En la derrota es donde está lo mejor de Luis Batlle Berres

Jorge Chagas

Para empezar, quisiera decir que las ciencias sociales tienen una gran deuda histórica con Luis Batlle Berres, porque se le ha dedicado poca investigación a su figura y a su tiempo histórico.

Contenido de la edición 10.12.2020

Tenemos mucha bibliografía, y muy profunda, sobre Batlle y Ordóñez. La obra de este, incluso interesó a autores extranjeros, como el caso de Göran Lindahl y Milton Vanger, pero en el caso de Luis Batlle es poco el material, lo que supone un gran problema.

¿Por qué es importante estudiar el esplendor y el derrumbe de aquel Uruguay de Luis Batlle? A nuestro juicio, ahí está una de las claves de ese laberinto del que todavía no podemos salir, que se llama historia reciente. Si llegamos a comprender cabalmente qué pasó en aquellos años, cuáles fueron los éxitos y los fracasos, cuáles los aciertos y cuáles los errores, muy probablemente lleguemos a comprender qué es lo que pasó después.

El primer aspecto que quiero enfocar refiere a ese período al que se le ha llamado neobatllismo. Ese prefijo neo surge a partir de un libro de Germán D'Elía publicado en 1972 por la editorial Banda Oriental, titulado El Uruguay neobatllista. Contrariamente a lo que se puede pensar, eso no fue una innovación. Ya en la década de 1940, antes aún del liderazgo de Luis Batlle, se usaba la palabra neobatllista. La usaban, concretamente, los colorados independientes, y en un sentido no precisamente positivo.

Hay varios artículos aparecidos en el diario La Mañana, pero hay uno muy interesante, publicado el 23 de octubre de 1946, titulado Batllismo y neobatllismo. El articulista hace el siguiente razonamiento: muerto Batlle y Ordóñez, sus descendientes se quedan con el diario El Día, con la maquinaria del Partido -comités, clubes-, pero la esencia ya no está, es otra cosa y no es buena. Actúan como una secta religiosa, mediante ritos y símbolos. El diario El Sol, hacia 1950, usa nuevamente el término neobatllismo, pero en otro sentido. Lo hace refiriéndose a la corriente que lidera Luis Batlle. Es más que probable que el profesor Germán D'Elía, que fue dirigente y legislador del Partido Socialista, haya tomado la idea de ahí, de esa definición, para aplicarla a su libro, que hoy es un clásico.

Ahora bien, nosotros-digo nosotros porque en el tema estamos trabajando con Gustavo Trullen- no estamos de acuerdo en llamar neobatllismo al período de Luis Batlle Berres.

¿Por qué? Para Luis Batlle, el batllismo de su tío, Batlle y Ordóñez, era pasado, presente y futuro. No hay nada en él que implique una renovación, un cambio que nos conduzca a poder usar el prefijo neo. Esto es comprensible. Conviene recordar que Luis Batlle es el adolescente que alrededor de 1912 llega a la quinta de Piedras Blancas y bebe no solo la política y la filosofía de su tío, sino que también se forma humanamente.

Luis Batlle presencia en esos años -y participa- nada menos que de la modernización de la política. Hace su carrera ahí, ve a su tío publicar los apuntes sobre el colegiado. Colegialismo, estatismo, democracia, republicanismo; de eso Luis Batlle nunca se va a apartar, siempre va a ser extremadamente fiel a eso.

En referencia al futuro, siempre pongo un ejemplo, y es un discurso de los años 60 donde dice: "fíjense, los negros de África que están luchando contra el colonialismo enarbolan las banderas del batllismo". En ese tiempo que ve alumbrarse, donde está cayendo el mundo colonial, él ve las banderas del batllismo. Para él, es el futuro.

Nosotros nos animamos a decir que la palabra neobatllismo sería aplicable, más correctamente, al grupo que en noviembre de 1965, ya muerto Luis Batlle, gana las elecciones internas en la 15, los "jorgistas" [en referencia a Jorge Batlle]. Esos sí son neobatllistas.

Hay dos grandes cambios: el colegialismo (terminan con él) y la cuestión económica. Está bien el Estado, sostienen, pero hay que liberalizar algunas cuestiones, porque el modelo de sustitución de importaciones no va más.

Es por eso que cuando nos referimos al período de Luis Batlle preferimos denominarlo, en lugar de neobatllismo, como luisismo o batlleberrismo. Creemos que es más claro, más preciso.

Otras cosas. Primero: el tema es la historia de la lista 15. Se piensa que la 15 nace en 1946, cuando Luis Batlle es candidato a vicepresidente. Sin embargo, no es así. La 15 nace a raíz de los sucesos tras la muerte de Batlle y Ordóñez en 1929. En 1930 hay un fuerte debate; está el sillón vacío. Hay una herencia yacente, que se disputa entre grupos de líderes, dentro de los que está Luis Batlle. Es más, este es el que escribe todos los editoriales del diario El Día, defendiendo la tesis del candidato neutral, que va a ser Federico Fleurquin. Por otro lado, hay una parte muy importante del batllismo que apoya a Gabriel Terra.

Ese pleito, como todos bien saben, lo termina ganado Gabriel Terra.

Se venían las elecciones parlamentarias de noviembre de 1931. En una reunión realizada el 2 de junio de ese año, en la casa del Partido Colorado, se habría fundado la lista 15. Nace con tres postulados: colegialismo, estatismo y democracia. La lista 15 se consideraba heredera directa de la lista 5 que en 1928 había encabezado José Batlle y Ordoñez. Muchos de aquellos candidatos de 1928 se repitieron en 1931.

Eran tiempos muy convulsos, con el fascismo avanzando y con prestigio, porque muchos consideraban que era la solución para salir de la crisis de 1929.

Esta lista 15 es fuertemente apoyada por el diario El Día -más adelante veremos porqué hago referencia a este apoyo- y Luis Batlle ocupa el quinto lugar. No es el principal. El primer lugar lo ocupa Domingo Arena. Están también Justino Zavala Muniz, Edmundo Castillo y Francisco Ghigliani. El Ideal, que era otro de los diarios batllistas, publica una serie de artículos de los diferentes candidatos a legisladores por la 15, y uno de ellos está firmado por Luis Batlle Berres, titulado Tocando temas de actualidad, de fecha 11 de noviembre.

¿Qué dice en ese extenso artículo? Reivindica al Uruguay como un país de excepción. Dice que pese a este mundo que estamos viviendo, con los efectos de la gran depresión, las amenazas del fascismo, el golpe de Estado en Argentina, Uruguay mantiene intactas sus tradiciones democráticas y republicanas. Ese discurso es permanente en él.

Le va muy bien a la 15 en las elecciones de 1931, y a pesar de que Batlle Berres no era el principal exponente de la lista, se considera que su actuación fue tan buena que se le hace un homenaje multitudinario en Cervecerías, en la calle Yatay,  el 21 de diciembre de 1931. Me llamó la atención porque fue un día lunes. Ahí Domingo Arena pronuncia un discurso muy elogioso, afirmando que es uno de los discípulos más dilectos de José Batlle y Ordóñez.  Como dato anecdótico, uno de los patrocinadores de ese homenaje fue nada más y nada menos que Benito Nardone. Algo que a mí me causa bastante gracia y que muestra las vueltas que puede dar la historia.

La trayectoria de esta lista 15 es corta, va hasta el golpe de estado del 31 de marzo de 1933. Sin embargo, por ser corta no implica que no se hayan realizado cosas importantes.

Una de las cosas más relevantes que hizo Luis Batlle en ese período es lo referente a ANCAP, la lucha que libra para crearla. Es el miembro informante, él se preocupa mucho por el tema de los combustibles, y creo que es uno de los aspectos más relevantes de ese período.

Se produce el golpe de Estado y Luis Batlle debe exiliarse y la pasa muy mal en Buenos Aires.

Retorna, y después se produce un proceso que lleva a la abstención en las elecciones en que se elige a Baldomir, el golpe de Estado, el gobierno de Amézaga, Batlle presidente de la Cámara de Diputados durante cuatro años, y se llega a la Convención de 1946.

En esa convención se plantea el deseo de Luis Batlle de ser intendente de Montevideo y la negativa de los Batlle Pacheco a esa candidatura. Batlle Berres alega que la gestión de Fabini en la Intendencia ha sido mala y se corre el riesgo de perder Montevideo, y él entiende que tiene la fuerza suficiente para defender ese bastión que es la capital. La convención de 1946 fue compleja, porque no solo estaba Luis Batlle sino que también tenía presencia el berretismo, el grupo de Canelones liderado por ese fuerte caudillo que era Tomás Berreta.

Al final se consigue un acuerdo -se denominó el pacto de la medianoche-, Luis Batlle cede y es candidato a vicepresidente, y se da una refundación de la lista 15.

¿Qué característica tiene esa renovada lista 15? Que ahí sí, el personaje principal es Luis Batlle, es una 15 luisista.

Lo que nos llama la atención a los historiadores es que durante 1931 el diario El Día tenía constantemente avisos y propaganda de la 15, pero en 1946 apenas aparece algún aviso, lo que demuestra que ya se estaba produciendo la división inexorable entre, por un lado Luis Batlle y su lista 15, y por otro lado los Batlle Pacheco.

Se le ha endilgado a Luis Batlle que poco menos que es el culpable del dirigismo económico, del intervencionismo, cosa que no es en absoluto cierta. En realidad, el dirigismo económico y el control de cambios fueron construidos  largamente a partir de 1931, y con gran consenso político, porque había que encontrar la forma de salir de la crisis de 1929.

Luis Batlle hereda una estructura jurídica y burocrática que ha sido brillantemente analizada por Cristina Zurbriggen en su tesis de doctorado, un trabajo que sería obligatorio que todos los historiadores  y economistas leyeran. Muestra la larga construcción que se realizó a partir de 1931 y cómo se generó un mecanismo burocrático y jurídico que va aumentando y aumentando la intervención del Estado en la economía.

Luis Batlle lo hereda, y con eso se tiene que mover, en el mundo de la posguerra y de la guerra fría.

Hay una cosa interesante respecto a esto último. Cuando Luis Batlle llega al poder, Europa está en ruinas. Si bien el Plan Marshall está aprobado, los países europeos están destrozados, y no parece haber demasiadas esperanzas de que se recuperen rápidamente. Es un mundo en ruinas, y ni digo los países que fueron ocupados por los nazis.

Estados Unidos, si bien era el gigante victorioso, tenía problemas y no pocos. Uno mayor era la necesidad de reconvertir su economía, pasar su economía de guerra a una de paz. Es lo que le explica Truman a Berreta cuando va de viaje: yo no le puedo dar la maquinaria agrícola que usted me pide porque tengo que reconvertir la economía. Como decía Truman, tengo que traer a los muchachos -los soldados- a casa, y tienen que tener empleo. Ese Estados Unidos que puede parecer asombroso, no es próspero; es un país victorioso, pero aún no alcanza el boom del consumo y apogeo del capitalismo que llega con Eisenhower.

Cuando se critica que Luis Batlle y la clase política no vieron eso, es porque se hace con el diario del lunes a la vista. Los dirigentes de esa época se movían con los conocimientos que tenían.

Hay un libro, poco conocido, escrito por Fernando Fariña. Este fue ministro de Industria y Trabajo de Luis Batlle. Escribió un libro que se titula Lo que tal vez no se sepa. Es una edición de autor publicada en Buenos Aires en 1972. Conozco dos ejemplares: uno que está en la biblioteca del Palacio Legislativo y otro que está en la biblioteca de la Universidad de Montevideo. ¿Por qué es importante lo que dice Fariña? Porque cuenta -entre otras cosas- que el proyecto industrialista de Luis Batlle tenía un fuerte componente de nacionalismo económico. No era que Luis Batlle hubiera pensado hacer industrias para el mercado interno. Era demasiado inteligente como para darse cuenta de lo reducido de ese mercado. Él pensaba en el exterior, en que esa industria se proyectara al exterior; estaba pensando en ganar mercados en el exterior.

Uno de sus objetivos, en su primera presidencia, era lograr un acuerdo con la bizona. Al ser derrotada Alemania, esta se dividió en cuatro zonas, regidas cada una por las fuerzas victoriosas: Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Unión Soviética.

Las zonas de Estados Unidos e Inglaterra se unen en la bizona. Después se incorpora Francia y eso dará origen a Alemania Occidental.

Luis Batlle entiende que es vital colocar las materias primas ahí y envía una misión comercial. En el libro de Fernando Fariña se transcribe una carta que le envía Batlle Berres el 11 de noviembre de 1949 donde le expresa que no descanse para lograr ese acuerdo, pero también le manifiesta que hay oposición interna, que la gente no comprende la importancia de ese acuerdo, de que los productos de Uruguay salgan al exterior y se vendan.

Fernando Fariña, que fue un testigo de esa época, dice que el problema no sucedió ahí; que el tema de la crisis se da en 1954, cuando vuelve Luis Batlle al gobierno y no había un plan estructurado. La crisis estaba ahí y no había un plan, ese fue nuestro error, dice Fariña, y expresa que debían haber elaborado un plan para eso.

Como corolario quisiera expresar que los grandes líderes se ven en la victoria pero fundamentalmente en la derrota. En la derrota es donde está lo mejor de Luis Batlle, cuando resiste cualquier intento de que no se cumpla con el mandato ciudadano. Lo hace con mucha valentía y entrega el poder. Ahí está su grandeza, ese republicanismo que jamás abandona. Ese es uno de sus legados más grandes.

Lo demás podemos discutirlo, pero ahí radica su fortaleza, en la capacidad de asimilar la derrota y, posiblemente, reflexionar sobre los motivos que la ocasionaron. Se le pasó la banda al ganador, y punto. Eso es algo que hay que rescatar.

(*) Conferencia pronunciada en la Casa del Partido Colorado el 25/11/2020 en homenaje a Luis Batlle Berres

JORGE CHAGAS

Magíster en Historia Política, escritor,

varias veces distinguido en los Premios Anuales de Literatura


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2020-12-10T00:00:00