Fernández de Lizardi: censura y cárcel entre El Periquillo Sarniento y el Pensador Mexicano

Alejandro Carreño T                                     

Si la libertad de pensamiento hoy, domingo 15 de agosto de 2021, se encuentra censurada, encarcelada o exiliada, cuando no asesinados sus pensadores, en varios de nuestros países latinoamericanos, qué decir de esta libertad de pensamiento en los albores del siglo XIX en nuestras colonias 

Contenido de la edición 27.08.2021

 

Si la libertad de pensamiento hoy, domingo 15 de agosto de 2021, se encuentra censurada, encarcelada o exiliada, cuando no asesinados sus pensadores, en varios de nuestros países latinoamericanos, qué decir de esta libertad de pensamiento en los albores del siglo XIX en nuestras colonias, sometidas al arbitrio y yugo de la Corona. Una Corona que ya lo había perdido todo y se aferraba con dientes y muelas a las riquezas de la América nueva y a la sangre de sus hombres. La España Invertebrada, como la llamó José Ortega y Gasset, vivía los últimos momentos de su imperio decadente en nuestro continente.

La criolla sociedad mexicana, como los criollos a lo largo y ancho del mapa, se movían entre aguas pantanosas con sus críticas al régimen monárquico. En este contexto histórico, político y social, los intelectuales tuvieron la palabra y sus escritos crearon conciencia libertaria, denunciando los atropellos e injusticias de los virreyes, las autoridades encargadas de las colonias. Uno de estos intelectuales fue José Joaquín Fernández de Lizardi, quien, en su calidad de escritor y periodista sufrió los rigores de la censura y la cárcel. Así se refiere María Rosa Palazón en "Presentación para jóvenes / Introducción para adultos" de Vida y hechos de El Periquillo Sarniento, escrita por él para sus hijos, auspiciada por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, 2012: "su mayoría, fueron tiranos, lo que aplicó especialmente al virrey Francisco Javier Venegas, en cuyo gobierno Lizardi se pasó siete meses en la cárcel por el número ix del periódico El Pensador Mexicano, y por este numerito, la recién estrenada libertad de imprenta se suspendió".

¿Qué decía el número 9 de El Pensador Mexicano, publicado el 3 de diciembre de 1812, que tanto malestar provocó a la Corona? Pedía que un edicto de junio de 1812, que autorizaba el juicio de los curas insurgentes por tribunales militares y no según el fuero eclesiástico como era normal cuando un sacerdote incurría en un delito, fuese revocado. "Revoque vuestra excelencia ese bando que ha sido la piedra del escándalo en nuestros días y lloverá sobre vuestra excelencia las bendiciones de Dios, el pueblo le colmará de elogios y su nombre será grande en el futuro" (Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, Apunte Biobibliográfico de Joaquín Fernández de Lizardi: el autor y su obra). Pero al rey no le hizo ninguna gracia la petición de Lizardi: "El 4 de diciembre suspendió la libertad de prensa y convocó al responsable de la imprenta Jáuregui, quien declaró que Lizardi era el autor del artículo. El 5 de diciembre el virrey hizo lanzar una orden de arresto contra Lizardi, pero este permaneció escondido hasta el 7 de diciembre" (Apunte Biobibliográfico). Si para un criollo común y corriente no era fácil vivir bajo la tiranía española, menos lo era para un intelectual que abominaba dicha tiranía y la censuraba. Por lo mismo nuevamente fue a dar la cárcel en 1821, como lo recuerda Palazón: "En 1821, argumentó en su folleto Chamorro y Dominiquín. Diálogo jocoserio sobre la independencia de la América que, cuando llegaran los liberales al poder, gracias a la Constitución de la Monarquía Española, la Metrópoli nos daría motu proprio la independencia por convenirle: estaba perdiendo sus colonias, incapaz de controlar un territorio tan vasto y con ideales de liberación".

Del mismo modo como nosotros hoy, columnistas y periodistas, escritores y poetas, defendemos la libertad de prensa y la libertad de pensamiento porque entendemos que toda sociedad democrática deja de serlo cuando el pensamiento se coarta, se tortura o se mata, Fernández de Lizardi desde sus comienzos periodísticos y literarios abogó por estos principios libertarios. En los primeros números de El Pensador Mexicano, Lizardi defendía la libertad de prensa y la Constitución porque, a su juicio, muchos problemas podrían resolverse, principalmente si los ciudadanos conocían sus derechos. En el número 7, por ejemplo, atribuía la rebelión a la injusticia cometida con los criollos al negarle los trabajos que podrían haber ocupado: "en México ha habido 27 arzobispos europeos y solo dos americanos; 56 virreyes de los primeros y solo tres de los segundos" (Apunte Biobibliográfico). Sin duda que ya en estos primeros números de El Pensador Mexicano que, además sería su seudónimo, Fernández de Lizardi manifestaba con claridad su pensamiento político. El periódico, fuente inagotable del pensamiento político del escritor y periodista, fue el más importante de los que circularon en México luego del edicto de Cádiz que autorizaba la libertad de prensa. Como dice Luis Sáinz de Medrano en su artículo Introducción al "Periquillo Sarniento" de José Joaquín Fernández de Lizardi (Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes): "Ya no se trataba de hacer un periodismo culto y abierto a las ideas generales de la Ilustración, misión cumplida hasta entonces por el mencionado Diario; la tensión de los tiempos urgía a muchos, y de modo muy particular a Fernández de Lizardi, a concretar en las publicaciones periódicas inquietudes socio-políticas bien definidas". Pero la vuelta del absolutismo a España con Fernando VII complicó el oficio periodístico en las colonias, y Fernández de Lizardi debió incursionar en otros géneros escriturales para continuar con su crítica. Aun así, fundó nuevos periódicos como Las sombras de Heráclito y Demócrito (apareció solo un número), La alacena de frioleras y Cajoncitos de la alacena.

Nace, entonces, El Periquillo Sarniento o Vida y hechos de Periquillo Sarniento escrita por él para sus hijos, "publicada en el contexto de mayor despotismo del imperio español para con sus colonias americanas, la novela picaresca revela los discursos en dos esferas de poder, la política y la social. La primera, ejercida por los despóticos gobernantes para con el pueblo en general, y la segunda, practicada entre todas las clases sociales" (Emma Rodríguez, Ilustración y dominación: El Periquillo Sarniento bajo el Siglo de las Luces, Revista de Humanidades, N. 21, Tecnológico de Monterrey). Digamos, sin profundizar en la afirmación de Rodríguez, porque no es el sentido de esta columna, que no se trata de una novela picaresca, aunque tenga características de ella. Importa rescatar el contexto en que se publica la novela y el sentido de pensamiento libertario que Fernández de Lizardi desarrolla en su obra para plantear sus ácidos comentarios políticos y sociales que tanto molestaban a la Corona como a la propia sociedad. En el Capítulo IV del Libro IV, leemos: "Lo que me admira y escandaliza es ver estos comercios tolerados y estos malos tratamientos consentidos en aquellas naciones donde dicen reina la religión de la paz, y en aquellas en que se recomienda el amor del semejante como el propio del individuo. [...] ¿Cómo cumpliré bien los preceptos de aquella religión que me obliga a amar al prójimo como a mí mismo [...], comprando por un vil interés a un pobre negro, haciéndolo esclavo de servicio, [...] y tratándolo a veces quizá poco menos que bestia? [...]". Juicio que la censura no dejaría pasar. Es 1816. Entre febrero y julio de este año se publicaron los tres primeros tomos de El Periquillo Sarniento. El 3 de octubre de 1816 el autor solicitó el permiso definitivo para publicar el cuarto tomo.

El 19 de octubre el censor Felipe Martínez dio la siguiente sentencia: "Excmo. Sr. He visto y reconocido el cuarto tomo del PERIQUILLO SARNIENTO: Todo lo rayado al margen en el capítulo primero en que habla sobre los negros, me parece sobre muy repetido, inoportuno, perjudicial en las circunstancias e impolítico por dirigirse contra un comercio permitido por el rey: igualmente las palabras rayadas al margen y subrayadas en el capítulo tercero deberán suprimirse: por lo demás no hallo cosa que se oponga a las regalías de S. M. para que se imprima -México, 19 de octubre de 1816- Martínez" (Apunte Biobibliográfico). La sentencia definitiva vino el 29 de noviembre: "No siendo necesaria la impresión de este papel; archívese el original y hágase saber al autor, que no ha lugar la impresión que solicita" (Apunte Biobibliográfico). De este modo se hace evidente la oposición del escritor a la esclavitud aceptada por el régimen monárquico. Oposición que atentaba contra la propia autoridad del rey. Por lo mismo, la novela nunca se publicó completa en vida del autor, no obstante la buena acogida de los lectores. En 1816, la obra, a manera de novela por entregas, se publica en la imprenta de Alejandro Valdés. Ese año se editan tres tomos (ya sabemos qué pasó con el cuarto). Recién entre 1830 y 1831, en edición póstuma, El Lazarillo Sarniento se publica completo en la Imprenta Galvân (recomiendo la lectura del texto de Gerardo Bobadilla, Sátira y Nación en la novela mexicana del siglo XIX. El caso de El Periquillo Sarniento de José Fernández de Lizardi en América en Cahiers du CRICCAL, n°37, 2008).

No solo es la primera novela latinoamericana, sino que además abre el camino de la crítica social y política en América Latina, en una época en que el naciente continente vivía los sinsabores de una sociedad corrupta y un régimen opresor del que Fernández de Lizardi fue víctima preferencial. La sociedad en sus diversos estratos aparece retratada en todos sus vicios que suelen tener su origen en una educación deformadora (todo el Capítulo II del Libro I está dedicado a describir la actitud de sus profesores y el tipo de enseñanza que impartían). Tal vez por eso, como señala María de Lourdes Ortiz, de la Universidad Autónoma de Zacatecas, en su artículo La obra literaria de Fernández de Lizardi ante sus críticos contemporáneos: entre amigos y enemigos,  "la crítica que se expresa en torno a la novela de Fernández de Lizardi es alentadora, pues señala que se trata de una obra de mérito por su orientación sentenciosa, moralizante, pedagógica, enfocada a la comprensión de cualquier tipo de lector; siempre con la tendencia de rechazar los vicios, y reformar las costumbres del pueblo y que sus miembros fueran útiles, lo cual evidencia que hizo una lectura de comprensión del texto a cabalidad porque efectivamente fue el fin del autor, esto es, mostrar los vicios para inclinar a los lectores hacia las virtudes". Es una novela didáctica, reflexiva, regeneradora, que recorre la vida de Periquillo Sarniento, desde su nacimiento hasta su muerte (narración ab ovo), cuyo propósito esencial es dejar un testimonio documental para sus hijos.

Así lo establece en las primeras palabras de su prólogo: "Cuando escribo mi vida, es solo con la sana intención que mis hijos se instruyan en las materias sobre que les hablo". Al mismo tiempo, Periquillo justifica la escritura del prólogo porque "los prólogos son tapabocas de los necios y maliciosos", "unos remedios anticipados de los libros". Y declara la intención del libro: "esta obrita no es para los sabios, porque estos no necesitan de mis pobres lecciones; pero sí puede ser útil para algunos muchachos que carezcan, tal vez, de mejores obras en qué aprender". La intención moralizante de Periquillo Sarniento prologuista se torna una declaración de principios. En el Capítulo I del Libro I esta declaración de principios se hace irrenunciable: "[...] queridos hijos míos, he pensado dejaros los nada raros sucesos de mi vida, para que os sepáis guardar y precaver de muchos de los peligros que amenazan y aún lastiman al hombre en el discurso de sus días. Deseo que en esta lectura aprendáis a desechar muchos errores que notaréis admitidos por mí y por otros, y que, prevenidos de mis lecciones, no os expongáis a sufrir los malos tratamientos que yo he sufrido por mi culpa; satisfechos de que es mejor aprovechar el desengaño en las cabezas ajenas que en la propia".

María Rosa Palazón nos dice que "Fernández de Lizardi no escribió para doctores borlados [...]. En esta obra asistimos al paso de la oralidad a la escritura, porque la mayoría de la población de México era analfabeta. ¿Escribir para un pueblo analfabeto?". La propia autora se responde: "¡Sí que estaba loco! No, solo un poco chiflado". Loco o chiflado, lo cierto es que Fernández de Lizardi también escribió su propio prólogo, dialogado y humorístico: "Señores míos: Una de las cosas que me presentaba dificultad para dar a luz la Vida de Periquillo Sarniento era elegir persona a quien dedicársela, porque yo he visto infinidad de obras, de poco y mucho mérito, adornadas con sus dedicatorias al principio". El escogido debe ser alguien que pague la edición de la obra, pero el amigo con el que dialoga, al enterarse del altísimo costo de la publicación, le sugiere que se la dedique al lector. Y así lo hizo: ¡Oh serenísimos lectores! Lo que yo hago al dedicaros esta pequeña obrita que os ofrezco como tributo debido a vuestros reales... méritos. Dignáos, pues, acogerla favorablemente, comprando, cada uno, seis o siete capítulos cada día y suscribiéndoos por cinco o seis ejemplares por lo menos, aunque después os déis a Barrabás por haber empleado vuestro dinero en una cosa tan friona y fastidiosa". Firma el prólogo El Pensador, que no es otro, como dijimos, que el mismo autor, usando el nombre de su periódico El Pensador Mexicano fundado por él el 9 de octubre de 1812, y en el que denunciaba las injusticias del virreinato. ¿Loco o chiflado? Ni lo uno ni lo otro. Fernández de Lizardi, censurado como periodista, se vale de la literatura para relatar los vicios sociales y criticar los abusos monárquicos.

Entre el periodismo y la literatura se escribió la obra de José Joaquín Fernández de Lizardi. Los une el menosprecio de corte y alabanza de aldea, parodiando el viejo tópico renacentista. Más aún que los nobles son retratados en uno de los pasajes más ilustradores de la novela: "Dime qué oficio sabes, para que mi hermano te recomiende en un taller donde ganes tu vida -interroga a Periquillo-. Señor -replica este-, soy noble en mi tierra y por eso no tengo oficio alguno mecánico, porque es bajeza de los caballeros trabajar corporalmente" (Libro 2). O este otro pasaje donde se critica la educación impuesta por la familia fundada en la ociosidad de la nobleza, inadecuada para la época por su inutilidad: "¿Qué destino había de hallar que fuera compatible con mi inutilidad y vanidad que fundaba en mi nobleza y en mi retumbante título hueco de bachiller en artes, que para mí montaba tanto como el de conde o marqués?" (Libro 1).

Escritor o periodista, lo cierto es que el autor de la primera novela hispanoamericana marcó lo que sería el pensamiento latinoamericano frente a la censura del poder absoluto, la injusticia e inequidad que mana de todo régimen totalitario en el que no todos los animales son iguales ante la ley, pues existen animales más iguales que otros. Al mismo tiempo, sus escritos desnudaron la falencia de una educación centrada en el exitismo, la vanidad y la fantochería que emanaba de la nobleza y que la clase criolla más acomodada sentía como suya.

¿Acaso no se vive esta realidad totalitaria en varios de nuestros países latinoamericanos hoy, domingo 15 de agosto de 2021, en los que la libertad de pensamiento se encuentra encarcelada, torturada o asesinada? ¿O el exitismo, la competitividad, la vanidad y la fantochería no pueblan nuestras sociedades de modo vergonzosamente patético?

Que el espíritu de El Pensador Mexicano se apodere de nosotros, columnistas y escritores, y cumplamos con nuestro deber de informar, aun a riesgo de nuestra propia integridad.

Las sociedades crecen en libertad, pues el pensamiento no se encarcela, no se tortura ni se asesina.

 

ALEJANDRO CARREÑO T.

Profesor de Castellano, magíster en Comunicación y Semiótica,

doctor en Comunicación. Columnista y ensayista" (Chile) 

 

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2021-08-27T00:17:00