Escribirse para ordenar el archipiélago

Pablo Silva Olazábal

¿Escribir ayuda? ¿Se pueden curar o prevenir enfermedades con solo escribir la vida de uno? El auge de las llamadas "escrituras del Yo" tiene muchos antecedentes. A continuación, se analiza un libro no demasiado conocido, "Escribirse. La autobiografía como curación de uno mismo" (Paidós), del escritor italiano Duccio Demetrio.

 

Contenido de la edición 27.08.2021

 

La introspección autobiográfica, el escribirse, representa una de las terapias más antiguas de la cultura occidental y marca el nacimiento del individualismo en nuestra civilización. En palabras de Duccio Demetrio, "relatarnos puede hacernos sentir mejor (porque) nos libera y nos reunifica".

Contrariamente a lo que puede parecer, el cultivo del sí mismo dista mucho de una actitud egoísta: es una manera de tratar de explicar -y expresar- para qué estamos en el mundo, o lo que es lo mismo, cuál es nuestra relación con los otros.

Esta terapia insólita conoció su apogeo en el siglo XIX y principios del XX,  con el auge de la escritura privada a través de diarios íntimos y del género epistolar; sin embargo, en los últimos veinte años ha experimentado un poderoso renacimiento, sobre todo en los países anglosajones, donde se crean clubes de biógrafos, testimonios y autobiógrafos que figuran en internet y se convocan a concursos sobre relatos de vida y de "no ficción": de anécdotas, viajes y costumbres y hasta de cartas sobre los temas más variados. Esta renacer se ha extendido en paralelo con el uso de las redes sociales (y previamente del correo electrónico), centrales en el océano de la web, donde la gente se comunica a través de la escritura como nunca antes lo había hecho.

En una sociedad cada vez más desintegrada las personas buscan escribir su vida como manera de escribirse, de integrarse de algún modo a un presente desconcertante y caótico. Para ello el movimiento natural es comenzar yendo hacia atrás, hacia la narración de la infancia y la adolescencia.

Obviamente el Uruguay no escapa a estos comportamientos: la proliferación de talleres literarios, la multiplicación de ediciones de autor o el aumento sistemático de participantes en los concursos hablan de una sed de narrarse que tiene muchos puntos en contacto con el resurgir de la escritura autobiográfica y sobre todo de su prima más cercana y mucho más exitosa, la autoficción. Si a esto se le suma que muchos de estos nuevos escritores superan la "edad mediana" y publican muchas veces luego de jubilarse, resulta claro que estamos frente a un fenómeno más generalizado de lo que parece, y que responde a un mismo impulso vital.

Duccio Demetrio, el autor de "Escribirse. La autobiografía como curación de uno mismo", es italiano, pedagogo y especialista en la tercera edad: la necesidad de escribirse se expande por todos los países. Pero ¿qué es lo que la gente busca -y encuentra- en este manejo, explosivo en términos de cantidad, de la pluma?

 

No uno, sino muchos

Todo el mundo ha experimentado en algún momento de su vida el impulso autobiográfico. Con mayor o menor fuerza aparece en esos recuerdos, en ocasiones nimios, que nos asaltan de improviso y sin causa aparente -recuerdos de cosas que a veces creíamos olvidadas para siempre. Pero por sobre todo se manifiesta en la necesidad que se siente de contarlos, de narrárselos a la primera persona que se tiene cerca. Tras meditarlos un poco, pueden llegar a dar una nueva perspectiva de parte de nuestro pasado. Pero incluso cuando no aportan nada nuevo, el simple acto de evocarlos y contarlos proporciona una gran satisfacción.

Este hecho universal es el punto de partida utilizado por el italiano Duccio Demetrio, (profesor de Educación de Adultos en el Departamento de Pedagogía de la Universidad de Milán, especialista en formación permanente, los cambios de la edad madura y los procesos de aprendizaje y autor de media docena de libros de pedagogía) para desarrollar la idea de que escribir textos autobiográficos puede ser una terapia eficaz y barata.

El primer efecto de un ejercicio autobiográfico hecho en serio es el descubrimiento, sorpresivo al principio y aliviador después, de que son muchas las voces que habitan nuestro interior. "Cada uno de nosotros" escribe Rodó en sus Motivos de Proteo "es sucesivamente, no uno, sino  muchos". Y este dato, cuántos yos hemos sido a lo largo del tiempo ha sido confirmado y descrito hasta el hartazgo por muchísimos artistas, sobre todo escritores.

"Como cuerpo, cada hombre es uno; como alma, jamás" afirmaba Herman Hesse, mientras que el español Ramón Gómez de la Serna redoblaba la apuesta y decía aquello de que "hay que cambiar de alma tantas veces como el cuerpo cambia de cuerpo".

Es prudente detenerse en este tópico y recordar que según se enseñaba en el liceo (desconozco si es o no una leyenda urbana) cada siete años cambiamos totalmente de células. Pero los ejemplos son innumerables: casi no hay escritor que no hable de las variaciones que experimenta su ego a lo largo del tiempo.

Esta multiformidad del yo fue tempranamente definida por uno de los más grandes y más lúcidos autobiógrafos de Occidente: Michel de Montaigne. En sus Ensayos afirma que "todas las contradicciones se dan en mí alguna vez y de alguna forma; (soy) vergonzoso, insolente; casto, lujurioso; charlatán, taciturno; duro, delicado; (...) Nada puedo decir de mí de forma total, entera y sólida... (porque) existe tanta diferencia entre uno y uno mismo como entre uno y los demás".

Desde experiencias disímiles en tiempo y lugar, todos estos artistas cuestionaron el mito de la unidad del yo, ese imperativo de coherencia que la organización social y el estado de la civilización imponen al individuo.

Para Duccio Demetrio, la depresión grave es precisamente el síntoma de una rendición de la persona ante esa unidad forzosa, que no tolera la dinamicidad de sus múltiples yos. Y es que muchas enfermedades (coronarias, asma, alergias, cáncer y un amplio etcétera) tienen su origen en los llamados "males de la civilización": el aumento de las responsabilidades familiares y profesionales, la vida en las grandes urbes, el desarrollo de las comunicaciones -que vuelve a la gente ubicua- hace imposible para cada vez mayor número de personas la coherencia, la continuidad de los vínculos y la fidelidad a un único proyecto.

Esta y no otra sería la explicación de este "boom autobiográfico": cuanto mayor es la necesidad de distribuirnos (de pertenecer y trabajar con muchos), mayor es la de reencontrarnos.

Al repensar lo vivido y plasmarlo en la escritura, la persona experimenta algo que cualquier escritor conoce: crea otro yo. Lo ve actuar, equivocarse, amar. Y descubre, como autor de sí mismo, que no está del todo seguro de haber vivido todo lo sucedido; la información que posee no es firme, completa o confiable. Entonces siente la necesidad de llenar los huecos y surge, de forma natural y en el lugar menos pensado, la ficción.

Existe, afirma Demetrio, una parcial explicación científica para esta sorpresa: la pérdida progresiva de neuronas impone la tendencia al olvido y obliga a una actividad compensatoria de ese vacío gradual.

Pero ello no explica de manera satisfactoria la ancestral necesidad humana de ficcionar.

 

El pasado absuelve

Como se ha dicho, el pasado cura (ver recuadro); sobre todo cuando la persona tiene la satisfacción de ver sus múltiples yos integrados en un relato coherente. En el sentido sintáctico, claro, y no en el de la coherencia de la vida cotidiana.

Según el autor, la tarea de ordenar y tejer este archipiélago de yos requiere de un espacio y un tiempo de introspección, y lo que es mejor, de la creación de un yo "tejedor", textual; un narrador que una las diferentes identidades sin asumir el rol de juez punitivo que suele vestir nuestro yo cotidiano.

Para ello, es imprescindible una "tregua autobiográfica", un momento de absoluta sinceridad en el que no se busque la absolución ni se reprochen transgresiones o denegamientos de ideales adultos.

El escritor de sus vivencias revela su propia incompletud y también aprende a amar sus éxitos, sean relativos o escasos, porque la madurez se manifiesta como una conversación última entre la conciencia de los propios límites y la fantasía de su superación.

En su Libro del desasosiego, Fernando Pessoa asegura que "mi alma es una orquesta oculta", y agrega: "yo, verdaderamente yo, soy el centro que no existe en esto sino mediante una geometría del abismo; soy la nada en torno a la cual gira este movimiento, sin que ese centro exista sino por lo que todo el círculo contiene". La autobiografía es, por eso, un viaje formativo y no un ajuste de cuentas.

La vejez empieza cuando ese sentimiento de ser muchos comienza a desaparecer. "Debo ser viejo", recuerdo que decía el personaje de Ramón y Cajal en una serie sobre su vida de Televisión Española, "ya no tengo contradicciones".

Mantenerlas todo el tiempo que sea posible es una de las metas de la autobiografía.

 

Escritores anónimos

Demetrio afirma que son necesarios tres momentos antes de la escritura: la introspección (básicamente la retrospección, el tiempo de mirar hacia el pasado); la interpretación de ese texto lejano y que todavía no tiene traducción al lenguaje actual; y la creación de sucesos y personajes que hagan verosímil y coherente el relato.

Estos tres momentos (introspección, interpretación y creación) son propios de toda producción literaria y son los mismos que experimenta el escritor "de carrera". La diferencia radica en que el autobiógrafo -o escritor amateur- no necesita ni le preocupa vender su propia obra: su interés se centra fundamentalmente en sí mismo. Y aquí una aclaración importante: así como la persona que saca fotos a su familia no se considera "fotógrafo profesional" ni "artista de la fotografía" -y sin embargo utiliza la técnica y el instrumental para esos fines- el escritor amateur tampoco pretende aspirar a la trascendencia pública ni ser sometido al escrutinio del escritor "de carrera"; más que nada busca una expresión personal, sin ambición literaria, para satisfacer una necesidad propia.

Autores que tienen por tema la crónica costumbrista, la recreación de una época, un barrio o un pueblo del Interior, su infancia y la historia de sus progenitores o las evocaciones humorísticas cuentan con mayor presencia en talleres, concursos literarios y hasta editoriales (frecuentemente costeando la edición del libro).

No deja de ser irónico que esta pretendida "avalancha" se dé en Uruguay, un país donde la publicación de memorias o autobiografías de alto vuelo ha sido exigua, y en todo caso reciente.

El escritor amateur descrito por Demetrio suma su texto al universo familiar como se integran las fotos a los álbumes familiares. Aunque no renuncia a dedicarse a una "carrera literaria" -ése es un paso que no todos tienen porqué dar- tiene claro que en esta etapa el fin es recrear su vida personal.

A través de un sinnúmero de elementos (fotos, papeles, sitios, colores, libros, olores, etc.) inicia el viaje de evocar, repensar y rememorar las acciones y decisiones pasadas para acceder a un presente distinto, renovado ("tengo la necesidad de fundarme en una historia que pueda sentir mía" confiesa Pessoa).

Sin dudas lo que se persigue al cabo de esta búsqueda es la escritura de un texto porque, en palabras del pedagogo italiano, "el texto se opone al tiempo: es el antitiempo". Constituye la distancia desde donde se puede, si no ver, al menos intuir el bosque. O sea, captar los borrosos confines de la personalidad y aceptarlos para apoyarse en ellos: alcanzar ese momento descrito por Pessoa en el que "la vacuidad de sentirse vivo alcanza la consistencia de una cosa positiva".

El descubrimiento de la multiplicidad se complementa así con la búsqueda de una unidad superior, la persona que somos y que no acabamos de conocer del todo.

 

Los fundadores

Para Duccio Demetrio son tres las cumbres del género autobiográfico: Michel de Montaigne (1533-1592), San Agustín (354-430) y Jean Jacques Rousseau (1712-1778). Al contar sus vidas, los tres establecieron a posteriori nexos que explican el sentido (o el sinsentido) de sus existencias.

En sus Confesiones, San Agustín descubre detrás de sus acciones y decisiones un programa, un Autor; Rousseau halla una cadena de relaciones sociales y económicas mientras que Montaigne, en cambio, exhibe, tanto en su estilo literario como en sus reflexiones, la falta de un sentido final para su vida (lo que, por otra parte, lo exime de la necesidad, tan pronunciada en San Agustín y Rousseau, de justificarse).

Esa diferencia marca también la intención de las tres escrituras y de los destinatarios que ellas prefiguran: mientras el obispo de Cartago escribe para arrepentirse y orienta su relato a una entidad superior, Rousseau se justifica y excusa ante la sociedad civil. Por el contrario, Montaigne escribe por el solo gusto de relatarse y se dirige a sí mismo.

Todos estos relatos, tan diferentes entre ellos, se construyen sobre dos deseos contradictorios: el deseo de establecer una trama y la necesidad de conversar.

Así, tanto la autobiografía que sigue una trama ajustada como aquella que se escribe sin historia (o donde la trama es un fondo o eco sobre el que vagabundea el pensamiento) buscan por vías opuestas dibujar el archipiélago de yos conservados y perdidos y que se desprenden de la aceptación de todo lo que le ha sucedido al biografiado.

Se puede definir la autobiografía del escritor amateur como un método para hablar de uno mismo, aunque solo sea con uno mismo. Al contar su vida, da cuenta no solo del pasado, sino que explica el presente, cómo y porqué ha llegado hasta aquí. Y a partir de este hallazgo puede entusiasmarse con el futuro.

Por ello, Demetrio afirma que "la vía autobiográfica no es una versión agustiniana, oriental o new age de una mística del ser, sino que es la propuesta de la cultura occidental más auténtica y próxima a nosotros".

Al menos no deja de ser un particular enfoque de cómo el arte puede cambiar, o en todo caso mejorar, la vida.

 

PABLO SILVA OLAZÁBAL

Escritor, comunicador, director y conductor del

programa radial "La máquina de pensar"

Libro: "Escribirse. La autobiografía como curación de uno mismo" (Ed. Paidós) Duccio Demetrio.

Archivo
2021-08-27T00:17:00