Borges en “El Hogar”
Alejandro Carreño T.
Contenido de la edición 20.09.2024
Son curiosos los años que Jorge Luis Borges pasó en El Hogar, la revista hogareña dedicada a las dueñas de casa con reportajes sobre "cocina, higiene, educación de los niños, economía doméstica y hasta instrucciones de cómo la "mujer de hoy" debía conducir un auto", según nos cuenta Enrique Sacerio-Garí en la Introducción a Jorge Luis Borges. Textos Cautivos. Ensayos y reseñas en "El Hogar" (1936-1939), edición a cargo Sacerio-Garí y Emir Rodríguez Monegal (publicada en Tusquets Editores, 1986).
Por cierto, la revista era algo más que lo descrito. Tenía el propósito de "contar la historia de la semana", reproducir fotos de los acontecimientos importantes de Buenos Aires, del país y del mundo. Pero también dedicaba páginas al deporte, a políticos, escritores famosos, cuentos para niños, relatos históricos, concursos y textos literarios. Una revista, como se aprecia, politemática, que prestaba especial atención a su espíritu moralizador, como lo plantea esta nota de 1914 dirigida a los lectores: "Siendo "El Hogar" una revista especialmente dedicada a las familias, y a fin de conservar siempre su espíritu moralizador, esta administración rechazará todo aviso de tendencia esquiva y dudosa" (Introducción, p. 21). En esta revista, fundada en 1904, Borges escribe desde 1936 a 1939, cuando se hace cargo de la sección "Libros y autores extranjeros".
El mismo año que Borges se hace cargo de la sección "Libros y autores extranjeros", publica su libro de ensayos Historia de la eternidad, el sexto de ocho volúmenes dedicados a este género literario. Antes había publicado tres poemarios: Fervor de Buenos Aires (1923), Luna de enfrente (1925), Cuaderno San Martín (1929) y su primer libro de cuentos, Historia universal de la infamia en 1935. No era, en consecuencia, un aprendiz del ejercicio literario. Pero no era tampoco el Borges que la fama lo comenzó a consagrar en la década de los cincuenta: presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (1950); director de la Biblioteca Nacional (1955), Premio Nacional de Literatura (1956), conferencias, publicaciones fuera de Argentina y traducciones. Una década fructífera. En El Hogar Borges publicó ensayos, biografías sintéticas, reseñas y un espacio literario bajo el nombre "De la vida literaria". Se trata de textos breves sobre autores y obras de argentinos y de otras nacionalidades que dan cuenta del autor voraz, acucioso e irónico que todos conocemos. Pero al mismo tiempo, que anticipan sus preferencias literarias y el carácter lúdico de sus escritos, así como una de sus cualidades esenciales de escritor: la dialéctica de su obra que obliga al lector a una búsqueda permanente del interlocutor o los interlocutores literarios que dialogan con el texto que el lector tiene en ese momento en sus manos.
Esta comunicación dialéctica, por citar apenas un ejemplo, la encontramos en la reseña "John Wilkins, previsor" (pp. 333 y 334), publicada el 7 de julio de 1939. Es un texto breve que comenta, someramente, varios aspectos de la vida del autor y algunas de sus obras, entre las que destaca el Ensayo de una escritura real y de un lenguaje filosófico, de 1668. Wilkins propone, dice Borges, "un carácter razonado del universo y deriva un riguroso idioma internacional". En esta rigurosidad idiomática el universo se reparte en "cuarenta categorías" señaladas por "nombres monosilábicos de dos letras". Muchos años después, en 1952, Borges publica Otras inquisiciones y retoma la reseña que comentamos bajo el título "El idioma analítico de John Wilkins" (Obras Completas, 1952-1972, Tomo II, Emecé, Barcelona, 1996, pp. 84-87). En este ensayo no solo se amplía la comprensión de Wilkins apenas esbozada en la reseña de 1939 de El Hogar, sino que el lector es derivado a otras obras que, junto con la de Wilkins, An Essay towards a Real Character and Philosophical Language (1668), comprueban "que no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y conjetural". Entre ellas, la que el doctor Frankz Kuhn atribuye a una enciclopedia china titulada Emporio celestial de conocimiento benévolo y del "caos" propuesto con su clasificación del universo por el Instituto Bibliográfico de Bruselas.
Dice Borges: "Las palabras del idioma analítico de John Wilkins no son torpes símbolos arbitrarios; cada una de las letras que las integran es significativa, como lo fueron las Sagradas Escrituras para los cabalistas". Muy interesante las reflexiones analíticas del autor acerca de los postulados de Hume, Descartes y Chesterton sobre la entropía de un universo que, como el idioma analítico de Wilkins, propende al caos y al desconcierto. En el "Epílogo" a Otras Inquisiciones, Borges declara que ha descubierto dos tendencias. Una, "a estimar las ideas religiosas o filosóficas por su valor estético y aún por lo que encierran de singular y de maravilloso". La otra queda para la curiosidad del lector. Singular y maravilloso como el idioma analítico propuesto por Wilkins y que nosotros encontramos en otro texto tan singular y maravilloso como la comprobación de la existencia de Dios en "Argumentum Ornithologicum" de El Hacedor, de 1960, en el citado Tomo II de las Obras Completas. El autor cierra los ojos un segundo y ve una bandada de pájaros. Pero no sabe cuántos son (¿nueve, diez?). "Si Dios existe, el número es definido", porque sabe cuántos pájaros vi. Si no existe, el número es indefinido porque nadie los pudo contar. "En tal caso, vi menos de diez pájaros (digamos) y más de uno, pero no vi nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres o dos pájaros. Vi un número entre diez y uno, que no es nueve, ocho, siete, seis, cinco, etcétera. Ese número entero es inconcebible; ergo, Dios existe".
Ardua labor tiene el lector. Pero es el espíritu borgiano, lúdico y desconcertante que atrapa con su literatura enciclopédica poblada de mitos y sueños, que se reproducen en su visión panteísta del universo de ser uno y varios al mismo tiempo. El sueño, uno de los motivos imprescindibles de la poética borgiana, ricamente elaborado en sus distintas expresiones literarias, lo encontramos en otro texto de El Hogar del 19 de mayo de 1939. Es la reseña "Un museo de literatura oriental" (pp. 322 y 323) en la que comenta el libro The Dragon Book sobre la literatura china. El texto comienza con una cita de Novalis: "Nada más poético que las mutaciones y las mezclas heterogéneas". Anuncia el contenido de la reseña y del propio The Dragon Book. La idea por el gusto de lo misceláneo la refuerza con la mención de libros famosos como Historia Natural de Plinio, Anatomía de la melancolía de Robert Burton y la Rama de oro de Frazer. De las siete partes del libro, la menos poética es la que está justamente dedicada a la poesía, nos dice Borges. Luego se detiene en el capítulo dos para describirnos "zoologías monstruosas", cercanas a los bestiarios medievales y que recuerda su Manual de zoología fantástica en colaboración con Margarita Guerrero, publicado por el Fondo de Cultura Económica en 1957. Entre estos seres fantásticos, la reseña le dedica unas líneas al "renegrido y silencioso mono boreal", que pacientemente espera que las personas "dejen de escribir" para tomarse la tinta.
Pero en el citado Manual, y bajo el título "El mono de la tinta", se describe a este ser imaginario (en 1967 se publica una segunda edición con el título El libro de los seres imaginarios, que incluye 34 historias a la primera edición). Se nos cuenta donde vive, su peso y su descripción física: "los ojos son como cornalinas, y el pelo es negro azabache, sedoso y flexible, suave como una almohada". En un pequeño párrafo nos describe su característica esencial: un bebedor de tinta. "Es muy aficionado a la tinta china", nos dice Borges. Y espera, podemos decir, pacientemente "con una mano sobre la otra y las piernas cruzadas", que las personas terminen de escribir para "beberse el sobrante de la tinta". Hemos dejado momentáneamente el sueño de lado, para comentar esta otra característica de la poética borgiana que es la intertextualidad, este diálogo semiótico que nos lleva a autores, personajes y relatos tan distantes en el tiempo y en el espacio, que complementan y son complementados al mismo tiempo. Es una de las jugarretas lúdicas de Jorge Luis Borges. Pero volvamos al sueño. En el último párrafo de "Un museo de literatura oriental", se nos describe en un par de líneas el sueño metafísico de Chuang Dsu, que se encuentra en el capítulo cuarto de The Dragon Book: "Soñó que era una mariposa y no sabía al despertar si era un hombre que había soñado ser una mariposa o una mariposa que ahora soñaba ser un hombre". Chuang Dsu vivió hace veinticuatro siglos.
El sueño en Borges es una de las formas que tiene el arte poético de alcanzar la conjunción lírico-metafísica, donde los símbolos recrean la realidad y la literaturizan. Por medio del sueño, las fronteras entre el mundo de la realidad y el mundo de la irrealidad se diluyen en un juego dialéctico de realidades y sueños, en el cual la duda ontológica del ser y el no ser al mismo tiempo, desarma las fronteras del espacio y del tiempo en el que se encuentra el lector. Y esta duda ontológica del ser y el no ser al mismo tiempo, en que el sueño confunde las fronteras del tiempo y del espacio, Borges la desarrolla en distintos momentos de su obra. Para este trabajo hemos seleccionado dos textos en los que el sueño metafísico de Chuang Dsu se confunde con ellos. El primero es "Sueña Alonso Quijano" en El oro de los tigres, de 1972 (tomo II de las Obras Completas, p. 472), poema que se encuentra también en La rosa profunda, de 1975 (tomo III de las Obras Completas, p. 94): "El hidalgo fue un sueño de Cervantes / y don Quijote un sueño del hidalgo. / El doble sueño los confunde y algo / está pasando que pasó mucho antes. / Quijano duerme y sueña. Una batalla. / Los mares de Lepanto y la metralla".
El sueño de Alonso Quijano, la invención poética de un hidalgo-loco que leía novelas de caballería y transformaba las ventas en castillos, se consagra en la realidad también prosaica de Lepanto y su metralla, donde un día estuvo su sueño, su creador. Don Quijote, el loco-cuerdo, convierte en sueños la historia de Cervantes, y ya no importa más si la historia antecede al sueño o el sueño a la historia, del mismo modo que tampoco ya importa quién es el soñador y quién el soñado. Se invierten las historias y la sublimación poética desencadena esa especie de semiosis simbiótica que trasciende la realidad-irrealidad de los propios personajes: "El hidalgo fue un sueño de Cervantes / Y don Quijote un sueño del hidalgo. / El doble sueño los confunde y algo / Está pasando que pasó mucho antes". Como suele ocurrir con la literatura de Borges, la realidad se confunde con los sueños y estos con la realidad, armando esa trama poética y laberíntica que termina por envolver, no sólo a los personajes, sino también al lector, el personaje esencial. La misma trama poética que construyó el sueño metafísico de Chuang Dsu una veintena de siglos antes.
El segundo texto que revisaremos respecto de esta trama poética y laberíntica que nosotros relacionamos con el sueño del escritor chino, es "Everything and Nothing" de El Hacedor, 1960 (tomo II de las Obras Completas). Sin mencionarlo, Borges nos va entregando una descripción que nos llevará a Shakespeare. Una descripción que abunda en frases que conforman la esencia panteísta de la poética borgiana: "un sueño no soñado por alguien"; "instintivamente ya se había adiestrado en el hábito de simular que era alguien, para que se descubriera su condición de nadie"; "juega a ser otro, ante un concurso de personas que juegan a tomarlo por aquel otro"; "nadie fue tantos hombres como aquel hombre, que a semejanza del egipcio Proteo pudo agotar todas las apariencias del ser"; "y Yago dice con curiosas palabras "no soy lo que soy". El sueño metafísico de Chuang Dsu adquiere en "Everything and Nothing" todas las formas del ser y el no ser al mismo tiempo, y el sueño asume toda la creación del universo: "La historia agrega que, antes o después de morir, se supo frente a Dios y le dijo: "Yo, que tantos hombres he sido en vano, quiero ser uno y yo". La voz de Dios le contestó desde un torbellino: "Yo tampoco soy; yo también soñé el mundo como tú soñaste tu obra, mi Shakespeare, y entre las formas de mi sueño estabas tú, que como yo eres muchos y nadie".
La poesía de Borges trasciende la tentación metafórica, simple e intrascendente, y desafía al lector en la comprensión de un universo de símbolos que lo confunde con la multiplicación de los tiempos y los espacios, y donde los hechos y personajes se repiten antes o después, como en esta historia poética de Shakespeare. ¿Hombre, mariposa? La duda metafísica de Chuang Dsu se diluye en la intertextualidad que representa la consagración de la construcción de lo lúdico en el arte poético de Borges. El juego dialéctico de esta poesía en la construcción del fingimiento poético de no ser uno y ser otro, o de ser ambos al mismo tiempo, o el horror de no ser nadie, alcanza en "Las ruinas circulares" (tomo I de las Obras Completas, pp. 451 a 455) la dimensión de la mera apariencia, la de ser el sueño de otro: "Caminó hacia los jirones de fuego. Éstos no mordieron su carne, éstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión. Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo". El lector de Borges reconocerá la importancia que para él representa la literatura china como una de las expresiones de la literatura oriental en su obra, y que nos comunica en otro texto de El Hogar del 28 de octubre de 1938, "Una versión inglesa de los cantares más antiguos del mundo" (pp. 279 a 281), en cuya primera línea nos comenta que hacia 1916 resolvió entregarse "al estudio de las literaturas orientales".
Chuang Dsu y su mítico sueño recreado infinitud de veces, ocupa sin duda, un lugar preponderante en la literatura de Borges. Como la eternidad. En "J. W. Dunne y la eternidad" (pp. 283 y 284), reseña publicada el 18 de noviembre de 1938, Borges comenta que Dunne "asombrosamente, declara que ya estamos en posesión de la eternidad y que nuestros sueños lo corroboran", porque en "ellos confluyen el pasado inmediato y el inmediato porvenir". Los sueños entendidos como la suma de todos los tiempos, los que fueron, los que son y los que vendrán, yendo y viniendo en una realidad que es compleja y eterna: "Al hombre que conoceremos mañana le ponemos la boca de una cara que nos miró antenoche...". Y cita a Schopenhauer para quien "la vida y los sueños eran hojas de un mismo libro, y que leerlas en orden era vivir, y hojearlas, soñar". Al final del ensayo "Cuando la ficción vive en la ficción" (pp. 325 a 327), del 2 de junio de 1939, Borges recoge esta cita de Schopenhauer. Nos detendremos en este ensayo para hablar del "laberinto", El laberinto es el símbolo de la propia construcción lírico-metafísica de la obra de Borges. En él habitan los sueños, la eternidad y el propio laberinto que se confunden en uno solo. Y todas las formas del ser y del no ser subyacen en él en una infinita red de visiones poéticas que se cruzan y entrecruzan en la historia del mito y la literatura. "He enumerado muchos laberintos verbales", nos dice Borges en un pasaje del ensayo dedicado a la ficción dentro de la ficción.
De hecho, "Cuando la ficción vive en la ficción" es un recorrido par diversas obras que abordan el tema del laberinto, desde Las mil y una noches hasta el Quijote. El tema del ensayo Borges lo asocia con su niñez, en el recuerdo de una lata de bizcocho con una escena japonesa que reproducía en un ángulo de esa imagen la misma figura, "y así (a lo menos, en potencia) infinitamente". En uno de los libros de Russell, catorce o quince años después, "hacia 1921", nos cuenta que encontró una versión análoga de Josiah Royce que representa "un mapa de Inglaterra dibujado en una porción del suelo de Inglaterra". En alguna medida, ese mapa debe "contener un mapa del mapa del mapa y así hasta lo infinito". En el ensayo aparecen también Hamlet de Shakespeare, L'illusion comique de Pierre Corneille, Der Golem de Gustav Meyrink y hasta Las Meninas, el famoso cuadro de Velázquez. Pero Borges se detiene en la obra de Flann O'Brien, At Swim-Two-Birds: "un estudiante de Dublín escribe una novela sobre un tabernero de Dublín que escribe una novela sobre los parroquianos de su taberna (entre quienes está el estudiante), que a su vez escriben novelas donde figuran el tabernero y el estudiante, y otros compositores de novelas sobre otros novelistas". El libro lo forman "los muy diversos manuscritos de esas personas reales o imaginarias, copiosamente anotadas por el estudiante".
At Swim-Two-Birds, símbolo de labirintos verbales que Jorge Luis Borges desarrolla a lo largo de su obra en sus diferentes expresiones literarias desde su legendario "Himno del mar", su primera publicación en la revista Grecia N. 37, Sevilla, 1919: "Oh Mar! Oh mito! Oh sol! Oh largo lecho! / Oh proteico, yo he salido de ti", en el que yace larvariamente la idea de la multiplicidad del ser. Tiempos lejanos de este Borges veinteañero que iniciaba así su tránsito por el mundo de la literatura. Los laberintos verbales que configuran su poesía simbólica que se consolida con El Hacedor, ya citado a propósito de "Everything and Nothing". Y en "Ajedrez II" nos dice: "Dios mueve al jugador, y éste, la pieza. / ¿Qué dios detrás de Dios la trama empieza / de polvo y tiempo y sangre y agonías?". El inicio de la creación se pierde definitivamente en una pregunta suspendida en los intrincados recovecos de una trama que vivimos, que no comprendemos y de la que saldremos, tal vez, con la muerte. Con todo, es en "El jardín de senderos que se bifurcan" (tomo I de las Obras Completas, pp. 472 a 480), en donde el símbolo del laberinto parece haber encontrado su forma definitiva.
"El jardín de senderos que se bifurcan, es una imagen incompleta, pero falsa, del universo tal como la concebía Ts'ui Pên. A diferencia de Newton y de Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que actualmente se ignoran, abarcan todas las posibilidades". Como en la novela de Flann O'Brien At Swim-Two-Birds. "No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos. En éste, que un favorable azar me depara, usted ha llegado a mi casa; en otro, usted, al atravesar el jardín, me ha encontrado muerto; en otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy un error, un fantasma". El sueño de Chuang Dsu que al despertar no sabe si es un hombre que soñó una mariposa o fue una mariposa la que ahora soñaba ser un hombre. Y resuenan sus palabras "He enumerado muchos laberintos verbales" de su ensayo del 2 de junio de 1939 "Cuando la ficción vive en la ficción".
¿Había algo definitivo en la escritura de Borges?
ALEJANDRO CARREÑO T.
Profesor de Castellano, magíster en Comunicación y Semiótica,
doctor en Comunicación. Columnista y ensayista (Chile)
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