Ansina: mito y realidad

Jorge Chagas

Contenido de la edición 05.11.2025

 

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La escena es conocida para cualquier escolar uruguayo: en 1820, Artigas traicionado y derrotado decide exiliarse al Paraguay. Una noche, antes de cruzar el río Paraná, reúne a sus hombres para comunicarles su decisión. Cuando termina su amarga alocución uno de los muchos soldados negros libertos que acompañaron al héroe en la retirada, le dice: "Mi general, yo lo seguiré aunque sea hasta el fin del mundo."  Era Ansina.

Así comienza la leyenda/historia del "último soldado artiguista".  Ansina acompañaría al prócer al Paraguay, cumpliendo con lo que había dicho, soportando estoicamente las penurias de su exilio hasta el momento de su muerte en 1850. Pocos años después este también moriría cumpliendo con su destino inexorable.

Desde el principio de esta leyenda/historia hay una confusión:  el nombre "Ansina" representa, por lo menos, dos nombres: Joaquín Lenzina o Lencinas  y Manuel Antonio Ledesma, que a su vez se confunden con otros afrodescendientes que asistían a Artigas en Paraguay como Montevideo o Martínez. Pero, a su vez,  a partir de los nombres Lenzina/Lencinas y Ledesma se construyen "dos Ansinas diferentes": uno sumiso, cebador de mate, símbolo de fidelidad y amor al héroe y otro letrado, autor de composiciones poéticas sobre la gesta artiguista, políglota e incluso "líder en asuntos afro" dentro del proyecto artiguista. (Esta última función que presuntamente habría cumplido Ansina pretende justificar el hecho que el artiguismo no fue abolicionista. Ansina, le habría aconsejado a Artigas actuar con prudencia en este tema).

Se ha sostenido que el Estado oficializó al Ansina sumiso. Esta afirmación debe ser matizada, porque para el Ejército Nacional - una parte fundamental del aparato estatal - Ansina representó siempre un valor militar sagrado: la lealtad al mando, aún en el infortunio, del soldado.     

El problema tiene su complejidad y tal vez sea conveniente analizarlo desde varios ángulos para llegar a conocer - si fuera posible - al personaje histórico real.  En definitiva, al Ansina auténtico.

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El primer dato que tenemos sobre Ansina aparece el 1º de julio de 1846 en el diario El Constitucional de Montevideo que dirigía Isidoro de María,  cuya hermana María Josefa de María fue la esposa de José María Artigas Villagrán, el único hijo legítimo del prócer José Gervasio Artigas. El artículo estaba firmado por "Un Oriental" - presumiblemente era José María Artigas, hijo del prócer, quien lo había visitado aquel año. El texto afirmaba: "La desgracia tiene, a pesar de todo, sus amigos leales e invariables; y ¡cuántas veces el hombre de más oscura condición, ofrece a los demás pruebas inequívocas de esa amistad sincera y consecuente cuyos vínculos no rompen ni disuelven los tiempos ni los infortunios! Así Artigas conserva a su lado a un anciano Lenzina que le acompaña desde su emigración y con quien comparte el pan de la hospitalidad como hermano".

Por otro lado, Isidoro de María escribió la primera obra de largo aliento sobre Artigas, cuando se desempeñaba como cónsul en Gualeguaychú (Entre Ríos) titulada "Vida del Brigadier General D. José Gervasio Artigas, fundador de la nacionalidad oriental" (1860). Allí narra el momento crucial cuando el héroe patrio decide pedir asilo al dictador Francia en Paraguay: "Una noche rodeado de sus más leales y constantes compañeros, les revela su última y heroica resolución, -pedir al Paraguay un asilo, dando un adiós a la Patria. Ansina, su buen Ansina, es el primero que puesto en pie le responde, "mi General, yo lo seguiré aunque sea hasta el fin del mundo".  De acuerdo con el profesor Alejandro Gortázar el romanticismo de fines del siglo XIX aprovechó y usó este relato, adaptándolo  a su sensibilidad. Hay por lo menos dos ejemplos de esto: el relato de Timoteo (Washington P. Bermúdez) contenido en su Baturrillo uruguayo (1885) y en el poema "La muerte de Artigas" (1891) de Manuel Bernárdez.

En el libro de Justo Maeso "El general Artigas y su época" (1885) se refiere al "fiel negro Martínez", como el hombre de confianza del prócer que lo acompañó hasta su lecho de muerte.  Esto agregó más confusión al problema de la identidad del personaje histórico.  

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En octubre de 1885  una delegación militar y diplomática enviada por el gobierno del general Máximo Santos -la "misión Tajes"- llegó a Asunción, capital del Paraguay, para devolver los trofeos de la guerra de la Triple Alianza. Durante ese acto se presentó un anciano que había acompañado a Artigas en el exilio. No era  Ansina, ni Martínez. Se llamaba Manuel Antonio Ledesma. De acuerdo con los datos biográficos obtenidos había nacido en 1797, combatió con las fuerzas artiguistas,  fue separado del prócer en Itapuá luego que éste, en 1820, llegó a Paraguay. Fue enviado por el gobierno paraguayo - que dispersa a los soldados fieles de Artigas -  a Guarambaré con otros compañeros. En ese pueblo, se casó con doña Juliana Pretes con la cual tuvo  cinco hijos, dos varones, que murieron luchando en el bando paraguayo en la Guerra de la Triple Alianza,  y tres mujeres. Fue una figura respetada en su nuevo hogar, donde llegó a ser Celador Corregidor en 1850. Ledesma fue fotografiado en esa oportunidad y moriría el 23 de febrero de 1887

Sin embargo, la cuestión de Ledesma no fue un tema relevante hasta que  Manuel Bernárdez en 1891 solicitó la repatriación de los restos. Hubo diferentes emprendimientos para realizar esta tarea. En  1919 la Liga Patriótica de la Juventud le pidió al ministro de Instrucción Pública, Rodolfo Mezzera, que iniciara las gestiones para ubicar los restos del "fiel asistente de nuestro gran Artigas" en Paraguay. La Liga pretendía reparar una "deuda nacional" y cumplir con la presunta voluntad del asistente Ansina que deseaba que sus restos mortales descansaran en su tierra natal. El ministro encargó a la Federación de Estudiantes paraguayos la investigación.

La iniciativa no prosperó hasta 1925, año en el que el diplomático uruguayo Agustín Carrón reabrió la causa creando el "Comité Ansina" en la localidad de Guarambaré, en la que había vivido Manuel Antonio Ledesma. La imagen borrosa de Ansina llegaba finalmente a concretarse y sus restos fueron identificados. Sin embargo, en 1926 el parlamento solicita asesoramiento al Instituto Histórico y Geográfico. El Dr. Felipe Ferreiro en un largo y documentado alegato, publicado por el Instituto, desacreditó la tesis de que Ledesma fuera el famoso Ansina. El asunto volvió a su punto inicial.

En el periódico La Vanguardia que editaba un grupo de intelectuales de raza negra en los años '20 - los directores eran el Dr. Salvador Betervide e Isabelino José Gares- se plantearon las dudas que existían en la época sobre si Ledesma era realmente Ansina. Para el colectivo afrouruguayo la figura de este soldado artiguista poseía un fuerte simbolismo. Nada más ni nada menos significaba que un miembro de ese colectivo tuvo una estrecha cercanía con el máximo prócer de la Patria. Los negros no sólo habían combatido con coraje en la epopeya emancipadora, sino que nunca traicionaron a Artigas ni lo abandonaron en su desgracia. Ansina - más allá de las confusiones o dudas sobre su identidad- representaba un elemento de autoestima y orgullo. Los intelectuales uruguayos negros de entonces ya cuestionaban la imagen de Ansina como un simple cebador de mate del prócer, posiblemente surgida del retrato  pintado por Pedro Blanes Viale de 1919, donde al lado de Artigas se observa a un hombre negro inclinado cebando un mate.    

El artífice final de la unión Ansina y Ledesma fue Mario Petillo, Inspector de Instrucción Primaria del Ejército, que en 1936 volvió a plantear la repatriación. A través de una argumentación que no tenía bases muy sólidas,  consiguió que los restos de Ledesma fueran traídos al Uruguay y fueran colocados en el Panteón Nacional. Petillo había iniciado la investigación en el Ejército con el pretexto de conmemorar el "Día del Soldado" y buscaba, en la relación Artigas/Ansina, la expresión de la relación de subordinación a que estaba sujeto el soldado.  En 1937 publicó el libro "El Último Soldado Artiguista. Manuel Antonio Ledesma" y este proceso termina con el reconocimiento oficial de Ledesma como el sujeto tras el apodo de Ansina, y con la inauguración del monumento el 18 de mayo de 1943 en la Plaza de la Democracia, sobre un basamento de granito gris martelinado. El escultor José Belloni usó como modelo la foto de Ledesma del año 1885.

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En 1951 se publican dos gruesos volúmenes de poesía sobre Artigas a cargo de Daniel Hammerly Dupuy y su hijo. En la introducción a la colección se anuncia la publicación de los poemas de Joaquín Lenzina, el verdadero Ansina y una larga argumentación sobre la validez de este relato. El relato de Hammerly Dupuy  es el siguiente: en un viaje a Paraguay realizado en 1928, el investigador se encontró con el anciano Juan León Benítez, fruto de las relaciones de Francisco Solano López con una mujer llamada Juana, criada de la familia. Este anciano vivió en Ybiray durante los últimos años de Artigas y era quien llevaba diarios, libros y postres al prócer. En aquel encuentro Benítez "confirmó" que Joaquín Lenzina había sido el verdadero asistente de Artigas y que Ledesma vivía en Guarambaré. En aquel lugar ambos vivieron juntos luego de la muerte de Artigas. Según Hammerly el anciano tenía en su poder los papeles de "Ansina", y relataba al entrevistador cómo "cantaba mientras se acompañaba con la guitarra o con el arpa". Esto puso sobre el tapete la idea que Ansina, además de no ser Ledesma, era un hombre letrado.

Dejemos de lado la credibilidad del testimonio de Hammerly.  Los poemas en sí mismos presentan varios detalles que hacen cuestionar su verosimilitud.

1)     No son textos de puño y letra del presunto autor.

2)     Las formas de conjugar los verbos no corresponden a una persona nacida en los siglos XVII o XVIII como sería el caso de Ansina.

3)     Según esos poemas Ansina se representa a sí mismo desempeñándose como aguatero en las calles del Montevideo colonial. Los esclavos llevaban los apellidos de sus amos.  Ansina no podía escapar a esa regla y no hubo en el Montevideo colonial  ninguna familia patricia con el apellido Ansina, Lencina o Lenzina, tal como lo demuestra el trabajo genealógico del Dr. Enrique Yarza sobre las familias de la época colonial.

4)     En los poemas se refiere a que observó de niño desfilar a "una comparsa". Esto es imposible. La primera comparsa de negros se fundó en el Club Defensa después de finalizada la Guerra Grande, en el año 1870.   

5)     Usa términos como "Éxodo" que en esa época no existía. Los contemporáneos de Artigas lo llamaron la "Redota".  En realidad fue Clemente Frigerio (1853-1923) quién impuso esa denominación en 1882. Por otro lado, también utiliza la palabra "uruguayo" cuando tampoco existía en ese tiempo.  

6)      Es por lo menos curioso que en esos poemas no aparezca una sola palabra africana de las muchas que usaban los esclavos en esa época. Se puede argumentar que Ansina por ser un "hombre letrado" no las usaba. Esto nos lleva a otro problema sobre el cual no hay documentación probatoria: ¿dónde y con quién Ansina aprendió a leer y escribir en una sociedad donde más del noventa por ciento era analfabeto y sin escuelas públicas en la ciudad o en el campo? 

Como se observa, esta concepción de "Ansina letrado" choca con obstáculos prácticamente insalvables, más allá del esfuerzo - sin duda sincero y bien intencionado - de 1996 cuando se publicó "Ansina me llaman y Ansina yo soy". En el mismo un grupo de autores y Organizaciones Mundo Afro, separan los poemas de Ansina de la Antología y lo convirtieron en un libro individual, buscando crear un relato en oposición al del "Ansina sumiso".

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¿Qué pude aportar la investigación histórica al respecto?  El historiador Jorge Pelfort buceó en el Archivo Artigas y encontró dos cartas. En una de ellas Artigas, por medio de la pluma de su secretario José Monterroso, expresa lo siguiente: "Acaba de llegar Tío Lensinas del otro lado [obviamente Entre Ríos]. Las tropas de Andrés [Guacurarí] están para Mandisoví que llegarán hoy ó mañana... Mañana marcharé sobre el Uruguay a apurar estas providencias y demás que crea precisas para el más pronto repaso [del Uruguay] á ver si de pronto cargamos sobre estos hombres. Salud y Libertad. 29 8bre. JOSÉ ARTIGAS". (Fuente: Archivo Artigas, Tomo XXXIII, pág. 306).

Que el regreso del asistente Lencina con la información que recabara "del otro lado" era de suma importancia, lo confirma otra carta enviada al día siguiente por Artigas a otro de sus lugartenientes, Rivera, que reza: "Ayer regresó Tío Lensinas. Este me dice que el barco también pasó del otro lado y llegará hoy. Lo espero y esto me detiene p.a mandar sobre el Uruguay a ver si apuro el ingreso de esos hombres". (Fuente: Archivo Artigas. Tomo XXXIII, pág.305)

Estos textos nos aportan tres pruebas fundamentales.

1)     Ansina/Lencina existió realmente. Fue un ser de carne y hueso.

2)      Artigas lo llama "Tío". Es una denominación cariñosa que se le daba en esa época los negros viejos. Lo que implicaría que, presumiblemente, era mayor que el prócer y éste sentía afecto por él.

3)     Artigas lo envió a hacer tareas de espionaje. O sea que no era un mero cebador de mate, sino un hombre de extrema confianza.

Existe otra información más. El oficial oriental Ramón de Cáceres- en sus memorias - relató una anécdota referida a Ansina,  junto al fogón de Artigas. Lo denomina "Asistente", que en el lenguaje de la época significa  el hombre de confianza del caudillo. (Fuente: Revista del Museo Histórico, Tomo XXIX, pág. 599).

En el monumental libro de Ana Ribeiro "El Caudillo y el Dictador" está la partida de defunción de Artigas donde se menciona al "Negro Joaquín" como testigo de su muerte (Pág.528)- De acuerdo con el testimonio de la propia historiadora es Joaquín Lencina (a) Ansina.

CONCLUSIONES

Hasta el presente los historiadores no poseemos pruebas documentales sobre dónde y cuándo nació y murió Ansina/Lencinas/Lenzinas. Tampoco poseemos pruebas si sabía leer y escribir, en qué circunstancias conoció a Artigas, si era payador o poeta. Lo que sí sabemos- documentadamente - es que fue un hombre de confianza del prócer y que éste le profesaba aprecio y respeto. Es muy verosímil que el relato de Isidoro de María se ajuste a la verdad: fue un soldado leal que no abandonó a Artigas en su caída.

Aún no sabemos mucho sobre la vida de Ansina pero, al mismo tiempo, sabemos lo suficiente para darle su justo lugar en la historia nacional. 

 

JORGE CHAGAS

Magister en Historia Política, escritor, varias veces distinguido en los Premios Anuales de Literatura.

 

Imagen de portada: monumento inaugurado el 29/10/2025 en el parque Artigas de la ciudad de Las Piedras


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2025-11-05T13:45:00