Los rastros del lino

María Laura Blanco

Contenido de la edición 15.07.2025

 

El jueves 20 de marzo se presentó el libro  "Historias descabelladas", un trabajo compuesto por cuarenta relatos, donde "mujeres pertenecientes a diferentes generaciones nos traen recuerdos, nos asombran, nos emocionan", al decir de la compiladora Cristina Lampariello.

En CONTRATAPA venimos presentando semanalmente todos los textos. A continuación, el relato de María Laura Blanco (y la foto que lo acompaña).

 

Los rastros del lino

María Laura (1956)

He tenido que cargar el ataúd de mi madre en el cementerio. Fue un mediodía caluroso y lleno de pájaros que revoloteaban en los pinos. Mientras subíamos la rampa pensaba en la liviandad de su cuerpo, en lo delgada que estaba y en su belleza.

No sentí el dolor desgarrador por dejarla allí, en un nicho hermético. Se sucedían imágenes bellas de mi infancia, nuestro amoroso cuidado. Ella parecía salida de una película italiana, su pelo hasta la cintura, azabache y ondeado, sus labios gruesos, sus ojos grandes, sus ojeras. Taco stiletto, pollera justa con un tajo generoso detrás, una blusa escotada y una gargantilla con zafiros rojos, regalo de mi padre.

Cuidó mis rulos cada día, lavaba mi cabeza con cuidado, hacía agua de lino y luego con papel de estraza y una paciencia extrema, los iba enroscando para que al secarse no se deformaran. Todas las vecinas alababan mis rulos y mamá repetía: son los más lindos del mundo pero no hay que ser vanidosa.

De nuestras idas al carnaval de Santa Ana do Livramento habíamos traído una vincha de rafia blanca que usaba para salir a pasear. Cuando hacía calor ella recogía su pelo y se pintaba con talco un mechón que caía sobre su frente. En esa época tendría menos de veinticinco años y así salíamos. Como matrioskas, con bolsos de rafia iguales, uno bien pequeño para mí y otro grande para ella.

Madre y yo, nuestro cuidado pelo atravesando las calles del Cerro para ir a una despedida de soltera, a un compromiso, a un casamiento, a un cumpleaños.

Muchas veces intentó hacerme trenzas pero siempre quedaron mal. Sus manos eran maestras para el rulo pero no para el trenzado, nos reíamos.

Fue capaz de cualquier sacrificio, como buena devota de la Virgen de Lourdes, prometió raparse si se producía una sanación. Y se produjo. Caminó de rodillas, sin pelo por el camino de pedregullo hasta la Virgen y allí con fuerza tiró lo prometido que cayó a los pies de la estatua. Resaltaba entre tanta ofrenda aquella mata negra y abundante.

Todo eso recordé en los pocos metros de la rampa y pude salir del cementerio festejando tanta vida juntas alrededor del pelo, alrededor de todo.

 

Imagen de portada: Cristina Lampariello


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2025-07-15T21:21:00