Charles Bovary acusa

Tomás Abraham

Contenido de la edición 02.09.2022

 

Vladimir Nabokov en sus clases sobre literatura en la universidad de Cornell, en el ciclo que le dedica Flaubert, uno de sus escritores favoritos, nos da su concepción del hecho literario: dice que nada tiene que ver con la realidad ni con la verdad. La matriz de la literatura es el cuento de hadas, la ensoñación, y si insistimos en calificarlos de acuerdo a parámetros morales, en la literatura, dice Nabokov, todo es mentira y ficción, nada se bifurca entre valores sobre el bien y el mal, para comenzar, porque si de mal se habla, los hay de varios tipos. Y para terminar, si de realidad se trata, esta es aproximativa y comparativa. Para un lepidopterista como Nabokov, una mariposa es un espécimen que tiene destino de alfileres y vitro; para un niño, un festival de colores voladores; para un escéptico, dos alas que fueron gusano. 

El escritor ruso dice que hay tres fuerzas que crean y modelan a un ser humano: la herencia, el medio ambiente y el factor X, desconocido. De los tres, el contexto sociohistórico es el menos importante, y la X el de mayor influencia. Para Nabokov, "Madame Bovary", tiene que ver con el cálculo infinitesimal del destino humano y no con la aritmética del condicionamiento social.   

Resalta que lo que importa es la estructura de la novela, lo que llama el método del contrapunto, el del desdoblamiento o el de la alternancia paralela. La transición estructural. Se detiene en el modo en que emplea el punto y coma hasta una pausa que culmina con una "y" final, en el despliegue sucesivo de detalles y en el uso del imperfecto.

Advierte a estudiantes y lectores sobre la minuciosidad en nada gratuita con la que Flaubert describe la gorra de Charles Bovary cuando era estudiante, descripción significativa que también ha llamado la atención de Barnes y Vargas Llosa porque muestra que la escritura de Flaubert se distribuye por estratos. 

Cuando Vargas Llosa escribe su libro sobre Flaubert aún no se han acallado las críticas a la literatura comprometida y son tiempos en los que el "nouveau roman" ha dejado sus huellas en la crítica literaria. Para quienes aún creen que en madame Bovary, lo que ocurre no importa, los que como Nathalie Sarraute en un artículo de 1965 que el escritor peruano califica de brillante y tendencioso, cita un párrafo de Flaubert en una carta a Louise Colet en la que escribe: "lo que me parece bello, lo que me gustaría hacer es un libro sobre nada, un libro sin lazos exteriores, cuya consistencia solo se debiera a la fuerza interna de su estilo, como el planeta que sin que nada lo sostenga se  mantiene en el aire, un libro que casi no tuviera un tema, o que al menos, en la medida de lo posible, su contenido fuera invisible..."

Para Vargas Llosa no se trata de otra cosa que de arrebatos repentinos de entusiasmo que Flaubert descargaba en su correspondencia en las noches de insomnio después de unas jornadas extenuantes de escritura.

No se trata de contextos como cree Nabokov, para Vargas Llosa se trata de aventuras, sucesos e intrigas en las que hay matrimonios, adulterios, bailes, viajes, paseos, estafas, enfermedades, espectáculos, un suicidio, aventuras mezquinas quizá, pero que tienen que ver con la revolución literaria flaubertiana, que hace ingresar la vida cotidiana en el universo ficcional. En síntesis, hay escenarios, personajes, peripecias y lo que el escritor peruano encomia: anécdotas.

Un cuidado en el plano argumental. Agrega que, si bien una novela es persuasiva por sus propios medios, por la palabra y la técnica y no por su fidelidad al mundo exterior, "la confrontación con este mundo es inevitable desde el momento en que el libro está en manos del lector quien solo puede apreciar, entender y juzgar en función de ese mundo exterior del que es parte".

Pero, ¿qué decir de este cuento de hadas cuando otro escritor, lector de Flaubert, captura un personaje de Madame Bovary y lo reintroduce en la novela para deformar la trama a la vez que erige un tribunal que juzga a su autor por delito de crueldad innecesaria e injusticia y deformación de los hechos?

La realidad se venga de la ficción y Charles Bovary de Gustave Flaubert. Hablemos de su patrocinador.

Jean Améry no es un escritor más, es un escritor menos. No solo se mató sino que dedicó una buena parte de sus energías literarias para justificar sus deseos de matarse y acusar a quienes se lo impedían.

Si es menos lo es además porque después de haber sido torturado por la Gestapo e internado en un campo de exterminio del que se salvó de milagro, después de escribir "Más allá de la culpa y de la expiación" en la que no solo da cuenta de su posición respecto de lo sucedido en el "läger" sino que polemiza con Primo Levi a quien califica de perdonavidas y de suponer equivocadamente que el bagaje intelectual de ambos los ayudó en la supervivencia, siente que su trabajo literario y filosófico queda enfrascado en la experiencia del Holocausto del que oficia como una especie de "payaso de Auschwitz". No quiere escribir más sobre el genocidio ni sobre su cautiverio.

Escribe "Revuelta y resignación" sobre el envejecimiento con su habitual estilo de no ceder en conmiseración alguna respecto de ventajas que supone la vejez, y se dispone a concretar un viejo anhelo: escribir una novela.  

Pero en lugar de una novela lo que da a publicar es un fuera de especie literario, un artefacto transgenérico que se llama "Charles Bovary: retrato de un hombre simple". Sale a la luz, la crítica lo ignora, su repercusión es nula, y días después, Améry logra su cometido: se mata.

Este libro es un acta y un acto de justicia. Améry se inviste de abogado defensor del marido de Emma, y contrataca a todos aquellos que lo han difamado, en especial a su autor. Todos, desde Nabokov a Barnes y Vargas Llosa han dicho que Charles Bovary era un ser patético, cobarde, fundamentalmente estúpido, perdedor y mediocre.

Améry rescata las últimas palabras que Emma agonizante, después de haber ingerido el arsénico, le dirige a su esposo: eres una buena persona. ¿Qué es ser una buena persona? ¿Cuánto vale esa bondad? ¿Para qué sirve? ¿Para ser un marido cornudo por partida doble y para mirar para otro lado y en silencio cuando Emma lo humilla en público? Pero no es Améry quien habla, es el mismo Charles quien le pide explicaciones a Emma, y le habla a Flaubert, su creador.

Le recrimina haberlo hecho parecer un ser insignificante y de pertenecer a una clase social menospreciada por no haber recibido una educación de calidad. Le dice a Flaubert que no tiene derecho a descalificarlo por el hecho discutible de que su gradación de oficial de medicina no está a la altura de su magnánimo padre, Achiles Cléophas Flaubert, médico de prestigio al que no le faltan fracasos y muertos en su camilla.

En la novela, Flaubert encarnado en Emma presenta a Charles de este modo: "La conversación de Charles era chata como una calle, sus ideas como las de todo el mundo y las presentaba de un modo ordinario, sin provocar emociones, risas o ensueños. No tenía la mínima curiosidad cuando vivía en Rouen que lo impulsara a ir al teatro para ver actores que venían de París. No sabía nadar, ni usar armas de fuego, ni pudo siquiera explicarle a Emma un término del arte ecuestre que ella había leído en una novela.  Un hombre, por el contrario, ¿no debía acaso conocer de todo, sobresalir en actividades múltiples, iniciarnos en las energías que destilan las pasiones, en los refinamientos de la vida, en todos los misterios?

"Pero no enseñaba nada, no sabía nada, no deseaba nada. Creía que Emma era feliz y ella lo despreciaba por ofrecer esa calma bien asentada, esa pesadez tan serena, esa felicidad que ella le hacía disfrutar".

Estamos en presencia por ocurrencia de Améry de una nueva novela Madame Bovary en la que uno de sus personajes se rebela contra su creador y, con un ingenio aún más agudo que el de Pirandello ("Seis personajes en busca de un autor"), no solo lo busca sino que lo encuentra y, con la ayuda de otro autor, se venga.

Es un caso aún más curioso que el de Rosa Blanca Galeano, que le hace una demanda a Ricardo Piglia por abuso de su nombre y persona cuando cuenta la historia delictiva en "Plata Quemada", además de reforzar la verosimilitud de la historia en entrevistas en las que dice que la conoció, habló con ella en un viaje en tren a Bolivia en la que aparentemente lo quería seducir. La demandante prueba que nunca viajó en tren a Bolivia ni conoció al autor. Pero el abogado defensor del escritor sostiene que nada de eso tiene importancia porque la novela es una ficción, las entrevistas prolongan la ficción, todo lo que concierne a los que los semiólogos llaman "paratexto" es parte de la historia, desde las declaraciones, contratapa, los nombres, y hasta el autor mismo es una ficción en la medida en que habla de la novela.

Pero en madame Bovary no es una persona real que reclama sus derechos rechazados por un autor que dice ser una ficción, sino un personaje de ficción que se rebela gracias a la pluma de un autor real.

Otro personaje que ha sido degradado sin justificación y por mera pedantería, es Homais el boticario. Otro más calificado de estúpido, inescrupuloso y adulador, que se hace el inteligente porque está a la orden del día en materia de conocimientos y de lo que la "gente principal" (para usar un modismo de los copetudos porteños de la década infame de quienes hablaré cuando escriba sobre pensamiento argentino) habla en París.

Ahora es Améry el que se apropia del micrófono y del alfabeto, él es quien acusa. ¿Así que Homais, que habla de los valores del conocimiento, de la ciencia, del progreso, es un tonto? Sin duda, es la misma tontería de quienes profesan la fe republicana, de la democracia, del sufragio universal, de los derechos humanos, de quienes como Zola defendieron con coraje al capitán Dreyfus contra el nacionalismo xenófobo de los franceses, de toda esa burguesía menor despreciada por los rentistas, financistas, miembros de agraciadas familias y de blasones o escudos comprados para ennoblecerse, y por escritores que viven de fortunas familiares y asistieron a todos los bailes en los que la pandilla cortesana se apretujaba para estar cerca del emperador de juguete y de su prima, la princesa Mathilde, la amiga y anfitriona de Gustave.

Flaubert arribista, Flaubert trepador, acomodaticio, es él quien se arroga ser despectivo hacia un marido leal, trabajador, cuidadoso con sus acreedores, buen vecino, atributos que suelen ser calificados de mezquinos, de baja monta, propio de un ser mediocre que no tiene sueños de gloria. Emma sí, sueña con paraísos tropicales y palacios con escaleras majestuosas y pisos de mármol, siempre con un amante que la arrebate de la vida pueblerina.

Charles es acusado del flagrante delito de no soñar, porque desear sí deseaba, pero su pecado era que deseaba a una sola mujer y a una sola vida. La venganza será terrible. Amery le suelta la mano por un momento a Charles y vuelve a la novela. En una nueva escena agregada a la original, el marido débil y engañado mata a los dos amantes, a Rodolfo y a León, y en el juicio su abogado, Jean Améry, les pide clemencia a los jueces, y revierte el proceso en otra dirección. Le da finalmente la palabra a su defendido que se pone de pie y con la mirada fija en dirección a su creador, acusa a Flaubert... "Yo te acuso, monsieur Flaubert, te acuso porque hiciste de mí un idiota, incapaz de ser virtuoso y apasionado a la vez, te acuso por haber descrito mi estupidez, o lo que considerabas una falta semejante a la del usurero Lleureux, te acuso por haberme despojado de los derechos de los que cualquier hombre o ciudadano es tributario, y hacer de mí un esclavo invertebrado como en los tiempos en los que el amo era amo y el esclavo era  esclavo, y cuando este último nunca se atrevía a levantar su mano contra el primero; te maldigo porque me has negado toda posibilidad de trascendencia y de ser otra cosa que aquella en la que me han convertido, tú y tus miserables palabras que se satisfacen con su eufonía, tú que jamás me ha mirado con ojos compasivos.

"¡Libertad!, me la has negado.

¡Igualdad!, jamás pudiste mirarme a mí, pequeño burgués, un ser inapropiado para un gran burgués como tú creías serlo, Gustave Flaubert.

¡Fraternidad!, no pudiste ser un hermano en el dolor, a lo sumo ejerciste tu desprecio con una leve indulgencia".

 

TOMÁS ABRAHAM

Filósofo - Argentina

Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires/Doctor Honoris Causa de la Universidad de Tibiscus, Timisoara (Rumania). Sus más recientes publicaciones: El deseo de revolución (Tusquets, 2017); La máscara Foucault (Paidós, 2019); Aburrimiento y entusiasmo (Ed. Digital, Indie, 2021); La matanza negada -autobiografía de mis padres (El Ateneo, 2021). 

 

Imagen: Joseph-Désiré Court/Rigolette busca divertirse en ausencia de Germain (Detalle). 1844. Musée de Rouen


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2022-09-02T14:50:00