De verdes rosas lívidas

Lilián Hirigoyen

Ileana Espinel Cedeño fue una escritora, periodista, crítica literaria y poeta ecuatoriana. 

Contenido de la edición 30.09.2021

 

Nació en Guayaquil el 31 de octubre de 1931 y murió en la misma ciudad el 21 de febrero de 2001.  Es considerada una de las mayores exponentes de la poesía de ese país. Actualmente, su obra es reconocida también entre las nuevas generaciones.

Cuando tenía 13 años falleció su padre, Jorge Espinel. Se cuenta que siendo una niña sensible, gustaba de leer poesía y llegó a escribir poemas, posiblemente con el aliciente de su madre, Bertha, que trabajaba como profesora.

Luego de graduarse en la secundaria comienza sus estudios en la Escuela de Periodismo, pero después de unos pocos años se retira debido a una enfermedad hepática, que la marcaría y que de alguna manera sería uno de los temas recurrentes de su poesía.

Fue redactora de las revistas Nivel de México y la venezolana Poesía, además de columnista de los diarios ecuatorianos El telégrafo, El Universo y La Nación.

En 1956, a la edad de 25 años, Ileana Espinel se convirtió en la primera mujer miembro de la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Fue además la directora de la editorial de dicha institución.

Entre los años 1967-1970 incursionó en la política. Elegida concejala de la Municipalidad de Guayaquil, tuvo entre sus funciones presidir la Comisión de Cultura y Bellas Artes de esa ciudad.

Cofundadora del "Club 7", integrado en sus inicios por siete jóvenes poetas con ideas políticas afines, logró impresionar con sus versos a la prensa de los años 50. El grupo formado originalmente en 1951 -entre ellos por Carlos Benavides Vega, Miguel Donoso, David Ledesma Vázquez, Sergio Román Armendáriz, etc.) se decantó al final en cinco integrantes que siguieron manteniendo el nombre y sus actividades hasta los inicios de la década del 60. En 1954 publicarían un libro conjunto y los poemas seleccionados de Ileana, en esta su primera aparición en ese formato, fueron acompañados con una presentación de Aurora Estrada y Ayala, una de las voces más sobresalientes de la lírica ecuatoriana del siglo pasado.

En 1960 Ileana Espinel recibió la medalla de oro al Mérito Literario por el Municipio de Guayaquil y en 1989 fue galardonada con la condecoración Al Mérito Cultural de Primera Clase por parte del Ministerio de Educación del Ecuador.

Poemas de su autoría han sido incluidos en numerosas antologías de poesía ecuatoriana y latinoamericana y, además, ha sido traducida al inglés, portugués, francés, italiano y griego.

En el año 2008 fue instituido el Primer Festival Internacional de Poesía Joven Ileana Espinel Cedeño, en homenaje a su legado poético. Se celebra cada año en Guayaquil, congregando a poetas de todo el mundo. Entre sus invitados han estado reconocidos poetas uruguayos.

Obra:

Piezas líricas (Guayaquil, 1957).

La estatua luminosa (Caracas, 1959).

Arpa salobre (Caracas, 1966).

Diríase que canto (Guayaquil, 1969).

Tan solo trece (Guayaquil, 1972).

Poemas escogidos (Guayaquil, 1978).

Solo la isla (Quito, 1995).

Dueña de una lírica abierta, pero a la vez mesurada y sólida -que mantendrá en toda su escritura-, su obra no se relaciona, como a veces sucede con otros poetas, a una sola búsqueda o a un único sentido de lo poético. Son varias y muy distintas las líneas temáticas que aborda: la toma de conciencia social, la imposibilidad del encuentro real en el amor, la muerte, la crítica a la extravagancia de la poesía modernista, etc., pero es en su poética de la enfermedad -que nace de su experiencia vital- donde sobresale, porque en su visión es a través de su condición y debido a la enfermedad que determina el uso constante de medicamentos, lo que vuelve posible el conocimiento del propio cuerpo.

Su sobriedad; su sensibilidad particular, exacerbada por su propio estado; su profundidad, entre otras características, la han consagrado como una de las mejores voces de la poesía ecuatoriana del siglo XX.

 

VISIÓN DEL SUBURBIO

Las piedras enlunadas y grises del Suburbio

son hermosas con una hermosura de pena.

Pero allí no hay glamur. Ni bulevares sucios.

Ni calles pretenciosas de conocer sus nombres.

Hay vías proletarias por donde va, sonámbula

y perenne, la vida...

 

Ayer vi el corazón de las grutas desiertas.

Vi ropas que no cubren ni la sombra de un sexo,

colgando de zapatos y de cordeles negros;

la faz acanelada de un muchacho desnudo

durmiendo bajo el lauro de nieve de su pecho.

(Nuevo Adán suburbano masticando en la luna

pan de arena y de nada).

Vi casuchas enfermas como el amor más alto

y ventanas inútiles como sangre en los muertos;

mujeres y hombres viejos graduados en la ciencia

de ironizar lo ajeno:

la flor del trigo verde,

el agua pensativa,

el agua hecha de oxígeno e hidrógeno

y la hecha del recuerdo...

 

Y, de repente, un grito galvanizó mi éxtasis:

un ebrio vomitaba un ¡Viva! al Presidente...

Pero las piedras, suburbanamente,

se rieron de pena.

Y el aire se reía más que ellas.

 

TÚ SABES

Madre mía, tú sabes que cuando uno está enfermo

todo se dificulta:

hacer. Pensar. Reír. Y amar.

Tú sabes muy bien que cuando uno está enfermo

todo se hace insufrible:

el ruido de la máquina. El chirriar de la puerta. Y la voz.

Madre mía, tú sabes que cuando uno está enfermo

todo se vuelve trágico:

el color de la luna. El bramido del viento. Y yo.

Tú sabes muy bien que cuando uno está enfermo

todo se vuelve lívido:

la manzana en la mano. El eco del olvido. Y Dios.

Madre mía, tú sabes que cuando uno está enfermo

todo se hace adorable:

la sonrisa de un niño. La caricia de un ala. Y tú.

Tú lo sabes muy bien...

Y si lo sabes, di:

¿por qué te duelo tanto?

 

FAREWELL

a la Luna

Princesa nacarada del Fracaso.

Laguna de los Cisnes eucarísticos.

Romántico y senil y negro vaso

de licores neuróticos y místicos.

 

Sileno de Anacreonte. Hiel de Heine.

Melena perfumada de Espronceda.

Cosquilleo inefable del empeine

voluptuoso de Leda.

 

Inhumana pagoda del artista.

Exquisito tugurio del burgués.

Corazón egoísta

con la sangre en las nubes y en los pies.

 

Plegaria de mi gata Rudilepsia

maullando de lujuria en el tejado.

Medicina que avivas la epilepsia

del esteta de al lado...

 

Flordelysada y gris Luna: navío

de fugitivas perlas,

desolada colmena de rocío

para las flores lerdas,

con este aristocrático derroche

de epítetos -colmados de malaria-

se fuga de tu noche

mi alma proletaria.

 

DISLATE SUBLIME

Si estás así que sangro.

No importa ya. Qué importa.

(Pequeño sol llagado).

 

Que -sólo tuya- soy

oscura sed sin agua.

Y uñas -miel amarga-

clavando en las paredes

mi carcajada.

                     Te amo.

 

LOS POSIBLES CAPRICHOS

Si un día de estos, por capricho, bebo

cien botellas heladas de cerveza,

no vayas a creer que es por la pena.

Es simplemente por capricho, créelo.

 

Y si otro día, por capricho, el dedo

me aloja un negro tiro en la cabeza,

no vayas a creer que es por tu ausencia.

Es simplemente por capricho, créelo.

 

DIVINA ESCORIA

El Dolor que me habita

es una sed erguida sobre excremento de ángeles.

 

Un filo azul: la angustia.

Y cal iridiscente,

la luz perdida. Y álgida.

 

-La tortura del lápiz

descubre allí el secreto

del universo lívido del pecho-.

 

Dolor insomne. Amarga,

ya no sé qué sentir

para medir la nueva longitud del paisaje.

Para lavar la sucia falda gris del cansancio

y coronar mi muerte con largas flores rojas.

 

Ya no sé qué creer

qué adorar

qué olvidar

para reír. Vivir

y tornar a mi cauce.

 

ÉSCARAS

Porque ya eres lo único que gravita en mis días,

sangro por tu dolor hora tras hora.

 

Yo que sufrí desmedro cuando niño moría

o una flor era rota de su tallo

que padecí en Vietnam y en Hiroshima

que acrecenté el despojo de todo cuanto amara

así enferma o insomne tantas veces

bregando con fantasmas interiores

poblando de sonatas y versículos

mi lenta soledad irremediable

cómo no desangrarme piel adentro

por tu llagada imagen que te asemeja a Cristo

mujer inmácula

madre de mis años

cuyos labios resecos

a veces le sonríen a mis lágrimas.

 

PREGUNTA PARA DELMIRA

Yo muero extrañamente..................

................ ¡Ah, más grande no fuera

tener entre las manos la cabeza de Dios!

DELMIRA AGUSTINI

 

Delmira de mi Octubre metafísico.

Intuitiva deidad. Cóndor de Angustia.

¡Más allá de la piel y de los árboles,

la raíz de tus ojos siempre extáticos!

 

Dime, mordida luz: ¿Qué monstruo inédito

engendró la pavura de tu sangre?

¡Yo muero extrañamente, contemplando

la cabeza de Dios bajo tus lágrimas!

 

LILIÁN HIRIGOYEN

Escritora, jurado en el área Letras del Premio Morosoli,

expresidenta de la Casa de los Escritores del Uruguay 

 

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2021-09-30T00:11:00