De colores y otras hierbas

Adriana Rodríguez

Contenido de la edición 21.05.2025

 

El jueves 20 de marzo se presentó el libro "Historias descabelladas", un trabajo compuesto por cuarenta relatos, donde "mujeres pertenecientes a diferentes generaciones nos traen recuerdos, nos asombran, nos emocionan", al decir de la compiladora Cristina Lampariello.

A continuación, el relato de Adriana Rodríguez (y la foto que lo acompaña).

De colores y otras hierbas

Adriana (1962)

Tengo el cabello muy lacio, finito y poco. «Pelo de bebé» dicen...

De niña, cuando todavía no tenía decisión sobre mi cuerpo, a mi hermana y a mí nos cortaban el pelo como «un varón», o como Carlitos Balá, artista argentino de esos tiempos. ¿Qué pensaban mis padres? ¿Sería la moda? Ahora nos causa un sentimiento entre gracia y vergüenza al ver las fotos de esa época.

En los años 60, cuando iba a la escuela, recuerdo a la directora entrando a clase una vez por semana. Con un lápiz nos revisaba la cabeza a ver si estaban los tan temidos piojos. A los niños nos parecía una tortura y nos daba mucha vergüenza. No conocí a esos bichitos hasta ser madre.

Durante la adolescencia era la envidia de mis amigas: mientras ellas se hacían el torniquete para laciar su cabello, yo pasaba horas con rulitos de papel de estraza para que en cinco minutos el pelo volviera a quedar liso como una tabla.

El día de mi casamiento estuve cinco horas con ruleros puestos y me hicieron un hermoso peinado. Al llegar al registro civil parecía la hermana gemela de Morticia.

Y más tarde vino un período en el que mi cabeza se convirtió en una especie de laboratorio de cocina por donde pasó yema de huevo, té de manzanilla, aceite de coco, vinagre, jugo de limón y algunos otros ingredientes más.

A partir de los veinte años empecé a hacerme «la permanente» y al fin pude obtener los rulos tanto tiempo deseados.

Vinieron luego los cambios de colores (mi cabello es castaño caro): bordó, negro, zanahoria, con claritos y reflejos. Platinado cuando me divorcié.

Me he preguntado por qué las mujeres nos teñimos cuando nos divorciamos... Creo que la peluquería es una especie de consuelo en las separaciones.

Ahora de grande, ya con sesenta y uno y aún sin canas, cerca de cada 8 de marzo el pelo cobra vida propia y por unas semanas toma un tinte violeta.

 

Imagen de portada: Cristina Lampariello


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2025-05-21T00:10:00