Apostillas indecisas a Satam Alive

Pablo Silva Olazábal

"La palabra "ambicioso" aplicada a la literatura no acaba de convencerme" dijo en una ocasión Vila Matas, para agregar que prefería a los escritores humildes, como Kafka o Walser, en contraposición a los ambiciosos como García Márquez, porque aquellos solo pretendían justificar su vida a través de la escritura. 

Contenido de la edición 24.12.2021

 

Estos dos polos, ambición y humildad, pueden trazar un eje que resulte útil para explicar su propia obra. En los inicios mismos de su, digamos, carrera literaria (suena horrible, ya sé), en plena adolescencia, contestó a la carta de un jesuita poeta -que no un poeta jesuita- con otra llena de hipérboles que uno imagina teñidas de formalidad y altura literaria; el sacerdote comentó a sus amigos ­-a los de Vila Matas- que "no era para tanto".

¿Cómo no incurrir en ditirambos ni exageraciones cuando un escritor que aún no ha escrito nada se dirige a otro escritor? La tentación de la hipérbole es demasiado grande.

(Paréntesis: el mejor saludo hiperbólico pertenece a los argentinos, lo formuló El "Mono" Gatica, un boxeador que, al estrechar la mano de Juan Domingo Perón, dijo: "General, dos potencias se saludan". La frase es tan poderosa que contiene su opuesto, su propia parodia: es imposible no sonreír al oírla).

Precisamente en aquella carta ampulosa y adolescente fija Vila Matas el nacimiento, o tal vez la necesidad, de una voz interior que apostille o comente lo que él acaba de escribir. Se trata de un discurso que matiza, golpea y en definitiva se ríe de la ampulosidad de la voz principal. Un agregado que de mil maneras distintas dice una sola cosa: "No es para tanto".

Este vaivén entre escritura intelectual y voz festiva pautará toda su obra y lo salvará, supongo yo, del sopor de la erudición y del ridículo de la baja autoestima. Entre estos dos polos se tensa toda su escritura, casi siempre recorrida por la electricidad del humor, que en definitiva es la única manera de conciliar opuestos dentro de un mismo pensamiento.

"Los griegos inventaron la tragedia y luego la comedia" dice Vila Matas para fundar su actitud en un antecedente ilustre, "porque la comedia es una apostilla de la tragedia". 

Ese humor subterráneo, ejecutado a la sordina, casi como una reverberación -exactamente lo opuesto al chiste, al gag o al chascarrillo- es lo que lo salva de caer en ese dramatismo que suele contaminar tan a menudo a la prosa de esa necrosis -el término me lo dio la poeta Circe Maia-  que aparece cuando uno se toma demasiado en serio.

Esta permanente acotación que la voz interior de Vila Matas hace a su escritura principal refleja un mecanismo habitual en la escritura literaria; en cierto sentido toda Literatura es una apostilla. Siempre hay un texto previo, o una voz anterior a la que apostillamos (a favor o en contra, tergiversándola, imitándola o combatiéndola). "Estamos atravesados por voces de poetas cuyo nombre desconocemos" dijo en una entrevista Borges, el hombre para quien escribir era igual a transcribir. El punto de partida de cualquier escritor es el de llegada de otro y en el fondo todo escritor es un copista, una segunda voz, que apostilla, con mayor o menor fortuna, a una anterior.

La obra de Vila Matas es un entramado de voces, y no solo de las que integran el parnaso. En un excelente cuento, "La promesa", de "Exploradores del abismo (2007), el narrador es un ladrón de frases que roba a gente común, los pasajeros que viajan en el autobús de la línea 24 de Barcelona (Borges sostenía que cualquier ser humano podía crear diez poemas extraordinarios porque la poesía es mucho más frecuente de lo que sospechamos; lo que diferencia al resto de los hombres de los escritores es una obra sostenida en el tiempo). Todo el cuento es una deriva a partir de frases robadas, que sirven para expresar un subtexto profundo, la desazón vital del narrador y su nostalgia porque la vida fuera algo más.

Toda literatura es un club de fans

Como cualquier otro escritor, Vila Matas es un idólatra que escribe con la ilusión de dialogar con sus ídolos; un lector que quiere sacarse una selfie junto a su escritor admirado. Este delirio -que por otra parte anima a todo aquel que escribe- implica el ridículo de soñar compararse con, digamos, el Dante, Góngora, Beckett o Virginia Woolf. La forma que tiene Vila Matas de superarlo es haciendo lo mismo que hizo Cervantes con el Quijote: evidenciándolo. Mostrar el ridículo al mismo tiempo que incurre en él.

Así, si bien se toma muy en serio el "monstruoso edificio de la letra" no oculta su intención de dinamitarlo. Y si ese atentado megalómano no funciona, bueno, al menos en el camino podrá decir dos o tres cosas importantes mientras se ríe. Por eso postula una y otra vez que la ambición narrativa debe ir acompañada de la humildad, entendida como devoción a la escritura. Se trata de una auténtica profesión de fe (literaria), como la que ejercieron Kafka, Pessoa, Felisberto y tantos otros.

"Vivir y escribir no admite bromas" afirmó en una entrevista, "aunque uno se sonría"

Las dos caras

En este Jano Bifronte que es Vila Matas el daimón de Mr. Hyde contrapesa la represión erudita del Dr. Jekill. Esa condición aparece con más claridad en su última novela, Esta bruma insensata. Allí dos hermanos encarnan dos actitudes frente a la literatura y la vida en la sociedad capitalista del siglo XXI. Allí también aparece la agonía del crítico Paul de Man, "uno de los momentos estelares de la humanidad" según declara Victoria, la tía del protagonista (aquí la voz que apostilla castiga de paso a los lectores de Stefan Zweig y sus momentos estelares).

Hay registro grabado del último seminario que el crítico belga dio en Yale, en su lecho de muerte. Ante la impertinente insistencia de un alumno que pedía hablar sobre la deconstrucción De Man exclamó: "¡Cállese, cállese! ¿O acaso no sabe que sólo hay un interrogante: la existencia o inexistencia de Dios?".

Tal vez sea esa pregunta el hilo conductor de toda la obra de Vila Matas. Un amigo mío la replicaba con otra, "lo importante no es si Dios existe o no, lo importante es saber qué ponemos en su lugar y ser conscientes de ello". Deleuze la formuló de un modo más agudo: "¿Se ha matado a Dios cuando se ha puesto al hombre en su sitio y se ha conservado lo esencial, es decir, el sitio?"[1].

En la serie Westworld una androide le dice a un personaje humano, que se declara ateo, "no importa si no crees en Dios, tu cerebro fue diseñado para creer en algo superior". En ese instante le señala la sien y menciona los cuatro centímetros del núcleo accumbens.

Desconozco si es ese, pero, mal que le pese al filósofo francés, todo indica que el sitio, o el hueco, continúa tan orondo como siempre. A lo largo de la modernidad lo hemos intentado llenar con muchos asuntos -sin ánimo de agotar la lista: el progreso, el lucro, la juventud, el Estado, la revolución, la tecnología, el lenguaje, la lucha antipatriarcal, los nacionalismos, el fútbol... La suma es interminable, en lo único que coinciden es que no se han sostenido en el tiempo. Vila Matas no vacila en citar a Duchamp: "la fe en el Arte es una gran posibilidad".

Pero la fe en estos tiempos fenicios de capitalismo tardío implica someterse a leyes como crear una figura, el Autor, que funja, en la era de Twitter, como grifa o marca de la Obra.

Y para seguir creando es necesaria la fe, cualquier tipo de fe. Y no me refiero a una figura o santo patrón; me refiero a algo que nos proporcione una verdad básica que tendemos a olvidar constantemente: "la necesidad de un cosmos, de un orden, constituye el punto de partida de toda cultura". Hay que creer en algo, y que ese algo nos sea propicio, ya sea el azar, las estrellas, el inconsciente o lo que fuere que pongamos en ese bendito lugar.

Vila Matas ha confesado que cuando sufre un bloqueo lo soluciona extrayendo un libro de su biblioteca al azar, abriéndolo y leyendo dos frases; una de ellas -que pasa a copiar y si no encaja, la modifica tergiversando su sentido para que señale el rumbo del texto al que se agrega- lo salva. Es un gesto similar al del collagista que recorta -o tergiversa- una foto para incluirla en su obra. O una prueba más, por si faltaban, de que escribir es una forma de leer.

Ser o no ser, esa es la cuestión

En estos tiempos de pos-posmodernidad la fe se ha debilitado a límites extremos. "A veces me planteo que si una persona, cada día, a la misma hora, hiciera una misma cosa, como un ritual, inmutable, sistemático, el mundo cambiaría" dice el protagonista de El sacrificio, de Andrei Tarkovsky, pero lo dice como algo imposible. Nuestras creencias son exiguas y duran poco más que lo que dura una tendencia, o un hashtag. A cada momento están a punto de extinguirse para ser sustituidas por otras. Por eso una navaja, no la de Ockham, pende sobre toda la obra de Vila Matas: la tentación de renunciar. Escribir o dejar de escribir, esa es la cuestión.

En tiempos donde todo lo sólido se desvanece en el aire, las condiciones para desarrollar una obra cambian a paso acelerado -y son radicalmente distintas a las de los años '70, cuando Vila Matas comenzó a publicar- por lo que los cimientos de la fe literaria se tambalean.

En "Esta bruma insensata" el narrador lo dice explícitamente: "Siempre estaba esa tensión en lo que escribía, siempre preguntándose, al principio, si escribir o no escribir, y más tarde, cuando ya era una evidencia que escribía, si seguir o no seguir. Si tener fe o tirar la toalla (...) aquella era la cuestión, su tema central: la fe en la literatura, cómo conservarla en una época en la que la Red, como un tratado de antropología global, lo sabía todo de nosotros y suplantaba a los escritores en su tarea".

En el siglo XXI los ciudadanos no quieren ser representados por políticos ni informados por la prensa. Tampoco quieren oír a los escritores; su lugar ha sido ocupado por otros influencers. Las condiciones han cambiado y el Autor no es atendido; a lo sumo es oído en salones de clases universitarias o leído con atención por guionistas que analizan posibilidades de adaptación cinematográfica. La oferta de libros se ha diversificado y continuará diversificándose hasta límites inimaginables. La autoexplotación se ha instalado en el corazón mismo del monstruoso edificio de las letras. Y claro, esto produce más desazón. El centro de "Esta bruma insensata" es ese dilema hamletiano agudizado. Vila Matas llegó a afirmar que en esta novela "es la primera vez que como autor me planteo la posibilidad de seguir o no".  

En ese vaivén, renunciar o seguir, oscila una obra que ha avanzado siempre en zigzag, bajo la consigna, de índole vanguardista, de no repetirse. Si escribe una novela sobre escritores que dejan de escribir ("Bartleby y compañía", 2000) la próxima será sobre lectores que no paran de leer ("El mal de Montano", 2002).

Una última apostilla: en una entrevista Vila Matas confesó sin modestia alguna que sus libros mejoran con el tiempo y que recién los comprende años más tarde. Esto es un signo de autor, porque la verdadera Literatura supera a la inteligencia, y solo se puede comprender a la distancia. 

Su última novela tiene un título prodigioso; aunque fue publicada antes de la pandemia, resulta difícil imaginar otra expresión mejor que "esta bruma insensata" para referirnos al paréntesis epidémico que ha sumido al planeta en una completa parálisis. Fue la escritora María Tena la que me lo señaló y lo comparto: vivimos rodeados de una bruma insensata en unos tiempos que, como enseñan los libros del Satam Alive[2] español, exigen avanzar en zigzag.

PABLO SILVA OLAZÁBAL

Escritor, comunicador, director y conductor del

programa radial "La máquina de pensar"

 


[1] Deleuze, G. "Nietzsche". Arena Libros, Madrid, 2000.

[2] Satam Alive es E. Vila Matas al revés, o como decimos en Uruguay, al verre.

 

Imagen de portada: E. Vila Matas/boasnovasmg.com.br


 

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2021-12-24T00:17:00