El individuo flotante

Eduardo Infante

El brillante bisturí intelectual del profesor Marino Pérez, para quien la actual «crisis de salud mental» es en realidad un síntoma de la sociedad en la que vivimos, abre en canal este asunto para llevar a cabo una minuciosa exploración

Contenido de la edición 09.02.2023

 

Imaginemos que alguno de nuestros antepasados pudiese viajar hasta nuestro presente. Imaginemos que contempla un grupo de personas esperando el bus en una parada. Lo que sin duda asombraría más a nuestro turista temporal sería contemplarnos, en silencio ritual, con un artilugio en las manos, mirando una pantalla y tecleando sin parar. Es probable que nuestro antepasado dedujese que, a causa de algún tipo de hechizo, nuestras almas se encuentran flotando en otro mundo. Y, en cierta manera, no se equivoca, ya que el hombre actual vive, y convive, en el ultramundo de las redes sociales. 

Este nuevo mundo y su impacto sobre nuestra salud mental es el objeto de análisis de El individuo flotante: La muchedumbre solitaria en los tiempos de las redes sociales (Deusto. 2023), el nuevo ensayo del psicólogo asturiano Marino Pérez, catedrático de la Universidad de Oviedo, miembro de la Academia de Psicología de España y coautor del bestseller Nadie nace en un cuerpo equivocado (Deusto. 2022), cuyas presentaciones sufrieron boicots por parte del neopuritanismo que promueve la cultura de la cancelación. 

Si en Nadie nace en un cuerpo equivocado Marino se enfrentó a las paradojas suscitadas por la ideología queer en torno al sexo, base de la conocida "ley trans", en este nuevo libro encara las paradojas que genera nuestra convivencia con el teléfono móvil: ¿Cómo es posible que un dispositivo para hablar esté erradicando la conversación? ¿Por qué las redes sociales, creadas para conectarnos en comunidades virtuales, generan tanta soledad? 

Desde 2012, apunta Marino Pérez, se viene observando un creciente deterioro en la salud mental de niños, adolescentes y jóvenes asociado al uso de las redes sociales. Los estudios ponen de relieve que, a más uso de las redes sociales, más malestares entre sus usuarios.

Las causas pueden estar en los propios mecanismos psicológicos con los que las redes están construidas: adicción inducida, comparación social, envidia y narcisismo de las pequeñas diferencias. Pero, para Marino Pérez, no es tanto el uso como un determinado uso problemático lo que acarrea todos estos malestares que tienen como trasfondo la soledad; es más, en realidad, las redes sociales no han creado, sino exacerbado problemas que ya venían de antes, de una sociedad narcisista obsesionada con el yo. 

Somos herederos de aquellos hombres que se marcharon de la comunidad política en busca de su "yo auténtico", de su "verdadera identidad", y que terminaron juntándose en una muchedumbre solitaria.

Paradójica es esta sociedad de individuos que quieren ser uno mismo a través del consumo: satisfaciendo lo que otros desean que deseemos. El hombre de nuestro tiempo es un individuo que abandonó la salvación colectiva para perseguir sus sueños y que ahora flota solo, a la deriva, en el mar de las redes sociales, reinventándose, flexibilizándose y autopromocionándose como una mercancía más. 

Pocas veces hubo generaciones de jóvenes tan dóciles mientras permanecen ensimismados mirándose la selfie. Afirma Marino Pérez que el fenómeno de las selfies, al que dedica buena parte de su trabajo, viene a coronar, por un lado, la mirada narcisista característica del expresionismo romántico, y por otro, la senda individualista iniciada por nuestra cultura en los albores de la modernidad: «Todo redunda en uno mismo, el yo o el self. La propia palabra selfie tiene la gracia de los tiempos, sugiriendo un aspecto diminutivo, cuqui y amable del yo, sí mismo o self». 

La cuestión que debiera ocuparnos (y preocuparnos) no es tanto que el mercado haya transformado a los ciudadanos en consumidores sino en productos de consumo. Vivimos en una sociedad de consumo que promueve la incesante búsqueda de satisfacción de los deseos que ella misma crea para mantenerse constantemente en funcionamiento. El deseo es el combustible que mantiene siempre en marcha el motor del sistema productivo. Lo más reseñable es que esta enajenación del deseo no se consigue por medio de la coerción al individuo, sino a través de la adulación y la estimulación, la multiplicación y la seducción de sus apetitos. Los productos de consumo se presentan como el medio para expresar nuestros deseos más íntimos y nuestra especial individualidad. Así, lo que viene de fuera, se siente como si saliera de dentro. Y este es justamente el papel que cumplen las redes sociales dentro del sistema. Todas son en esencia lo mismo, ya que interpretan el mismo discurso: la obediencia a un sistema productivo que condena al individuo a la autoexplotación y a un consumo perpetuo. La vida digital es un mito, no en el sentido de fábula o falsedad, sino en el de que sus narraciones legitiman las instituciones y los valores hegemónicos por medio de una promesa de plenitud continuamente frustrada. 

No se trata de satanizar las pantallas, pero no son adecuadas para niños y adolescentes. Tampoco los automóviles son en sí una tecnología mala, pero nadie en su sano juicio pondría a un niño al volante. Un riguroso análisis nos permitiría, tanto a padres como a educadores, proteger a los menores y revertir los daños causados. Afortunadamente, el brillante bisturí intelectual del profesor Marino Pérez, para quien la actual «crisis de salud mental» es en realidad un síntoma de la sociedad en la que vivimos, abre en canal este asunto para llevar a cabo una minuciosa exploración. Sus propuestas para salir de la caverna 3.0 deben ser leídas, meditadas y debatidas, si es que queremos que el consumidor vuelva a erigirse en ciudadano. 

 

EDUARDO INFANTE

Español, nacido en Huelva. Docente de Filosofía, escritor,

conferencista, asesor filosófico de programas televisivos 

 

Imagen de portada: Twitter/@EdicionesDeusto


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2023-02-09T08:30:00