Cuéntame qué es Navidad

Alejandro Vásquez Escalona

Contenido de la edición 19.12.2022

 

Cuéntame qué es navidad. Hoy a las 7:15 la luz era limpia y dulce. La armónica de Bob Dylan sonaba finita, soul. Se oía Mr. Tambourine man. El azul intenso del cielo se escurría por la ventana. Vuelvo a sentir que soy quien desea ser. Eso escribo esta mañana. Lo envío como mensaje de voz en WhatsApp a una veintena de personas. Gente cercana para precisar, es lo mejor que se me ocurre. Elda escribió, ¡poeta!, un emoji de un tulipán rosa y ¡qué belleza! Tarek, desde su móvil seguramente o su portátil de trabajo, lo sintió: qué hermoso ese poema que pasaste, acompañado de las manitos del saludo budista, porque ese libanés no es católico. El día se descuelga suave y liviano.

En la tarde, a eso de las 5:45, bajo como casi todos los días hasta un parque cercano. Desde la parte alta una fila de mojones de cemento proyecta su sombra como un dibujo cinético sobre la caminera. A lo lejos viene una pareja, hombre y mujer. Solo eso preciso. Silencio vacío, pero agradable. Uno que otro auto se desplaza por la calle cercana, habitualmente poco concurrida. Me siento extraño, pero contento. Comienzo a correr. Es como si toda la pista fuera para mí solamente.

Casi termino la primera ronda de trote alrededor del óvalo de asfalto. A la derecha, un carrito de metal cromado de lo que usamos en los supermercados con algunas prendas de vestir desgastadas. Algunas cuelgan sobre las barandas. Destaca su colorido frente a la sencillez. Del lado contrario a la pista angosta veo un hombre en pantalones cortos, sin camisa. Es moreno. Lleva tatuajes como historietas en los brazos y piernas. Está en cuclillas frente al bebedero de agua. Lo asocio con el carrito metálico. Recuerdo al hombre de la novela La Carretera, de Corman McCarthy,  que camina con su hijo empecinadamente hacia el mar en un mundo vuelto polvo. Cielos grises, árboles quemados. Silencios gruesos y carrasposos. Tensión. No se separa jamás del carrito cromado. Allí lleva sus pocas posesiones. Hoy acá, al contrario, pareciera que lloviera una sensación de alegría compartida hasta por los descreídos. Hasta por los desamparados. Ingenuidades, posiblemente.

Tercera vuelta al círculo alargado negro asfáltico. Disminuyo el ritmo de carrera, preciso mejor al hombre sin camisa. Sigue en cuclillas. Se mira en un pedazo de espejo en forma de triángulo que colocó sobre el grifo cromado del bebedero. Tiene el rostro recién afeitado. Ahora se rapa la cabeza. Se hace un corte al estilo mohicano. Lleva un zarcillo grande de madera en su oreja derecha, similar a los que utilizan los africanos.  Ve su cara en el fragmento de espejo. Se regodea.

La pareja que vi a lo lejos cuando llegué. Es una niña con síndrome de Down, cara redonda hermosa como luna llena y su padre, un muchacho grueso, pero hábil. Juegan alegremente en los columpios. No hay nadie más en el parque. No patineteros, ni futbolistas. Nadie bebe mate sentado sobre el césped. Tampoco se oye el ritmo similar al de San Benito de los tambores de candombe. Solo nosotros cuatro en el parque.

Ahora también, un poco a lo lejos, veo al hombre tatuado; empuja el carrito cromado, que pareciera dejar una estela de colores, quizás de alegría. Tal vez llegué al mar. Unas pocas personas a quienes envié el mensaje de voz por mi móvil, esta mañana, respondieron ¡feliz navidad! Las otras seguramente estaban ocupadísimas haciendo las hallacas para la cena.

 

ALEJANDRO VÁSQUEZ ESCALONA

(Venezuela, 1956). Fotógrafo, escritor, videoasta. Profesor de la

Escuela de Comunicación Social de La Universidad del Zulia (1987/2016).

Docente invitado a Aquelarre - Escuela de Fotografía. Montevideo (Uruguay-2021)

 

Imagen de portada: Alejandro Vásquez Escalona

Foto personal: Ivett García


Archivo
2022-12-19T11:20:00