La covid-19, una guerra diferente - Dilemas entre desigualdad, miedo y libertad

Roberto Cyjon

Este artículo ha sido escrito en forma fragmentada, así como fueron concebidos mis pensamientos. 

Contenido de la edición 18.02.2021

 

Introducción

Este artículo ha sido escrito en forma fragmentada, así como fueron concebidos mis pensamientos. Estos han sido inicialmente difusos y confusos entre dos temas sin conexión temporal entre sí, los cuales se unieron en mi mente a raíz de una frase reiterada por varios, pero que enfatizó la canciller Angela Merkel debido a la crisis de la covid-19. Desarrollaré la propuesta en capítulos señalados por unas líneas punteadas. Corresponderá a cada quien vincular lo expuesto y reflexionar al respecto. Mi objetivo es contribuir, de ser posible, al intento de una mínima comprensión de los momentos dramáticos que vivimos. Encararlos como capacidad cognitiva, como estrategia de reconocimientos críticos con fines constructivos. Nada más ni nada menos.

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Comienzo a escribir esta nota el día 9 de diciembre de 2020, por lo cual los datos estadísticos que aporto se ajustan a ese día, y se trata de números aproximados. Angela Merkel fue la primera entre los líderes mundiales en vaticinar un eventual porcentaje de contagios del 70% de la población debido a la pandemia de covid-19, y que "nada peor había acontecido desde la Segunda Guerra Mundial" (SGM). O sea, a poco más de ochenta años de comenzada, la SGM es para esta mujer poderosa y de extraordinaria lucidez, el mojón de comparación de esta actual guerra global contra un enemigo universal no humano: un virus. En el mismo día de hoy, Merkel, refiriéndose a su país dijo: "un precio de 590 muertos diarios no es aceptable." Agregamos, de nuestra parte, que en el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de setiembre de 2001, murieron 2.996 personas, incluyendo a los 19 terroristas y 24 desaparecidos. La pandemia del 2020 ha matado en EE.UU., según fuentes oficiales, un promedio mensual de 31.770 personas desde marzo, totalizando 286.000. Si comparamos, forzadamente, ambos datos, el país del norte, hasta la fecha, ha sufrido el equivalente a 100 (cien) atentados como aquel lamentable suceso del 2001. Continuando con las matemáticas, estos números indicarían un promedio -virtual, pues las gráficas son exponenciales y alternadas-, de más de mil fallecimientos diarios en EE.UU. en el período de nueve meses, con una población casi cuatro veces superior a la alemana. Merkel tiene sobrados motivos para angustiarse, pese a que, en el transcurso de los mismos nueve meses, su número de fallecidos por esta causa es de 21.000, poco más del 7%, "solamente", de las muertes estadounidenses. Para terminar este juego macabro y frío de cifras, recalco que nos estamos refiriendo a las dos mayores potencias de Occidente.

¿Por qué este preámbulo en la nota? Tiene varios fines. El primero que pretendo lograr es abrumarlos con la insostenible información diaria y permanente de estadísticas, de las cuales estamos acostumbrados, para peor: pendientes, pero que, en realidad, no podemos absorber. En segundo término, atender esa danza de números invisibiliza otros verdaderos dramas humanos, que son múltiples y se esfuman como un viento o niebla, entre las estadísticas. El tercer propósito es exhibir la duda acerca del momento en que nos encontramos, ¿al principio, el medio, acaso el fin de la pandemia, léase: guerra? Finalmente, justificar que sí vale la comparación metafórica con la Segunda Guerra Mundial, en el sentido de intentar abordar algunos de los grandes dilemas que esta nos legó, y cuáles, entre tantos, podrían considerarse vigentes. Si así fuese, cabría preguntarnos: ¿qué logramos aprender acerca de lo que pudo haber sentido Europa y el resto de la humanidad posterior a la guerra?, ¿cuáles fueron los cambios más significativos que acaecieron?, ¿qué corrientes de pensamiento afloraron y cuáles perduraron?, ¿es acaso posible establecer algún tipo de paralelismo entre aquellas circunstancias y las actuales? Reflexionaremos en forma conjunta acerca de esta batería de dilemas emergentes, con la finalidad de enriquecer nuestros pensamientos y despertar inquietudes, o al menos, variadas posturas críticas. Para lograrlo, hemos de tender lazos de similitudes entre aquel pasado y nuestro presente, cargado de vida propia y dificultades diferentes en un siglo XXI, que tanto parece haberse despegado tecnológicamente del anterior a velocidad inmensurable, como continuar pegado a él por una melaza de resurgidos nacionalismos y disyuntivas permanentes en la esencia de la condición humana a través de los tiempos.

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Retomo la escritura el 16 de enero del 2021.[1] La Segunda Guerra Mundial nos ha dejado inmensas turbulencias económicas, decenas de millones de fallecidos entre soldados y civiles, más graves consecuencias psicológicas. ¿Qué sentimientos dejó en las diezmadas poblaciones intervinientes y supervivientes del conflicto? "La palabra que estaba en boca de todo el mundo era 'libertad' (...) Franklin D. Roosevelt hablaba de cuatro libertades: de expresión, de culto, de vivir sin penurias y de vivir sin miedo (...) Churchill refería a la libertad de todos los pueblos de elegir su gobierno, los comunistas hablaban de liberarse de la explotación, los economistas referían a la libertad de comercio y de mercados." Desde las Naciones Unidas recientemente conformada, los representantes latinoamericanos aspiraban a "que la injusticia y la pobreza desaparecieran del mundo y que todos los países grandes y pequeños cooperarían como iguales." (Lowe, 2017, p. 25).[2] Estas emociones se contraponían, o pretendían atemperar el miedo y pánico que se había padecido durante aquellos seis terribles años de conflicto mundial. Las percepciones de lo sufrido traspasaban lo conocido por experiencias previas y se les atribuía términos bíblicos apocalípticos. "Shoá", traducido a Holocausto, por el asesinato de seis millones de judíos por los nazis y sus socios antisemitas. "Una columna bíblica de fuego", fue como se describió la bomba atómica estadounidense sobre Hiroshima. "El Juicio final", era la descripción de la ciudad alemana Dresde posterior al bombardeo aliado. "La ciudad de los muertos" era como se consideraba a Stalingrado luego de dos años de sitio nazi y luchas cuerpo a cuerpo entre calles y edificios derrumbados. "Parecía que el mundo se había desintegrado", opinaban los habitantes de Varsovia, y "creíamos que había llegado el fin del mundo", declaraban los espantados supervivientes a los bombardeos sobre Manila. Ninguno de estos términos ha de entenderse como metáfora, eran sensaciones reales. Goebbels proclamaba a viva voz su promesa de "devastación y muerte total." En los campos de exterminio, el Holocausto consistió, textualmente, en arrojar cuerpos humanos asesinados a hornos para transformarlos en cenizas humeantes. Y así como no existía para el pueblo judío un término previo a Shoá, tampoco existía una palabra para los japoneses de Hiroshima y Nagasaki. El periodista John Hersey, quien era el corresponsal del The New Yorker y Time, y se encontraba apostado en Shangai, decidió ir a Japón a meses de lanzada la bomba. Desde el epicentro del bombardeo y durante tres semanas, en mayo de 1946, relevó e informó buena parte, o todo lo que pudo. "Al referirse a quienes pasaron por la experiencia de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, los japoneses tendían a evitar el término 'supervivientes' (...) podía sugerir una ofensa a los sagrados muertos (...) usaron un nombre más neutral, 'hibakusha': literalmente, 'persona afectada por una explosión'." (Hersey, 2015, p. 124).[3]

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Supongamos que estos datos de la Segunda Guerra Mundial fuesen, en cierta manera, conocidos. Cabría preguntarnos ¿qué escondieron los vencedores, o no es aún tan conocido? Me referiré a un caso que señala brutalmente la brecha entre países ricos y pobres de ese período, pese a que, en Bretton Woods, en el año 1944, se pretendió regular la economía posguerra y evitar recaídas en crisis y depresiones, que afectasen aún más a la moral ya alicaída de la población mundial. Bengala era una región clave de la industria y comercio de India. Durante la guerra se transformó en uno de los principales centros de producción bélica de la India, colonia británica, y también de un alimento básico. Una vez atacada por Japón en 1942, los ingleses requisaron la mayor cantidad de arroz posible, incluso hundieron barcos cargados de arroz para que no lo aprovechasen los japoneses. En poco tiempo su precio se multiplicó una y otra vez y los bengalíes comenzaron a padecer hambre. El gobierno bengalí -provincial y autónomo-, no reguló los precios y solo impuso racionamientos a partir de 1944. Esa desidia resultó en una trágica hambruna. El gobierno central indio no reaccionó, incluso impuso que continuasen las exportaciones a otras colonias británicas. El pueblo bengalí moría de hambre mientras los ingleses rechazaban una oferta humanitaria de Canadá para abastecer 100.000 toneladas de arroz a Bengala. No hubo bombardeos, "estrangularon" a los bengalíes mediante una asfixia económica dentro de aquellos macabros parámetros bélicos. Diferentes historiadores aún se debaten en la duda si en esos años fallecieron un millón y medio o tres millones de bengalíes. El problema de la guerra no fue la producción, sino la distribución. Este fenómeno fue generalizado en toda Europa y Asia, pero se inclinó, lamentablemente, en forma desproporcionada hacia los países más pobres.[4] En estas coordenadas entraron todos los continentes. Sobre las libertades, escribía Raymond Aron ya en 1966, decepcionado por la experiencia soviética, que tanto los modelos marxistas como los democráticos y liberales, merecen la misma crítica en lo referente a la "desigualdad". Treinta y seis años después, Joseph Stiglitz se encargaba de describir en profundidad dicho fenómeno.[5] Aron sostenía que ambos regímenes de gobierno, en tal sentido, podrían representar "una caricatura de la auténtica libertad". (Aron, 1990, pp. 90-91).[6] Ampliar estos temas desborda la capacidad de este artículo, pero son vías que nos conducen a nuestro objeto de análisis central: la covid-19 en la actualidad. Apuntamos a la desigualdad en sentido amplio (socio-económico-educativo-sanitario), porque lo consideramos el lamentable cimiento, el "ring" sobre el cual han de dirimir su futuro el actual sufrimiento y daño provocado por la pandemia, y la resiliencia venidera.

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Abrimos una serie final de preguntas. ¿Por qué vinculó Merkel la actual pandemia y sus realidades en múltiples facetas a la Segunda Guerra Mundial? A sabiendas de los desastres económico-sociales que derivaron de la SGM, ¿será esta la preocupación mayor de Merkel -y no solo de ella-? ¿Será la danza de millones de contagiados y fallecidos -más los que vendrán- lo que ronda en sus pensamientos? ¿Será, acaso, su desvelo social auténtico, como alemana posguerra 'corresponsable con su pasado'[7] -proyectado a esta crisis- lo que más la angustie? ¿Cómo interpretar los miedos que sentimos hoy? ¿Cómo congenian estos con nuestra libertad? ¿Cuánto ha servido la tecnología fenomenal de que disponemos para mitigar la misma fenomenal desigualdad que padecemos -en diferentes y variados órdenes-? Focalizamos como ejemplos los indescriptibles miedos que padecieron los judíos europeos, los japoneses, ciudadanos de Dresde, Stalingrado, Varsovia, bengalíes -solo para referenciar a lo expuesto anteriormente- y las incertidumbres que tuvieron acerca de cuándo terminarían de sufrir, para preguntarnos: ¿en qué etapa de la pandemia estamos, si consideramos tan solo los datos recabados de dos países centrales de nuestro tiempo como EE.UU. y Alemania en el transcurso del último mes y una semana? Sería inconsciente pretender tener respuestas deterministas, pero parecería ser que de manera intuitiva nos remontamos a la Segunda Guerra Mundial cuando buscamos un modelo extremo de los males actuales. El nuevo presidente Joe Biden en su discurso inaugural comparó el costo de la pandemia con el de la SGM. Se basó en el conteo que realiza la Universidad Johns Hopkins, el cual registraba en la tarde un total de 405.400 fallecidos en Estados Unidos por la enfermedad causada por el nuevo coronavirus. "Superó en menos de un año el total de muertes de combatientes y no combatientes estadounidenses durante la Segunda Guerra Mundial: 405.399 entre 1941 -cuando Estados Unidos ingresó al conflicto-, y 1945." [8]

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Lo cierto es que difícilmente alguien se atreva a decir categóricamente ni en qué etapa estamos, ni cuándo acabará, ni cuántas víctimas "reales" ya ha causado y causará la pandemia mundial comenzada en 2020. Ello, con lógica, asusta. Además, bien podrían catalogarse de muy dudosos los datos oficiales que reportan la mayoría de países. ¿Sabremos una vez atenuada, cuántas personas murieron en los países más pobres, los que hoy no están ni en el radar? Podríamos aseverar que los daños económicos al día de hoy y sus futuras consecuencias, a un año calendario de su surgimiento, son invaluables. Abrevemos de datos reales medidos por organismos internacionales referentes. Por ejemplo: "De acuerdo con el Banco Mundial, la crisis global desatada por la pandemia supondrá un incremento neto de las personas que viven con menos de 1,9 dólares al día por primera vez en más de 20 años". Nuestra postura, no obstante, no es distópica, pero tampoco ilusoria. Lo relevado por el Banco Mundial acerca del deterioro de la desigualdad en las poblaciones más vulnerables tiene una contracara respecto a décadas anteriores: "(...) la pobreza extrema aumentó en 65 millones de personas entre 1997 y 1998. A partir de ahí, más de mil millones de personas en el mundo lograron escapar de las privaciones materiales más extremas. En otras palabras, en ausencia de esta crisis, la dinámica mundial hubiese permitido sacar a 31 millones de individuos más de la pobreza extrema durante el año anterior." [9] El daño está transcurriendo, el futuro no es previsible.

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La ciencia y tecnología posterior a la SGM han modificado a las sociedades y al planeta en forma indescriptible para bien y para mal. No obstante, respecto al virus, sus fortalezas y virtudes han desnudado flaquezas. Lo más optimista que se podría percibir, como aspiración de deseo, es que últimamente parecen "correr más parejos". Él mata y muta a la par que la ciencia lo combate y trata de neutralizar. Por ahora gana el virus. La pandemia nos ha generado -al "triple" de personas de las que habitaban el mundo posterior a la gran guerra mundial-, diversos conflictos entre "ser humano" y "ciudadano". Ha exacerbado las tensiones entre miedo y libertad colectiva en el cumplimiento de las normas cívicas, ante el desempeño de nuestras libertades individuales. Somos trasgresores involuntarios, al intentar declinar una cuota de nuestra necesidad y ansiedad de sociabilización en función del bien común en permanente consideración. Este miedo nos desestabiliza, pero durante la guerra, la desesperación debió azuzar aún más al miedo y seguramente hubo de paralizarlo en clave de impotencia. Los que entonces aterrorizaban, eran enemigos munidos de armas letales. El virus, por su parte, es apenas una proteína sin vida propia y, además, microscópico. Ello invalidaría cualquier comparación o eventuales similitudes; sin embargo, la desigualdad económica entre gente y países es, o podría decirse "sigue siendo", gigantesca. Las armas de defensa hoy día son sociológicas y científico-económicas -infraestructuras sanitarias, respiradores, vacunas, otros-, pero ligadas, indefectiblemente, a la desigualdad. Sentimos que las miserias morales y conductuales de la condición humana no han variado tan notablemente como es dable creer en este nuevo mundo globalizado e "internéticamente horizontalizado".

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En definitiva, discernir los hechos que nos rodean a ritmo de vértigo apabullante es una tarea sumamente compleja, si no acaso, imposible. Encaramos estas reflexiones como un ejercicio intelectual, más que una evaluación de categorías estructurales de nuestro tiempo, cuanto menos como discernimiento de códigos éticos o morales individuales. Estamos juntos, pero solos, cada quien con su realidad económica, conciencia personal y social hacia nuestros congéneres. Estas múltiples facetas del omnipresente virus enemigo interrelacionadas e intrincadas entre sí -que contagia y mata a una escala superlativa-, afectan y desorientan globalmente tanto a líderes como a liderados. Cuales fuesen las comparaciones o similitudes con el pasado, en estos tiempos estamos en plena guerra contra él. Como subraya explícitamente el artículo de prensa aludido, citando al Banco Mundial: "la única certeza en esta crisis es que realmente no tiene precedentes en la historia moderna".

 


[1] Como dato estadístico, comparando cifras desde el 9 de diciembre pasado, en EE.UU. desde marzo a la fecha se contabilizan 393.000 muertes, o sea, un promedio mensual de 39.300 casos equivalentes a 133 "Torres" en 10 meses, y en Alemania, las muertes suman 46.000, cuyo promedio diario ha escalado a 1090 casos, 85% más de lo que Merkel consideraba inaceptable hace un mes y una semana. 

[2] Ver: Lowe, K. (2017). El miedo y la libertad: cómo nos cambió la Segunda Guerra Mundial. Barcelona: Galaxia Gutenberg.

[3] Ver: Hersey, J. (2015). Hiroshima. Barcelona: Debate.

 

[4] India participó del encuentro en Bretton Woods como colonia británica. En 1970, la provincia de Bengala se independizó como Bangladesh y continúa siendo uno de los países más pobres del mundo.

[5] Ver: Stiglitz, Joseph, E. (2002). El malestar en la globalización. Buenos Aires: Taurus.

[6] Ver: Aron, R. (1990). Ensayo sobre las libertades. Madrid: Alianza Editorial.

[7] Jürgen Habermas señala que 'la culpa' de los antepasados no es transferible a las nuevas generaciones. Él postula la "corresponsabilidad con el pasado" como recuerdo solidario con lo irreparable y requisito moral de la sociedad alemana posguerra. Ver: Mann,T., Nolte, E., & Habermas, J. (2011). Hermano Hitler. El debate de historiadores. México D.F: Herder.

[8] uy.press. 22 de enero de 2021. Las muertes por COVID-19 en EEUU superaron a los estadounidenses caídos en la Segunda Guerra Mundial.

[8] LA DIARIA. 18 de enero de 2021. Desigualdad y pobreza. El impacto de la pandemia en la pobreza.

 

 

ROBERTO CYJON

Ingeniero, magíster en Historia Política,

expresidente del Comité Central Israelita del Uruguay

 

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2021-02-18T00:01:00