Nunca más esta lluvia
Lilián Hirigoyen
Clara Isabel Alegría Vides nació en Estelí, Nicaragua, el 12 de mayo de 1924 y murió en Managua el 25 de enero de 2018, a los 93 años.
Contenido de la edición 22.04.2021
Clara Isabel Alegría Vides nació en Estelí, Nicaragua, el 12 de mayo de 1924 y murió en Managua el 25 de enero de 2018, a los 93 años.
Fue una escritora, poeta, narradora, ensayista y traductora. Recibió como nombres el de sus dos abuelas, Clara, la esteliana e Isabel, la salvadoreña. Fue el escritor mexicano José Vasconcelos que, un día de visita y siendo ella muy joven, la llamó Claribel, fusionando Clara e Isabel en un único nombre, el que ella adoptó desde ese momento.
Hija de Daniel Alegría, un médico nicaragüense y de Ana María Vides, salvadoreña, Clara fue la mayor de seis hermanos.
Con nueve meses de edad y debido a un atentado sufrido por su madre, la familia se trasladó a residir en Santa Ana, El Salvador, donde transcurriría su niñez. Eso la llevó a considerarse también salvadoreña. Solía decir que tenía patria y matria: su patria, El Salvador, porque de ahí provienen sus primeros olores, sabores y contactos, y su matria, Nicaragua, porque allí es dónde nació.
A los ocho años, Claribel tuvo la terrible experiencia de presenciar la masacre de treinta mil campesinos e indígenas.
En Santa Ana cursó los niveles de primaria y secundaria.
En 1943 fue becada a Estados Unidos, en una universidad de Nueva Orleans, para estudiar literatura y filosofía. Estando en esa ciudad le escribió al poeta Juan Ramón Jiménez. Él, que ya la conocía por su nombre y no tanto por su poesía, fue quien la convenció para que se trasladara a Washington, donde Juan Ramón vivía, y así tomarla como discípula.
Claribel vivió muchos años en Estados Unidos. En la misma universidad donde se graduó como licenciada en Filosofía y Letras, conoció al que sería su esposo, Darwin J. Flakoll, un periodista, hispanista, traductor y escritor estadounidense con el que, más adelante, publicaría "Cenizas de Izalco", donde se denuncia la masacre salvadoreña por vez primera. Además, juntos coescribieron varias obras y traducciones de poesía. Su compenetración intelectual y como pareja fue tan fuerte que más de una vez firmaron algunos de sus escritos conjuntos como "Claribud", Clara y Bud, sobrenombre con el que se conocía a Darwin.
La pareja tuvo cuatro hijos. Residieron en varias ciudades de América y Europa, entre ellas Montevideo. También mantuvieron amistad con Mario Benedetti y con varios escritores latinoamericanos.
En 1985 Claribel regresó a Nicaragua para ayudar a la reconstrucción tras la guerra civil, debido a su estrecha relación con la Frente Sandinista de Liberación Nacional. Su padre, Daniel Alegría, sin haberlo conocido, fue un gran admirador de Sandino y colaboró con la primera revolución sandinista, cosa que le había granjeado la persecución de Somoza García.
Siendo ella cónsul de Nicaragua en Estados Unidos fue declarada funcionaria no grata por el gobierno de Ronald Reagan.
En 1995 muere en Managua Darwin J. Flakoll.
Claribel falleció en 2018 en la misma ciudad que su compañero, desilusionada por la transformación interna sufrida en esa revolución a la que tanto había admirado y por la que, llenos de entusiasmo y a pesar de residir todos en Europa, decidieron visitar Nicaragua en 1979, junto a la pareja amiga formada por el escritor Julio Cortázar y Carol Dunlop.
Sus cenizas, divididas, descansan una parte junto a su esposo, en Nicaragua, y el resto en El Salvador.
Recibió numerosos distinciones, entre otras:
Premio Casa de las Américas (1978)
Premio Internacional de Poesía Rafael Alberti (2014)
Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2017)
De sus poemarios destacan: su primer libro "Anillos De Silencio" (1948), "Suite de amor, angustia y soledad" (1950), "Vigilias" (1953), "Acuario" (1955), "Huésped De Mi Tiempo" (1961), "Vía Única" (1965), "Aprendizaje" (1970), "Sobrevivo" (1978), libro por el que fue galardonada con el premio Casa de las Américas, "Suma y Sigue" (1981), "Flores Del Volcán" (1982), "Mujer Del Río" (1989), "Fugues" (1993), "Variaciones En Clave De Mí" (1993), "Umbrales" (1997) o "Saudade" (1999)
En colaboración con su esposo escribió también varios ensayos y testimonios de carácter político, como "La encrucijada salvadoreña" (1980), "No me agarran viva: la mujer salvadoreña en lucha" (1983) o "Para romper el silencio: resistencia y lucha en las cárceles salvadoreñas" (1984), "Somoza, expediente cerrado" (1993), "Death of Somoza" (1996)
Su vasta obra ha combinado la lírica pura con la lucha social y la defensa de los derechos humanos. También el feminismo se hace patente en algunos de sus poemas, como por ejemplo, en "María Magdalena", "La Malinche" y en el aquí reproducido "La mujer del río Sumpul", donde relata la masacre de campesinos sucedida en ese río. La voz que se escucha en ellos es la de las mujeres y su visión de los hechos, que no coincide con la versión "oficial".
Su faceta literaria más importante es la poética, donde maneja la expresión escueta y sobria.
De sus textos, resueltos con versos breves pero intensos, dice el escritor José Coronel Urtecho, fundador del movimiento literario de Vanguardia nicaragüense: "¡Cómo se puede ser gran poeta, ser una gran poeta, en tan pocas palabras, en tan breves y leves palabras, tan cargadas del peso de la vida y la poesía!".
Ars poética
Yo,
poeta de oficio,
condenada tantas veces
a ser cuervo
jamás me cambiaría
por la Venus de Milo:
mientras reina en el Louvre
y se muere de tedio
y junta polvo
yo descubro el sol
todos los días
y entre valles
volcanes
y despojos de guerra
avizoro la tierra prometida.
Autorretrato
Malogrados los ojos
Oblicua la niña temerosa,
deshechos los bucles.
Los dientes, trizados.
Cuerdas tensas subiéndome del cuello.
Bruñidas las mejillas,
sin facciones.
Destrozada.
Sólo me quedan los fragmentos.
Se han gastado los trajes de entonces.
Tengo otras uñas,
otra piel,
¿Por qué siempre el recuerdo?
Hubo un tiempo de paisajes cuadriculados,
de gentes con ojos mal puestos,
mal puestas las narices.
Lenguas saliendo como espinas
de acongojadas bocas.
Tampoco me encontré.
Seguí buscando
en las conversaciones con los míos,
en los salones de conferencia,
en las bibliotecas.
Todos como yo
rodeando el hueco.
Necesito un espejo.
No hay nada que me cubra la oquedad.
Solamente fragmentos y el marco.
Aristados fragmentos que me hieren
reflejando un ojo,
un labio,
una oreja,
Como si no tuviese rostro,
como si algo sintético,
movedizo,
oscilara en las cuatro dimensiones
escurriéndose a veces en las otras
aún desconocidas.
He cambiado de formas
y de danza.
Voy a morirme un día
y no sé de mi rostro
y no puedo volverme.
Creí pasar mi tiempo...
Creí pasar mi tiempo
amando
y siendo amada
comienzo a darme cuenta
que lo pasé despedazando
mientras era a mi vez
des
pe
da
za
da.
Dame tu mano
"Hoy me gusta la vida mucho menos
pero siempre me gusta vivir"...
César Vallejo
Dame tu mano
amor
no dejes que me hunda
en la tristeza
Ya mi cuerpo aprendió
el dolor de tu ausencia
y a pesar de los golpes
quiere seguir viviendo.
No te alejes
amor
encuéntrame en el sueño
defiende tu memoria
mi memoria de ti
que no quiero extraviar.
Somos la voz
y el eco
el espejo
y el rostro
dame tu mano
espera
debo ajustar mi cuerpo
hasta alcanzarte.
Insomnio
Digo amor
y lacera mi cuerpo
el desamparo.
Quiero entrar a la muerte...
Quiero entrar a la muerte
con los ojos abiertos
abiertos los oídos
sin máscaras
sin miedo
sabiendo y no sabiendo
enfrentarme serena
a otras voces
a otros aires
a otros cauces
olvidar mis recuerdos
desprenderme
nacer de nuevo
intacta.
Solos de nuevo
Solos de nuevo
solos
sin palabras
sin gestos
sin adornos
con un sabor a fruta
en nuestros cuerpos.
Soy espejo
Brilla el agua
en mi piel
y no la siento
corre a chorros el agua
por mi espalda
no la siento
me froto con la toalla
me pellizco en un brazo
no me siento
comienzo a vestirme
a tropezones
de los rincones brotan
relámpagos de gritos
ojos desorbitados
ratas que corren
dientes
aún no siento nada
me extravío en las calles:
niños con caras sucias
pidiéndome limosna
muchachas prostitutas
que no tienen quince años
todo es llaga en las calles
tanques que se aproximan
bayonetas alzadas
cuerpos que caen
llanto
por fin siento mi brazo
dejé de ser fantasma
me duele
luego existo
vuelvo a mirar la escena:
muchachos que corren
desangrados
mujeres con pánico
en el rostro
esta vez duele menos
me pellizco de nuevo y ya no siento nada
simplemente reflejo
lo que pasa a mi lado
los tanques
no son tanques
ni los gritos
son gritos
soy un espejo plano
en que nada penetra
mi superficie
es dura
es brillante
es pulida
me convertí en espejo
y estoy descarnada
apenas si conservo
una memoria vaga
del dolor.
La mujer del río Sumpul
Ven conmigo
subamos al volcán
para llegar al cráter
hay que romper la niebla
allí adentro
en el cráter
burbujea la historia:
Atlacatl
Alvarado
Morazán
y Martí
y todo ese gran pueblo
que hoy apuesta.
Desciende por las nubes
hacia el juego de verdes
que cintila:
los amantes
la ceiba
el cafetal
mira los zopilotes
esperando el festín.
«Yo estuve mucho rato
en el chorro del río.»
explica la mujer
«un niño de cinco años
me pedía salir.
Cuando llegó el ejército
haciendo la barbarie
nosotros tratamos de arrancar.
Fue el catorce de mayo
cuando empezamos a correr.
Tres hijos me mataron
en la huida
al hombre mío
se lo llevaron amarrado.»
Por ellos llora la mujer
llora en silencio
con su hijo menor
entre los brazos.
«Cuando llegaron los soldados
yo me hacía la muerta
tenía miedo que mi cipote
empezara a llorar
y lo mataran.»
Consuela en susurros
a su niño
lo arrulla con su llanto
arranca hojas de un árbol
y le dice:
«mira hacia el sol
por esta hoja»
y el niño sonríe
y ella se cubre el rostro de hojas
para que él no llore
para que vea el mundo
a través de las hojas y no llore
mientras pasan los guardias
rastreando.
Cayó herida
entre dos peñas
junto al río Sumpul
allí quedó botada
con el niño que quiere
salir del agua
y con el suyo.
Las hormigas le suben
por las piernas
se tapa las piernas
con más hojas
y su niño sonríe
y el otro callado
la contempla
ha visto a los guardias
y no se atreve a hablar
a preguntar.
La mujer junto al río esperaba la muerte
no la vieron los guardias
y pasaron de largo
los niños no lloraron
fue la Virgen del Carmen
se repite en silencio
un zopilote arriba
hace círculos lentos
lo mira la mujer
y lo miran los niños
el zopilote baja
y no los ve
es la Virgen del Carmen
repite la mujer
el zopilote vuela
frente a ellos
con su carga de cohetes y los niños lo miran
y sonríen
da dos vueltas
y empieza a subir
me ha salvado la Virgen
exclama la mujer
y se cubre la herida
con más hojas
se ha vuelto transparente
se confunde su cuerpo con la tierra
y las hojas
es la tierra
es el agua
es el planeta
la madre tierra
húmeda
rezumando ternura
la madre tierra herida
mira esa grieta honda
que se le abre
la herida está sangrando
lanza lava el volcán
una lava rabiosa
amasada con sangre
se ha convertido en lava
nuestra historia
en pueblo incandescente
que se confunde con la tierra
en guerrilleros invisibles
que bajan en cascadas
transparentes
los guardias
no los ven
ni los ven los pilotos
que calculan los muertos
ni el estratega yanqui
que confía en sus zopilotes
artillados
ni los cinco cadáveres
de lentes ahumados
que gobiernan.
Son ciegos a la lava
al pueblo incandescente
a los guerrilleros disfrazados
de ancianos centinelas
y de niños correo
de responsables de tugurios
de seguridad
de curas conductores
de cuadros clandestinos
de pordioseros sucios
sentados en las gradas
de la iglesia
que vigilan la guardia.
La mujer de Sumpul
está allí con sus niños
uno duerme en sus brazos
y el otro camina.
Cuénteme lo que vio
le dice el periodista.
«Yo estuve mucho rato
en el chorro del río.»
¿Y si me muero y sueño?
Y si me duermo y sueño que estoy muerta
y en realidad he muerto
y no lo sé
y despierto a una luz
que no es la mía
a un paisaje ignoto
que me ignora
¿lucharé por volver
a mi apacible espacio
pensándome atrapada
en una pesadilla
o en un instante luz
sabré que estoy despierta
que al fin he despertado
del sueño de la vida?
LILIÁN HIRIGOYEN
Escritora, jurado en el área Letras del Premio Morosoli,
expresidenta de la Casa de los Escritores del Uruguay
Imagen: poetapachuco.org