Ondulaciones

Nancy Urrutia

Contenido de la edición 09.11.2025

 

En marzo se presentó el libro "Historias descabelladas", un trabajo compuesto por cuarenta relatos, donde "mujeres pertenecientes a diferentes generaciones nos traen recuerdos, nos asombran, nos emocionan", al decir de la compiladora Cristina Lampariello.

En CONTRATAPA venimos presentando regularmente todos los textos. A continuación, el de Nacy Urrutia (y la foto que lo acompaña).

 

Ondulaciones

Nancy (1950)

Recuerdo tener 5 o 6 años y un día preguntar a mi madre por qué a mí me cortaban el pelo y a mi hermana, tres años mayor, le dejaban el pelo largo y le hacían una larga trenza. La respuesta era que a mí me quedaba más lindo el corte à la garçonne que se usaba en esa época. No era muy corto, pero tampoco largo, hasta la oreja.

No me conformaba esa respuesta, por lo que cada vez que me llevaban a la peluquería era un gran disgusto y llantos.

Ante esa situación mis padres crearon una estrategia que consistía en una especie de teatro. Cuando mi pelo crecía como para ir nuevamente a la peluquería mi madre me convencía de que cuando mi padre regresara de su trabajo ella le iba a decir que había una niña muy bonita en la casa (yo era muy pegada a mi padre). Cuando él llegaba de su trabajo yo ya estaba acostada; entonces mi madre le decía: "Mira qué linda nena tenemos hoy", a lo que mi padre me miraba y me decía en el oído que me quería mucho y que el corte de pelo era muy lindo y que me quedaba mejor así.

Pasaron muchos años. De adolescente usaba un corte de pelo más corto, por decisión propia. Pero años más tarde fui dejándome el pelo largo, como quería de niña. Ondulado por naturaleza, mi pelo era un poco rebelde, así que recurrí a tratamientos de laceado que se hacían casi a escondidas en casas de mujeres brasileñas. Tenían un balde grande que usaban para muchas personas con un «producto» de color marrón con un fuerte olor a amoníaco que nos ponían en el pelo y después de un rato nos hacían un lavado rápido que nosotras teníamos que volver a hacer en nuestras casas. A mi hermana se le cayó el pelo a mechones y lloramos las dos sentadas en el cordón de la vereda de esa casa por haber ido a probar como conejillos de Indias.

También en ese entonces se comenzó a usar el "torniquete", que consistía en poner el pelo rodeando toda la cabeza de un lado y después del otro. Dormíamos toda la noche así, lo cual era una tortura, porque a veces dolía el cuero cabelludo.

Como ir a la peluquería para mí era un sacrificio: pedir hora, esperar y estar una hora en el secador de pelo, un día decidí comprarme un secador profesional. Así yo decidía cuándo y con qué tiempo podía estar usándolo.

Por muchos años usé ese método hasta que conocí a un peluquero, un coiffeur, un genio. Gustavo me convenció de que tenía que amigarme con mi pelo, usarlo naturalmente, con la rebeldía y un corte especial que me comenzó a caracterizar hasta el día de hoy.

 

Imagen de portada: Cristina Lampariello


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2025-11-09T19:39:00