Magela Ferrero, fotógrafa: “Elegir implica la renuncia, si no, uno simplemente es un fluido que va por el tiempo”

Entrevista/Daniel Feldman

Si bien partimos de la fotografía, a Magela Ferrero la podemos definir como una artista que ha trascendido los límites de la propia disciplina, haciendo confluir lo visual con lo escrito y la reflexión; en suma, una forma de ver y vivir la vida.

Contenido de la edición 25.04.2022

 

Empezó su trabajo como fotógrafa profesional en 1989 en la Gaceta Universitaria; ya en 1990 en El Observador y pasó por otras publicaciones, como las revistas Tres y Riesgo País. Realizó la fotografía fija de las recordadas películas El viaje hacia el mar y Whisky, y en 2011 integró el envío de artes visuales de nuestro país a la Bienal de Venecia. Su trabajo ha sido expuesto en numerosas ocasiones, tanto en Uruguay como Argentina, Holanda, Estados Unidos, Brasil y España.

No perdamos tiempo y vayamos entonces directamente a la conversación que sostuvimos.

 

Coordinás talleres que se pueden denominar como multidisciplinarios.

Les llamo talleres, pero en realidad son espacios de trabajo. Están basados en mi vida, no en lo particular, sino en el énfasis que pongo en todo lo que voy viviendo. Trato de ir detectando las cosas que me generan frustración, dolor, alegría; por qué hago cosas que no quiero hacer, por qué soy la persona que no quiero ser.

Pongo atención en todo eso; soy minuciosa en prestar atención a qué no me gusta, de mi parte y de afuera de mí. Eso es mi trabajo. Voy haciendo una especie de síntesis, y decanto en preguntas que tienen que ver con conocernos. Eso es lo que hago en los talleres. Lo uno con ejercicios de forma de vehiculizar eso con algo plástico.

¿Es común que se encuentren puntos de contacto entre, por ejemplo, la fotografía y la narración?

No tengo estudiada la frecuencia; sé que es una cosa que a veces ocurre. A mí me sucede naturalmente. Cuando salgo a la calle veo una especie de cartografía; como que las cosas son símbolos también, y representan algo. Cuanto más lográs cargar esos símbolos, diversificarlos, hay más posibilidades de que las personas encontremos canales de comunicación a través de ellos. Los árboles, los puentes, las calles, son los que son, pero simultáneamente podés añadirles un montón de significados simbólicos. Justamente, si en una foto vas eligiendo cierto tipo de símbolos para comunicarte, como a veces las palabras o las ideas escritas, pueden expandirse. No es que explican lo que estás viendo, sino que simplemente están abriendo lo que ves. Son proposiciones.

O percepciones.

Sí... son maneras de añadir la percepción. Por el motivo que sea, para quienes estamos en ese camino de lo visual o lo escrito, nuestro trabajo es justamente profundizar en eso: en lo que vemos y lo que representa o puede representar. Obviamente, todo eso está mediado por mucho trabajo, por dedicarle mucho tiempo.

¿Cómo te acercaste a la fotografía? ¿Qué bichito te picó? ¿Cuándo?

Lo he reflexionado mucho, y según en qué momento de la vida estoy, encuentro un estímulo diferente. Nuestra historia tiene variaciones según en qué momento estás viviendo. Mis primeros impactos mnémicos respecto a la fotografía tienen que ver con un momento en el que yo, simplemente, observaba la fotografía. Mi padre es una persona que estuvo un corto período en mi vida y en la de mis hermanos, porque se fue cuando éramos niños. Pero sacaba fotos; era aficionado y estaba bastante interesado en el tema. Tenía una cámara y sacaba muchas fotos; nos sacaba muchas fotos. Tengo recuerdos de esa etapa; yo era chica, se fue cuando tenía seis años, pero en algún lugar tengo como una sensación de su modo de hacer la fotografía. Más que la fotografía en sí misma, el estado especial en el que él estaba cuando sacaba una foto. Creo entonces, respondiendo a tu pregunta de qué me picó, es el estado en el cual una persona se pone cuando desarrolla esa actividad. Creo que es algo súper importante, y trasciende a la propia disciplina. Si hablás con un pintor, o un escritor, por ejemplo, algo muy importante, anterior a la obra, es el estado de ánimo en el que queda o asume cuando se dispone a esa actividad.

El camino es la recompensa...

Jaja, bueno, un poco sí. Vos no sabés lo que va a ocurrir. Te disponés a hacer una cosa y no sabés si el resultado va a ser bueno, o te va a gustar.

Eso que decís es interesante, porque cuando uno se para frente a una fotografía, lo que ve es la culminación del trabajo, pero capaz que para el fotógrafo fue hasta más rica y estimulante toda la parte de preparación.

No tengo sistematizada esta charla, pero si pienso sobre las conversaciones que he tenido sobre esto, varias veces hemos coincidido que la obra terminada claro que es algo que te gusta, pero es algo que básicamente sugiere un punto nuevo. La verdad es que todo el proceso que hacés para construir algo, sea un texto, una fotografía, una obra plástica, es el momento en el cual te pasan las cosas. El modo en el que estás cuando te ponés a hacer algo involucra muchísimas circunstancias personales. Primero es el impulso, pero qué es lo que vas a hacer está movido siempre por un estímulo diferente, tiene que ver con algo que te está pasando. Poder resolver eso, no para que se termine sino poder lidiar con eso, y que ese proceso sea poder estar pensando plástica, poética o narrativamente -lo que tengas la suerte que te ocurra- es un momento no solo placentero sino, en mi caso, de mucho contacto contigo mismo. Es lo que me ha salvado en la vida; literalmente. Me ha salvado de los momentos en que puedo haberme sentido triste, sola, perdida.

Es interesante eso que vos hacés de enrabar disciplinas, que a veces en el arte se perciben como sin puntos de encuentro. En tu caso, juntás el texto, la imagen fotográfica, la plástica...

Entiendo que todos tenemos una tarea en la vida, y la de algunos es sistematizar, ordenar. Me parece que lo importante es poder hacer aquello que sentís que tenés que hacer. Con toda la libertad que puedas reunir y con toda la honestidad de que seas capaz en cada momento. Algunos encuentran un camino de desarrollo de la disciplina más puro, más limpio; otras personas vamos haciendo diferentes procesos. Te digo esto porque -ahora capaz que no tanto- hay personas que son defensoras de que la fotografía es una cosa y no otra; de que no es necesario agregar una sola palabra, que no tiene mucho sentido hablar. Algo así como que lo que una foto tiene para decir está todo ahí. Son un montón de discursos que escucho, respeto, pero me cuido mucho de definir a ninguna disciplina de una manera tan radical. Para mí lo importante es la obra hecha, y una vez que eso existe, qué me genera o cómo me puedo vincular. Qué puedo aprender o qué puedo sentir; y si no puedo sentir nada, a qué se debe eso. Después, si eso es más o menos apegado a una definición, no me cambia mucho la vida. Lo importante es la obra terminada; por lo menos para empezar. Después vendrán un montón de otras consideraciones.

Tus comienzos en la fotografía fueron en la década de 1990.

Sí, en 1989 tuve mi primer trabajo remunerado, en la Gaceta Universitaria. En agosto de 1991 empecé en El Observador, que salió a la venta en octubre.

Época de fotografía analógica.

Total; blanco y negro.

Agarraste la transición a la fotografía digital; hoy en día es prácticamente todo digital. ¿Cómo fue ese pasaje?

Súper traumático. Te decía que algo que me fascina es el estado en que entraba una persona cuando hacía una fotografía. Ahora todo el mundo saca fotos, pero hace veinte años, vos no sabías en absoluto qué estaba haciendo esa persona que se movía... la coreografía del fotógrafo. Era algo muy misterioso. Cuando me acerqué a hacer fotografía, me di cuenta que hay un montón de operaciones que hacés cuando practicás la fotografía analógica, que si se quiere te vinculan de un modo físico a la imagen. Hay todo un proceso, largo, que está presente en el momento que hacés la toma: luz, velocidad, si tenés que forzar la película, etc. No sé si definirlo como algo mágico, porque son todas operaciones muy concretas, pero había algo muy físico y químico. Tenías que estar todo el tiempo vinculándote con el soporte de la imagen. Me encantaba eso. Además, con el tiempo, me di cuenta que el error me interesa mucho. Me gusta llegar a donde quiero hacerlo, pero también me gusta estar vinculada con el error. La fotografía analógica es un lugar donde podés equivocarte mucho, y ver que te equivocás. En la digital también puede pasarte, pero la estela del error puede desaparecer muy rápidamente. Borrás todo el rastro de lo que no te gustó o lo que hiciste mal. Lo descartás rápidamente, por un tema de espacio y de practicidad. Capaz que, cuando me vinculé con la fotografía, si hubiera sabido que iba a ser lo que es ahora, no sé si la hubiera elegido.

¿Por?

Ni siquiera estéticamente me atrae a veces. De hecho, muchos fotógrafos que quieren hacer una fotografía artística o personal -como quieras llamarle-, cuando buscan un soporte que genere un efecto más profundo, tratan de trabajar con analógico. Hay algo como de la materialidad del resultado que te acerca a una experiencia si se quiere más humana. Todo esto puede parecer súper romántico, pero es como lo siento. Además, en lo digital está todo el vínculo que te exige con las computadoras. Es una esclavitud... Recuerdo cuando sacaba fotografía color, haciendo por ejemplo algunas sociales. Íbamos con otras fotógrafas al laboratorio, dejábamos las películas, y mientras nos hacían las planchas de contacto, tomábamos un café, charlábamos. Hoy en día llegás a tu casa, descargás la tarjeta y te encadenás horas. Es un cambio; no necesariamente los fotógrafos éramos laboratoristas. Te podía tocar, si trabajabas en un diario. Ni que hablar los famosos, que solo entraban al laboratorio si les gustaba.

La fotografía digital los empujó a ser sus propios laboratoristas.

Sí o sí. No me adapté mucho a eso. Pero bueno, me quedaron muchas fotos, y sigo trabajando con las mismas fotos de hace treinta años.

Las reelaborás.

Sí; trato de hacerme cargo de lo que hice. Soy de las personas que cree que hay suficientes imágenes hechas; que hay suficientes fotógrafos activos que generan imágenes bellísimas. Están las personas que sí se adaptaron y tienen la tecnología. Está lleno de imágenes maravillosas, y bueno, yo soy de las personas que tratan de hacer un equilibrio "ecofotográfico", ocupándome de mis desperdicios.

Ahora, ¿no estás haciendo fotografías?

Muy poco. Sí tengo un trabajo por delante, que estoy haciendo para una persona que compró una casa en Carrasco y quiere realizar un trabajo de autor. Es una casa de muchos años, y quiere que haya una memoria de esta. Con una amiga estamos desarrollando un proyecto puntual para eso, y voy a sacar fotos.

¿Analógico?

Sí. Un trabajo muy puntual. Si hay una exposición, también puedo sacar una foto muy concreta de algo que quiero, pero no voy a salir con la cámara a sacar fotos.

Ahora con todo esto de la digitalización, de los teléfonos celulares, prácticamente todo el mundo saca fotos. Se puede decir que ha habido una "democratización" de la fotografía. ¿Cómo influye eso en la profesión? Tenés un teléfono, vas y sacás una foto, pero eso no implica necesariamente que seas fotógrafo. Son millones y millones las fotos que se toman cada día. ¿Cómo impacta eso?

Recuerdo que aún antes de los teléfonos con cámara, cuando comenzó la fotografía digital, en el diario, en la parte de sociales, mandaban a las o los periodistas con una camarita. O sea que ahí, cuando aparecieron las pocket digitales, empezaron a prescindir de los fotógrafos para esa tarea. Ahí ya hubo un primer conflicto, si se quiere desde lo gremial. Había una pequeña lucha para defender las disciplinas. Es cierto que nunca es igual un trabajo cuando tenés que hacer dos tareas en lugar de una. Cuando aparecieron los teléfonos también. Por ejemplo, el iphone, que es el paradigma de las cámaras, los teléfonos de alta gama, ciertamente llevaron a que en trabajos que antes requerían a un fotógrafo prescindieran de este. También hay fotógrafas y fotógrafos que se formaron con el teléfono. El mercado cambió. Las personas tenemos que prepararnos en la vida para los cambios, para la frustración y para entrenarnos en el desapego; sea quien seas, tenés que formarte para la pérdida y los cambios. Entonces, lo que puede servir es reflexionar sobre lo que registramos, por qué lo registramos, qué hacemos con esos registros. Más como una ética de lo visual, en lugar de ponerse a pelear para ver quién es mejor. El que tiene un buen teléfono, considera que su foto es buena y punto. Hay una lucha ahí que no tiene mucha utilidad; puede tener algún sentido, pero no mucha utilidad.

Cada uno puede seguir teniendo su lugar.

Claro. Todos ocupamos uno en la vida hasta que nos morimos, y hay que tratar de encontrar un sentido para eso. Hay un tema con sostener el trabajo y desde dónde se hace. Muchas veces, cuando trabajaba en sociales, se me acercaban personas y me decían "mirá que yo también saco buenas fotos". Nunca lo dudé, y a veces pensaba que tampoco dudaba que en esa fiesta en particular pudiera hacer una foto mejor que la mía. Yo tengo que ocuparme de sacar la foto de los postres, de los novios cuando se besan, las familias, cuando la novia baja del auto. Vos podés dedicarte toda la noche a sacar una buena foto, y no dudo que al finalizar la fiesta tengas una mejor que yo. La diferencia es que mi tarea es hacer lo que quiero y lo que no quiero, lo que me gusta y lo que no, con la misma profesionalidad y el mismo nivel. Tenés que poder ver linda la torta y el beso. Eso es lo que hace que yo sea una trabajadora de la fotografía, porque tengo una responsabilidad que voy a llevar a cabo de principio a fin. Hay algo que hace al oficio o profesionalidad del fotógrafo, que es no solo sacar una buena foto, sino llevar adelante una tarea de principio a fin de cierta manera. Si tengo que hacer un reportaje, primero estudio el tema y me hago una lista de lo que me parece son las cosas más importantes. Esto no obsta que después en el trabajo de campo, todo cambie. Pero trato de saber lo que quiero cubrir para contar una historia.

Eso me lleva también a pensar en cómo uno maneja las prioridades.

Claro. Con el tiempo uno aprende a moderar cierta rigidez en el abordaje de las cosas. En un momento de la vida puede parecerte que lo importante es obtener tu foto a como dé lugar. Con el tiempo vas aprendiendo que, si bien está bueno que trates de cumplir con tu propósito, también tenés que estar dispuesto a renunciar a él, porque puede haber cosas que se interpongan que son más importantes que tu fotografía. Una premisa que trato de aplicar es que la vida está por encima de todo: del arte, del trabajo; está vinculada a todo. Cuando elegís algo, siempre estás renunciando a otra cosa; elegir implica la renuncia, si no, uno simplemente es un fluido que va por el tiempo. Si vas por la vida eligiendo, vas renunciando. En ese sentido, trato de elegir algo más completo.

 A ver, explicá un poco eso.

 Si simplemente vas con una tarea, que es obtener una foto a como dé lugar, ahí hay algo que no está funcionando. Ni siquiera desde el punto de vista de la foto, que te parece fundamental obtener. Estás llevando tu cuerpo, tu mente y tu vida abierta a que, tal vez, eso no ocurra. Uno siempre tiene que estar dispuesto a que se presente algo que te haga renunciar. Es la única manera de seguir eligiendo. Ahora, que estoy siendo mayor, me doy cuenta que, cuanto más mayores somos, las personas no solo somos más libres sino también más tolerantes. En la juventud sos más radical, más rígida. Esa manera de defender los ideales, tan extrema, a veces te impide ver un poco más adelante. A veces, renunciar a algunas cosas no necesariamente tenga que ver con el sometimiento; tiene más bien que ver con aceptar lo que no sabés. Como parte de lo que nutre tu trabajo, cierto misterio. Eso te carga de vida, de dinamismo; deja siempre abierta la puerta a algo nuevo.

Me quedé pensando en tu insistencia en la vida: ¿podrías ser fotógrafa de guerra?

No, no, no. No creo.

Más allá de que uno piense que es importante documentar eso, debe ser muy difícil.

Estuve enfrentada trabajando en prensa a situaciones que, nada que ver con la guerra, pero sí accidentes, y no funcioné; no me salió. Hay fotografías impresionantes y que te conectan de una manera única con el dolor de las tragedias, pero yo me involucraría; iría a abrazar a una persona. No tengo el coraje. Aparte, me da miedo. Las personas siempre nos estamos enfrentando, está dentro de nuestro chip de supervivencia tratar de tener razón, de que no me saques lo que tengo, preservar mi territorio; pero la guerra involucra un enfrentamiento con alguien que no puedo asegurar que sea mi enemigo. En nuestra especie el enfrentamiento es algo natural, pero que tenga que ponerme una bandera e ir a morir por algo que alguien me dice que es de una manera... me parece que es como el espejo de nuestras peores miserias.

Los uruguayos, ¿somos un pueblo culto?

Creo que hay una parte que sí; pero otra parte de las y los uruguayos viven en una especie de mito, de que somos más cultas y cultos de lo que creemos. No se puede generalizar. Según donde nacés, vas desarrollando tu propio bagaje cultural. Si estás en un lugar donde se rapea, vas a tener esa cultura. Hoy no podemos hablar de un solo uruguayo. En realidad, nunca se pudo hablar de eso.

Pero está ese mito de "como los uruguayos no hay".

Sí. Yo no viajé mucho, pero algo sí. He estado en lugares donde el promedio de las personas me pareció más culto. ¿En qué sentido? Nuestra escuela pública ha sido muy buena, y podemos decir que sabemos mucho de geografía y, a los de mi generación, por lo menos, los programas de estudio nos brindaron cierta cultura general. Si incluimos otras cosas sobre la educación... no sé. Creo que tenemos muchos mitos sobre nosotros mismos: que somos personas hospitalarias, tolerantes, y no somos tan así. He trabajado con gente de otros países, y te puedo decir que no somos tan hospitalarios. Vos conocés a alguien y le decís "te voy a llevar a conocer el Cerro, te voy a invitar a un asado, te voy a llevar a pasear"... las personas piensan que eso va a ocurrir y no ocurre. Conozco extranjeros a los que les llevó tiempo entender que el uruguayo promete pila de cosas que después no hace. Creo que somos un poco fantasiosos. ¿Somos cultos? Si es saber las capitales de los países, somos bastante buenos; tenemos cierta base general. Pero... soy un poco crítica sobre cómo somos. También, discriminamos bastante. Nos falta mucho crecimiento.

Si tuvieras que incentivar a alguien a acercarse a la fotografía, ¿qué le dirías? No me refiero solo a jóvenes y tampoco únicamente a hacer fotografías. ¿Por qué acercarse a la fotografía como hecho estético? Acercarse a percibirla, a gustar de ella.

Tendría diálogos y propuestas si ya tenés interés en la fotografía y estás en un conflicto con ella.

Evangelizar no.

Jaja, no. Para empezar, en este momento no hay personas que estén lejos de la fotografía.

Sí, pero me refiero más al disfrute de la fotografía.

Bueno, la fotografía es muchas cosas. Es difícil que no encuentres un lugar en el que no puedas vincularte con ella. Por ejemplo, pensar la fotografía, es fotografía. Vincularte con una imagen también es acercarte a la fotografía. Lo primero que le diría es que no reduzca la fotografía al acto fotográfico. También es enfrentarte a una imagen y poder disfrutarla. Tomarse el tiempo; el tiempo es la base de todas las experiencias. Yo viví de la fotografía, trato de transmitir mi experiencia, sigo aprendiendo, y sin embargo no saco fotos. Pero estoy todo el tiempo vinculada; leo fotografías, trato de comprender en qué contexto fueron tomadas, trato de aprender qué se representa, qué sentido tienen las fotos que fueron tomadas. Si estás en un momento en que parece que la fotografía no te interesa, capaz que la estás abordando de un solo lugar o solamente en relación a vos.

 

DANIEL FELDMAN

Director de CONTRATAPA

 

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2022-04-25T11:16:00