Otra forma de pensar la tecnodiversidad

Yuk Hui

Contenido de la edición 14.05.2023

 

La ciencia y la tecnología dependen estrechamente de la cultura en la que se desarrollan. En un contexto caracterizado por el sobreconsumo y la competencia económica, es imperativo concebir la tecnodiversidad de forma diferente, trascendiendo la oposición entre local y global, tradición y modernidad, Oriente y Occidente, con el fin de redefinir las relaciones humanas y nuestros vínculos con los seres vivos.

En 1914, apenas iniciada la Primera Guerra Mundial, el filósofo francés Henri Bergson, reelegido para dirigir la Academia de Ciencias Morales y Políticas, pronunció su discurso inaugural titulado "El significado de la guerra". Bergson, que más tarde presidiría la Comisión Internacional de Cooperación Intelectual, organismo precursor de la UNESCO, acusó en su alocución al gobierno alemán de "maquinismo" y "mecanicismo", conceptos que se repiten varias veces en su breve discurso. El filósofo reprochó a las autoridades alemanas haber llevado a un país amante de la música, la poesía y la metafísica a una "barbarie científica" y una "barbarie sistemática". 

Bergson creía que el origen de la guerra podía rastrearse en el desarrollo de la ciencia y la tecnología mecánicas. El siglo XIX había "dado a las artes mecánicas una extensión completamente imprevista y procurado al hombre, en menos de 50 años, más instrumentos de los que se habían fabricado en los miles de años que llevaba en la Tierra". Cada nueva máquina era para el hombre un nuevo órgano, de forma que su alma no podía abarcar ese cuerpo que había crecido de manera prodigiosa. Un análisis similar de la guerra figura en una de sus obras posteriores, Las dos fuentes de la moral y de la religión (1932).

Esa incompatibilidad se encuentra en el origen de la arrogancia (lo que los griegos llamaban hibris) de la que fuimos testigos en las dos guerras mundiales, y actualmente en los llamamientos a restaurar un cierto Volksgeist (espíritu nacional). Bergson expresó su cólera en una larga serie de preguntas, tales como: "¿En que se convertiría el mundo si ese mecanismo se apoderase de toda la humanidad, y los pueblos, en vez de crecer libremente hacia una diversidad más rica y armoniosa como las personas, cayeran en la uniformidad como si fueran cosas?".

Uniformidad versus diversidad

¿Cómo debemos entender hoy en día ese diagnóstico de Bergson acerca de los órganos artificiales que generan uniformidad en vez de diversidad? Quizá no hayamos comprendido todavía el sentido de su tesis. Si existe la diversidad entre los seres humanos, no es a causa de la raza o del color de la piel, sino de sus diferentes maneras de pensar, lo que aquí llamaremos noodiversidad (noo proviene del griego nous, que significa "espíritu" o "intelecto"). La noodiversidad se sustenta en una tecnodiversidad, definida como una variedad de maneras de aprehender y de construir la tecnología en las diferentes culturas, que emergen de lo local y que mantienen un intercambio constante con otras localidades.

La tecnodiversidad y la noodiversidad son correlativas y a su vez mantienen la biodiversidad de su entorno. La importancia del factor humano en la preservación de la biodiversidad ha llegado a ser evidente, sobre todo si se tiene en cuenta que hemos entrado en la era que los geólogos denominan Antropoceno, el dominio del hombre sobre la Tierra. Dicho de otro modo, tanto la noodiversidad como la biodiversidad dependen cada vez más de la tecnodiversidad. 

Sin embargo, este asunto de la diversidad ha ido desapareciendo poco a poco. Primero, por un error conceptual sobre qué es la tecnología, ya que ha habido tendencia a considerarla solo una herramienta. Recordemos que, a lo largo de la modernización de la segunda mitad del siglo XIX, los países de Asia oriental creyeron que podrían dominar la tecnología occidental usando su propio pensamiento. Surgieron entonces consignas como "sustancia china y utilización occidental", "alma japonesa y saber occidental" o "tao ['el camino'] oriental y material occidental". 

Todos estos movimientos comparten la convicción de que el pensamiento oriental podrá dominar la ciencia y la tecnología occidentales, que no son más que simples instrumentos, pero ahora se sabe que esa ilusión no es más que una variante del dualismo cartesiano. En segundo lugar, por el triunfo del positivismo, que considera que la tecnología es universal y que está dotada de una racionalidad que trasciende el tiempo y el espacio. Así, podría decirse que la tecnología posee una dimensión universal en la medida en que se trata de la exteriorización de la memoria y la extensión de los órganos corporales. No obstante, la tecnología también ha sido modulada y limitada por el contexto local y por la cosmología.

Los límites de la innovación

El bioquímico británico Joseph Needham, historiador de las ciencias, sinólogo y primer responsable de la Sección de Ciencias Exactas y Naturales de la UNESCO (1946-1948), formuló lo que hoy se conoce como "la pregunta de Needham": ¿Por qué la ciencia y la tecnología modernas surgieron en Europa y no en China o la India? Muchos historiadores posteriores han argumentado que muchos avances científicos y desarrollos tecnológicos estaban más desarrollados en China que en Europa.

Pero eso sería traicionar lo que Needham sugería: según él, no es legítimo comparar directamente la ciencia y la tecnología occidentales con las de China, porque se basan en hipótesis ontológicas y epistemológicas diferentes. Prueba de esto es la existencia en la medicina china de entidades ontológicas tales como el ch'i (soplo vital) y el yin-yang, que no pueden demostrarse materialmente en anatomía. Basándose en sus propias investigaciones biológicas, Needham acuñó el concepto de "organicismo" para describir la medicina china y el pensamiento chino en general.

Dicho de otro modo, las culturas china y occidental tuvieron maneras diferentes de comprender y construir la tecnología, y eso es lo que yo denomino la tecnodiversidad. Esta diversidad no debe buscarse solo en el pasado, sino que hay que pensarla en la actualidad. Estamos inmersos en tecnologías digitales, pero muy pocas veces reflexionamos sobre las hipótesis ontológicas y epistemológicas que sustentan esos productos. Se puede tomar el ejemplo de las redes sociales, que presuponen que la sociedad es un conjunto de átomos sociales y que es posible conocer y estudiar las relaciones humanas gracias a la conectividad de los datos. 

Cuando se cuestionan dichos supuestos, adquieren un aspecto problemático, porque fueron elaborados en el decenio de 1930 por psicólogos como el rumano-estadounidense Jacob Moreno y el germano-estadounidense Kurt Lewin. Ningún antropólogo estará de acuerdo con la idea de que la sociedad humana se desarrolló a partir de átomos sociales. Y, sin embargo, ese modelo ha sido imitado y ampliado por la casi totalidad de plataformas de redes sociales presentes en diversos países, como Facebook, VKontakte o WeChat. Eso pone en evidencia también los límites de la innovación de los que se habla hoy, sobre todo cuando esa innovación tiene por único objetivo la eficacia y el consumismo.   

Diversificar para reconciliar

En la actualidad, la mundialización tecnológica ya nos ha alejado de la pregunta sobre la tecnodiversidad, transformándola en una oposición entre lo local y lo mundial, la tradición y la modernidad, Oriente y Occidente, sin ser capaces de abordar la cuestión de la diversidad más allá de la identidad. El jesuita, arqueólogo y teólogo francés Pierre Teilhard de Chardin, a quien la UNESCO dedicó un coloquio en 1981, propuso lo que llamaba la convergencia de la noosfera

Según su teoría, es posible considerar que la evolución es un progreso de la conciencia, que creará una noosfera gracias a la invención y difusión de tecnologías por todo el planeta. Para Teilhard de Chardin, una convergencia así es también una cristogénesis. En todo caso, hoy en día conviene añadir a su postulado que esta formación de la noosfera es también el proceso de rivalidad tecnológica y expansión militar, y que en ese tipo de formación hay homogeneización y no diversificación. La diversificación solo podría ocurrir en el plano más superficial, o sea, en el de la identidad nacional.

Creo que hoy, más que nunca, ante los fenómenos actuales de consumo adictivo, competencia económica feroz y expansión militar amenazante, es preciso volver sobre la cuestión de la tecnodiversidad, especialmente cuando se sabe que una solución mundial unificada es difícil, o incluso imposible, y que no cabe desear un regreso al nacionalismo. La conclusión a la que Bergson llegó en 1914 es ahora más actual que nunca. La tendencia que él describió entonces no ha hecho más que amplificarse mediante máquinas cibernéticas más potentes que, como señaló el matemático estadounidense Norbert Wiener, ya no son los simples mecanismos en los que pensaba Bergson. La búsqueda y la promoción de la tecnodiversidad deberían figurar actualmente entre nuestras tareas fundamentales, tal y como nos animaron a hacer Bergson y Needham.  

La UNESCO es, con toda probabilidad, el único organismo capaz de llevar ese programa más allá de lo que podrían alcanzar un pensador individual o una comunidad universitaria. Este cometido consistiría no solo en preservar la memoria colectiva del pasado, por nostalgia o por un sentimiento de obsolescencia de la humanidad, sino también en elaborar una nueva agenda que nos transmita la inspiración necesaria para concebir de cara al futuro un programa científico y cultural de reflexión - de una forma menos homogénea- sobre las relaciones que mantenemos entre nosotros, con los demás seres vivos y con la Tierra. Una diversificación así quizá nos permita arrojar nueva luz y hallar nuevas salidas a este laberinto.

 

YUK HUI
Filósofo y profesor de la Universidad de Hong Kong.

Autor de numerosos ensayos, traducidos a una docena de lenguas, entre los que figuran Sobre la existencia de objetos digitales (2016), 

La cuestión de la técnica en China: un ensayo de cosmotécnica 

(2016, edición francesa, 2021) y Arte y cosmotécnica (2021).

 

Publicado originalmente en El Correo de la UNESCO, 02/04/2023. Reproducido con autorización de los editores.

Imagen de portada: adhocFOTOS/Javier Calvelo


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2023-05-14T16:12:00