De cuando un dirigible cruzó el cielo uruguayo

Alejandro Giménez Rodríguez

El sueño de volar fue un viejo anhelo del ser humano, que comenzó a concretarse en 1783, cuando los globos de los hermanos franceses Montgolfier comenzaron a hacerlo posible.

Contenido de la edición 22.07.2021

 

Ingresando en el siglo XX y con el mismo principio de utilización de gas helio, el conde Ferdinand von Zeppelin construye los primeros dirigibles en Alemania, con los que funda en 1909 la primera aerolínea de la historia, mientras que Gran Bretaña también comienza a producirlos, exportándolos a Estados Unidos, Francia, Italia y Rusia.

En la Primera Guerra Mundial (1914-1918) los Zeppelin, como se les llamaba parafraseando al noble germano que los habia impulsado, tienen un uso bélico. Pero con el fin de la confrontación y la difusión en todo el mundo de la aviación comercial, son potenciados como medio de transporte de pasajeros.

Mientras estos gigantes sobrevuelan el Océano Atlántico más de 150 veces, estableciéndose una línea regular entre Alemania y la ciudad brasileña de Recife en 1923, seis años más tarde completa la primera vuelta al mundo, en un viaje que duró 21 días , recorriendo 34.600 quilómetros.

En 1933 asume como canciller alemán Adolf Hitler, y los dirigibles se convierten en un símbolo del poderío nazi. El afán de extender esta forma de transporte hace soñar en alcanzar nuevos destinos, pensándose en llegar con una línea a Rio de Janeiro y Buenos Aires.

De noche y de día llega el Zeppelin a Montevideo


El LZ 127 surcando el cielo de Montevideo con la playa Ramírez y el Parque Hotel de fondo. Arriba de la cruz gamada puede verse la Iglesia de Nuestra Señora del Huerto y San José (Gonzalo Ramírez y Jackson) y abajo de la nave el edificio de Talleres Don Bosco, en la manzana hoy delimitada por las calles Canelones, Joaquín Requena, Joaquín de Salterain y Maldonado. No estaban aún los juegos del Parque Rodó ni el Teatro de Verano "Ramón Collazo".

Aquella fría noche del viernes 29 de junio de 1934 de hace 87 años, a las 23.45, los montevideanos subieron a las azoteas y colmaron balcones y plazas para ver aquel gigante silencioso con las luces prendidas, que recorrió la Ciudad Vieja llegando hasta la Plaza Independencia.

El Comandante Hugo Eckener saludó al presidente Gabriel Terra, lamentando que en nuestro país no estuvieran dadas las condiciones para el descenso de la nave, lo que fue respondido por el mandatario destacando a la "gran civilización alemana", dándose casi de inmediato el retorno del dirigible a Buenos Aires, aterrizando en Campo de Mayo.

Argentina y Uruguay vivían gobiernos de fuerza por esos años. Nuestros vecinos sufrían la dictadura militar de Agustín P. Justo, en la que se recuerda como "década infame". Por aquí, Terra había sido electo democráticamente en 1930 y llevó adelante un golpe de Estado el 31 de marzo en 1933.

No hay que olvidar la relación entre el presidente uruguayo y el régimen nazi, que proporcionó turbinas para la represa del Rincón del Bonete, construida a partir de 1937, y que hoy lleva su nombre. Aun puede verse allí en la sala de máquinas, bombas de iluminación con la svástica nazi.

Al otro día el LZ 127, que había demorado cinco días en cruzar desde Europa, retornó a territorio uruguayo en aquel soleado mediodía de sábado. Esa "suerte de butifarra", al decir de Mario Benedetti en su novela "La borra del café" sobrevoló el Cerro, el Centro de la ciudad, casi "besó" el Palacio Salvo, Plaza Independencia, Avenida Agraciada (hoy Libertador General Juan Antonio Lavalleja), vuelta al Centro, Playa Ramírez, Pocitos, girando para dirigirse hacia el este, perdiéndose de vista. Tres aviones habían seguido su recorrido, desde donde se tomaron algunas imágenes del ilustre visitante.

Hay registros fotográficos del pasaje de ese "gran habano", como algunos lo llamaron, por el cielo oriental, como el que lo muestra volando sobre una iglesia en Nueva Helvecia, que parece fraguado. También firmas comerciales usaron su imagen para promover sus productos con la excusa de que el dirigible había pasado sobre su planta de producción.

La visita del Zeppelin fue tapa de diario y se constituyó en la sensación de esos días en una ciudad que no estaba acostumbrada a ver aviones. Pluna, nuestra primera aerolinea nacional, recién sería fundada dos años más tarde.

Un "Titanic" en el aire

25 cabinas con dos literas cada una, restaurant, bar de cócteles ¡y hasta sala de fumar! Muebles estética Bauhaus, aquella escuela de arquitectura y diseño que pregonaba que "la forma sugiere la función", y que paradójicamente fuera cerrada por el mismo régimen nazi en 1933. Paredes de seda pintada con los grandes viajes de la Historia. Así era el interior de aquel también llamado "hotel del cielo", un verdadero alarde para la época.

Además de piloto automático, aquel gigante de 100 toneladas, 245 metros de largo, algo así como tres boeing 747, y 2650 caballos de fuerza, impulsado por cuatro motores diesel, transportaba hasta vehículos, contando con una plataforma con pasarelas de aluminio en donde los pasajeros podían caminar y observar el paisaje.

En agosto de 1934 muere Paul von Hindenburg, militar y político alemán que fuera presidente de ese país, por lo que estas naves son bautizadas con su nombre. Los Juegos Olímpicos de Berlín, en agosto de 1936, son utilizados por el gobierno del "fuhrer" como una demostración del "espíritu liberal de la entreguerra", siendo habitual ver en el cielo de la capital teutona la imagen de un dirigible con la cruz gamada y los aros olímpicos en su lateral, durante el transcurso de estas competencias.

Un accidente precipita el final

Pero en el combustible estaría la causa fundamental del ocaso de estas aeronaves. Estados Unidos, en los años previos a la Segunda Guerra Mundial, decidió no vender a Alemania el muy necesario helio no inflamable con el que volaban, por lo que se debió echar mano al hidrógeno- muy inflamable - y sumado esto a la cobertura de polvo de aluminio que le daba ese color gris tan característico, fue conformándose una mezcla que resultó trágica.

Algunos accidentes previos habían presagiado el destino de los dirigibles, pero el golpe de gracia fue el 6 de mayo de 1937, cuando al aterrizar el Hindenburg LZ 129 en el aeródromo de Lakehurst (Nueva Jersey), en lo que era su primer vuelo a territorio estadounidense, y que fue el último, tomó fuego, falleciendo carbonizados 35 de sus 97 pasajeros y tripulantes.

La noticia conmovió al mundo y, al haber registros fílmicos del accidente, se difundió rápidamente por todo el globo. No tardaron las comparaciones con el Titanic, que tuvo la misma suerte 25 años antes, también en un viaje hacia el continente norteamericano.

Hitler hizo desguazar sin estrenar el LZ 130, que superaba en tecnología a su caído antecesor. Es que la propaganda era muy importante para su gobierno, y este tipo de naves ya tenían la marca del drama ocurrido en la costa este estadounidense.

Pero los dirigibles siguieron en el recuerdo. Treinta años después de su fin, la banda de rock Led Zeppelin ilustró la portada de su primer álbum de estudio de 1969 con la imagen del dirigible accidentado en llamas.

En 1994 la película "El Dirigible", dirigida por Pablo Dotta, reflotó el hecho de la visita a Montevideo de junio de 1934, aunque relacionándola con el suicidio de Baltasar Brum, ocurrido exactamente quince meses antes, el 31 de marzo del ´33. Sus afiches promocionales mostraban a la protagonista Laura Schneider con el Zeppelin y la cúpula del Palacio Salvo detrás, quizás la imagen más emblemática de aquella presencia en costas uruguayas.

Los dirigibles han tenido en las últimas décadas un uso publicitario, estando presentes en eventos artísticos y deportivos, sobre todo en Estados Unidos, y se ha hablado de su posible retorno como transporte de pasajeros, pensándose en la energía solar como combustible. Un medio de aeronavegación que pese a tener un final trágico, puede volver a la vida con otra tecnología.

ALEJANDRO GIMÉNEZ RODRÍGUEZ

Historiador, docente, comunicador,

asesor en la Dirección Nacional de Cultura del MEC

 

Imagen de portada: en la bahía de la ciudad, volando con el Palacio Salvo debajo y la calle Andes. En fila por 18 de Julio el Palacio Rinadi, el Lapido y el Rex completan la escena.


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2021-07-22T00:07:00