El amor romántico en la literatura

 

Alejandro Carreño T.

Esta columna nace en Mesa de Filósofos, programa transmitido en Radiomundo de Montevideo, en su espacio En Perspectiva, el miércoles 25 de agosto. El tema era El amor romántico. 

 

Contenido de la edición 30.09.2021

 

Los filósofos Miguel Pastorino, Magdalena Reyes y Pablo Romero, bajo la conducción de Romina Andrioli, hablaron del amor romántico desde la mirada de los filósofos, por cierto. Como ya se ha hecho común en nuestras conversaciones, mi amigo Pablo Romero me pidió derechamente que escribiera una columna al respecto: "Un tema por demás interesante. Ahí tienes todo un asunto para una próxima columna". Así que, de Montevideo a Santiago de Chile, para intentar un diálogo sobre el amor romántico entre la Filosofía y la Literatura.

No soy ni filósofo ni literato. Apenas sí he leído algunas cosas de filosofía y algo más de literatura. Pero soy amante de las dos. Y los amantes no tienen vergüenza para hablar de sus amores porque, como dice Nietzsche "Lo que se hace por amor está más allá del bien y del mal".

Pero, ¿qué es el amor? En su clásico Diccionario de Filosofía. Tomo I, editado por Ariel, 2001, Ferrater Mora nos dice que hay diversas formas de amor: "amor físico, o sexual; amor maternal; amor como amistad; amor al mundo; amor a Dios, etc.". Platón, por su parte, es un glosario de referencias al amor, de descripciones del amor y de clasificaciones del amor (recomendamos la lectura de Ferrater Mora, página 133 y siguientes de su citado Diccionario Filosófico). Pero nosotros nos quedaremos solo con algo de Platón, O Banquete (edición de Abril Cultural, São Paulo, 1979, Os Pensadores, que incluye O Banquete, Fédon, Sofista, Político). Ese pasaje en que Diotima le pregunta a Sócrates ¿si todos desean siempre la misma cosa, por qué hay unos que aman y otros no?: "--pois é porque destacamos do amor um certo aspecto e, aplicando-lhe o nome de todo, chamamo-lo de amor, enquanto para outros aspectos servimo-nos de outros nomes". Sócrates le pide un ejemplo, y Platón relaciona el amor con la poesía: "Sabes que "poesia" é algo de múltiplo; pois toda causa de qualquer coisa passar do não ser ao ser é "poesia", de modo que as confecções de todas as artes são "poesias", e "todos os seus artesãos poetas".

Pero no todo es poesía, reflexiona Diotima, solo "a que se refere à música e aos versos", y quienes a ella se dedican son poetas. Con el amor ocurre lo mismo, el verdadero amor consiste en tenerlo siempre consigo: "--Em resumo, então-disse ela -é o amor de consigo ter sempre o bem".

Ahora, si nos dejamos llevar por la RAE respecto de lo que pueda ser el amor, no llegamos a ninguna parte o llegamos a varias a la vez. La primera definición, "Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser", nos lleva nuevamente al Banquete, a los orígenes del amor, a su nacimiento. El amor es hijo de la Pobreza y la Riqueza. La Riqueza adormece en el jardín de Zeus y a su lado se acuesta la Pobreza con el propósito de engendrar un hijo: "[...]. Depois que acabaram de jantar, veio para esmolar do festim a Pobreza e ficou pela porta. [...]. Pobreza, então, tramando em sua falta de recurso engendrar um filho de Riqueza, dei-ta-se ao seu lado e pronto concebe o Amor". El amor, entonces, se convierte en compañero y siervo de Afrodita "ao mesmo tempo que por natureza amante do belo, porque também Afrodite é bela". El amor es amante de lo bello y lo bello se encuentra en el acto de amar, porque la insuficiencia de nuestro sentimiento de amor, intenso pero insuficiente, "necesita y busca el encuentro y unión con otro ser". La poesía también. Arte Poética, tal vez el más clásico de los poemas de Jorge Luis Borges, nos traslada al momento mismo del nacimiento de la poesía, como el mito clásico: "ver en la muerte el sueño, en el ocaso / un triste oro, tal es la poesía / que es inmortal y pobre. La poesía / vuelve como la aurora y el ocaso". El amor es como la poesía, "inmortal y pobre" al mismo tiempo. En la dialéctica de los contrarios la poesía alcanza su interpretación última. Idea de la pobreza y la inmortalidad anunciada en su ensayo Sentirse en muerte: "La vida es demasiado pobre para no ser también inmortal". No fueron los prodigios los que emocionaron a Ulises, sino su Itaca verde y humilde: "Cuentan que Ulises, harto de prodigios, / lloró de amor al divisar su Itaca / verde y humilde. El arte es esa Itaca / de verde eternidad, no de prodigios". La poesía como el amor es pobre e inmortal. Pobre porque vive, como los sueños, la eternidad del instante; inmortal, porque vuelve como la aurora y el ocaso. Eterna como el aire y el viento.

En su ensayo A Divina Comédia e a Filosofia (Os Pensadores, São Paulo, Abril Cultural, 1979), Friedrich von Schelling, uno de los filósofos más relevantes del Romanticismo, desarrolla una de las ideas fundamentales del movimiento filosófico romántico: comprensión de la concepción clásica de lo que es verdadero mediante la noción de sentido. De este modo, el pensamiento romántico asume dimensión epistemológica en cuanto a la construcción científica y no apenas psicológica o artística. La visión epistémica de verdad del Clasicismo, centrada en la noción de orden cuyo modelo regía el pensamiento matemático y científico, validaba el concepto de verdad. La noción de sentido no cabía en la rigidez del modelo filosófico clásico. Pero para la filosofía romántica, los contenidos culturales son revisados con un método propio: el análisis simbólico. Lejos, por lo tanto, de la rigidez científica: "O poema de Dante é uma interpenetração muito mais alta da ciência e da poesia e, por isso mesmo, ainda mais adequada tem de ser a sua forma, mesmo na mais livre autonomia, ao tipo universal da intuição do mundo". La filosofía romántica asume la pluralidad de las significaciones y decodifica los lenguajes, sin excepción, que no son necesariamente los de la razón pura. De este modo, la cultura es comprendida no desde la luz de un paradigma claro y trascendente, sino desde su propia oscuridad. El análisis simbólico, arquetípico, se desliza entonces a través del tiempo, en busca de sus complejos modelos de sentido en la historia mítica que los genera. "O poema de Dante, portanto, considerado por todos os lados, não é uma obra isolada de uma época particular, de um estágio particular da cultura, mas é exemplar, pela validade universal, que unifica com a mais absoluta individualidade, pela universalidade, em virtude da qual não exclui nenhum lado da vida e da cultura, pela forma, enfim, que não é tipo particular, mas tipo geral da consideração do universo".

La mirada filosófica-romántica de Schelling dialoga con la de otro filósofo del Romanticismo alemán, Friedrich von Schlegel, que introduce el término romantisch en el contexto literario. Para Schlegel, la poesía romántica "es una poesía universal progresiva. Su fin no es solo reunir todos los géneros poéticos y poner en contacto a la poesía con la filosofía y retórica". Debe, además, "mezclar poesía y prosa, genialidad y crítica, poesía de arte y poesía ingenua, hacer viva y social la poesía y poética la vida y la sociedad, poetizar el espíritu (Witz), llenar y saturar las formas del arte con el más variado material de cultura, y animarla con vibraciones de humor [...]. La poesía romántica está en devenir, más aún esa es su verdadera esencia: que puede llegar a ser, nunca ser" [...].  Solo ella es infinita y libre, y reconoce como su ley primera que el arbitrio del poeta no se someta a ley alguna. El género romántico es el único que es más que un género, es casi la poesía misma en cuanto que en cierto sentido, toda poesía es o debería ser romántica" (Fragmento 116 de Fragmentos del Athenäum). El fragmento 116 es bastante más extenso, pero se encuentra fácilmente en Internet. Importa rescatar de la cita el término Witz, que tiene que ver con la ironía. Para Schlegel la ironía romántica permite la unión de los contrarios como la Naturaleza y el Espíritu, lo objetivo y lo subjetivo. Pero ninguno de estos elementos se sobrepone al otro, aunque sí deja en evidencia la tensión constante entre ellos. Para Schlegel, como señala Ferrater Mora en su citado Diccionario de Filosofía (ver "ironía"), "los elementos en "tensión" son, en último término, el resultado de un constante "juego del Yo libre". La ironía, como el amor, es otra de las formas del conocimiento. Por último, en el apartado dedicado a Schelegel de su citado Diccionario de Filosofía, Ferrater Mora complementa el sentido de ironía: "La ironía romántica es un juego constante que mezcla la burla con la seriedad, que trata cada una desde el punto de vista de la otra. La ironía es un juego que no se entrega a nada; por medio de ella el poeta se coloca en aquel punto donde todas las formas, incluyendo las estéticas, se disuelven, no para desaparecer, sino para transformarse en otras que se disuelven a su vez y así al infinito". Esto de la "burla y la seriedad" me hace pensar de inmediato en los famosos artículos costumbristas de Mariano José de Larra (y sus memorables seudónimos Fígaro y El Pobrecito Hablador), como El Castellano Viejo o Vuelva usted mañana.

¿Y el amor romántico?  ¿Cómo darle apellido al amor, más aún cuando las palabras se vuelven entrópicas en su significación, en su naturaleza semiótica? Lo primero es sacarlo de su contexto histórico que lo asocia con el movimiento literario Romanticismo, no porque el Romanticismo no sea trascendente para la comprensión de la vida moderna, la vida como la entendemos hoy. El Romanticismo liberó al hombre de las normas y reglas impuestas por el Neoclasicismo y le hizo amar la libertad por sobre todas las cosas. Entre ellas, la libertad para amar, como el Don Juan Tenorio de José Zorrilla, obra cumbre del teatro romántico español. A don Juan lo salva de las brasas del infierno el amor de doña Inés. ¡Qué puede ser más romántico que ser salvado del infierno por el amor de una mujer! Habla Don Juan: "¡Inés de mi corazón!" Doña Inés responde: "Yo mi alma he dado por ti, / y Dios, te otorga por mí / tu dudosa salvación". Amor significa también la "persona amada", nos dice la RAE, como don Juan. Pero doña Inés también es la persona amada. Ambos son amantes también. En esta dialéctica entre amante y amado, para la concepción griega el amor del primero es imperfecto y el amor del amado o de la amada en este caso, es perfecto. Lo amado es la perfección en sí, es lo bueno y lo bello al mismo tiempo y es lo que mueve al amante. En otras palabras, lo más perfecto mueve a lo menos perfecto. Pero fuera del contexto histórico-cultural inmenso del Romanticismo, el término romántico significa "sentimental, generoso y soñador". Y esta definición de la RAE trasciende toda y cualquier dimensión histórica, social o cultural. Más aún cuando comprendemos que sentimental es aquel que "alberga o suscita sentimientos tiernos o amorosos" o tiende a estos sentimientos tiernos o amorosos. Sin duda el hombre de las cavernas expresaba también estos sentimientos tiernos y amorosos a su bella cavernícola. Después de todo, dioses y hombres han sido sentimentales y soñadores. "Generoso" podemos sacarlo de esta romántica definición de la RAE porque no siempre lo fueron los dioses y no siempre lo son los hombres.

La ironía del amor romántico es que puede conducir al bien, pero también al mal, o a la muerte. Don Quijote ama a Dulcinea. Es el héroe romántico por definición: sentimental, generoso y soñador, como pocos en la literatura y en la realidad. Su locura es la locura del amante que subyuga a la razón. Dulcinea representa para don Quijote el amor platónico que Sócrates, iluminado por Diotima, comprende al final del Banquete: la belleza. Una belleza que no se ilustra con el cuerpo, ni con ninguna imagen sensible, porque ella se representa por ella misma, "eternamente unida a sí misma, sin generación o destrucción, sin aumento o disminución: esto es la Belleza (lo bello) en sí" (Ferrater Mora, ver "amor" en su Diccionario de Filosofía). Y sabemos que para don Quijote, Dulcinea es la "belleza sin par", porque don Quijote respira amor hasta en el moho de sus armas. Paolo y Francesca también respiran amor hasta en el Canto V del Infierno de Dante, segundo círculo, que es el lugar de los castigados por el pecado de la lujuria, es decir aquellos que se dejaron llevar por la pasión y no por la razón. "El amor que obliga a amar al que es amado, infundióme una pasión tan viva que, como puedes ver, aún no me ha dejado. A una misma muerte nos condujo el amor", le dice Francesca a Dante. La historia de estos amantes que yacen en el Infierno, nace en la Historia (siglo XIII): Francesca de Rimini o de Polenta, noble italiana, ha sido prometida por su padre, por conveniencias políticas, a Gianciotto Malatesta, pero Francesca se enamoró de Paolo, el hermano menor de su marido quien, cuando descubre el adulterio, mata a los dos. Francesca es, por sobre todo, una mujer romántica cuyo ser amoroso se encuentra entre la realidad de ser la esposa de un hombre que no ama y la idealidad que construye el amor por Paolo. No distinta de otras mujeres románticas que, a siglos de ella, en pleno siglo XIX, sucumbieron también a este destino trágico, como Ema Bovary, Margarita Gautier o Ana Karenina.

Y el amor sexual (cuarta definición de la RAE), ¿puede ser romántico, o solo prima en él el instinto animal de la sexualidad? ("Apetito sexual de los animales", dice la octava definición de la RAE). Si nos atenemos al Cantar de los Cantares, texto deslumbrante por la descripción física que tanto Él y Ella, los amantes, hacen el uno del otro, y el llamado sin reparos a la unión carnal, en medio de un paisaje bucólico en el que la naturaleza es el telón de fondo a este amor singular narrado en la Biblia, el amor sexual sí puede ser romántico: "Tus cabellos como un rebaño de cabras [...], / Tus dientes, cual rebaño de ovejas trasquiladas [,...], / Tus labios, cinta escarlata, y tu habla, fascinante [...]. Tu cuello, cual la torre de David, edificada con sillares [...]; / Tus pechos, dos crías mellizas de gacela que pacen entre rosas [...]. / ¡Toda hermosa, amada mía, no hay defecto en ti!" (Capítulo 4, XII: Belleza del cuerpo amado y XIII: La embriaguez del amor"). Por su parte, las palabras de Ella en el Capítulo I, La esposa, son de una osadía femenina propia del romanticismo más furioso del siglo XIX o de la liberación femenina más desenfrenada del siglo XXI: "¡Béseme con besos de su boca! / ¡Son tus amores mejores que el vino! / [...] Llévame contigo, ¡corramos! / [...], / disfrutemos y gocemos juntos, / saboreemos tus amores embriagadores". La amante del Cantar dice como dijo Julio Cortázar: "Ven a dormir conmigo: no haremos el amor, él nos hará". En los amantes de El Cantar de los Cantares, Eros y aphrodisia (pasión amorosa y placeres sexuales), como suele ocurrir en la realidad, el mito y la literatura, construyen el amor.  Es bueno recordar aquí que Eros, en principio, no es el dios de la sexualidad, como comúnmente se piensa, sino el dios de la pasión amorosa. De hecho, en griego, eros es un sustantivo común que significa amor. En cuanto que el adjetivo sustantivado ta aphrodisia, corresponde a los placeres sexuales. La sexualidad en la mitología griega la representan mejor Príapo o Afrodita (sobre el amor y la sexualidad recomendamos la lectura del libro de André Comte-Sponville Ni el sexo ni la muerte, Paidós, 2012).

El amor es deseo, dice Sócrates en El Banquete, y el deseo es falta, pues solo se desea lo que no se tiene. Casi 2.400 años después, el filósofo y científico chileno Humberto Maturana señala que "el amor es el dominio de las acciones que constituyen al otro como un legítimo otro en convivencia con uno" (El sentido de lo humano, Dolmen Ediciones, 2000). En realidad no importa cómo sintamos o creamos el amor, si somos Eros o aphrodisia, porque la libertad para amar y el arte de amar no tienen barreras ni de tiempo, ni de espacio, ni reales, ni ficticias.

Pero la libertad para amar implica la libertad para escoger a quien amar. Y en algún sentido, el hecho de escoger a quien amar limita la propia libertad del amante. Todo acto de amor, que no es más que el deseo ausente, niega la propia libertad de amar. Es la paradoja del amor que el romántico no entendió.

La paradoja que mueve el mundo.

 

ALEJANDRO CARREÑO T.

Profesor de Castellano, magíster en Comunicación y Semiótica,

doctor en Comunicación. Columnista y ensayista" (Chile) 

 

Imagen de portada: Psique reanimada por el beso del Amor/Antonio Canova/Museo del Louvre


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2021-09-30T00:11:00