Lucila-Gabriela
Alejandro Carreño T.
Contenido de la edición 14.10.2025
Desde aquel lejano 1945, cuando Gabriela Mistral es galardonada con el Premio Nobel de Literatura, que recibe el 10 de diciembre de ese año, la vida de Lucila Godoy Alcayaga, Gabriela Mistral desde el 12 de diciembre de 1914, año en que recibe la máxima distinción en los Juegos Florales de Santiago por sus Sonetos de la Muerte, su obra, más allá de su poesía en Tala, Lagar, Desolación o Ternura, que la hizo merecedora a la consagración universal, es un vasto universo en que se confunden sus escritos sobre Pedagogía, Política y Sociedad. El propósito de este nuevo ensayo para CONTRATAPA, es acercarnos a los diferentes rostros de Gabriela Mistral en su obra, rescatando de sus poemarios, Cuadernos y otros escritos esenciales, su ser mujer y poeta en el complejo universo de su creación poética y ensayística. A 80 años del primer Premio Nobel de Literatura de nuestra América Latina, bien valen la pena el esfuerzo y la dedicación que su lectura requiere.
Y es la misma escritora quien se confunde, y nos confunde, con esta reflexión sobre sí misma respecto de su nombre: "Mi pasaporte diplomático, con el cual fui a lo de Estocolmo, llevaba adjunto la siguiente filiación: Srta. Lucila Godoy" y otros datos referentes a sus peculiaridades faciales. Entonces, comenta: "Nadie entendía mucho -incluida yo- esto de ser Premio Nobel Gabriela Mistral y llamarse diplomáticamente Srta. Lucila Godoy. Una Lucila Godoy a estas alturas de mi vida, de nombre más bien medio romántico-rural de una María de Isaac ya vieja y de un Martín Fierro de Elqui, todo junto" (VIII: Cuaderno Liminar. Años diversos en Jaime Quezada, Bendita mi lengua sea, Planeta-Ariel, 2002. En adelante solo el nombre del Cuaderno será citado). "¿Qué si tuve otro nombre? Sí, yo tuve dos: el que me dieron de veras (Lucila Godoy) y el que me di de mañosa (Gabriela Mistral). Y el nuevo me mató el viejo. Una en mí maté, yo no la amaba" (I: Cuaderno Liminar). A mí siempre me sorprendió esta declaración de Gabriela Mistral. "No la amaba", dice, pero el recuerdo de ese nombre "romántico-rural" y su mundo, poblaran constantemente su memoria.
Este ser una y otra al mismo tiempo, se reflejará en su vida y en su obra, porque, si bien es cierto que Lucila es a esta altura de su vida, un nombre más bien "romántico-rural", como la María de Jorge Isaac en un mundo semejante al de Martín Fierro, un nombre perdido en el tiempo, no menos cierto es que Lucila será quien siembre la semilla de la poesía y la escritura: "De 3 a 11 años, viví en Montegrande. Y ese tiempo y el de maestra rural en La Cantera me hicieron el alma" (V: Cuaderno Liminar). Muchos años después, ya consagrada con el Premio Nobel, Gabriela recordará en Estados Unidos, como en tantos otros momentos de su existencia, aquellos años en Montegrande, el recuerdo de su abuela, personaje esencial en su vida, que le mostró la Biblia antes de que ella se adentrase en los clásicos: "ante de entrar en ellos, en pleno, tuve la Biblia, en cuanto a la lectura 'que hace las entrañas' [...] me vino de una abuela maravillosa a quien oí los Salmos en un reguero incansable. No lo entendía de su boca y a la vez me fascinaban" (XIX: Cuaderno de California, 1946-1947). Y, en el mismo Cuaderno de California y número: "Cuando no soy una campestre de Elqui, yo soy de la Campania o de Sicilia; es decir, compatriota allegada a esos dos grandes bucólicos".
Pero estos campos bucólicos no siempre, y no necesariamente, se corresponden con obras pictóricas que retratan en sus telas la vida bucólica o campestre, sino que se reproducen en una figura femenina, como el recuerdo de su madre, por ejemplo, paradigma de la mujer chilena y su fuerza vital, en un poema, "Lápida filial" que habla de su vida y de su muerte: "Apegada a la seca fisura / del nicho, déjame que te diga: / amados pechos que me nutrieron / con una leche más que otra viva; [...] mano pequeña que me tocaba / con un contacto que me fundía, / resucitad, resucitad, / si existe la hora, si es cierto el día [...]" (Tala, 1938). El poema se encuentra también en "El carácter de la mujer chilena" publicado en Las Últimas Noticias de Buenos Aires, el 5 de abril de 1938 (Recados para hoy y mañana, Tomo II, compilación de Luis Vargas Saavedra, Sudamericana, 1999). La madre de la poeta muere en 1929 y su memoria es recordada no solo en "Lápida filial", uno de los poemas que componen el primer tema de Tala, Muerte de mi madre: "La fuga", "Lápida filial", "Nocturno de la Consumación", "Nocturno de la Derrota", "Nocturno de los tejedores viejos", "Nocturno de José Asunción", "Nocturno del Descendimiento" y "Locas Letanías". Es el rostro sufriente de la Gabriela-hija en una secuencia poemática de extraordinaria sensibilidad lírica.
"Tengo un corazón grande y en el que sólo germinan grandezas: inmensos odios, amores y dolores. Son bestiales los primeros, divinos los segundos, sublimes los últimos [...]. Soy paloma y soy fiera. Sé arrullar y rugir. Soy modesta hasta la humildad y altiva hasta el orgullo" (I: Cuaderno de La Serena, 1905). Pero no es Gabriela Mistral quien escribe este texto que tantas reminiscencias homéricas y shakesperianas tiene, sino Lucila Godoy, la niña de Montegrande ahora viviendo en La Serena a sus 15 años. Antes, Lucila ha escrito: "Hay una firmeza asombrosa bajo mi debilidad de mujer. Como el cristal de roca es fuerte, yo lo soy a pesar de ser mujer". Sí, Lucila, la niña de nombre "romántico-rural" ha esculpido el espíritu de la futura Premio Nobel, la Lucila-Gabriela de tantos rostros que muchas veces se cruzan y entrecruzan en su creación poética y ensayística. Rostros que nos van dibujando el ser de una Lucila-Gabriela que fue muchas voces en su esencia de mujer maestra, poeta y diplomática, que hizo del mundo su hogar, y que en su peregrinar no siempre feliz, fue haciendo de la palabra el más sublime de los ejercicios que un poeta puede emprender.
"Yo escribo sobre mis rodillas, en una tablita con que viajo siempre, y la mesa escritorio nunca me sirvió para nada ni en Chile ni en París ni en Lisboa", Nos dice Gabriela en Cómo escribo, texto leído en un encuentro de poetas latinoamericanas en Uruguay, junto a Juana de Ibarbourou y Alfonsina Storni en 1938 (Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, bajo un título que comienza así "Texto leído por Gabriela Mistral en el Instituto Vásquez Acevedo [...]"). En otro lugar de Cómo escribo, leemos: "Creo no haber hecho jamás un verso en cuarto cerrado, ni en cuarto cuya ventana diese a un horrible muro de casa urbana. Siempre me afirmo en un pedazo de cielo, que Chile me dio azul y que Europa me da borroneado". Y su naturaleza de escritora errante la ilustra con estas líneas: "Desde que soy criatura vagabunda, desterrada voluntaria, parece que no escriba sino en el medio de un vaho de fantasmas. Todo el mundo, el aire, el cielo y la tierra se me han vuelto pura saudade". Es la Gabriela errante que ha andado por "treinta y tantos países", como les escribe a sus amigas Cristobalina Trujillo e Isolina Barraza en carta del 24 de enero de 1947 (Pensando a Chile. Una tentativa contra lo imposible, Carta II, Jaime Quezada, compilador, Cuadernos Bicentenario, Presidencia de la República, 2004).
"Criatura vagabunda", "desterrada voluntaria". Gabriela en sus cartas expresa la intimidad de su pensamiento más profundo sobre su vida. Ambas expresiones no son un acaso lingüístico en ella. De hecho, ninguna palabra suya lo es. Ellas portan tristeza, abandono, desprecio. Todo se le ha vuelto una pura "saudade", una expresión en desuso en el español actual, pero que es hermosa en su contenido por la sensibilidad que encierra: "soledad, nostalgia, añoranza". Añoranza de sus muertos, de sus cerros de Montegrande, de sus amores, el trágico, el idílico y el prohibido, de su ser maestra. Gabriela fue una mujer solitaria. En este vagabundeo, exilio autoimpuesto, vivió la soledad de un país que nunca la quiso, que la despreció como persona y como poeta: "El chileno ve siempre en la negativa una excusa o una hostilidad, y yo tengo allá demasiados seres que me odian, una verdadera riqueza de antipatías en causa" (Carta III a Radomiro Tomic escrita en Nápoles en 1951, en el citado Pensando a Chile. Una tentativa contra lo imposible). Es el rostro más triste de esta "criatura vagabunda" que yace en innumerables pasajes de su obra. El mejor ejemplo de este rechazo a su ser persona y a su ser poeta, lo representa el hecho vergonzoso de haber recibió el Premio Nacional de Literatura, seis años después del Premio Nobel.
"Hace rato que yo cancelé este tema del Premio Nacional de Literatura. Sé que lo peor de "mi caso" con Chile es el odio de mi gremio. Y tal vez sea lo que más me dolió y me duele, desde que salí de Chile hasta hoy" (XXIII: Cuaderno de Nápoles, 1952). En su libro Ojo Crítico. Las peores críticas a los mejores autores (Ediciones UACh, 2020), el escritor, periodista y crítico literario español, Constantino Bértolo, cita un texto del crítico chileno Raúl Silva Castro sobre la poesía de Gabriela Mistral (Estudios sobre Gabriela Mistral, 1935). Un juicio lapidario, más aún, considerando que Silva Castro era el crítico que levantaba o hundía a un escritor con su pluma: "Y de su poesía se podría decir que de tanto acumular tragedia, duelo, espanto, significa una radical desorganización del espíritu humano [...]. Ninguna poesía de la autora nos parece plausible y toda su obra es, a nuestro modo de ver, un conjunto de exageraciones, caídas de tono, imágenes oscuras y retorcimiento verbal". Pero no fue el único que festinó con Lucila-Gabriela. Omer Emeth, otro importante crítico literario de la época, escribía para El Mercurio en 1923: "Gabriela Mistral, a menudo escribe mal. Llamo yo es escribir mal al escribir oscuramente..." (cito por Ojo crítico).
Pero, como ella lo dijo, el Premio Nacional de Literatura no era "caso" que la inquietase. Gabriela y sus inquietudes sociales y culturales fueron siempre más importantes que la vanidad de un premio o el reconocimiento. Un episodio que refleja muy bien esta faceta de mujer humilde, alejada de volátiles vanidades, lo representa el rechazo a su estatua en el pueblo elquino: "En mi carta, que era para usted, yo le decía rotundamente que me parece un escándalo el que, en un Valle tan pobre como un aduar árabe, se pensara pagar con 250.000 pesos un monumento mío hecho por Laura Rodig, que evalúa su trabajo de esta manera inefable [...]. Si ustedes insisten en lo del monumento, yo tendría que hacer pública esta protesta mía [...]. Aunque la haga reír, quiero decirle que el Valle adentro tiene unos 500 o más cerros sin nombre. El de "El Fraile" (Montegrande) era tan mío como mi mamá. Busquen otro sin nombre, que esté en esa aldea, y bautícenlo conmigo" (Carta I a Isolina en el citado Pensando a Chile. Una tentativa contra lo imposible). Y en la comentada Carta II, a Cristobalina e Isolina, escribe: "Viva ni muerta querré yo que tiren dineros por halagarme una vanidad que no tengo [...]. Yo no asistí a la inauguración de esa estatua de 4 metros en México. Esas cosas dan vergüenza". No, realmente, el Premio Nacional de Literatura no era un "caso" para Gabriel Mistral.
A ella le importaban más temas como el medio ambiente, que hoy se discute con tanto énfasis y a veces, con extremo fanatismo e irresponsabilidad en el mundo, y el desarrollo de la mujer latinoamericana. La preservación de la naturaleza siempre estuvo en la retina de Gabriela, y sus textos al respecto son incontables y de profundo contenido poético, rasgo distintivo también de su prosa. En Gabriela Mistral, a 50 años del Nobel, Fidel Espinoza cita en su ensayo "Gabriel Mistral: Una visión ecológica", el Recado 17: "Toda cultura empieza por la tierra: entre nosotros la cultura ha querido empezar por el bachillerato" (Coloquio Internacional de Escritores y Académicos 23 al 25 de octubre de 1995. Departamento de Programas Culturales-División de Cultura. Ministerio de Educación. Instituto de Letras- Pontificia Universidad Católica). Los Recados, concepto que la poeta nunca aclaró, y que nacen de su destierro voluntario, de ser una "criatura vagabunda", reúne una serie de escritos que pueden ser artículos, crónicas, cartas. En un artículo publicado en el diario El Mercurio el domingo 28 de noviembre de 1965, "Recado sobre Gabriela Mistral", el crítico y escritor Enrique Bunster, preguntaba: "¿Qué son los recados? ¿Son artículos, crónicas, ensayos descriptivos ? simplemente poemas en prosa? Una definición excluyente aventurada".
Estos "recados", o lo que fueren, comienzan a escribirse a partir de 1921 en El Mercurio de Santiago de Chile, y luego en otros periódicos y revistas hispanoamericanas. "Toda cultura empieza por la tierra", dijo Gabriela en el Recado 17 citado por Fidel Espinoza. Y la tierra hecha poema, narración o recuerdo, fue un tema irrenunciable en la obra de Gabriela, desde sus tiempos de Lucila: "¡No mi tierra florida, mi oloroso terruño, mi pueblo humilde y bueno- dime que he de volver a ser muy tuya, que mis huesos, cansados- al polvo volverán, pero en su seno! ["Evocando el terruño (desde el desierto)]", en El Coquimbo Periódico Radical, La Serena, 27 de enero de 1911, Año XXX, N. 5065 (memoriachilena Biblioteca Nacional de Chile). La relación tierra-niñez es un leitmotiv en la obra de Gabriel Mistral. Un motivo recurrente que recorre su poesía y su prosa e inunda con sus recuerdos. En "Breve descripción de Chile". Conferencia dada en Málaga, España", escribe: "He andado mucha tierra y estimado como pocos los pueblos extraños. Pero escribiendo, o viviendo, las imágenes nuevas me nacen siempre sobre el subsuelo de la infancia; [...] soy rematadamente una criatura regional y creo que todos son lo mismo que yo" (Anales de la Universidad de Chile, segundo trimestre de 1934 en: Alfonso M. Escudero (compilador), Recados contando a Chile, Editorial del Pacífico, Santiago de Chile, 1957; Anales de la Universidad de Chile, N.106, abril-junio, 1957).
Gabriela Mistral en El Coquimbo (Fuente: memoriachilena Bibiioteca Nacional de Chile)
Si, los rostros de Gabriela Mistral en su obra son muchísimos, y cada uno de ellos aporta con su mirada a ese universo literario y ensayístico que parece inagotable. El último que comentaremos en este ensayo es el de Lucila, la del periódico La Voz del Elqui y del que disponemos, como en el caso de El Coquimbo Periódico Radical, en el sitio memoriachilena Biblioteca Nacional de Chile, del que se pueden descargar ambos periódicos. Los artículos que seleccionamos para concluir esta presentación, ilustran cómo, Lucila Godoy, más tarde Gabriela Mistral, esculpió desde sus inicios ese espíritu aguerrido y frontal con que debió enfrentar a lo largo de su vida, las maledicencias, ironías y desprecio por su quehacer literario. El 26 de noviembre de 1905, el director del periódico recibe una "Carta Abierta" firmada por Abel Madac (Rivadia, Nbre. de 1905, dirigida al editor del diario en el espacio CRITICA I REPLICA LITERARIA): "He leido en su apreciable periódico algunos artículos firmados por Lucila Godoi i Alcayaga, artículos que, debo confesar, no he comprendido ni por la forma ni mucho ménos en el fondo; el que a mi entender no lo tiene". Y centra su atención en el artículo "Voces" publicado por Lucila el jueves 9 de enero de ese año: "en la forma, en el fondo de su artículo solo se advierten frases huecas; espresiones antisonantes. llenas de enfasis. que no dicen nada a la mente. i, mucho ménos al corazon; porque si debemos juzgar a la escritora por las producciones de su imajinacion, ella solo me da la idea de un cerebro desequilibrado, talvez ...... por el exeso de pensar".
¿Conocía Raúl Silva Castro esta "Carta Abierta" de Abel Madac? Un documento de 1905. Lucila tiene 16 años de edad. No sueña con Gabriela, pero deberá aprender a defenderse como ella. O tal vez Gabriela aprendió de Lucila. A partir de esta "Carta Abierta" se suceden varias otras cartas que el lector puede encontrar bajo los siguientes títulos (sigo el orden en que aparecen en el periódico): 1. Carta de Lucila al editor "Sr. Editor de la Voz de Elqui". 2. "CARTA ABIERTA. Señor Abel Madac", firmada por M.R.J., que intercede en favor de Lucila. 3. "CARTA ABIERTA a Lucila Godoi y Alcayaga", firmada por Abel Madac en el espacio CAMPO LIBRE. Por último, la carta que Lucila dirige a su feroz crítico bajo el título "CARTA ABIERTA A Abel Madac" en el espacio CAMPO LIBRE. El primer párrafo con que Lucila inicia su carta al Editor de La Voz de Elqui, manifiesta su decisión de dedicarse a la literatura: "A pesar de que recien comienzo la ríspida ruta de los que dan a la publicidad sus producciones, las miradas de los émulos, fulminantes de odio, se han dirijido ya a mi con el objeto quizas de hacerme renunciar a la vida que principio i herir mis alas para el vuelo que mi ambicion emprende". Como dice Lucila, es un contenido "fulminantes de odio". El espacio no me permite el análisis de la respuesta de la joven escritora, pero sí entregar al lector documentos inéditos, difíciles de hallar, para que él pueda leerlos, compararlos y reflexionar sobre ellos. En todo caso, cito este párrafo que se encuentra al final de la carta al Editor: "Siento que al llamar desequilibrado mi cerebro haya dado pruebas de un desequilibrio mayor en el suyo, ocupándose de algo despreciable, que quizas no merece pérdida de tiempo como la que ha tenido dirijiéndose a Ud., señor Editor [...]".
Como no hay otros registros en el periódico, así como tampoco ninguna otra crítica que se haya centrado ni en la obra ni en la persona de la joven escritora, entendemos que este fue un episodio aislado que, sin embargo, sirvió de aprendizaje para la futura Premio Nobel, maltratada por sus propios colegas chilenos. En su última carta, la que dirige a Abel Madac, en los párrafos finales, Lucila desarma la crítica de Madac y lanza sus dardos arteros, símbolos de una batalla que mantuvo hasta su muerte: "Su crítica no me hiere ni siquiera me desalienta, i, me verá Ud. continuar impávida la ruta que comienzo, sonriendo ante las convulsiones i los silbidos de los reptiles miserables de la envidia". Le advierte, además, que no responderá sus cartas, por más hirientes que ellas sean: "Ud. puede idear muchos medios de zaherirme, para cortar mis alas, pero todo es vano yo no le contestaré, ni siquiera le haré el honor de recorrer sus cartas".
Sí, Lucila, la niña-maestra del Valle de Elqui, la de nombre "romántico-rural", la que se pobló de sueños en su infancia pobre, la del "corazón grande y en el que sólo germinan grandezas: inmensos odios, amores y dolores. Son bestiales los primeros, divinos los segundos, sublimes los últimos [...]". La que es "paloma" y es "fiera". La que sabe "arrullar y rugir". La que es "modesta hasta la humildad y altiva hasta el orgullo".
Pero colmada de principios y valores que cincelarían su vida, la que sería años más tarde la mujer Gabriel Mistral, Premio Nobel de Literatura. La Gabriela que lejos de su tierra, la vivió con la intensidad profunda de Lucila.
ALEJANDRO CARREÑO T.
Profesor de Castellano, magíster en Comunicación y Semiótica,
doctor en Comunicación. Columnista y ensayista (Chile)
Imagen de portada: detalle, Gabriela Mistral en El Coquimbo