Borges, los otros y ninguno

Alejandro Carreño T.

Contenido de la edición 18.09.2022

 

El cinco de diciembre de 1999, el diario El Mercurio de Santiago de Chile publicaba el siguiente artículo: "El Inexistente", firmado por Leonardo Sciascia, escritor siciliano que muere en Palermo en 1986, y cuya última novela, en 1990, fue Una historia sencilla. Dieciocho años antes, el diario Il Messaggero de Roma publicaba una gran foto de Jorge Luis Borges y debajo este titular: "El inexistente". La fuente del diario italiano era el suplemento literario del diario francés L'Express que decía simplemente que Borges no existía. Que no era nada más que la invención de un grupo de escritores entre los cuales se encontraban Leopoldo Marechal, Manuel Mujica Láinez y Adolfo Bioy Casares (sugiero la lectura del artículo de Laura Kopouchian, "¿Existió alguna vez Jorge Luis Borges?", en Lamujerdemivida, N. 41). Y para que a la colectiva invención no le faltase nada, se lee en el artículo de Kopouchian que estos autores "habían recurrido a los oficios de un actor de segunda línea llamado Aquiles Scatamacchia ("¡Qué nombre de comedia del arte!", exclama Sciascia)".

Desde este momento, prensa y literatura comenzaron un recorrido que no termina y en el que realidad y ficción se cruzan y entrecruzan en un juego dialéctico propio de un jardín de senderos que se bifurcan. Faltaba, con todo, que la realidad no fuese absurda por ser inventada, sino por ser real, para crear un mundo en que sus propias fronteras narrativas se confundiesen con la ficción, como la propia literatura de Borges, como la propia realidad de Borges.

L'Expresss, sin quererlo o sin pensarlo (para ponerlo en palabras borgianas), cambió el nombre de "Jorge Luis Borges" por "José Luis Borges". Entonces, así lo comentó Sciascia: "En cierto sentido -en un sentido propiamente borgeano- Borges se la buscó. Su instar al olvido, a la inexistencia, al deseo de ser olvidado, al no querer ser ya Borges, de alguna manera y con los aires que soplan en el periodismo, no podía sino generar la noticia de que Borges no existe". Pero, para que la confusión fuese un laberinto como el propio Jorge Luis Borges, la revista argentina Cabildo recoge esta misma información, la inexistencia de Borges como siendo un invento del mencionado grupo de escritores, citando como fuente al diario Le Monde y no al diario L'Express (remito ahora al citado El Mercurio). La información de la no existencia de Borges parecía un relato del propio Borges, una de sus jugarretas con que entretiene y confunde al lector. Así lo entendió también Antonio Tabucchi, recordado por Kopouchian en su artículo: "La información era tan borgeana que se volvía divertida, incluso pensé enseguida que detrás de ese rumor no podía estar otro que el propio Borges". Por su lado, Sciascia escribía: "una invención que está en el orden de sus propias invenciones, una fabricación que podría haber tenido como autor a Borges mismo". Como corolario de toda esta historia propia de un relato borgiano, el editor de Cabildo afirma que este actor de segunda, Aquiles Scatamacchia, es quien encarna al escritor argentino para los mass media. "La impostura, que habría sido descubierta por la Academia Real de Suecia encargada de la concesión del Nobel, ha impedido que el falso Borges fuese premiado, señala la revista argentina, que hace de Ajar sin saberlo" (El Mercurio).

Lo cierto es que Jorge Luis Borges fue muchos Borges, tanto en la realidad como en la literatura. Su obra está plagada de autores inventados que muchos lectores buscaron, y buscan, en diferentes bibliotecas del mundo, como Pierre Menard, por ejemplo, el "autor del Quijote". Roberto Alifano, en su libro El humor de Borges (Ediciones Proa, 2000, p. 117), recuerda el siguiente episodio: "Borges, ¿por qué no me cuenta cómo se le ocurrió la historia de Pierre Menard, autor del Quijote, que a muchos lectores pareció verídica? / --Ah, sí, mucha gente la tomó en serio. Incluso hubo un colega que me dijo después de haberlo leído: "Bueno, mirá, che, es un artículo interesante el que escribiste sobre ese personaje llamado Menard, yo tenía conocimiento de él; aunque, te tengo que ser sincero, siempre me pareció un poco loco [...] --¿O sea que creyó que era un personaje real? / --Sí. Bueno, yo le seguí la corriente [...]". O el narrador de Tres versiones de Judas, que cita la opinión de Borelius, un pensador inventado para rechazar la hipótesis de otro pensador inventado, el teólogo Runeberg: "Los teólogos de todas las confesiones lo refutaron [...]. Axel Borelius, de renovar la herejía de los docetas, que negaron la humanidad de Jesús" (Ficciones, 1944 en Obras Completas I, 1923 - 1949, Emecé Editores, 1996, p. 515). Sobre las distintas citas que Borges usa en su obra, sugiero la lectura del ensayo de Adam Elbanowski, "Del Margen al Texto: las notas en la obra de Jorge Luis Borges", THESAURUS. Tomo LI. Núm. 3, 1996, en Centro Virtual Cervantes.

Con su muerte tuve la sensación de que en ese momento Jorge Luis Borges fue él mismo. No el otro ni ninguno más; tampoco su padre, con el que fue confundido a los nueves años cuando publicó la traducción del cuento de Oscar Wilde, El príncipe feliz en el diario El País de Buenos Aires. Como solo firmó Jorge Borges, la gente pensó que había sido su padre el autor y no él. "Sol de mediodía. Algunas personas entran al cementerio de Plaimpalais, Ginebra, acompañando el cajón donde está el cuerpo de un mito llamado Jorge Luis Borges. Él quedará cerca de una sepultura que, se supone, pertenece a Calvino. El cementerio se destina solamente a las grandes personalidades, pero todo es simple, conforme el deseo del escritor". Así, el diario O Estado de São Paulo, del jueves 19 de junio de 1986, iniciaba la noticia "Jorge Luis Borges: punto final", sobre el entierro del escritor, realizado el día anterior.

Pero desde su nacimiento, el mítico escritor vivió siendo uno y varios al mismo tiempo, proyectando su propio sino a su estética literaria. De hecho, no nació como Jorge Luis, sino como Jorge Francisco Isidoro Luis. Pero solían confundirlo con "José Luis", como lo hizo el diario L'Express. Así también lo llamó el boxeador, fotógrafo y poeta argentino Andrés Selpa, episodio recogido por Alifano en su citado libro, capítulo "De la pila bautismal". Pero a Borges no le incomoda esta confusión: "Todo el mundo me llama José Luis. A la larga seré José Luis. Y está bien, creo que es más eufónico. Es el triunfo de la eufonía. Jorge Luis es muy áspero [...]. Y como de Borges se trata, así firmó varios de sus textos, incluso la apócrifa nota de su biografía que aparece en el Epílogo de sus Obras Completas, 1974 editadas por Emecé Editores: "A riesgo de cometer un anacronismo [...], transcribiremos una nota de la Enciclopedia Sudamericana, que se publicará en Santiago de Chile, el año 2074 [...]. Borges, JOSÉ FRANCISCO ISIDORO LUIS: Autor y autodidacta, nacido en la ciudad de Buenos Aires, a la sazón capital de la Argentina, en 1899. La fecha de su muerte se ignora [...], p. 1143". Leonardo Sciascia y Antonio Tabucchi conocían bien a Borges.

De la nota apócrifa del Epílogo de las Obras Completas de 1974 en que Borges cambia el nombre de "Jorge" por el de "José", al joven Borges de 1920, año en que publica su primer texto, "Paréntesis Pasional", con el nombre de José Luis Borges en la revista Grecia, Sevilla, Año 3, N. 38 del 20 de enero (nosotros citamos por Jorge Luis Borges: Textos Recobrados 1919-1929, Emecé Editores, 1997. Textos Recobrados a partir de ahora). Su final está tan lejos del tiempo, los laberintos y espejos, que no deja de sorprendernos: "Ahora mi paladar es rojo yugo que unce la llama roja de tu lengua... La oscuridad se llena de auroras. / Ahora tu cuerpo, deliciosamente, como una estrella tiembla en mis brazos... / Ya todas las tinieblas se han dormido" (p. 29). Pero fue también José Tuntar, un nombre importante en la biografía literaria de Borges. En alemán tun significa hacer. Recordemos aquí que el libro que en definitiva va a significar la consolidación poética borgiana es, precisamente, El Hacedor, de 1960. Con este nombre aparecen los siguientes textos en la "Revista Multicolor de los Sábados" del diario Crítica, que Borges llamaba a yellow press daily: El lento suicidio Diocleciano (N. 4, 2 de septiembre de 1933), Ovidio en el país de la flechas (N. 9, 7 de octubre de 1933); Espías en la Roma imperial (N. 15, 18 de noviembre de 1933) y Las grandes orgías romanas (N. 30, 3 de marzo de 1934). (Nosotros citaremos por Borges en Revista Multicolor, Editorial Atlántida, Buenos Aires, 1995. Investigación y recopilación a cargo de Irma Zangara).

De suerte que el nombre "José" formó parte de la biografía literaria de Borges desde 1920 a 1974. Borges, los otros y ninguno fueron "construyendo, como buen hacedor, su literatura. Una literatura que es esencialmente lúdica, y que tiene en el lector, en el otro, uno de sus valores trascendentales" (Alejandro Carreño T. "Mi sepultura será el aire insondable", Reflexiones Académicas, N. 16, 2003, Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información, Universidad Diego Portales, Santiago, Chile, p. 78). Nombres como Andrés Corthis, con el que publica el cuento "Hermanos enemigos" (N.11, 24 de octubre de 1933). La historia se desarrolla en las costas de Barcelona y trata de dos hermanos mellizos que, ante el temor del castigo divino de matarse el uno al otro, deciden quemar a la mujer en el rancho que ambos incendian. La importancia de esta historia es evidente, pues el tema reaparece en "La intrusa", el cuento que, en 1966, Borges agrega a la sexta edición de El Aleph, es decir, 33 años después. Cuatro años más tarde, Borges incluirá este cuento en El informe de Brodie. Pero "Hermanos enemigos", no es solo el génesis de "La intrusa". Recordemos aquí también la clásica "Milonga de dos hermanos": "Cuando Juan Ibarra vio / Que el menor lo aventajaba, / La paciencia se le acaba / Y le fue tendiendo un lazo / Le dio muerte de un balazo, / Allá por la Costa Brava. / Así de manera fiel / Conté la historia hasta el fin; / Es la historia de Caín / Que sigue matando a Abel" (Versión íntegra del poema en Para las seis cuerdas, Emecé Editores, 1965. Citamos por Obras Completas, 1974, pp. 955 y 956).

En estas jugarretas borgianas de ser uno y varios al mismo tiempo, Borges también fue Alex Ander, con el que publicó algunos cuentos en Revista Multicolor de los Sábados. El juego de palabras es propio del escritor. "Alex" es "Alejandro", pero juntando el nombre con el apellido, tenemos también "Alejandro" (Alexander). Ahora bien "ander" en alemán significa "otro". El "otro Alejandro", como Alejandro Magno, figura histórica y literaria que a Borges le encantaba y solía contar, por lo mismo, la clásica leyenda que atribuye al poeta inglés Robert Graves: "Alejandro no muere en Babilonia a los treinta y tres años. Se aparta de un ejército y vaga por desiertos y selvas y luego ve una claridad [...] y llega un día en que se paga a la tropa y entre las monedas hay una que le inquieta. La tiene en la palma de la mano y dice: "Eres un hombre viejo, esta es la medalla que hice acuñar para la victoria de Arbela cuando yo era Alejandro de Macedonia". Y Borges entonces, comenta: "Recobra en ese momento su pasado y vuelve a ser un mercenario tártaro o chino o lo que fuere" (Jorge Luis Borges, "Las mil y una noches" en Siete Noches, Fondo de Cultura Económica, México, 1992, pp. 58 y 59). Los cuentos de Alex Ander recopilados por Irma Zangara son "30 pesos vale la muerte (N. 50, 21 de julio de 1934) y "¡No valía la pena! (N. 57, 8 de septiembre de 1934). Ambas historias están unidas por la presencia de un joven artista que ama el arte; uno es un actor que se suicida por amor, y el otro un joven tan sensible como el actor, que quiere ser escritor y planea suicidarse por distintos motivos.

Ser uno y ser otro al mismo tiempo es una inquietud estético-literaria que se inicia prácticamente con el joven Borges: "El Tiempo -maquinaria incansable- sigue funcionando, o quizá fluyendo de mí [...]. Después, voy despojándome de mi nombre, de mi pasado, de mi conjetural porvenir. Soy cualquier otro [...]. Soy casi nadie [...]. Soy tullido, ciego, desaforado, terrible en mi cotidiano desaparecer. Soy nadie" ("Boletín de una noche toda", versión completa en Textos Recobrados, pp. 185 y 186). "Boletín de una noche toda" es un texto manuscrito que Borges entregó al profesor Donald A. Yates, mediados de 1924 a 1926, quien, en un artículo titulado "Behind Borges and I", publicado en Moder Fiction Studies, volumen 19, N. 3, West Lafayette, Indiana, 1973, comenta "que este sería uno de los primeros textos de Borges en que reflexiona sobre su propio yo" (citamos por Textos Recobrados, p. 186). Ulises también fue Nadie. Y ya veremos que Borges, que fue tantos otros, también fue ninguno. Fue Bernardo Haedo, un nombre querido por él, que lo relaciona con su biografía materna. "Muchos veranos pasó la familia Borges en la quinta de sus parientes uruguayos", nos dice Irma Zangara, investigadora y recopiladora de Borges en Revista Multicolor, p. 120. Además, en su cuento "Funes el memorioso", cuya trama se desarrolla en Fray Bentos, el narrador pasea a caballo con su primo Bernardo Haedo: "Yo volvía con mi primo Bernardo Haedo de la estancia de San Francisco [...]. Bernardo le gritó imprevisiblemente: "¿Qué horas son, Irineo?". Sin consultar el cielo, sin detenerse, el otro respondió: "Faltan cuatro minutos para las ocho, joven Bernardo Juan Francisco". La voz era aguda, burlona" (Obras Completas I, 1923 - 1949, pp. 485 y 486). Como Bernardo Haedo escribió en Revista Multicolor de los Sábados "Renacen en el Siglo XV Adán y Eva" (N. 7, 23 de septiembre de 1933); "La sórdida casa de los millones" (N. 13, 4 de noviembre de 1933); "El club de los mendigos" (N. 19, 16 de diciembre de 1933) y "Los piratas del Panda" (N. 60, 29 de septiembre de 1934)

Y en el prólogo de su primer libro, Fervor de Buenos Aires, 1923, Borges le habla al lector: "Si en las siguientes páginas hay algún verso logrado, perdóneme el lector el atrevimiento de haberlo compuesto yo antes que él. Todos somos unos; poco difieren nuestras naderías, y tanto influyen en las almas las circunstancias, que es casi una casualidad esto de ser tú el leyente y yo el escribidor -el desconfiado y fervoroso escribidor- de mis versos". El texto completo se encuentra en Textos Recobrados, pp. 163 y 164. Para la reedición de sus Poemas, en 1943, Borges reescribió este párrafo y lo incluyó bajo el título "A quien leyere" en la primera página de Fervor de Buenos Aires. "Poco difieren nuestras naderías", nos dice Borges. Qué importa, entonces, ser uno, ser otro o ser ninguno. Ser Jorge Luis Borges o ser Ortelli y Gasset, nombre que sirvió, además, al poeta Carlos Mastronardi quien, junto con Borges, escribieron "A un meridiano encontrao en una fiambrería", humorística respuesta a una nota que asaz española publicó La Gaceta Literaria titulada "Madrid, meridiano intelectual de Hispanoamérica". La respuesta fue publicada en la revista Martín Fierro, Buenos Aires, Año 4, N. 42, 10 de junio - 10 de julio de 1927: "¡Minga de fratelanza entre la Javie Patria y la Villa Ortúzar! Minga de las que saltan a los zogoibis del batimento tagai, que se quedamos estufo, que se [...] (versión completa en Textos Recobrados, p. 305).

Los orígenes del Borges escritor y del Borges que caminaba por las calles de Buenos Aires, que el tiempo confundiría convirtiéndolos en un laberinto estético y humano, se remontan a 1919 con la publicación de su primer poema, "Himno del mar", en la revista Grecia, Sevilla, Año 2, N. 37 de diciembre de ese año: "Sé que en tus aguas venerandas y rientes urdió la aurora de la Vida. / (En las cenizas de una tarde terciaria vibré por primera vez en tu seno). / Oh, proteico, yo he salido de ti" (Versión completa del poema en Textos Recobrados, pp. 24, 25 y 26). "Himno del mar" es importante no solo por ser el primer poema escrito por Borges. También lo es porque él formaría parte de uno de los dos libros destruidos por el autor: Los salmos rojos o Los ritmos rojos o Los himnos rojos. El otro fue Los naipes del tahúr. En el cuento "El otro" incluido en El libro de arena, Emecé Editores, Buenos Aires, 1975, pp. 15 y 16, Borges alude al primero de los libros destruidos: "Le pregunté qué estaba escribiendo y me dijo que preparaba un libro de versos que se titularía Los himnos rojos. También había pensado en Los ritmos rojos". Es el Borges proteico como el propio mar de "aguas venerandas", laberíntico como su propio ser de múltiples identidades, ficticias o no, que terminan por confundirlo y confundirnos. Después de todo, ni el propio Borges pudo con el otro, o el otro pudo con él, el hombre que hojea alguna enciclopedia, el hombre que yo conocí, al que le gusta la prosa de Stevenson y el sabor del café: "Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy, pero me reconozco menos en sus libros que en mucho otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro. / No sé cuál de los dos escribe esta página" ("Borges y yo", El Hacedor, 1960 en Obras Completas II, 1952 - 1972, Emecé Editores, 1995, p. 186).

Innumerables son los trabajos borgianos donde se plantea el tema de la identidad y pluralidad del ser. Tantos, que al igual que Shakespeare se cansó de ser muchos y ninguno. El último párrafo del texto "Everything and nothing" dedicado al poeta inglés, es de lograda belleza estética y filosófica: "La historia agrega que, antes o después de morir, se supo frente a Dios y le dijo: Yo, que tantos hombres he sido en vano, quiero ser uno y yo. La voz de Dios le contestó desde un torbellino: Yo tampoco soy; yo soñé el mundo como tú soñaste tu obra, mi Shakespeare, y entre las formas de mi sueño estás tú, que como yo eres muchos y nadie" (El Hacedor, Obras Completas II, 1952 - 1972, p. 182). Más de alguna vez he llegado a pesar que Borges se regaló este texto a sí mismo. Porque también fue "ninguno", como varias veces lo hemos mencionado en esta columna. Irma Zangara recopila varios escritos en el citado Borges en Revista Multicolor, en los que el autor es nadie: "Niños" (N. 3, 26 de agosto de 1933); "Los tres evadidos de la realidad (N. 5, 9 de septiembre de 1933); "El dragón: Antiguos mitos germánicos" (N. 7, 23 de septiembre de 1933); "Un auto de fe" (n. 8, 10 de septiembre de 1933); "Las brujas: antiguos mitos germánicos" (N. 10, 7 de octubre de 1933); "El mito de los Elfos" (N. 13, 4 de noviembre de 1933); "Alarme a sus amigos" (N. 37, 24 de abril de 1934) y "Cinco anécdotas" (N. 52, 4 agosto de 1934). "El dragón" y "Los elfos", aparecerían nuevamente en el Manual de zoología fantástica en colaboración con Margarita Guerrero y en la segunda versión de El libro de los seres imaginarios.

"Muerto, no faltarán manos piadosas que me tiren por la baranda; mi sepultura será el aire insondable; mi cuerpo se hundirá largamente y se corromperá y disolverá en el viento engendrado por la caída, que es infinita", nos dice Borges en la "Biblioteca de Babel", Ficciones, obra citada, p. 465.

Sí, fue en este momento sublime de la muerte, momento único en la intimidad más íntima del ser, donde Jorge Luis Borges fue Jorge Luis Borges.

 

ALEJANDRO CARREÑO T.

Profesor de Castellano, magíster en Comunicación y Semiótica,

doctor en Comunicación. Columnista y ensayista" (Chile)

 

Imagen: Museo Nacional de Bellas Artes


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2022-09-18T17:56:00