Los animales, ¿saben lo que los otros animales saben?

Gabriel Francescoli

Contenido de la edición 28.11.2022

Desde hace mucho tiempo, las discusiones a nivel de los que estudiamos la comunicación en los animales, humanos incluidos, se han centrado en las diferencias que hacen a estos distintos del resto en cuanto a sus posibilidades comunicativas.

Muchas de estas diferencias fueron resaltadas en el pasado, aún se discuten, y se toman como indicios de diferencias fundamentales, y no de grado, entre el hombre y el resto de los animales: la capacidad de mentir; la capacidad de los humanos de generar cadenas de signos (letras, palabras, sonidos) cuyo ordenamiento variable es capaz de producir mensajes diferentes de forma (casi)ilimitada; la posibilidad de tener una "teoría de la mente" de los otros individuos, o sea, la capacidad de inferir o empatizar con los otros para suponer lo que los demás saben o no saben en un proceso comunicativo, etc.

Sin embargo, a pesar de que muchos colegas no asumen que estas funciones cognitivas y de "lenguaje" puedan ser encontradas en animales, diversos investigadores han ido aportando informaciones que van en el sentido de que en algunos animales (a veces en muchos) aparecen estas funciones y "habilidades", y pueden ser encontradas y demostradas dependiendo de cómo se planteen experimentos y observaciones detalladas, y de cómo se las interprete.

Hoy haremos referencia a dos trabajos publicados por el biólogo Klaus Zuberbühler y sus colegas, que trabajaron sobre grupos de chimpancés en Uganda.

Es importante resaltar que estos experimentos fueron hechos en el campo, o sea con animales en estado silvestre, y no en laboratorio.

La ventaja es que los resultados son más naturales, y la desventaja de esto es que algunas variables no pueden ser tan controladas como si fuera en el laboratorio.

Estos experimentos fueron diseñados para tratar de saber si los animales, en una situación de peligro, son capaces de discriminar cómo reaccionan en su comunicación hacia otros miembros del grupo según lo que estos otros sepan del posible peligro, o más bien, lo que los sujetos que emiten señales "crean" que los otros saben. Si esto funcionara realmente así, ello implicaría que los sujetos, al menos en ciertas situaciones, podrían tener lo que llamamos una "teoría de la mente" sobre los otros miembros del grupo.

En un primer experimento, publicado en 2012, los investigadores colocaban, en una zona donde un grupo de chimpancés que ellos conocían acudía a alimentarse, un modelo de serpiente que representaba a una serpiente "agazapada" en la zona, y que potencialmente constituía un peligro. Cuando uno de los individuos del grupo detectaba a la serpiente, generalmente emitía lo que se conoce como "llamadas de alarma" para alertar a los demás.

Sin embargo, en el experimento se daba el caso de que otros chimpancés a veces se aproximaban a la serpiente aparentemente sin darse cuenta de su presencia. Lo que los investigadores pudieron comprobar es que el individuo que había detectado a la serpiente inicialmente emitía las señales de alarma con mucha mayor frecuencia si los otros individuos del grupo no habían visto a la serpiente o no habían estado presentes en la zona cuando las primeras llamadas de alarma habían sido emitidas.

Estos resultados muestran que el animal que avisa, y que detectó por primera vez al modelo de la serpiente, parece saber lo que los otros pueden saber sobre la presencia de la serpiente, a través de interpretar si mostraban signos de haber visto antes a la serpiente, o de no haber estado en la zona (y no poder saber, entonces, que la serpiente estaba allí), o de no haber oído las señales de alarma anteriormente (por no estar en el "rango" de escucha de las señales).

Ante ello, el emisor de las señales parece hacer la inferencia de lo que los otros saben o no saben sobre la presencia de la serpiente y actuar en consecuencia, avisando o no, ya que el avisar de manera muy ostentosa podría ponerlo a él en peligro y si estima que el o los otros individuos tienen conocimiento de la situación, opta por no avisar o hacerlo de manera poco ostentosa.

Este monitoreo se realizó sobre 33 animales en diferentes momentos de cercanía espacial con el modelo y, repetimos, se monitoreó directamente con poblaciones naturales y en el campo.

En otro estudio del grupo, realizado en el mismo lugar, y publicado en 2013, los experimentos fueron algo más sofisticados ya que contaban con un modelo de serpiente "móvil" (operado con alambres, lo que indica que la ciencia no siempre necesita de aparatos sofisticados y costosos) y donde se filmaban en video (con varias cámaras) las reacciones de los individuos que "descubrían" a la serpiente moviéndose, en relación con los otros miembros del grupo.

Este estudio pudo comprobar que las señales de alarma eran más frecuentes cuando los individuos que se acercaban a la serpiente eran amigos o de rango social importante; que las vocalizaciones se relacionaban con el monitoreo visual de la audiencia (o sea, de los otros individuos que estaban cerca, y si los había) y con una alternancia en la mirada del individuo que señalizaba entre los otros individuos y la serpiente (para ver las reacciones de ambos y estimar las acciones a tomar, aparentemente); y que las señales vocales eran dirigidas a una meta (advertir a los otros) ya que solo cesaban cuando los receptores de la señal estaban aparentemente a salvo de la serpiente, o sea, que no eran una mera reacción del individuo que vocalizaba a la presencia de la serpiente sino que dependía de lo que pasaba con los otros y cuán "informados" estaban de la situación.

Entonces, y si bien esto es un resumen muy apretado de los resultados de estos dos trabajos, ellos parecen demostrar que al menos los chimpancés en la naturaleza (o sea, sin ningún entrenamiento previo) se "preocupan" por el peligro que puede acechar a los otros miembros del grupo.

Además de eso, los trabajos parecen demostrar que los individuos que señalizan pueden estimar el estado de información que los otros tienen al respecto del peligro del momento y actuar en consecuencia, advirtiendo a quienes no están al tanto del peligro, y haciéndolo hasta el momento en que los demás están "informados" y pueden ponerse a resguardo.

Como corolario de estas investigaciones, se puede argüir que, al menos en estos grupos de chimpancés, los individuos tienen la capacidad de tener una "teoría de la mente" del otro y, por ende, inferir lo que los otros saben sobre una situación a partir de sus propias acciones, de las acciones de los demás y del contexto en el que se da la comunicación. Esto resulta en que, en principio, podemos descartar que el humano sea el único que puede tener "teoría de la mente" de otro individuo y/o inferir contenidos mentales en los demás para modular o manejar su comunicación y comportamiento.

En una próxima nota, hablaremos sobre la sintaxis en las señales y lo que las aves nos dicen sobre la posibilidad de este tipo de acciones en los animales no humanos.

 

GABRIEL FRANCESCOLI

Doctor en Biología, encargado de la Sección Etología de la Facultad de Ciencias

 

Imagen de portada: Pixabay

(Las opiniones vertidas en esta nota son de exclusiva responsabilidad del autor y no comprometen a la institución en la que se desempeña)


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2022-11-28T11:16:00