De la pantalla al barrio: 125 años de cine en Uruguay

Alejandro Giménez Rodríguez

Aquel sábado 18 de julio de 1896, además de cumplirse el 66° aniversario de la Jura de la Constitución, quedaba inaugurado por el presidente Juan Idiarte Borda el monumento a Joaquín Suárez en la Plaza Independencia, que solo estuvo diez años allí, a la espera de que en 1923 llegara la estatua del prócer José Artigas al mismo lugar.

Contenido de la edición 27.08.2021

 

En el cercano Teatro Solís la ópera "Guillermo Tell", de Gioachino Rossini, concitaba la atención y, en un punto de la Ciudad Vieja, por primera vez se vería en la capital uruguaya algo destinado a cambiar el mundo.

Ya en 1842, en plena Guerra Grande, había arribado al Río de la Plata un intento de ver imágenes en movimiento, a través de técnicas de esa época, como el diorama, el estereoscopio o el silforama.

En 1893 Thomas Alva Edison, inventor estadounidense de la bombita incandescente, creó el kinetoscopio, que revolucionó el mundo de la filmación y proyección, aunque sin la posibilidad de ver lo registrado en una pantalla. Al año siguiente esta innovación llegó a Francia, en donde dos hermanos ya trabajaban para alcanzar el mismo objetivo.

Auguste y Louis Lumiere lograron en diciembre de 1895 en Paris hacer tomas y proyectarlas en una pantalla, desarrollando sin saberlo uno de las creaciones más maravillosas de la historia de la humanidad: el cinematógrafo.

"El último invento del siglo XIX" o "la gran novedad del día"

En la gran casona sita en 25 de Mayo entre Zabala y Misiones vivía la familia Roosen-Regalía, en la que había sido casa de Montero, también conocido como "Palacio de Mármol", hoy Museo Romántico, dependiente del Museo Histórico Nacional.

En la puerta más cercana a Zabala, con el número 207, se había instalado el "Salón Rouge", en uno de los locales comerciales de la planta baja del inmueble. En aquellos días los diarios anunciaban el innovador invento, al decir de "El Siglo", como "una magnífica ampliación del kinetófono", "una de las grandes maravillas del siglo" y "la gran novedad del día". ¡Y solo seis meses después que en París!

La llegada de un tren, la salida de los operarios de una fábrica y el derrumbe de una pared eran algunas de las imágenes que podían verse en movimiento, y "A aquellas figuras solo les falta hablar", según afirmó la citada publicación, como presagiando la aparición del cine sonoro a partir de 1929. Se podía asistir todos los días de 3 a 6, y de 7 y media a 10, p. m., pagando una entrada de $0,40.

"La Razón", por su parte, enfatiza que "por un precio reducido podrá el público gozar de un buen rato con un espectáculo curiosísimo y novedoso", destacando que "El movimiento de personas y vehículos, el oleage (SIC) del mar está representado con una verdad y exactitud que maravilla".

Si bien en algún momento fue cuestionado el lugar exacto de esa primera proyección, el mismo fue ratificado por la investigación realizada por el periodista y crítico de cine Álvaro Sanjurjo Toucon, cotejando prensa de la época y números de puerta en los archivos de catastro.

En octubre de 1898 hubo nuevas exhibiciones en el Teatro San Felipe, ubicado en el lugar en donde estuvo la Casa de Comedias, primer escenario cultural montevideano, y en donde desde 1909 y hasta hoy se encuentra el Palacio Taranco, actual Museo de Artes Decorativas.

Ya con el nuevo siglo, el invento se difundió rápidamente. De los nueve "biógrafos" (como se le llamaba en la época) iniciales en el 1900, se pasó a treinta en el 1910, siendo en su totalidad teatros devenidos en salas, que en la mayoría de los casos seguirían igualmente desempeñando su función original.

En los barrios y en el interior del país

La expansión del número de salas acompasó el ritmo del crecimiento urbano de las primeras tres décadas del siglo XX en Montevideo y tierra adentro. Tal es así que en 1953 ya había 105 cines en la capital, con casi 19 millones de entradas vendidas por año, en aquella urbe de casi un millón de habitantes, creciendo a 21 millones considerando a las salas de todo el territorio nacional.

El cine se transformó en el gran entretenimiento de toda la semana, sobre todo con las matinées de los sábados y domingos, siendo una instancia de salida familiar y de amigos. Así abundaron las funciones benéficas, para los grupos estudiantiles que querían cumplir el sueño de tener su viaje de graduación, y a beneficio de clubes sociales y deportivos.

Las grandes empresas como la Glucksman tenían salas en todo el país, algunas con gran suntuosidad, como el Alcázar, de Agraciada y Lucas Obes, con arquitectura de inspiración morisca; y el Pocitos, de la calle Chucarro y Avenida Brasil, que luego fue sede de la Cinemateca Uruguaya.

La Metro Goldwyn Meyer tuvo (y aún tiene) su sala en Montevideo, el hoy cine y teatro "Metro", que abrió sus puertas en 1936, y que a principios de la década siguiente tuvo el estreno de uno de los íconos de la historia del cine, como "Lo que el viento se llevó", la mítica producción protagonizada por Clark Gable y Vivian Leigh.

Las grandes salas, como el Cine Censa, pautan la época de mayor prosperidad de esta actividad en el Uruguay

También la Compañía Exhibidora Nacional Sociedad Anónima (CENSA) tuvo su muy amplia sala, inaugurada en 1953, quizás la más grande del país, en 18 de Julio y Magallanes, con 2715 butacas. Otro gran escenario fue el Trocadero, abierto en 1941 con la proyección de "El Gran Dictador", la película de Charles Chaplin que satiriza a un gobernante autoritario, y que por esos tiempos de Segunda Guerra Mundial provocó protestas enfrente de la sala de parte de simpatizantes del nazismo. Ambas hoy han sido convertidas en locales comerciales, manteniendo la primera una pequeña sala llamada "Ópera".

En 1947 fue demolido el señorial Palacio Golorons, ubicado frente a la Plaza de Cagancha, costado noroeste, para ubicar allí los cines Plaza y Central, de la Compañía Central Cinematográfica.

Y hasta el Estadio Centenario tuvo sus exhibiciones de cine en enero de 1951, cuando en su campo de juego se colocó una gran pantalla, algo que se repitió en 2014 en ocasión del estreno de "Maracaná".

Hablando de la gran victoria del 16 de julio de 1950, la expansión de la ciudad también tuvo su correlato en la apertura de salas cinematográficas en los barrios. Así nació en aquel glorioso año una que se iba a llamar Texas, pero que la hazaña futbolística obligó a cambiarle el nombre. El "Maracaná" estuvo ubicado en la antigua Veracierto (actual Hipólito Yrigoyen) y Almería, y como tantos otros cines, fue escenario de historias de ficción en la pantalla y reales en sus butacas y cercanías.

Los propietarios del "Maracaná" en los primeros tiempos, vistas las dificultades para atravesar el Arroyo Malvín- en donde hoy está la Avenida Concepción del Uruguay - y asistir a sus funciones, financiaron la construcción de un puente peatonal de madera sobre ese curso de agua.

El ya citado Sanjurjo Toucon hurga en esos relatos a través de los folletos que se entregaban anunciando los films a proyectarse, en un libro llamado "Los programas hablan".  En él se retrata la vida del entretenimiento montevideano y en todo el país a través del estudio de aquellos volantes que se repartían en la puerta de las escuelas, liceos, clubes y comercios de cada barriada, en ocasiones como la Semana de Turismo.

Decadencia y reconversión a partir de los años ´60

18 millones de espectadores en Montevideo y 21 en todo el país en 1960 marcaban que el fenómeno del cine como distracción aún era próspero. Pero la aparición de la televisión y la disposición de menos tiempo para la recreación van pautando el inicio de su decadencia.

Solo cinco años más tarde el número de espectadores se ubicaba en siete millones en la capital, descendiendo sus salas de 98 a 78. Un dato significativo es que en diciembre de 1956 comenzó sus ediciones Saeta Canal 10, y que en los años sucesivos los demás canales primigenios iniciaron su trabajo.

Montecarlo TV Canal 4 en abril de 1961, Teledoce en mayo de 1962 y el Canal 5, televisora oficial, en junio del ´63 irían imponiendo de a poco la magia de la "pantalla chica" en detrimento del cine y su característica de paseo y esparcimiento.

Los clubes sociales y deportivos empezaron a tener su aparato de TV, al igual que había sido la radio en los años ´20, '30 y ´40, y el número de espectadores de cine continuó en descenso, lo mismo que el de salas.

Otro fenómeno interesante es el de los cines club, como el de Montevideo y el Universitario, apuntando a un público más crítico y "cinéfilo", una palabra de esos tiempos, frente a las llamadas salas comerciales, ocupadas en gran porcentaje a difundir el cine estadounidense y en algunos casos argentino. En esa dirección, en 1952 nace la Cinemateca Uruguaya, que anexaría a su actividad de simple exhibición las de archivo, preservación y escuela, invitando con su slogan a hacerse "socio del cine". Desde fines de 2018 posee tres flamantes salas en el predio de la Corporación Andina de Fomento.

La sala Carnelli de Cinemateca Uruguaya marcó una época en el cine como manifestación artística

El cambio tecnológico fue transformando el formato en que los uruguayos nos fuimos acercando al cine. En 1976 se creó el VHS, que trajo consigo en el mundo - en el Uruguay en la segunda mitad de los años ´80-, la llegada de las películas a casa, abriéndose los primeros "video clubs" en 1987.

A mediados de los ´90 la aparición del DVD y la llegada al país de la televisión por abonados, más conocida como TV cable, generan el crecimiento de la oferta y el cierre definitivo de varias salas en Montevideo y en ciudades del Interior.

Pero el cine ha sobrevivido. La transformación de las grandes salas de antaño en complejos de varias pequeñas y la instalación de cines en los shoppings en la última década del siglo pasado, plantearon un nuevo escenario. De alguna manera se recuperó el cine como paseo y la magia de la pantalla grande. Y hasta quijotescos emprendimientos han intentado reflotar salas en el Interior, como es el caso de Dolores, Melo y Nueva Helvecia, hasta con intervención de la comunidad.

Visto el fenómeno de la emisión a través de internet y sus distintas plataformas, nos preguntamos si "el séptimo arte" sigue vivo, pese a perder de alguna manera su expresión de fenómeno colectivo que era asistir a una sala a mediados de la centuria anterior.

Manuel Martínez Carril, director de Cinemateca Uruguaya, en una entrevista hace tres décadas, lo definió con claridad: "Nunca se vio tanto cine en el Uruguay como ahora". Y en esa reconversión se ha mantenido vigente como expresión cultural.

 

ALEJANDRO GIMÉNEZ RODRÍGUEZ

Historiador, docente, comunicador,

asesor en la Dirección Nacional de Cultura del MEC

 

 

Imagen de portada: afiche de la primera función de cine el 18 de julio de 1896 en el Salón Rouge de la Ciudad Vieja de Montevideo


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2021-08-27T00:17:00