Bronceosis: una enfermedad incurable

Pablo Young

En esta contratapa de CONTRATAPA nuestro colaborador es el Dr. Pablo Young, médico, titular de la Cátedra de Historia de la Medicina de la Universidad Católica Argentina, que nos habla de la "bronceosis", una enfermedad que no figura en ningún texto. Los invitamos a disfrutarla.

Contenido de la edición 18.03.2021

 

Sr. Editor:

La broncemia, es una enfermedad del adulto que no figura en ningún texto de medicina; significa etimológicamente la cantidad de bronce en sangre y los médicos que la padecen, a medida que pasan los años, se invaden con bronce, se creen próceres y sueñan con su estatua en el patio del hospital o de la clínica donde trabajan (1).

Este es un término creado hace unos 40 años por un prestigioso cirujano de la ciudad de Córdoba (Argentina), el Dr. Narciso Hernández (2).

Decía Narciso Hernández que el enfermo de broncemia (bronce en sangre) o que padece de bronceosis o sea (tesauresmosis por depósito de bronce) pasaba por dos etapas: la primera de ellas era la importantitis (en la que él se creía tan importante que nadie era mejor que él) y la segunda era de inmortalitis (cuando el paciente llegaba a esta etapa final, el bronce invadía todo su cuerpo y ahí sí se creía ya estatua olímpica e inmortal).

Esta enfermedad se desarrolla en aquellos lugares que presumen de un alto nivel de intelectualidad y el medio ecológico ideal es la universidad, pero es claro y notorio que este padecimiento no ataca solamente a los médicos. También se observa en otras profesiones como en política, donde la soberbia y la solemnidad propia del broncémico aparecen de manera espontánea.

Se trata de una endemia, enfermedad que se presenta regularmente con un número determinado de casos. Si fuera una epidemia, podría esperarse su desaparición en algún momento.

La mayoría de los casos se expresan entre los 45 y 55 años, y los más severos se presentan por encima de los 55 años. El sexo también es importante; se pensaba que era más prevalente en el sexo masculino, pero ahora, con el auge del feminismo se reportó igual prevalencia en ambos sexos.

Los síntomas más comunes del paciente con bronceosis son tres: la diarrea mental, la hipoacusia o sordera interlocutoria y el reflejo cefalocaudal.

La diarrea mental se caracteriza por una verborragia exagerada en la que el broncémico habla y habla todo lo que su cerebro depone. La sordera interlocutoria siempre acompaña a la diarrea mental; cuando el broncémico habla y habla, sus oídos no escuchan nada ni a nadie. El reflejo cefalocaudal produce una actitud de caminar con la cabeza elevada (como si estuviera en un pulpito o atrio). La rigidez se hace evidente. Las partículas de bronce en la columna cervical y el tórax determinan una postura que los clásicos llaman "actitud real". El mentón elevado, el pecho henchido, con un gesto en el rostro que adopta quien huele un desagradable olor. Los músculos de la visión, endurecidos por el bronce, no le permiten, curiosamente, dirigir su mirada hacia abajo. Insensiblemente, sin darse cuenta, enfermos de solemnidad, ven con tristeza cómo la enfermedad ha llegado a los músculos de la cara impidiéndoles sonreír. Por alguna razón desconocida, el bronce comienza a precipitar y forma depósitos. El primer lugar es en la laringe. Las cuerdas vocales se engrosan y adquieren resonancia suficiente como para modificar la natural voz de tenor hacia una de barítono bajo, que le asegura suficiente distancia entre su persona y el paciente. En esta etapa la enfermedad es aún reversible. La experiencia, los buenos maestros, la lectura de textos alejados de la medicina, la música, la pintura u otras expresiones del humanismo alejan el peligro. No obstante, un porcentaje de ellos se convierte en crónicos (3).

Litografía - Claude Serre, del libro La médecine

 

Se pensaba que esta enfermedad era de la modernidad, pero ya existía 1500 años antes de Cristo, cuando se realizó en la antigua India la separación de las castas sociales en cinco: la quinta era la de los intocables (aquellos que no tenían derecho a nada, siquiera a la atención médica), la cuarta era de los trabajadores inferiores, la tercera de los comerciantes, la segunda era la casta de los Ambasta, a los que pertenecían los médicos y la primera casta era la de los reyes. De estas dos se decía que descendían de los dioses; pienso que tal vez alguno de estos médicos broncémicos creen realmente que descienden de los dioses.   

Claudio Galeno (129-200 d.C.) o Galeno de Pérgamo, ejerció en la Roma imperial y era un broncémico, un ególatra incorregible: hablaba permanentemente de sus grandes ganancias, de sus logros, de su fama, y revestía todas sus curaciones de manera milagrosa para impresionar a la gente.

El retrato de un broncémico es relatado de manera magistral por la escritora Marilina Rébora de Fustinoni (1919-1999), quien escribió "Ambición" y dice:

 

Pobre de aquel que ansía llegar a una Academia,

a vocal de Consejo o a miembro de Instituto,

adulando, obsecuente, a quien por fin lo premia

en base a un intercambio, que ya ha previsto, astuto.

 

La sed de posiciones solamente lo apremia-

deseo que lo urge a no perder minuto-

que se propaga a otros, como rara epidemia,

sin pensar en derecho, mérito o estatuto.

 

Tanto más despreciable resulta ese apetito,

que avanzando en edad agudo se acentúa,

siendo que con los años el alma se ennoblece

al dominar serena la idea de infinito.

Y es de verle, por fin, tal cómo se infatúa

a favor de su título, que más lo empequeñece.

 

Hay que enseñarles a nuestros jóvenes médicos, el deseo de ayudar a sus colegas y pacientes, de sembrar dentro de ellos para que florezca el espíritu de servicio. Hay que distinguir entre servicio y espíritu de servicio. El servicio es un acto de ayuda que puede ser instintivo y puede no necesitar de la razón, en cambio el espíritu de servicio es el profundo deseo de satisfacer aquellos que necesitan de nosotros; no es un acto es una actitud, es una función de vida. Si los médicos jóvenes no se preparan para nutrirse intensamente del espíritu de servicio están preparándose o son susceptibles a contagiarse de broncemia.

Seguro han compartido tiempo con broncémicos y cualquiera podría contar su experiencia al lado de uno de ellos.

Berni Siegel, pionero de la medicina mente cuerpo, se reunió con tres enfermos terminales jóvenes que murieron pocos días después y les preguntó qué querían que él les dijera a los médicos jóvenes. Los pacientes le dijeron que golpeen en nuestra habitación antes de entrar, que cuando salgan se despidan y nos saluden y que cuando se comuniquen con nosotros nos hablen a los ojos. Ninguno de ellos pidió que se les encontrara la cura de su enfermedad, solo pedían respeto.

Los médicos dioses, esos médicos que desayunan con Dios y luego bajan a atender a sus pacientes, no suelen recibir muestras de cariño, porque la distancia que ellos mismos generan se convierte en un abismo que los aleja de todos los demás hombres, impidiéndoles compartir.

 

Referencias      

1. Young P. Bronceosis: enfermedad especulativa por depósito de bronce. Rev Med Chile 2012; 140: 824-5.

2. La Broncemia. Francisco Occhiuzzi. Disponible en: http://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoID=74513

3. Cuidado con el bronce. Camilo H.G. Raffo.  En el diario "La Nación" del 28/08/89. http://www.icarodigital.com.ar/diciembre2001/.../cuidadoconelbornce.htm

 

PABLO YOUNG

Doctor en Medicina. Médico de Planta de Clínica Médica

Jefe de Docencia - Hospital Británico de Buenos Aires, Argentina.

Titular de la Cátedra de Historia de la Medicina de la Universidad Católica Argentina

email: pabloyoung2003@yahoo.com.ar  

 

Imagen de portada: caricatura/Claude Serre, del libro La médecine


 

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2021-03-18T00:01:00