Mis hambrientas pupilas
Lilián Hirigoyen
Clementina Suárez fue una poeta hondureña reconocida nacional e internacionalmente, pieza clave en la poesía de vanguardia de su país. Nació en Juticalpa, Honduras, en 1902, y murió en forma trágica en Tegucigalpa en el año 1991.
Contenido de la edición 24.06.2021
Clementina fue la mayor de cuatro hermanas. Recibió en su hogar una educación liberal. Además de la lectura, practicó desde niña la oratoria y el teatro.
Después del fallecimiento de su padre, siendo muy joven aún, se traslada a Olanchito, departamento de Yoro, y luego a Tegucigalpa, donde encontró empleo para ganarse la vida.
En 1930 viaja a México. Según se cuenta, reunió el dinero trabajando como mesera. Al llegar, de inmediato se integra a la vida cultural de dicho país. Ese mismo año publica su primer poemario, "Corazón sangrante". Desde ese momento comienza a viajar incansablemente, vinculándose con intelectuales de Panamá, Costa Rica, El Salvador y Guatemala. En 1931 publica en México tres poemarios, uno de ellos en coautoría con otros tres poetas.
Inquieta y viajera, reside por un tiempo en Nueva York y también en Cuba, donde publica el poemario "Veleros". Con este último cambia totalmente el rumbo de su poesía, donde asume un compromiso social, por lo que ella misma afirmaba: "el poeta debe dar un testimonio de la época y de los movimientos que le ha tocado vivir".
Clementina Suárez se caracterizó por desafiar los convencionalismos sociales. Sentía un profundo rechazo por la mojigatería a la que consideraba inmersa la sociedad de su época. Conocida popularmente como la "Clemen" o la Mujer Poeta, como se designaba a sí misma, fue de las primeras mujeres en celebrar en sus versos al cuerpo y al placer femenino.
Aficionada a la pintura, en México concurría asiduamente a los atelieres. Es así que entabla amistad con el muralista Diego Rivera. Según cuenta Clementina en su última entrevista, él mismo la elogió diciéndole "que su rostro era el más sincero que había visto en su vida". Numerosos pintores de Centroamérica y México la retrataron, entre ellos el propio Rivera, por lo cual la llamaron "la mujer más retratada de Honduras".
Fue también amiga y promotora de pintores hondureños. En 1959 fundó la primera galería de arte de Tegucigalpa: la Galería Morazánida, y en 1933 la revista Mujer, publicación literaria y de cultura general, que según dicen, ella misma vendía por las calles de la ciudad.
Estuvo casada dos veces. Su primer esposo fue el poeta Guillermo Bustillo Reina. Con su segundo marido, el pintor José Mejía, a finales de los cuarenta inaugura el "Rancho del artista", una cabaña donde se reunían artistas locales e internacionales. Como anécdota, se cuenta que invitó a retirarse del lugar, por considerarla persona no grata, al embajador de España, representante del franquismo.
Colaboró con periódicos y revistas, donde tuvo a su cargo la columna cultural.
En 1979 declaró en una entrevista que la poesía debe "en primer lugar ser auténtica, honrada, sincera. Utilizarla como lenguaje de los pueblos, como bandera de lucha, identificarse con las causas justas, esa y no otra debe ser la función de la poesía". ? Según ella, el haber salido del país le permitió "ampliar su perspectiva del mundo y de la vida y prestar oídos al rumor de los conflictos sociales de la época".
Se desempeñó como agregada cultural de la Embajada de Honduras en El Salvador entre los años 1955 y 1957. Durante el gobierno de Ramón Villeda Morales se le asignó la coordinación cultural del Ministerio de Educación Pública.
El 7 de diciembre de 1991, Clementina Suárez fue encontrada golpeada e inconsciente en su casa de Tegucigalpa. Falleció el 9 de diciembre sin haber recobrado el conocimiento. ? Tenía 89 años. El crimen nunca fue esclarecido.
Su poesía, de carácter fundacional según algunos estudiosos, la colocó en lo que sería una incipiente práctica performática, ya que sus recitales iban acompañados no solo con la lectura sino también con la expresión corporal. Fue precursora de la vanguardia centroamericana y figura destacada en lo que se llamó "generación de la dictadura", debido a que tanto en sus obras como en sus acciones se opuso a la dictadura de Tiburcio Carías. Clementina tuvo como temas fundamentales la vocación artística literaria, su condición de mujer, el amor y la crítica social. Sus versos resultan claros y contundentes y dejan traslucir la impronta de una mujer intensa que supo poner en palabras la pasión que volcó también en su propia vida.
Premios obtenidos
Premio Nacional de Literatura Ramón Rosa 1970.
Obra publicada
Corazón sangrante. Tegucigalpa, 1930.
Iniciales. México, 1931.
De mis sábados el último. México, 1931.
Los templos de fuego. México, 1931.
Engranajes. San José, Costa Rica, 1935.
Veleros. La Habana, 1937.
De la desilusión a la esperanza. Tegucigalpa, 1944.
Creciendo con la hierba. San Salvador, 1957.
Canto a la encontrada patria y su héroe. Tegucigalpa, 1958.
El poeta y sus señales. Tegucigalpa, 1969.
Antología poética. Tegucigalpa, 1984.
Con mis versos saludo a las generaciones futuras. Tegucigalpa, 1988.
Poesía completa (edición de María Eugenia Ramos). Tegucigalpa, 2012.
MIRANDO EXTASIADA EL CIELO
Sentada a la orilla de la vida
yo soy tres:
mi sueño, la poesía y yo;
pero lo que ahora digo
lo borra mi sangre con su veloz vertiente,
entretanto el reloj
-rompeolas de los días-
inventa una nueva hora,
en la escala gradual del tiempo.
Anterior al péndulo
y al vuelo de las golondrinas,
está mi luna que llora y ríe
en un exacto protectorado de palabras.
Yo no sé cómo cerrar los ojos,
reconquistar las tardes,
las memorias
y los paisajes
en una sola fuente recóndita
que afirme definitivamente
el soplo primigenio;
a nivel de la rosa que no se marchita
en el seno,
o de la nube que se hubiera quedado
prendida en la ventana
mirando extasiada al cielo.
LAMENTOS EN EL ESPACIO
Afuera ruge el viento. Tu cabeza está
en mis piernas.
la noche se entretiene en ronda de fantasmas.
Aguas desbarrancadas cortan narcisos y nieblas,
para adornar la tumba de tanto pájaro muerto.
Tú peinas y despeinas mi cabello
mientras el mar arrastra sangre y lodo.
La sombra parece que esculpiera cadáveres.
¿Quién llora y se desespera en el aire?
Amor. Tú estás dormido,
-sin darte prisa por salir de la noche-
mientras yo atajo lamentos
de madres y de niños.
LOS ARADOS
Se han bifurcado las sendas
y van atrás los arados.
He comenzado a llamarte "compañero"
y he cosido mi pobreza a tu pobreza.
Yo un punto, tú otro punto
-alguien nos hundió el dedo en los ojos-
porque los dos lloramos sangre...
Pedazos de mi vida, de tu vida
van roturando los arados.
EL GRITO
Enfilada y firme
espero la hora
que desamarre todos los obstáculos
y me aviente a los mares de la lucha
con la alegre capacidad
del que desafiando la muerte
vence a la vida!
Yo era
una desesperada mariposa
aprisionada en las paredes
de las horas inútiles.
Pero el nuevo grito
llegó por fin a mis oídos
y yo le he abierto los brazos
como a un horizonte de luz
que me señalara
el único puerto de esperanza!
¡Alegría! De los gritos apiñados.
¡Alegría! Del dolor que florece.
¡Alegría! De mis brazos tendidos
al nuevo grito del mundo.
REBELDÍA
No he venido al mundo
para llorar. No es con lágrimas
que se obtiene la alta dimensión del hombre.
No es a que me maltraten
ni a que me humillen.
No me arredra la lucha
por más encarnizada que ella sea.
Afianzada tengo el alma
a un rojo encendido de fuerza
que puede maldecir
pero jamás humillarse.
No importa que pretendan negar
la luz de mi destino,
que rompan despiadadamente
el encaje del sueño,
que destruyan el azogue de mi espejo,
que me sumerjan en la noche sin adioses,
que con saña me nieguen el pan, la sal y el agua.
No esperen que por ello me doble dócilmente,
aunque la carne sea siempre la carne
mis entrañas ya casi son de acero.
Mas lo que así pretendan
que por mí no teman
que haría falta para ello desconocer
que yo aprendí a cantar con las palabras justas.
Y que he encontrado la verdad en la médula de mis huesos
y que por eso marcho a espaldas de la aurora
como si ella misma naciera en mi costado.
Ignoran acaso que en el recinto de mi pecho
he dejado entrar el universo
y que tengo como cumplido deber gozoso
amar la justicia, la lucha, la esperanza
y afianzare a ellas
con mi corazón, mi canto
y la vida misma.
Y que por ello en todo tiempo
para mi sueño es la primavera,
la tierra toda florece
y adelante para mí su simiente milagrosa.
Sin negarme jamás a sangrar,
hasta dejar como caños vacíos las venas,
dislocarme de espanto en horas tormentosas,
rodar como un animal herido,
saborear mi saliva como si fuera una fruta,
tocar sonámbula mi propio esqueleto,
acariciarme yo misma
a fuerza de sentirme tan desgraciada.
Pero eso no será nunca estar vencida
ni naufragada en ningún planeta.
Será acaso como estar momentáneamente cansada
de un largo viaje...
para empezar el nuevo día con más violencia.
Pues hay que saber que cuando el pecho casi estalla,
el dolor es su única defensa.
Además qué triste sería ser invencibles
únicamente por el miedo a sufrir.
Mi pecho abierto a los cuatro costados
se viste, se desviste, anda y desanda los caminos
y jamás se protege del desamparo.
Él sabe que sería risible disfrazarse con máscaras,
que solo hay una forma segura de ganar el combate
y es entrar en él con el cuerpo descubierto
pero con plena decisión de pelear
hasta ganar o perder.
Que vivir es seguir viviendo,
buscarse minuto a minuto,
hasta encontrar la voz servidora
que nos permita dar el mensaje
de lo verdaderamente eterno.
Yo sé que atrás se quedará mi rostro
pero que mi voz estará siempre en el alba,
que no hay tumba para la férvida palabra
y mucho menos para el canto que va de boca en boca.
Que este es un frágil milagro de inescrutables designios,
una belleza que se acrecienta cada primavera
y una eternidad que se levanta del mismo cadáver
para no morir nunca.
LILIÁN HIRIGOYEN
Escritora, jurado en el área Letras del Premio Morosoli,
expresidenta de la Casa de los Escritores del Uruguay