De la cultura Incel para el mundo: una lectura semiótica de Adolescencia, la serie de Netflix
Contenido de la edición 26.05.2025
Lo primero que llama la atención de Adolescencia es lo común del tema. Su lamentable trivialidad: la violencia que se vive en escuelas y colegios y que en la serie culmina con el asesinato de una estudiante de 13 años, cometido por un compañero de curso. Cada cierto tiempo, cada vez en intervalos más reducidos, el mundo es remecido por informaciones de esta naturaleza que, en muchos casos, contempla varias víctimas. El último, cuando escribo este ensayo, ocurrió en Nantes, Francia: "Une élève de seconde est décédée dans l'attaque qui a fait deux autres blessés", en un comunicado de Le Figaro en su cuenta de X del 24 de abril. Murió acuchillado. No debiera, por lo mismo, sorprender a nadie. Pero el mundo se inclinó a su narración galopante, de diálogos que se repiten y escenas planas que no provocan sorpresas, aunque algunas desatan la emoción del espectador, o puede desatarla, como el llanto de Eddie, el padre, en el capítulo 4, abrazado al peluche que yace en la cama de su hijo. Peluche que cubre con la frazada y besa en la frente como si fuese Jamie. Es que el hombre "hace con los objetos lo mismo que el alma realiza con el cuerpo, impregnándolo de sus anhelos y sentimientos, manifestándose a través de las arrugas carnales, del brillo de los ojos, de las sonrisas y de la comisura de sus labios", nos dice Ernesto Sábato en La Resistencia, "PRIMERA CARTA. Lo pequeño y lo grande" (Seix Barral, 2000).
Adolescencia es la historia de una familia común y corriente, cuya vida transcurre como la vida de cualquier vecino en un barrio común y corriente, de cualquier pueblo provinciano común y corriente. Porque "la vida es precisamente cuotidiana", nos dijo Ortega y Gasset. Ella transcurre "en la maravilla de la hora simple y sin leyenda" (Meditaciones del Quijote 1970, "La novela como vida provinciana"). Es en este lugar provinciano, de vida apacible y rutinaria, donde viven los Miller. Vida apacible y rutinaria que Jamie, el hijo adolescente de 13 años, agita y estremece con su crimen la tranquilidad de esa vida, la de su familia y la del pueblo. Lo extraordinario ocurre en Pontefract, y se viste con las ropas de un lenguaje simbólico que se expande por las redes sociales, ignorado por la propia policía. Es en este punto, a mi modo de ver, que Adolescencia se yergue como una serie que trasciende esa lamentable trivialidad y se aleja del lugar común. Siempre ha habido "Jamies", portadores de una cultura rebelde al margen de las normas sociales, pero no siempre hubo redes sociales ni tampoco un lenguaje que las cubriera como una verdadera secta, a pesar del nombre que cada una ha tenido en el devenir histórico. Jamie pertenece a la generación Alfa, esa generación que nace a partir del 2010, la primera generación nativa digital.
Los padres de Jamie ignoran que pueda significar Alfa y el intenso universo sociocultural que él contempla. Menos aún, cómo se inserta en una concepción de la vida que tiene tres veces la edad de su hijo: Incel. En Pontefract y sus instituciones, la escuela, la policía y la familia, ignoran este universo que comparten sus hijos, protegido por una cultura digital que desconocen absolutamente. Por eso no comprenden el crimen cometido por el adolescente, porque el brutal asesinato de Katie se cubrió de razones incomprensibles para el sentido común que supuestamente rige la convivencia social. La cultura Incel es como la caverna de Platón, en la que las imágenes se asumen como verdaderas. Construye un mundo paralelo que se vive como real. El mundo debe convivir con esta cultura sin quererlo y sin pensarlo. Y sin saber siquiera de su existencia. Ese es el punto de inflexión de Adolescencia. Por eso el asesinato de Katie Leonard, la compañera de Jamie, exige algo más que la aprehensión del asesino que se resuelve en el primer capítulo. Es en este capítulo que aparecen los primeros indicios de una cultura arrogante y agresiva, desconocida por la sociedad, vinculada con la sexualidad, que irá desenvolviéndose en los capítulos siguientes: la cultura Incel. El motivo del crimen se encuentra en la metáfora platónica, en donde lo imaginario construye un mundo paralelo considerado como legítimo por las redes sociales. Es el universo de Jamie.
Adolescencia se cuenta en estos dos planos paralelos. En este paralelismo yacen los signos que conducen a la tragedia: la denostación del "yo" adolescente, la imagen del "macho seductor" que generan las redes sociales, el despertar de la sexualidad, la felicidad aparente, los códigos que construyen la relación de los adolescentes, el desconocimiento de este lenguaje por parte de los adultos, la escuela ausente, la errada comprensión de los derechos del adolescente y las redes sociales que cincelan los infiernos adolescentes en la soledad de sus cuartos. Yuri Lotman, en su ensayo "Importancia de la semiótica en el cine contemporáneo", nos dice que el cine es, "ante todo, un sistema de signos. La pantalla habla y nosotros extraemos información. Pero para hablar su lenguaje hay que conocerlo. De la misma manera como hay que saber el español para hablar en este idioma" (Así de simple 2. Encuentros sobre cine, Editorial Voluntad, Bogotá, 1995). La dificultad de la serie de Netflix es que nos habla, pero no comprendemos qué nos dice, porque no hablamos su "mismo lenguaje". Se malogra la función fática del lenguaje de que habla Roman Jakobson, cuyo canal comunicativo es, precisamente, un código común a emisor y receptor. Y la incomunicación ocurre en el plano de la realidad del lector-espectador y en el plano de la ficción propuesta por la serie que, en realidad, es un símbolo de la propia realidad.
Ficción y realidad se encuentran en un proceso osmótico que dan sentido a sociedades invadidas por sistemas de comunicación, pero en las que, paradójicamente, hay ausencia de comunicación. Adolescencia no es más que la proyección de la realidad llevada al cine. Es lo que Lotman, en su ensayo citado, denomina pragmática, que "trata de la relación entre el público y la pantalla: la interpretación de las comunicaciones por el espectador, las variantes de la interpretación y los criterios de la verdad". Sobre esta relación entre realidad y ficción, Claude y Robert Marty, señalan que la pragmática "confronta las significaciones elaboradas fuera de las realidades de las que surgen con esas mismas realidades que pretenden configurar, es decir, a las cuales dan sentido". Es la realidad que observamos en cada capítulo de la serie, corroborada por las palabras de Jack Thorne, guionista de Adolescencia, en declaraciones a The One Show (BBC): "Se trata de unos padres que no lo vieron, un sistema escolar que lo decepcionó y las ideas que consumió. Esta es una familia normal y este es un mundo normal. Es realmente preocupante pensar en lo que es posible ahora mismo" (BBC NEWS Mundo, 27 de marzo de 2025). El medio afirma, con razón, que "las personas influyentes en la masculinidad forman parte de un ecosistema de problemas que afectan al adolescente protagonista de la serie".
La afirmación de Thorne sobre un "ecosistema", remite a lo que Claude y Robert Marty aluden respecto de las normas de la pragmática: "Se expresa en forma de reglas o de hábitos interpretativos admitidos como verdaderos dentro de una comunidad, en un periodo históricamente datado" (La semiótica. 99 respuestas, Edicial, Buenos Aires, 1992, pregunta 7: ¿Qué relación hay entre Pragmática y Semiótica?). El sentido de Adolescencia no es otro que dejar al descubierto el desconocimiento del mundo adulto respecto de una cultura adolescente, que convive en una comunidad protegida por las redes sociales bajo sus propias reglas que se entienden como verdaderas, y que se alimenta de la soledad que representa la tecnología a través de los distintos dispositivos electrónicos en la privacidad de los cuartos. Es aquí donde se mueve esta comunidad "de reglas o hábitos interpretativos" aceptados como verdaderos, de la que forman parte Jamie y sus compañeros de curso. Reglas y hábitos interpretativos que se relacionan con el prototipo del "Macho Alfa", su imagen y su relación con las mujeres, comprendidos a través de un lenguaje creado que funciona como canal fático. Un código elaborado de nombres propios ignorados por la sociedad.
La comprensión de este cerrado universo cultural depende de la descodificación de su código lingüístico al cual ni la policía, ni la escuela ni los padres tienen acceso: "A pesar de vivir en un hogar con padres amorosos, recibir educación y ser un niño inteligente, Jamie tiene dificultades. Como tantos niños -literalmente, niños-, ha sido transformado metódicamente a través de un ecosistema tóxico que la mayoría de los padres no comprenden", señala Justin Coulson, psicólogo y uno de los expertos en educación más reconocidos de Australia, citado por Federico Marín Belllón en su ensayo "Adolescencia", la serie perfecta sobre un mundo imperfecto" (NR Cultura, 31 de marzo de 2025. Este "ecosistema tóxico" del que todos hablan, es la cultura Incel que, a pesar de sus más de tres décadas desde su "fundación", era una perfecta desconocida fuera de su entorno y de los estudiosos de ese entorno (me parece que sigue siéndolo, a pesar del debate planetario surgido con la serie). La palabra aparece en la serie en el segundo capítulo, en una escena en que el hijo del policía, de nombre Adam y que también es alumno del colegio donde estudia Jamie, le dice a su padre que Katie había acusado a Jamie de ser un "incel" en las redes sociales.
Incel, acrónimo formado de "involuntary celibate", describe a quien no ha tenido relaciones sexuales. Es un célibe involuntario y, como nombre propio que es, su significación se abre a variadas interpretaciones que se manifiestan en diferentes momentos de los capítulos de Adolescencia. No por nada Roland Barthes habla de la hipersemanticidad del nombre propio y Charles Peirce se refiere a él como la posibilidad de generación de infinitas significaciones, como nos recuerdan los hermanos Marty en su citado texto. Lo que en su origen, en Canadá, en 1997, fue un término creado para apoyar a personas solitarias, estimulándolas a compartir sus experiencias respecto a su incapacidad de mantener relaciones sentimentales, al poco tiempo "incel" adquirió los sentidos de resentimiento y misoginia. En consecuencia, el proyecto, en forma de blog llamado Alana's Involuntary Celibacy Project, se desperfiló de su objetivo social y los Involuntary Celibacy tomaron el camino del rencor, el encono y el odio hacia las mujeres. La semiosis detrás de Incel deriva en una serie de conceptos que la serie de Netflix va deslizando en su dialogada narración, describiendo crípticamente, al mismo tiempo, las razones del asesinato de Katie. La ironía para los "incels" es que su nombre es creación de una mujer.
Estos códigos de comunicación que estratégicamente van apareciendo en cada capítulo de Adolescencia, comprenden diversos tipos de lenguaje, símbolos orientadores para la comprensión de la cultura Incel que se desarrolla en la manósfera o andrósfera, el espacio virtual creado por estas comunidades misóginas, que proclaman la superioridad masculina y añoran sus privilegios. La manósfera es un mundo ininteligible para quienes no forman parte de estas comunidades, como los adultos de la serie y quienes los observan desde sus butacas, porque no hablamos el mismo idioma, como nos enseñó Lotman. Estas comunidades virtuales se rigen por códigos y valores que construyen o destruyen la imagen del adolescente según el lenguaje que lo describa. Adam Bascombe, el hijo del policía, no solo le entrega a su padre el sentido de "incel", nombre con que Katie llama a Jamie en la manósfera y lo estigmatiza como un "célibe involuntario", dañando su masculinidad, sino que, además, le traduce otros conceptos que hacen visible para el policía, y nosotros, lectores de pantalla, el oscuro lenguaje utilizado en la manósfera.
Jamie es el adolescente denostado por Katie desde el momento que lo cataloga como "incel". El signo vital que le da vida a la serie en busca del porqué del asesinato que ocurre en el primer capítulo. La apariencia debilucha y hasta afeminada del protagonista, está lejos de la imagen del "macho seductor", ese que forma parte del selecto grupo del 20% que seduce al 80% de las mujeres. Es la regla del 80/20 que conocimos con Adam en el capítulo 2, en mi opinión, más importante de la serie: "El 80% de las mujeres se sienten atraídas por el 20% de los hombres. Mujeres: hay que engañarlas porque nunca las conseguirás de forma normal. El 80% de las mujeres se sienten desconectadas. Ella dice que él es soltero sin querer, que va a ser siempre virgen, que es un incel. Va a ser virgen para siempre". Luke, el padre de Adam a cargo de la investigación policial, es el símbolo de una sociedad perdida en el universo inventado de la manósfera. "Yo no lo sabía. Es difícil creer todo eso viniendo de los símbolos", le responde a su hijo, que se siente "avergonzado" de que su padre no comprenda qué es lo que realmente está pasando. Descodificar este enigmático lenguaje que permea las razones del crimen, incomprensible para los adultos de la ficción y de la realidad, es abrir los canales de la comunicación que nos conectan como espectadores y adultos, reales y ficticios, con el meollo de Adolescencia.
La escena Luke-Adam del segundo capítulo, en una sala privada del colegio donde estudian los protagonistas del asesinato, es clave para el desarrollo de la serie, cuyo propósito no es otro que comprender las razones del crimen. Una escena que no solo revela información sobre la manósfera y sus códigos, sino que, además, se abre a la lectura de la relación padre-hijo, uno de los signos semióticos que se derivan del nombre Incel, y que se verá ampliamente desarrollado en el último capítulo en donde los padres de Jamie se cuestionan su rol de tales. "Todo tiene un significado papá, absolutamente todo. Podría mostrarte otros quince mensajes que le enviaron a Jamie, todos con diferentes emojis que dicen lo mismo. Esto es lo que yo veo en su Instagram", le dice Adam a su padre. Pero Luke encuentra exagerado todo lo que su hijo le está describiendo sobre el complejo universo de los "incels" y sus símbolos. "Usted no cree en mí, papá", le dice. "¿Estoy exagerando?" Luke se disculpa y le pide que sea honesto con él: "¿Esas historias de Instagram te afectan?". Y lo llama de "hijo". "Usted no me llama de hijo. Llama a los otros de hijo. Nunca me llama de hijo". Está bien, le dice su padre. Una escena reveladora para el padre-policía y para quienes, desde el otro lado de la pantalla, en su rol de padres o simples observadores, son cautivados por un relato que los confunde.
La narración de Adam es un torrente lingüístico cuyo código es ininteligible para ellos: "Tú no entiendes lo que están haciendo. Hablo de Instagram. Estás buscando en Instagram. Lo que está pasando. Vio lo que ella escribió. La dinamita". La palabra es un signo de ley, un legisigno. Una convención social, como "dinamita". Es el fundamento del diccionario, lo que el espectador entiende y relaciona con su realidad cultural. Pero en la cultura "incel", las palabras adquieren otra convencionalidad social, otra cadena de significados, como "dinamita", que los "incels" leen como una "píldora roja", es decir, un anuncio: "yo veo la verdad". Es, como le dice Adam a su padre, "un incentivo para acción en la manósfera, que es de donde viene la regla 80/20". Y la "verdad" del símbolo "dinamita" en el Instagram de Katie sobre Jamie, es que este es un involuntary celibate, que no forma parte del 20% de los hombres que gustan al 80% de las mujeres. ¿Cómo saber todo esto?, nos preguntamos los adultos de carne y hueso y los de ficción.
Adolescencia es un desfile de símbolos que van construyendo la realidad "incel" dentro de la ficción y fuera de ella, donde usted y yo nos encontramos. Desde el color de los emojis hasta el prototipo de hombres seductores, (chads) y mujeres de curvas generosas, (stacys), cuyas imágenes son aplaudidas o denostadas en las distintas redes sociales, glorificando al "macho Alfa" y degradando a aquel, como Jamie, que no cumple con los estándares del hombre apuesto, musculoso y deportista, prototipo del macho conquistador. Pero, ¿cómo saber todo esto? El capítulo 4 es la toma de conciencia de una realidad social que puebla el mundo: la incomunicación entre padres e hijos, en la que el cuarto de Jamie es el símbolo del "recinto sagrado", inviolable, aun para los padres.
Alguien escribió en uno de los muchos textos que leí respecto de la serie, que Adolescencia era una buena serie, pero irreal. No comparto su opinión. Es una serie muy real, puesto que no es más que la proyección de la realidad a la pantalla cinematográfica. La ficción recrea un asesinato que, como dije en el primer párrafo del trabajo, cada vez ocurre con más frecuencia. Lamentable frecuencia. En este sentido, Adolescencia se postula como un llamado de atención al mundo de los adultos sobre el mundo inventado de sus hijos, que se vive en la soledad de sus cuartos, con la sola compañía de los recursos tecnológicos comunicacionales y sus crípticos códigos lingüísticos.
ALEJANDRO CARREÑO T.
Profesor de Castellano, magíster en Comunicación y Semiótica,
doctor en Comunicación. Columnista y ensayista (Chile)
Imagen de portada: Adam y los emojis/ CulturaOcio