras y sin vocación de prostitutas, pero que ejercen temporalmente la prostitución". De hecho, relata Ortega, "las meretrices "más tiradas" son las que se ponen pro-stabulum, 'delante de' la puerta del 'establo' a ofrecer su producto a los viandantes". ¿Qué relación tienen las meretrices con los establos? "Stabulum", además de "establo", significa "lupanar". Importante el prefijo "pro" para comprender la semántica de estos conceptos vinculados con la palabra clave de este ensayo. Tanto "prostibulum" ("prostíbulo), como "prostíbula", la mujer que trabajaba en el "prostibulum", derivan de "pro stare", que significa "estar delante", "estar expuesto a la venta", nos dice Ortega que se refiere, además, a la fábula Prostibulum escrita por Lucio Pomponio de Bolonia en el siglo I, "llena de chistes obscenos y juegos de palabras de doble sentido". Ahora bien, respecto de "prostituta", el sitio ETIMOLOGÍA. ORIGEN DE LA PALABRA, señala que el término deriva del latín "prostituta" que, a su vez deriva de "prostitutus", participio pasado de "prostituir", del latín "prostituere", formado "por el prefijo pro-, respecto de 'adelante' o 'avanzar', y el verbo statuere. La RAE simplemente señala que deriva de "prostitutus".

Adentrarse en el mundo literario y etimológico de la palabra "puta", su sinonimia y su semántica, es recorrer un laberinto del que se sale con la sensación de que nunca se entró, porque su riqueza histórico-literaria comprende todas las épocas de la Humanidad en sus diferentes culturas, lenguas y religiones. La literatura, la historia y el mito rebalsan en putas, prostitutas, rameras, meretrices y concubinas, desde las "estableras" de poca monta de La Celestina hasta la codiciada hetaira Lais del filósofo Aristipo; desde la licenciosa Margarita Gautier de La Dama de las Camelias, de Alejandro Dumas hijo, hasta la glamorosa Clodia, patricia romana amante del poeta Catulo, que disfrazó el nombre de su amante con el nombre de Lesbia. Desde el variopinto escenario putesco de Arte de las putas de Nicolás Fernández de Moratín, hasta los sonetos también putescos de Quevedo, como Desengaño de las mujeres: "Puto es el hombre que de putas fía, / y puto el que sus gustos apetece; / puto es el estipendio que se ofrece / en pago de su puta compañía" (texto completo en Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes). Desde las rameras bíblicas hasta las amantes de Las mil y una noches.

Sí, un laberinto inagotable en el que el cuerpo de la mujer, y su alma, toman todas las formas del relato literario, sus mitos y su historia.

 

ALEJANDRO CARREÑO T.

Profesor de Castellano, magíster en Comunicación y Semiótica,

doctor en Comunicación. Columnista y ensayista (Chile) 

 

Imagen: Au Salon de la rue des Moulins/Henri de Toulouse-Lautrec

 


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2024-06-27T21:13:00