Pedro Olalla: “Para el hombre es cada vez más fácil jugar a ser Dios”

Entrevista/Daniel Feldman

Conversar con Pedro Olalla es traer aire nuevo a viejos temas. Grecia y el aporte de su tradición y cultura a la humanidad fue el motivo para entablar la conversación.

Contenido de la edición 30.09.2021

 

Nacido en España pero residente hace ya largo tiempo en Atenas, Grecia, Pedro Olalla es escritor, helenista, profesor, fotógrafo, traductor y cineasta. Miembro Asociado del Harvard University's Center for Hellenic Studies y Embajador del Helenismo, fue declarado Visitante Ilustre de la ciudad de Montevideo en ocasión de su viaje en 2018, con motivo del 40 aniversario de la Fundación María Tsakos, donde presentó el libro De senectute política/Carta sin respuesta a Cicerón, además de participar en diversas actividades, que tuvimos la satisfacción de ser distinguidos para coordinar.

La charla se llevó a cabo al día siguiente a la muerte de Mikis Theodorakis, por lo que este hecho y su figura fue el punto de partida obligatorio...

Su muerte fue algo silenciosa, ya que era muy mayor y llevaba un tiempo enfermo; era previsible que muriera y por eso no pudo ser tomado como un hecho trágico y sorpresivo, pero sí fue muy sentida y un golpe para todos. Nos queda, de esa generación, Irene Papas. Pero parece que con la muerte de Mikis se va cerrando, de manera simbólica, una época, que ya está en los libros de historia reciente. Mikis, Seferis, Ritsos... Mikis era el último superviviente de todos ellos.

¿Hay relevos?

No diría que no los hay, no soy tan negativo. Pero eso es difícil de precisarlo, y quizá sea el tiempo quien ponga las cosas en su sitio. De todas formas, creo que son figuras que han brillado con una luz tan intensa y han tenido un protagonismo tan claro e indiscutible que, por decirlo de alguna manera, no pueden ser sustituidas. Siempre quedará un vacío y prevalecerá su singularidad.

Quería conversar tomando como punto de partido tu obra Historia menor de Grecia. Como helenista, si bien nacido en España residente hace ya muchos años en Grecia, y por tanto imbuido de su cultura y tradición, ¿cómo ves hoy, en 2021, en plena pandemia, la vigencia de ese cuerpo de pensamiento que ya lleva milenios?

No es algo nuevo ni coyuntural; sigue absolutamente vigente. El libro Historia menor de Grecia, como bien sabes, cumplió una década, pero ya cuando lo escribí pensé en esa vigencia permanente y universal. De hecho, es un tema transversal, tanto diacrónica como sincrónicamente. Es una reflexión sobre la actitud humanista, si tomamos al humanismo stricto sensu como ese fenómeno que aparece en la Italia del Renacimiento, etcétera, en un círculo determinado de Florencia y que tiene su carácter como una actitud de revisión de los clásicos, de los escritos de los antiguos, para sacar a la luz una serie de saberes que se contrapongan al teocentrismo y a la auctoritas imperante en el momento, y vuelva a abrir una vía al pensamiento libre, al cultivo de saberes terrenales, por oposición a los saberes divinos. Hay una actitud humanista desde mucho antes de ese momento, y el libro la rastrea remontándose a los textos de Homero. Eso le da universalidad y diacronía al tema. Se trata de reflexionar a través de una colección yuxtapuesta de gestos humanos, en los que, de alguna manera, vemos la supervivencia, la precariedad, la amenaza, la nobleza, el esfuerzo, la contradicción, de esa actitud en las personas en que ha sobrevivido.

De alguna manera rescatas ese día a día que fue gestando esta base. No aparecen, o lo hacen muy poco, los grandes referentes. Aparece, por ejemplo, Hermias:

Susa - 341 antes de Cristo

Hermias cree que la educación política es esencial para que todos los hombres puedan influir sobre la sociedad, que el poder debe ser puesto en manos de los más capacitados para discernir lo justo, y que es prudente y conveniente limitar el poder concentrado en los hombres para otorgárselo a la ley.

Hermias nació esclavo en Bitinia y fue castrado de niño; después fue helenizado y educado en Atenas, donde hizo suyas todas estas ideas junto a sus compañeros de la Academia de Platón...

Justamente, se llama "Historia menor" porque trata de rescatar este tipo de gestos; no las grandes decisiones ni los grandes hitos o las grandes hazañas. Tampoco lo contrario, pero todo lo pequeño ha sido trascendente en algún momento. Se presentan personajes y hechos de segunda fila, por decirlo de alguna manera. ¿Qué ponen de manifiesto? Que si en algún momento la historia ha tenido una dinámica de progreso y si nuestro mundo pudiera ser, en cierto sentido, algo mejor de lo que ha sido anteriormente, es precisamente por la supervivencia de esa actitud de personas que, en un tiempo dado, decidieron hacer lo que consideraban bueno, aunque su resultado haya estado tan unido al éxito como al fracaso, o a victorias tan solo morales.

El humanismo no es algo exclusivamente griego.

No, en absoluto. Sin embargo, su cultura ha aportado mucho a la forja de esa actitud. También es verdad que el humanismo, después, ha aportado mucho al prestigio que ha seguido teniendo la cultura griega. En ese proceso de simbiosis, aunque el humanismo no sea patrimonio de la cultura griega, sí ha sido gestado y reformulado una y otra vez a lo largo de la historia evocando y referenciando el elemento griego. Sigue siendo algo in fieri, abierto, que se está gestando y va cambiando de forma.

Ubicas el libro no solo a través de personajes radicados en Grecia sino también en otros lugares: Italia, Alejandría, Toledo, etc., tal vez pautando eso que explicabas, que no es algo exclusivo de un territorio sino que se extendió.

Para nacer el humanismo, en el momento en que se formuló, necesitaba el elemento griego pero esto no era privativo. Como te decía, es algo in fieri. Hoy, el fruto de ese saber ya no pertenece solo a los studia humanitatis; son saberes nuevos, deudores, no obstante, de aquellos esfuerzos; no necesitan, como en aquel momento, definirse por oposición a la teología o a la naturaleza. Tienen por objeto múltiples facetas de la complejidad del ser humano y constituyen instrumentos cada vez más valiosos para el conocimiento, la acción social y política, para el cultivo de la sensibilidad.

Hacías mención a esa idea de "progreso" en la historia de la humanidad. ¿Ha habido progreso o estamos ante paradigmas de cada época? ¿Estamos mejor o peor que hace veinte siglos? ¿Son comparables?

Es muy difícil afirmar de manera absoluta esas cosas. Entiendo que el hombre siempre -en esta época y en las anteriores- ha sido progresista, cuando se ha esforzado en luchar contra la injusticia y contra la miseria. Y ha sido reaccionario y retrógrado cuando, por una u otra razón, ha preferido beneficiarse de ello. Ese podría ser un baremo extrapolable a todas las épocas, para poder hablar de progresismo. Somos progresistas cuando luchamos contra la injusticia, contra la ignorancia, y no lo somos cuando preferimos que sigan existiendo, y sobre todo si podemos beneficiarnos de ellas. Creo que con ese baremo podemos ver que en todo momento ha habido personas, y sobre todo gestos de estas personas -tenemos una vida larga y no exenta de contradicciones- que han respondido a esta actitud. Han existido en todas las épocas y siguen existiendo.

Las humanidades nos han enseñado a desarrollar el potencial humano y a aprender a usarlo de forma solidaria y sabia. Creo que ese sigue siendo el reto y el tesoro que nos ofrecen. Si nos ponemos a pensarlo históricamente, vemos que hemos necesitado de esta actitud humanista para ir contra el dogma moral; eso nos ha permitido descubrir la ética, como un ejercicio libre, de voluntad, razonado, consciente. Hemos también precisado esa actitud humanista del pasado para ir contra el fundamento divino del poder, y así es como se inventó la política. También la necesitamos para enfrentar el principio de autoridad, de auctoritas, que imperó durante le Edad Media y que, sin embargo, en el Renacimiento permitió la aparición de la ciencia moderna. Necesitamos asimismo esa actitud humanista para ir contra la prepotencia y conquistar la dignidad del individuo: el pensamiento autónomo frente al relato uniformador y colectivo. Por último, diría que la necesitamos también para ir en contra de los administradores de la fe y abrirnos al misterio, a una experiencia individual y vivencial del fenómeno religioso, trascendente o como se quiera llamar. Esta actitud ha ido haciendo que a lo largo del tiempo cayeran certezas que resultaban sólidas y opresivas, y que nos fueran abriendo a una posible evolución, no exenta tampoco de peligros y contradicciones.

Hoy seguimos necesitando esa actitud para ir construyendo con fundamento y honestidad sobre esos vacíos que nos han ido dejando. Gracias a las conquistas de las que hablaba antes, de la ética, de la política, de la libertad, de la ciencia, los seres humanos somos en estos momentos más poderosos que nunca. Pero a la vez, más peligrosos que nunca, porque tenemos más capacidad para influir sobre la realidad. Esa capacidad crece de forma exponencial, pero paradójicamente, a la vez, crece nuestro vacío existencial, nuestro anhelo insatisfecho de sentido. Para el hombre es cada vez más fácil jugar a ser Dios en este mundo. Por eso necesitamos de esa actitud humanista, para ponernos límites, para que nuestra responsabilidad crezca a la par de la oportunidad de obrar que tenemos.

Hay cierta paradoja. Mientras a nivel religioso predomina el monoteísmo, a través de los credos dominantes, con un todopoderoso absoluto, el hombre también se siente, de alguna manera, Dios, como tú señalas. Inconscientemente desafía al propio dios que creó.

Sí; evidentemente, la capacidad de obrar de los seres humanos es cada vez mayor. Eso hace que, por un lado, tenga esas tentaciones, y que las ejerza. A la vez, hace que en algunos momentos nos sintamos muy solos y vacíos, y que ese dolor nos abra otros espacios. No es que vayamos a descubrir mañana, a través de nuestros avances, el sentido último de la existencia humana o del universo, pero sí tendremos la necesidad de reposicionarnos ante él. Los relatos sobre los que hemos transitado como seres humanos durante los últimos siglos, e incluso milenios, ya no tienen la misma vigencia ni la misma eficacia. La tradición humanista nos ayuda, aunque lo repito: no es un libro de recetas; es una actitud que nos conmina a sacar lo mejor de nosotros mismos.

Decías que tu libro, Historia menor de Grecia, ya tiene una década; es de 2011. Últimamente estamos muy acostumbrados a lo efímero, lo instantáneo; más de una vez escuchamos decir "esto es viejo", en referencia a algo que tiene una semana. Sin embargo, en tu obra reivindicas cosas que, vaya si tienen décadas y décadas.

Muchos de los temas representados en el libro son no solo diacrónicos sino también universales.

Exacto. Y ese universalismo y diacronismo marca que, más allá de los diversos procesos por los que hemos atravesado, tal vez, como humanidad, seguimos enfrentados a los mismos dilemas que hace dos mil o tres mil años.

Es que esos dilemas nunca tendrán una respuesta definitiva. Es algo que los humanos ya deberíamos saber, y por ello seríamos menos dogmáticos. Esos dilemas serán una pregunta permanente y tendrán siempre respuestas provisorias y acordes a las coordenadas de cada momento. Lo importante es posicionarse ante ellos, y saber convivir. Eso hace que hayan podido posicionarse ante esos interrogantes, como por ejemplo el sentido de la vida, tanto los hombres del neolítico como los del siglo XXI. Si no pudiéramos vivir hasta haber encontrado la respuesta definitiva, la historia de la humanidad hubiera sido de desesperación y de vacío. Mal que bien, cada época histórica ha encontrado su manera de posicionarse. Pero también ha tenido que encontrar la manera de superarlas y hacerlas evolucionar. Con todos nuestros avances actuales, seguimos estando lejos de la respuesta absoluta. Lo importante es encontrar alguna. A veces pienso que lo que la "divinidad" quiere no es que encontremos el sentido, sino que lo busquemos.

Releía en tu obra sobre Pítilo, que en aquella época, allá por el año 10, liberaba a sus esclavos:

"Pítilo no cree que el mundo vaya a venirse abajo por actos como el suyo", escribes. "Ni siquiera que vaya a cambiar de manera sensible", agregas. "Lo que sí cree que va a cambiar es la vida de sus tres esclavos".

Y sí, el mundo no cambió. Cambiaron las formas, pero la esclavitud, de alguna manera sigue presente, aunque a veces ni esclavo ni esclavista lo perciban.

Evidentemente. Hay una crítica que siempre se le ha hecho a la polis griega, en la que nacen la democracia y la política. Tuvo que convivir con la esclavitud. Aunque esta no fue condición sine qua non para que naciera la democracia, esta y la política, con sus limitaciones, también lucharon contra la esclavitud. El propio proceso de las leyes de Solón, que pusieron en marcha el proceso de nacimiento de la democracia, fue precisamente la medida de impedir la esclavitud por deudas.

La esclavitud siempre ha estado ahí; no hay que ir tan lejos. En nuestra historia reciente, sabemos que los europeos llevaron de África a América más de cien millones de esclavos. En aquella época en que el planeta tenía una población mucho menor que la de hoy. Y no han parado los procesos. Sigue habiendo en el mundo más de treinta millones de esclavos reales. Y luego está la política neoliberal de deslocalización, para burlar las leyes que protegen a los trabajadores y abona el terreno para la esclavitud legal. Frente a aquello que Solón vio en su momento como camino a la democracia, que era la eliminación de la esclavitud por deudas, hoy vemos que cada vez más las personas y sobre todo los Estados son más esclavos a través de la deuda. Hemos dejado que la deuda financiera esclavice y marque su discurso, transformando el discurso político de todos los Estados del mundo. Con otra diferencia: son esclavos que ni siquiera tienen el derecho de ser mantenidos por sus amos, como sucedía en otras épocas. Son esclavos absolutamente desamparados.

Medio grotescamente podemos decir que en el feudalismo el señor esquilmaba a sus vasallos pero les debía protección. Ahora te esquilman pero no te protegen.

Los sistemas de protección están siendo sistemáticamente desmantelados. Las "obligaciones del explotador que existieron en otras épocas históricas" -si es que esto puede sostenerse como un discurso moralmente válido- ahora ni siquiera existen.

Olalla en ocasión de la presentación en Montevideo del libro De senectute política/Carta sin respuesta a Cicerón; compartiendo la mesa con Daniel Rinaldi, Luis Hierro López, Adriana Marrero, Pablo da Silveira y Daniel Feldman (Foto: Rodrigo López)

En el libro te refieres a otro personaje, Gerardo de Cremona, que en el año 1144 viaja a Toledo a "recuperar textos". ¿Qué textos habría que recuperar hoy? ¿A qué autores deberíamos recuperar?

Como decía al principio, creo que lo más importante es recuperar la actitud. Si intentamos volver al legado, es sobre todo para recuperar la actitud. No se trata de ir a buscar recetas completas y preparadas a los textos del pasado. Los que sobreviven del legado griego -conservamos más de 11.000 obras distintas- son importante en sí mismos, y en términos proporcionales respecto a cualquier otra civilización. Es algo único, pero al mismo tiempo insignificante con lo que dio de sí aquella civilización, heredera a su vez de otras anteriores. Es decir, tenemos que volver a aquellos textos porque todavía no han dado de sí todo lo que podían dar. Además, debemos seguir buscando fuentes del pasado, que arrojen luz sobre nuestra historia como seres humanos. Las nuevas ciencias nos están permitiendo hacer una relectura de los textos del pasado y sacar conclusiones que trastocan nuestra visión asentada, tradicional y también provisoria de lo que ha sido la propia historia de la humanidad. De estos temas trato en mi más reciente libro, que aún no se ha publicado, pero ya está terminado.

¿Cuál es el título?

Palabras del Egeo. Ahí trato de explorar la Grecia anterior a lo que entendemos por Grecia; anterior a Homero y al clasicismo. Se pone de manifiesto cómo, a través de las nuevas lecturas que podemos hacer hoy, llegamos a nuevos descubrimientos. Es decir: tenemos que volver a los clásicos porque siguen siendo una fuente de iluminación sobre la aventura humana. Siendo más concreto en la respuesta, y si quieres que me ciña a algunos autores, creo que es fundamental leer, por ejemplo, a Plutarco, que era uno de los grandes eruditos de la antigüedad. Nos ha dejado un montón de obras, en apariencia menores pero que contienen abundante información, que muchas veces aparece por única vez. Me parece un autor muy rescatable, tanto del punto de vista histórico como moral, de la ética. Evidentemente, también tenemos que seguir leyendo a Aristóteles, a Platón. Debemos releer a Cicerón, a los clásicos latinos; a Homero... sería muy largo hacer una enumeración detallada. Para escribir este nuevo libro, he tenido que revisitar centenares de textos; siempre te ofrecen algo nuevo.

Vas a tener que venir a presentar el libro a Uruguay.

Ya me gustaría. Tengo unos recuerdos maravillosos de las semanas que pasé y todo lo que hicimos, con la Fundación Tsakos, con la Universidad y otras instituciones.

Además, eres un Visitante Ilustre de la ciudad de Montevideo.

Sí, fue un gran honor y me gustaría ejercerlo. Pero está lejos, y en estos tiempos que nos han tocado es difícil prever.

 

DANIEL FELDMAN

Director de CONTRATAPA

 

Imagen de portada: Rodrigo López


Archivo
2021-09-30T00:11:00