Historias olímpicas – Capítulo VII: Múnich 1972, horror en los juegos de la alegría

Matías Mateus

Los Juegos de la Alegría fue el lema que los organizadores de Múnich 1972 eligieron para celebrar los Juegos de la XX olimpiada moderna. 

Contenido de la edición 30.09.2021

 

El país organizador, pretendía reivindicarse del horror y la barbarie tras el paso de la Segunda Guerra Mundial; asimismo, se quería limpiar la imagen que dejó la maquinaria propagandística con la que el Führer y compañía pretendían dejar en claro la presunta supremacía aria en Berlín 1936.   

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La alegría y felicidad que la República Federal de Alemania pretendía manifestar en la fiesta más grande del deporte, tenía sus sombras: a una veintena de kilómetros del Estadio Olímpico había funcionado el campo de concentración de Dachau durante el Holocausto.

Alemania, dividida en dos desde 1949, reuniría en la arena deportiva a los atletas de sus respectivas delegaciones. Las tensiones entre occidente y el bloque socialista continuaban su curso. A la Guerra de Vietnam aún le faltaba recorrer un largo trecho antes de llegar a su fin. Otro capítulo de esta permanente disputa entre la Unión Soviética y Estados Unidos, estaba llevándose a cabo en Reikiavik, capital de Islandia, durante la final del Campeonato Mundial de Ajedrez entre Boris Spassky y Bobby Fischer, que terminaría de fracturar la dominación rusa en la disciplina el 1 de setiembre. Aún permanecían muy frescas las heridas de Tlatelolco, masacre perpetrada diez días antes de iniciarse los juegos de México 1968. Las consecuencias del saludo realizado por Tommie Smith y John Carlos durante la coronación de los 200 metros llanos, y la marginación de Peter Norman del equipo australiano, seguía siendo motivo de debate.

En este marco, el 25 de agosto de 1972 se inauguraron Los Juegos de la Alegría de Múnich. Las 70.000 personas que abarrotaron el Estadio Olímpico vitorearon el desfile de las delegaciones, en la que se encontraba la novel delegación israelí compuesta por 14 atletas más el grupo de entrenadores, jueces y dirigentes. Durante los primeros 10 días de competencias, el clima festivo en los escenarios deportivos, en la villa olímpica y en las zonas céntricas de la ciudad bávara, daban cuenta de esa alegría, en la que los deportistas y aficionados de todas las naciones que allí se congregaron, convivían de manera armónica y fraternizaban tal como rezan los tan mentados principios del espíritu olímpico. Espíritu que, si alguna vez tuvo sentido, se ha ido diluyendo de tanto que los hemos mencionados en las entregas anteriores y en las que están esperando ser escritas en este ciclo de Historias Olímpicas.

La fiesta, sin embargo, fue interrumpida en las 4.30 de la madrugada del 5 de setiembre, cuando cinco miembros del grupo terrorista Setiembre Negro, facción armada de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), saltaron la verja que delimitaba el perímetro de una Villa Olímpica desprovista de seguridad (cuestión en la que nos detendremos posteriormente), para reunirse con otras tres unidades que los esperaban en los alrededores del apartamento 1 de la calle Connolly, ocupado por los entrenadores y jueces de la delegación israelí, donde entrarían después de forzar la puerta.

Moshe Weinberg, entrenador de halterofilia, se despertó al oírlos entrar y, en un intento vano por dar la voz de alarma, fue herido de bala. Capturado por los terroristas y mientras se desangraba, fue obligado a que los condujera hasta donde dormía el resto de la delegación. Weinberg se salteó el apartamento 2, ocupado por esgrimistas y tiradores, llegó hasta la puerta del tercer apartamento. Los sobrevivientes del ataque, pensaron que su compañero encontraría auxilio, al conducir a los terroristas al apartamento de los luchadores y levantadores de pesas; sin embargo, no había forma de hacerle frente a los fusiles. 

Otros siete atletas fueron tomados de rehenes y conducidos al primer apartamento. Al luchador Gab Sabary, en cambio, lo hicieron bajar a punta de fusil hasta el subsuelo. Allí, apartó de un golpe el caño de la Kalashnikov y escapó corriendo en zigzag, mientras las columnas del garaje absorbían los disparos.

Más de una hora después de irrumpir en la Villa Olímpica, el comando del Setiembre Negro se había atrincherado en el primer piso del apartamento 1 con nueve rehenes judíos. Moshe Weinberg había muerto. El halterofílico Joseph Romano, que se resistió a ser capturado, se desangraba ante los ojos de sus compañeros, después de recibir una ráfaga en el abdomen.   

Este era el cuadro de situación cuando finalmente llegó al lugar la policía alemana. El líder del grupo exigió la liberación de 200 presos palestinos presos en cárceles de Israel y Alemania, más un avión que los trasladara a El Cairo.

La ineficiencia de las fuerzas alemanas, tanto para negociar como para liberar a los rehenes, fue reprobada por el gobierno israelí, que se negaba a aceptar las peticiones de los secuestradores. A su vez, el gobierno alemán no aceptó la colaboración de Israel, que ofreció trasladar una unidad antiterrorista especializada.

 

Issa, líder del movimiento "Setiembre Negro" en el balcón

del apartamento 1 de la calle Connolly. Fuente: El gráfico

Partes de estas negociaciones entre Issa, el líder del movimiento, y la policía alemana, fueron observadas por el tirador Zelig Shtorch, desde las ventanas del apartamento 2. Shtorch cargó su rifle, consciente que podía dispararle al líder de los terroristas que estaba a pocos metros de su mira; pero entendió oportuno volver a descargar el arma y guardarla, porque creyó que se podía arribar a un acuerdo pacífico.  

Durante varias horas la policía alemana desplegó una serie de ridículas intentonas, que posteriormente servirían de ejemplo de lo que no se debe hacer, en sucesivos centros de entrenamiento. Por otra parte, mientras la calle Connolly se llenaba de periodistas, muy cerca de allí, los Juegos de la Alegría seguían su curso como si nada estuviese pasando. Recién a las 16 horas se suspendieron oficialmente las actividades deportivas. 

A cada ultimátum una nueva prórroga, marchas y contramarchas. En una ocasión, uno de los terroristas palestinos se asoma al balcón con la cabeza cubierta por un pasamontaña y descubre a dos policías disfrazados de atletas con sus armas largas, en el vano intento por asaltar el apartamento en donde estaban atrincherados.

 

Policías alemanes disfrazados de atletas. Fuente: "La Vanguardia"

Próximo a las 21 se pone en marcha una operación militar con la que pretendían dar por finalizado el horror. Un autobús trasladó a los 9 rehenes y los 8 secuestradores hasta los dos helicópteros que se aproximaron a la villa olímpica, y desde allí volaron a la base militar de Fürstenfeldbruck, lugar donde los esperaba un avión para huir de suelo bávaro y arribar a la capital egipcia.

En el aeródromo los errores tácticos no fueron la excepción. Las fuerzas alemanas para detener a los palestinos se reducían al número de cinco francotiradores con rifles carentes de visión nocturna y pocas decenas de unidades de apoyo. Issa y uno de sus compañeros al inspeccionar el avión que esperaba en la pista, se dieron cuenta que estaba vacío. Cuando regresaban a reunirse con el resto del grupo, un disparo impactó en uno de los palestinos que se habían quedado junto a los helicópteros. De inmediato fue alcanzado por las balas uno de los secuestradores que inspeccionó el avión vacío. La respuesta desde el otro bando no se hizo esperar.

Pasó más de una hora desde el primer intercambio de disparos hasta que el infernal sonido de las ráfagas de ametralladores volvió a repiquetear. Ya había pasado la medianoche; a las 00:04 del 6 de setiembre de 1972 uno de los terroristas palestinos hizo estallar una granada en uno de los helicópteros.    

Cuando finalmente las autoridades alemanas llegaron al lugar, encontraron los cuerpos de cuatro de los rehenes en el helicóptero que hicieron explotar. En la otra aeronave habían ejecutado a los otros cinco atletas. El atentado de Múnich se cobró la vida de 11 atletas israelíes, un policía alemán y cinco de los terroristas.

Los otros tres fueron capturados y encarcelados. Pero pocos días después, el 29 de octubre fue secuestrado el vuelo 615 del avión Lufthansa que cubría la ruta Damasco-Beirut-Ankara-Múnich-Frankfurt. El primer tramo del viaje el avión solo fue ocupado por los siete tripulantes; en Beirut tomaron el vuelo nueve pasajeros árabes de diferentes nacionalidades, dos estadounidenses, un alemán, un francés y un periodista español. A las 6.05 el avión despegó y a los pocos minutos dos pasajeros árabes tomaron el control de la nave y amenazaron con activar los explosivos que habían sido escondidos en la cabina de la primera clase del Boeing 727-100 si no liberaban a los tres miembros del Setiembre Negro presos en Alemania.

El gobierno alemán cedió rápidamente ante las amenazas de los secuestradores. Los hechos del 5-6 de setiembre estaban muy frescos como para permitirse una nueva tragedia. Alcanzaba con la humillación de otra derrota. Los tres miembros del Setiembre Negro que habían irrumpido en la Villa Olímpica fueron liberados y trasladados en otro avión Lufthansa hasta Zagreb. Allí aterrizó el avión que había partido desde suelo libanés; sin embargo, los rehenes no fueron puestos en libertad en Yugoslavia. Los terroristas exigieron que abastecieran la aeronave y pasadas las 18 horas volaron con destino a Trípoli, capital de Libia. Recién a las 21 horas del 29 de octubre, los rehenes fueron liberados.

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Los tristes acontecimientos que pusieron fin a los Juegos de la Alegría, con la que la República Federal de Alemania pretendía reivindicarse y mostrarle al mundo una imagen completamente diferente a la que había dejado el nazismo décadas atrás, fue una tragedia evitable.

El espíritu pacífico, de fraternidad y armonía que se quiso poner de manifiesto, hizo que la organización desatendiera las recomendaciones del psicólogo policial Georg Sieber, quien había estudiado el proceder de grupos armados como el Ejército Republicano Irlandés, la OLP o las Baader-Meinhof, presentó al comité organizador 26 escenarios catastróficos posibles. Lamentablemente los hechos del 5 y 6 de setiembre le dieron la razón: de hecho, la eventual situación número 21 detallaba el ingreso a la Villa Olímpica de un comando armado palestino.

Atender las recomendaciones de Sieber implicaba que los alrededores de la villa y los escenarios en donde se celebrarían los juegos estuviesen repletos de efectivos policiales armados, vallas de seguridad y otra serie de medidas que la organización, con el fin de sepultar el recuerdo de Berlín 36, no estuvo dispuesta a asumir.

La irrupción del comando terrorista Setiembre Negro rompió con el clima festivo que se vivió durante los primeros diez días de los Juegos de la Alegría. La toma de rehenes en la Villa Olímpica en donde fueron asesinados Moshe Weinberg y Joseph Romano, la inoperancia de las fuerzas alemanas que perdieron una unidad en su infructuoso intento de rescate y en donde además murieron Ze'ev Friedman, David Berger, Yakov Springer, Eliezer Halfin, Yossef Gutfreund, Kehat Shorr, Mark Slavin, André Spitzer y Amitzur Shapira, pocos días después tuvo otro capítulo terrible, cuando fue secuestrado el avión de Lufthansa.

Lamentablemente, la fiesta que celebraría los Juegos de la Alegría se convirtió en una tragedia, que daría paso a la operación Ira de Dios, ejecutada por el Mossad, de la que hablaremos en la próxima entrega.

Presidente del COI Avery Brundage, en el acto homenaje a las víctimas anunciando que el show debe continuar. Fuente: Stripes.com

El tan mentado y recurrente espíritu olímpico, que ya es un clásico en nuestros capítulos, en esta ocasión fue quebrantado a fuerza de balas y sangre. En la tarde del 6 de setiembre se realizó una ceremonia en homenaje a las víctimas israelíes, en donde el presidente del Comité Olímpico Internacional, Avery Brundage, personaje nefasto que ha brillado en cada una de estas entregas por su repulsiva forma de proceder, pronunció un discurso en el que parecía burlarse de lo sucedido: "Los juegos deben continuar y nosotros debemos continuar esforzándonos por mantenerlos limpios, puros y justos".   

 

MATÍAS MATEUS

Escritor

 

Imagen de portada: las 11 víctimas integrantes de la delegación israelí/Ynetespano.com


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2021-09-30T00:11:00