Cervantes en un poema de Borges

Alejandro Carreño T.

La escritura de Jorge Luis Borges es un maravilloso jardín de senderos literarios que se bifurcan en intrincados laberintos, en los que el lector es atrapado como en el laberinto del Minotauro. 

Contenido de la edición 28.12.2021

 

En estos senderos laberínticos en que se confunden tiempo y espacio, los personajes borgianos dialogan en un juego dialéctico del que el lector no puede permanecer impasible, pues él también se encuentra en medio de esta configuración poética que juega con la realidad y los sueños y la conjunción de tiempos y espacios que siempre son los mismos y son otros. Jorge Luis Borges es un laberinto en el que el Borges nacido el 24 de agosto de 1899, se confunde con el Borges escritor y el uno se encuentra ligado al otro y son el propio símbolo del doble, uno de los motivos esenciales de su literatura: "Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel". Así comienza el famoso texto Borges y yo, de su clásico El Hacedor, de 1960. Y termina así: "No sé cuál de los dos escribe esta página".

Hay en Borges esta suerte de intertextualidad que es el mismo y es otro y que se proyecta en toda su obra poética, narrativa y ensayística, dejando al lector en cualquier lugar de su laberinto, como en su cuento El jardín de senderos que se bifurcan. Sí, razón tiene Alicia Jurado cuando escribe en su libro Genio y Figura de Jorge Luis Borges, de 1997, al responder a la pregunta cómo ella veía a Borges: "[...] si alguien me preguntase cómo es, creo que me resultaría dificilísimo dar una respuesta adecuada. La más veraz sería, tal vez, la siguiente: Borges es un laberinto".

Leer la obra de Borges, escuchar sus conferencias, adentrarse en sus clases magistrales en diferentes universidades, es encontrarse de lleno en este jardín de senderos literarios que se bifurcan, que nos atrapa como lectores y nos confunde con sus juegos dialécticos en el que las literaturas, los hombres y sus personajes se cruzan y entrecruzan por tiempos y espacios insospechados. Borges, el otro, hizo de su vida su propio jardín de senderos que se bifurcan. Un sendero en el que convergen todas las posibilidades de la existencia, incluyendo los sueños, que son otra forma de vivir la vida. Como en el sueño de Alonso Quijano.

El poema Sueña Alonso Quijano, de su libro El oro de los tigres (1972), representa una acabada elaboración poética de la estética borgiana y su construcción laboriosa de una literatura sembrada de juegos dialécticos, en los que realidad y ficción confunden sus esencialidades ontológicas y ya no sabemos más cuál es una y cuál es la otra: "El hombre se despierta de un incierto / sueño de alfanjes y de campo llano / Y se toca la barba con la mano / Y se pregunta si está herido o muerto". El sueño en la poesía de Jorge Luis Borges, es una de las formas que tiene el arte poético de alcanzar la conjunción lírico-metafísica, donde los símbolos recrean la realidad y la literaturizan. Por medio del sueño, las fronteras entre el mundo de la realidad y el mundo de la irrealidad se diluyen en un juego dialéctico de realidades y sueños, en el cual la duda ontológica del ser y el no ser al mismo tiempo desarma las fronteras del espacio y del tiempo en el que se encuentra el lector. El sueño recorre toda la literatura borgiana como uno de sus laberintos literarios que nos seduce con sus paradojas desconcertantes y sus asombrosas iluminaciones, como las vividas por el personaje de su cuento Las ruinas circulares, de su libro Ficciones (1944): "Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él era una apariencia, que otro estaba soñándolo". La poética borgiana trasciende la tentación metafórica, simple e intrascendente, y desafía al lector en la comprensión de un universo de símbolos que lo confunde con la multiplicación de los tiempos y los espacios, y donde los hechos y personajes se repiten antes o después.

El poema Sueña Alonso Quijano continúa con estos versos: "¿No lo han perseguido los hechiceros / Que han jurado su mal bajo la luna? / Nada. Apenas el frío. Apenas una / Dolencia de sus años postrimeros". Los sueños suelen poblarse de hechiceros, de fantasmas, de apariciones, de absurdos, de certezas e incertezas, pero también de realidades. El viejo hidalgo yace postrado en una cama. Está enfermo y la muerte lo espera. Alonso Quijano ha recuperado la razón, rodeado de su sobrina y amigos. Don Quijote, su demencial sueño poético, ha terminado con su cordura recuperada. ¿Qué soñó el viejo hidalgo? No lo sabemos. Pero en el poema despierta de un incierto sueño poblado de alfanjes y campo llano y no sabe si está herido o muerto después de la batalla. Tal vez Alonso Quijano, el viejo hidalgo que fue Quijote y muere como un cristiano, soñó también con esta batalla y Cervantes no lo dijo (tampoco Cide Hamete Benengeli). Pero el hombre hecho de letras y de sueños, que vivió en algún lugar de La Mancha, despertó "de su incierto sueño". El sueño lo confunde como nos confunde a nosotros, y no sabe si "está herido o muerto". Las claves de la poesía de Borges se encuentran en este juego dialéctico de ser y no ser a la vez. El sueño es la conciencia que quiere ser, pero no es; su ambigüedad ontológica determina la configuración del discurso poético, como en Cervantes y su obra.

Los últimos versos de Sueña Alonso Quijano desvendan el propio sentido laberíntico de la obra de Cervantes, al mismo tiempo que el juego dialéctico entre realidad y ficción construye un nuevo universo interpretativo, en el que tiempo y espacio adquieren también otras dimensiones laberínticas: "El hidalgo fue un sueño de Cervantes / Y don Quijote un sueño del hidalgo /. El doble sueño los confunde y algo / está pasando que pasó mucho antes. / Quijano duerme y sueña. Una batalla: / Los mares de Lepanto y la metralla". Don Quijote, la invención demencial y poética de Alonso Quijano, sueño, a su vez, demencial y poético de Cervantes, convierte en literatura la prosaica realidad de los mares de Lepanto y la batalla, y muere en su aldea natal, en algún lugar de La Mancha, hacia fines de 1614, cuando su soñador, el bueno de Alonso Quijano, recupera la razón en el momento de su propia muerte. Sueña Alonso Quijano es la conjunción de todos los tiempos y espacios que reviven la laberíntica novela que es la obra de Cervantes. El sentido del laberinto es su posibilidad de renacer, de comenzar otra vez, de que el arquetipo siga engendrando y engendrándose eternamente. Quijote, tanto la novela como el personaje, son el símbolo del propio laberinto. Quijote de la Primera Parte es el mismo de la Segunda Parte, pero también es otro, como Dulcinea, la Sin Par, la que se encuentra en la piel y en el moho de las armas del héroe inmortal. Dulcinea es también Aldonza Lorenzo, la labriega que huele a ajo.  Pero también es la Dulcinea encantada por el pícaro mago Sancho, el fiel escudero, el alter ego de Quijote. Otra forma de ser Quijote.

El sueño de Alonso Quijano, la invención poética de un hidalgo-loco que leía novelas de caballería y transformaba las ventas en castillos, se consagra en la realidad también prosaica de Lepanto y su metralla, donde un día estuvo su sueño, su creador. Don Quijote, el loco-cuerdo, convierte en sueños la historia de Cervantes, y ya no importa más si la historia antecede al sueño o el sueño a la historia, del mismo modo que tampoco ya importa quién es el soñador y quién el soñado. Se invierten las historias y la sublimación poética desencadena esa especie de semiosis simbiótica que trasciende la realidad-irrealidad de los propios personajes: "El hidalgo fue un sueño de Cervantes / Y don Quijote un sueño del hidalgo. / El doble sueño los confunde y algo / está pasando que pasó mucho antes". La locura es otra de las formas del sueño, como lo es la vida y también la muerte: "Sentir que la vigilia es otro sueño / Que sueña no soñar y que la muerte / Que teme nuestra carne es esa muerte / De cada noche, que se llama sueño", nos dice Borges en Arte Poética, uno de sus clásicos poemas que también forma parte del libro El Hacedor. Porque el laberinto borgiano, su asombrosa intertextualidad que transita de su obra magnífica hacia la literatura universal y de esta hacia su propia creación, yace larvariamente en los orígenes de su literatura, en su primer poema, Himno del mar, publicado en la Revista Grecia, Sevilla, N. 37 del 31 de diciembre de 1919: "Oh proteico, yo he salido de ti / ¡Ambos encadenados y nómadas! [...]".

La intertextualidad representa, entonces, la consagración de la construcción de lo lúdico en el arte poético borgiano. El juego dialéctico entre Quijote, el sueño demencial de Alonso Quijano, sueño a su vez de la locura de Cervantes, soñado ahora por su propio sueño en el poema borgiano, desencadena una serie infinita de interpretaciones del fenómeno estético que conduce a una de las también infinitas exégesis de la obra cervantina, más aún cuando podemos, a partir de dicho texto, acercarnos a la obra de Borges. Emprender el camino al revés, desde los mismos orígenes de la historia: "Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo". En el Epílogo a El oro de los tigres, discurso metalingüístico de asombrosa configuración estético-metafísica, Borges, citando a Carlyle, nos dice: "La historia universal es un texto que estamos obligados a leer y a escribir incesantemente y en el cual también nos escriben". Descubrir Cervantes a través del poema Sueña Alonso Quijano, es reescribir la historia de Quijote y su creador por medio de la lectura, que es otra de las formas de la creación poética.

Esta columna también fue escrita desde la intertextualidad, pues algunos de sus pasajes se encuentran en mi ensayo La reinvención de Cervantes en dos textos de Borges, publicado en la Revista Publicitas de la Universidad de Santiago de Chile, Volumen 7, N. 2, 2019. Al parecer, todos los hombres llevamos algo del laberinto borgiano en nuestro ser y hacer, del mismo modo que todos los hombres, de una u otra manera, también estamos hechos de sueños demenciales como Alonso Quijano, sueño de Miguel de Cervantes.

Ignoro, eso sí, si alguien está soñándonos.

 

ALEJANDRO CARREÑO T.

Profesor de Castellano, magíster en Comunicación y Semiótica,

doctor en Comunicación. Columnista y ensayista (Chile) 

 

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2021-12-28T21:14:00