Los fuegos artificiales y una historia que sigue haciendo ruido

Alejandro Giménez Rodríguez

Contenido de la edición 28.12.2022

 

En la Nochebuena de 1913 en Buenos Aires, el compositor argentino Eduardo Arolas escribió "Fuegos Artificiales", uno de sus tangos más conocidos, cuya versión más célebre es la de 1938, de la orquesta del maestro Roberto Firpo (el mismo que estrenó en 1917 La Cumparsita en Montevideo), que se caracteriza por recrear con las cuerdas aflojadas de los violines el sonido clásico de la pirotecnia. Hoy la polémica acerca del uso y comercialización de los fuegos en el Uruguay invita a transitar en su milenaria historia.

Descubriendo la pólvora

Si bien hay versiones que dicen de su presencia ya entre griegos y romanos antes de la era cristiana, para celebrar la victoria en batallas, los fuegos de artificio tendrían su origen entre los siglos VI y IX en China.

Al mismo tiempo y por esas tierras surgió la pólvora, relacionada con la pirotecnia en cuanto a su uso festivo o conmemorativo, alejado de su tradicional uso bélico, que tendrá su desarrollo propio.

Se atribuye también la invención de los fuegos a un cocinero chino que hacia el siglo X habría mezclado azufre, sal y carbón, buscando una nueva receta gastronómica o una fórmula que permitiera la conservación de los alimentos. De allí a Europa llegarían gracias a los árabes, que a principios del siglo VIII invadieron la Península Ibérica, la que dominaron durante ochocientos años.

En España se instalaron fundamentalmente en Murcia y Valencia, este último puerto del Mediterráneo que hasta hoy posee una festividad muy ligada al fuego y la pirotecnia, que es la de las Fallas, que se celebra en marzo, aunque su génesis se ubique más tarde, en los siglos XVIII y XIX.

Marco Polo, el célebre viajero y mercader veneciano, los trae a Europa en 1295 desde lo que entonces se conocía como Cathay (China), pese a que en sus relatos no alude a ellos.

En el siglo XIX ya había expertos italianos en esta especialidad, que los dotaron de color a través de distintas sustancias, como por ejemplo el estroncio para el rojo, bario para el verde, cobre para el azul y sodio para el amarillo, utilizando clorato de potasio para aumentar el brillo.

La pirotecnia como medio de ostentación del poder

Los gobiernos absolutistas, en su afán de exhibir su poderío y majestuosidad, hicieron suyos los fuegos para sus celebraciones. Así, Luis XV de Francia, que gobernó entre 1715 y 1774, fue un gran aficionado a esta práctica, para lo que contrató a los hermanos italianos Ruggieri, que fueron innovadores en cuanto a desarrollar ruedas giratorias y mecanismos para encenderlos a distancia.

Pero por esos tiempos usar esta forma de celebración podía traer peligros. Así fue que la boda del futuro Luis XVI y María Antonieta en mayo de 1770 culmina en tragedia, cuando una falla del mecanismo provocó la muerte de más de cien asistentes, por inhalación de humo y pisoteados en las corridas debido al pánico.

La desconfianza de los franceses en la pirotecnia se hizo fuerte, pero en julio de 1880 se votó la ley que establecía las celebraciones del 14 de julio como fiesta nacional, reglamentando el uso de los fuegos para esa ocasión.

Inglaterra también tuvo su tradición al respecto. Ya en 1486 la boda de Enrique VII es marcada como la primera con esta forma de festejo. Isabel I, último monarca de la dinastía de los Tudor, que gobernó entre 1558 y 1603, tenía un sirviente solo dedicado a montar espectáculos de pirotecnia.

También en tierras británicas un accidente con fuegos quedó en el recuerdo. En 1748 el Rey Jorge II quiso celebrar la paz de Aquisgrán con Francia con música de George Friedrich Haendel y pirotecnia, pero unas de las torres montadas por los Ruggieri (otra vez ...) cayó sobre el palco real, quemándolo y provocando tres muertos.

La fiesta de la libertad desde lo alto

Desde siempre las celebraciones del 4 de Julio como Día de la Independencia están relacionadas con los fuegos artificiales. John Adams, uno de los redactores de esa declaración ese día de 1776 y luego segundo presidente de Estados Unidos, escribió a su esposa triunfalmente inmediatamente después del evento: "Yo me inclino a creer que (el día de hoy) será celebrado por las generaciones venideras como el gran festival del aniversario ... Debe ser solemnizado con fogatas e iluminaciones de un extremo de este continente a otro, de ahora en adelante y para siempre". Queda claro a qué se refería.

Cuando George Washington juró como primer presidente de ese país en abril de 1789, un relato de época dice que "todas las campanas de la ciudad repicaron de alegría, y la ciudad estaba iluminada (con fuegos artificiales) en la noche".

Uruguay tampoco escapa a esas prácticas para festejar el inicio de su vida como nación independiente. Isidoro de María, nuestro primer memorialista, tenía quince años cuando se juró la Constitución el 18 de Julio de 1830, y recuerda de ese día las "ruedas de fuegos artificiales, envueltos entre el humo, el estruendo y el chisporreo".

El historiador José Pedro Barrán cita una quema de fuegos en la Plaza Matriz en 1869, con la presencia de "la quinta parte de los habitantes de Montevideo urbano". Cabe recordar que la ciudad alcanzaba, según el Censo Nacional de 1860, la cifra de 57.913 habitantes. En el mismo lugar, en julio de 1871, en la inauguración de las aguas corrientes, se habla del lanzamiento de "fuegos artificiales y globos".

En 1877 un diario capitalino de la época da cuenta de dos tipos de luces: "Sol de la Noche", que era una "luz roja, sin humo y perfumada, para quemar en quintas, teatros, jardines y bailes"; y "Antorchas Orientales", que era "una luz hermosa roja, que dura mucho tiempo y puede servir para paseos nocturnos y serenatas".

Las fiestas patrias de fines del siglo XIX, en las que abundaba el asado con cuero, el tiro al blanco, las carreras de sortija y la subida al palo enjabonado, tuvieron su pirotecnia, relatando una crónica de esos tiempos que "se quemaron hermosos castillos artificiales, globos, bombas y más de 200 docenas de cohetes voladores".

La segunda mitad del siglo XX es la de la popularización de los fuegos artificiales en nuestro país, tanto para el tradicional uso en Nochebuena y Año Nuevo, así como para celebraciones deportivas y de firmas comerciales.

A principios de los años ´80 la costa de Playa Malvín se vio conmovida un fin de año con un festival de fuegos instalados en la Isla de las Gaviotas, llevado a cabo por un nombre que hizo a la historia de esta costumbre y del que ya hablamos: La Maison Rougerie.

Entre 1993 y 2008 cada diciembre tuvo lugar en la rambla de Pocitos la recordada "Noche de las Luces", auspiciada por una bebida refrescante y un canal de televisión abierta, la que concitaba la presencia de miles de espectadores. También ha sido- y es -práctica habitual el lanzamiento de fuegos en la cercanía de las fiestas tradicionales en centros balnearios, como Punta del Este, organizado por las intendencias y agentes privados, aprovechando la afluencia de turistas por el inicio de la temporada de verano.

Actualmente seis departamentos votaron en sus legislativos la prohibición, venta y uso de pirotecnia de estruendo; otros siete aprobaron algún tipo de regulación, mientras seis no se han pronunciado al respecto. Un proyecto de regulación tiene media sanción en la Cámara de Diputados desde hace un año, esperándose su tratamiento en la de Senadores. También se ha instaurado un etiquetado de la pirotecnia, en base a sus decibeles.

Organizaciones a favor y en contra polemizan acerca de una tradición y una costumbre que debe ser regulada, como tantas otras, buscando el equilibrio entre la reducción del daño que provocan y la indudable fuente de ingresos que significa para un grupo de la población.

 

ALEJANDRO GIMÉNEZ RODRÍGUEZ

Historiador, docente, comunicador, asesor en la Dirección Nacional de Cultura del MEC.

 

 

Imagen de portada: FuegosJupiter


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2022-12-28T18:32:00