Llenaré las páginas que me falten
Lilián Hirigoyen
En esta edición el turno es de María Mercedes Carranza: poeta, periodista, crítica literaria y activista cultural colombiana.
Contenido de la edición 27.08.2021
María Mercedes Carranza, periodista, poeta, crítica literaria y activista cultural colombiana, nació en Bogotá el 24 de mayo de 1945 y falleció el 11 de julio de 2003 en la misma ciudad. Integró la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, la que daría a Colombia la constitución de ese año, formando parte de la bancada de la Alianza Democrática M19. Este movimiento de izquierda - AD M19-, fue una de las fuerzas políticas más importantes de dicha Asamblea y surgió debido a la desmovilización del M-19 (Movimiento 19 de Abril), sucedida en 1990 a partir de un proceso de paz exitoso, que culminaría con la integración del movimiento a la vida política del país.
Sus padres fueron Rosa Coronado y el poeta Eduardo Carranza, uno de los pilares del movimiento piedracielista -que se enfrentaba al parnasianismo europeo de Guillermo Valencia, poeta colombiano pionero del Modernismo en ese país-. Eduardo Carranza llegó a ser agregado cultural de la embajada de Colombia en España, por lo que se trasladó con su esposa e hijos a Madrid.
La familia vivió entre esa ciudad y París por alrededor de siete años, debido a la actividad protocolar y literaria paterna.
En 1958 regresan a Colombia. El cambio cultural, según las propias declaraciones de María Mercedes, resultaría en una gran nostalgia y en un período difícil para ella.
En la capital cursó sus estudios secundarios, para luego dedicarse a Filosofía y Letras, primero en Madrid y luego en la Universidad de los Andes de Bogotá. Terminó graduándose con una tesis sobre la obra de su padre, que integraría en parte a la introducción del libro editado en 1985, "Carranza por Carranza", sobre la obra de Eduardo Carranza.
En 1965, a sus veinte años, es nombrada directora de "Vanguardia", página literaria del diario El Siglo, donde difunde nuevos escritores. Cuando cumple sus veinticinco, decide vivir con el escritor Fernando Garavito, subdirector del Instituto Colombiano de Cultura, con quien se casa solo civilmente, desafiando las normas católicas predominantes en el círculo de su familia. Luego de nacida su hija, Melibea, abandona a su esposo en forma definitiva. Poco después fue nombrada jefa de redacción de la revista Nueva Frontera, cargo que desempeñó durante trece años y con el que tuvo una activa participación en la opinión política nacional.
En 1986 contribuyó a fundar, junto con Belisario Bentancur, la Casa de Poesía Silva, entidad que funcionaba en la casa que habitó en sus últimos años de vida el poeta colombiano José Asunción Silva y que la poeta dirigió desde ese momento hasta su muerte.
María Mercedes Carranza falleció a los 58 años, el 11 de julio del 2003, tras vaciar un frasco de antidepresivos, según se dice a causa de la incertidumbre y la angustia provocadas por el secuestro de su hermano Ramiro a manos de las FARC. Posteriormente sería asesinado.
Su poesía, llena de desamparo, en que la herida de amor nunca deja de acompañarla y donde además con lucidez implacable derrumba la inviolabilidad de cualquier mito, la han llevado a integrar lo que dio en llamarse en algún momento la "Generación del desencanto" o la "Generación Golpe de dados" -nombre que proviene de la revista literaria surgida en Colombia en los años 70.
Su obra, sólidamente marcada por el contexto social, político y cultural en que vivió, deja traslucir a través de versos directos y sencillos, a veces vagamente, a veces de forma demoledora, el escepticismo en la que queda inmersa. Bastaría para eso con leer la última estrofa de su poema "La patria":
Todo es ruina en esta casa,
están en ruina el abrazo y la música,
el destino, cada mañana, la risa son ruina,
las lágrimas, el silencio, los sueños.
Las ventanas muestran paisajes destruidos,
carne y ceniza se confunden en las caras,
en las bocas las palabras se revuelven con miedo.
En esta casa todos estamos enterrados vivos.
Sin embargo, para dar un poco de luz a su vida, ella misma declararía en una entrevista escrita realizada en el año 2000, hablando de su tía abuela materna, la poeta Elisa Mujica, con quien compartió los años de su primera estadía en España: "La fábula de mi infancia está tejida con sus leyendas y cuentos; con ella descubrí el poder de la palabra".
POEMARIOS
Vainas y otros poemas (1972)
Tengo miedo (1983)
Maneras de desamor (1993)
Hola, soledad (1987)
El canto de las moscas (1997)
La Patria y otras ruinas (2004)
OTROS LIBROS
Nueva poesía colombiana (1972)
Siete cuentistas jóvenes (1972)
Estravagario (1976)
Antología de la poesía infantil colombiana (1982)
Carranza por Carranza (sobre su padre Eduardo Carranza) (1985).
QUIERO BAILAR CON ULISES
"Heureux qui comme Ulysse
a fait un beau voyage".
Joachim du Bellay
Quiero invitar a bailar a Ulises,
quiero beber con él y que me cuente
de qué color eran los ojos del joven Aquiles.
Quiero que me cante el canto de las sirenas
y me diga de sus noches de insomnio
sobre las aguas del Mediterráneo.
Quiero saber de su complicidad con Circe
en la isla de Ea y de sus extrañas
ceremonias y encantamientos.
Quiero que Ulises me haga el amor
y en la cama me cuente
cómo eran los vestidos de Helena
y si Paris fue como lo pinta Rubens.
Quiero saber qué vio en el país de los Lotófagos,
de qué color eran las montañas de Eólide.
Quiero que me cuente por qué regresó a Itaca.
SUELE SUCEDER
Luego de algunos años
de no verlo,
de nuevo nos encontramos.
No el deseo, como antes,
sino la nostalgia
de aquellos días de deseo
nos llevó a la cama.
La alegría de entonces
fue ternura y el goce
y la voluptuosidad
sólo complacencia.
Ambos, podría jurarlo,
tuvimos la certeza
de habernos sobrevivido.
GUIÓN PARA UNA ESCENA DE ANTONIONI
Frente al espejo,
diálogo caprichoso,
recorro las arrugas de mis ojos.
Mi piel, el gesto de la boca,
son los días que he vivido,
ahora de repente abreviados
en la imagen que veo en el espejo.
Como viniendo de muy lejos,
toco con la yema de los dedos
todos los años
que en mis párpados son,
parpadeo,
el asombro primero,
luego el qué le vamos a hacer
se reflejan en el espejo.
Pienso, antes de ponerme polvos,
que aún no he comenzado
y ya estoy por terminar.
La vida no me espera ahora,
como hace algunos años
en la esquina,
ni yo corro a buscarla
donde pueda estar.
Por tanto,
me sonrío, otra vez en el espejo,
y conmigo sola
me pongo a dialogar contigo.
SOBRAN PALABRAS
Por traidoras decidí hoy,
martes 24 de junio,
asesinar algunas palabras.
Amistad queda condenada
a la hoguera, por hereje;
la horca conviene
a Amor por ilegible;
no estaría mal el garrote vil,
por apóstata, para Solidaridad;
la guillotina como el rayo,
debe fulminar a Fraternidad;
Libertad morirá
lentamente y con dolor:
la tortura es su destino;
Igualdad merece la horca
por ser prostituta
del peor burdel;
Esperanza ha muerto ya;
Fe padecerá la cámara de gas;
el suplicio de Tántalo, por inhumana,
se lo dejo a la palabra Dios.
Fusilaré sin piedad a Civilización
por su barbarie;
cicuta beberá Felicidad.
Queda la palabra Yo. Para esa,
por triste, por su atroz soledad,
decreto la peor de las penas:
vivirá conmigo hasta
el final.
CUANDO ESCRIBO SENTADA EN EL SOFÁ
A la memoria de mi padre, quien
me enseñó las primeras palabras
y también las últimas.
(Arte poética)
Igual que la imagen de mi cara en el espejo
me recuerda cómo me ve la luz,
en mis palabras busco oír el sonido
de las aguas estancadas, turbias
de raíces y fango, que llevo dentro.
No eso, sino quizás un recuerdo:
¿volver a estar en uno de aquellos días
en los que todo brillaba, las frutas en el frutero,
las tardes de domingo y todavía el sol?
El golpe en la escalera de los pasos
que llegaban hasta mi cama en la pieza oscura
como disco rayado quiero oír en mis palabras.
O tal vez no sea eso tampoco:
solo el ruido de nuestros dos cuerpos
girando a tientas para sobrevivir apenas
el instante.
Yo escribo sentada en el sofá
de una casa que ya no existe, veo
por la ventana un paisaje destruido también;
converso con voces
que tienen ahora su boca bajo tierra
y lo hago en compañía
de alguien que se fue para siempre.
Escribo en la oscuridad,
entre cosas sin forma, como el humo que no
vuelve,
como el deseo que comienza apenas,
como un objeto que cae: visiones de vacío.
Palabras que no tienen destino
y que es muy probable que nadie lea
igual que una carta devuelta. Así escribo.
LILIÁN HIRIGOYEN
Escritora, jurado en el área Letras del Premio Morosoli,
expresidenta de la Casa de los Escritores del Uruguay
Imagen de portada: Archivo/El Tiempo