Esto es cultura… animal

Roberto Cyjon

Contenido de la edición 17.04.2023

 

Caminando por la rambla tomé estas dos fotografías y pretendo reflexionarlas en "voz alta".

Comenzamos por una faceta compleja como la filosófica, con una aclaración: la encaro con absoluta humildad, incluso temor, por incursionar en un terreno tan peligroso cuyos senderos son, por definición, inciertos.

Entiendo por filosofía la "angustia del conocimiento". Disfrutar del camino interminable por la búsqueda de respuestas siempre resignificadas, es decir, "el placer del proceso de ir en búsqueda de un saber inalcanzable", citando a Pascal.

Lo anterior refleja mi cautela en sucumbir al impulso de juzgar sin reflexionar, en este caso, dos fotografías. Giovanni Sartori, un afamado cientista político italiano, consideraba al homo sapiens como el homo Gutenberg, en oposición al homo videns en que nos hemos transformado a partir del invento de la televisión. Solemos caer, entiende Sartori y comparto, en la tentación de juzgar con velocidad imágenes fugaces o mensajes huecos sin contenido, usualmente reiterados hasta el hartazgo. Sin entrar en las redes sociales, para no inviabilizar la presente nota.

Dicho esto, juguemos "por elevación", sin miedo, para descender luego, de a pasos, a lo cotidiano y terrenal. Albert Camus, premio Nobel de Literatura en 1957, entiende en su libro "El mito de Sísifo", escrito en 1942, que la pregunta que antecede a toda otra en la filosofía, es el suicidio: "Juzgar que la vida vale la pena ser vivida equivale a responder a la cuestión principal de la filosofía, [el] resto es reconocer que la vida nos supera o no la entendemos."

Pero, atención, sinteticemos lo que dice la contratapa del libro: "La respuesta de Camus no apunta al pesimismo, sino a una verdadera ética vitalista. Si el encuentro humano con el mundo es absurdo, cabe elegir la rebelión, la libertad y la pasión." Volveremos sobre estos conceptos más adelante.

Bajamos ahora unos escalones a una dimensión menos dramática, pero no menos profunda y nos detenemos en ciertas reflexiones de Sigmund Freud en su texto "El malestar en la cultura", escrito en 1929.

Igual que con Camus, apenas abrevaremos de esta fuente. Al final de este escrito, le tocará a usted, estimado lector o lectora, sacar tus propias conclusiones; no pretendo facilitarle respuestas, que además no las tengo -si es que las hay-.

Escribe Freud: "la vida, como nos es impuesta, resulta gravosa: nos trae hartos dolores, desengaños, tareas insolubles. Para soportarla, no podemos prescindir de calmantes". Y desarrolla que los hay de varios tipos, entre otros: "poderosas distracciones, que nos hagan valuar un poco nuestra miseria, satisfacciones sustitutivas, que la reduzcan..." Considera que ante estas dudas existenciales "el dolor y la angustia pueden abatir sus furias sobre nosotros con fuerzas hiperpotentes, despiadadas, destructoras." Tampoco descarta que ante el sufrimiento se den pulsiones gratificantes: "satisfacciones como la alegría del artista en el caso de crear, de corporizar los productos de su fantasía, o como procura al investigador la solución de problemas y el conocimiento de la verdad". Continúa, y con esto dejaremos a Freud: "Lo que interesa es cuánta satisfacción real pueda esperar del mundo exterior y la medida en que sea movido a independizarse de él."

Nos acercamos a lo cotidiano y nos enfrentamos al rol de la cultura en la resolución de estos dilemas. ¿Cultura con "C" o con "c"? No es sencillo. Con "C" nos referimos a la gran cultura, la de Bach, Beethoven, Goethe, Kafka, Picasso, Yasunari Kawabata, J. M. Coetzee, Naguib Mahfuz, Amos Oz, para salir de Europa, Carlos Fuentes, García Márquez, Roberto Arlt, Onetti para no olvidar a América Latina. Obviamente que puede agregar nombres a la lista, los que le plazca...y verá cómo entramos en conflicto con la cultura con "c".

Teóricamente, esta podría definirse como la cultura étnica del ser humano en su más amplia dimensión. Pero, quizás, defienda con legitimidad y de acuerdo a su edad y entender, que dicho elenco lo integran también los Wawanco, Karibe con K o Lali Espósito. Esta nueva lista parecería ser provocativa- y lo es, por supuesto- pero tendríamos cierta afinidad si agregara a The Beatles o a Joan Baez...  He intentado explicitar este penúltimo peldaño para bajar, respetuosa y serenamente, a tierra.

Creo en dos cosas. La primera es la valorización de la "contracultura". Tanto Camus como Freud compartirían que es una manera de superar la vida, enfrentándola con rebeldía y satisfacción artística, o al menos: personal, a los efectos de no abrir otro brazo de la Hidra helénica con el tema "arte". Los grafiteros son mucho más que dos, por lo tanto, siento que debo tratar de entender no solo sus jeroglíficos -que quizás sean un "lenguaje" porque parecen repetirse los mismos en todo el mundo- sino también sus intenciones. La segunda certeza en que creo, es que el esfuerzo "C"ultural de la Intendencia en decorar la rambla con el transcurrir de las eras geológicas y la evolución de la vida en el planeta, es maravilloso y debiera respetarse con Mayúscula y preservarlo sin manchar ni destruir.

Seré honesto y frontal sobre el final: me disgustaron mucho esos grafitis sobre un trabajo tan original y bonito. Otros, probablemente, han destruido sus acrílicos con código QR expuestos para apreciarlos aún más, y otros más primitivos aún -o los mismos-, han arrancado hasta los hierros del piso. Por más que intento, me cuesta apreciar en ello un valor contracultural.

Pero no crea, por favor, que soy un pesimista. Le regalaré otro par de fotos sobre la rambla para que aprecie cuán satisfactoria puede ser la actitud de alguien, también desconocido, de aprovechar ese extraordinario entorno de una manera tierna y simpática con una simple manzana.  

Seamos felices sin falta, intentémoslo, al menos.

 

ROBERTO CYJON

Ingeniero, magister en Historia Política, doctorando en Historia por la FHCE.

Expresidente del Comité Central Israelita del Uruguay

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2023-04-17T13:38:00