Revisitando un tema ya tratado: la mentira en el reino animal

Gabriel Francescoli

En artículos de meses anteriores (enero, febrero) nos referimos de manera rápida, y si se quiere algo colateral, al tema del título. Por eso esta vez quiero "refrescar" algunos de esos conceptos y agregar otros.

Contenido de la edición 24.06.2021

 

El hecho de que los animales puedan mentir o manejar información incorrecta, quizá pueda ser una novedad para muchos, porque desde hace mucho tiempo se pensó que el único animal capaz de mentir era el hombre. Incluso se mencionaba esa característica como una de las definitorias del lenguaje hablado humano.

Ahora sabemos que no es así, y que muchos otros animales son capaces de mentir, desinformar o esconder información a sus congéneres, en su propio beneficio. Es por eso que, en cualquier instancia comunicativa los receptores deben ser cuidadosos en el manejo de la información que reciben.

Qué tanta "confianza" puedan tener los receptores de ciertos mensajes en la información que se les proporciona, dependerá de la fiabilidad de la fuente de información.

Ahora bien, ¿cómo se "sabe" si una fuente de información es fiable?

En el mundo animal, básicamente habría tres formas de saberlo:

1) si las informaciones que se intercambian no tienen un valor tan importante que amerite el uso de la desinformación y/o la mentira, o sea que en esos casos se tiende a pensar que toda la comunicación es cooperativa;

2) si el costo de informar es tan alto que solo los individuos capaces de sostener esos costos son considerados confiables y los otros que no pueden sostenerlos no son tenidos en cuenta;

3) si la información, dentro de un grupo social, proviene de un emisor conocido y al que por experiencias anteriores sabemos que podemos considerar confiable.

Entonces, podemos pensar que, desde el punto de vista de la fiabilidad de la información transmitida, el conocimiento individual y social juega un papel muy importante en la comunicación animal. Eso es cierto, y tanto lo es que el conocimiento prolongado en el tiempo entre individuos de un mismo grupo social puede producir un nivel de fiabilidad tal que lleve a que las informaciones proporcionadas por uno sean admitidas e incorporadas por otro sin "desconfianza". Este tipo de procesos es muy importante en la vida de muchas especies animales, fundamentalmente en las sociales, donde la coordinación de tareas que se realiza a través de las señales comunicativas es central durante algunos comportamientos con alto nivel de aporte a la supervivencia, como por ejemplo la reproducción o la defensa de la familia o grupo, y el reconocimiento de parentesco.

También, el hecho de que el "asunto" del que se trata la comunicación (o el intercambio de información) no sea "conflictivo" a priori, o sea que no implique interacciones competitivas entre los interlocutores, es un factor importante a la hora de hacer viable o esperable el uso de una estrategia mentirosa. Entonces, cuando en las situaciones comunicativas no exista la necesidad de compartir informaciones de alto valor o cuando se coordinan actividades netamente cooperativas, la fiabilidad no será "discutida" y, probablemente, todos los individuos sean proclives a colaborar en las tareas o a interpretar los mensajes de la misma manera (o de una manera muy similar).

Ahora bien, no todas las especies son sociales, y sin embargo las actividades comunicativas son muy importantes para muchas de ellas. ¿Qué pasa con la fiabilidad en ese caso?

Pues bien, en este tipo de situaciones donde el intercambio de señales es importante para la supervivencia, podemos considerar esos intercambios como una instancia de comportamiento "social"  aún en especies de vida solitaria, ya que en general esas especies necesitan ser "sociales" al menos durante ciertos momentos y etapas de su vida individual, como cuando llega el tiempo de la reproducción (en animales bisexuados, obviamente)

Otra posibilidad es que la fiabilidad dependa de los costos. Este concepto, conocido en etología como la "teoría del handicap", y que fue planteada inicialmente por el biólogo israelí Amotz Zahavi, es algo como la versión evolutiva de la vieja frase "lo barato sale caro".

La teoría del handicap, en términos simples, expresa que en varias situaciones comunicativas (especialmente en las de gran valor de supervivencia, como en la reproducción por ejemplo) los animales que envían ciertas señales deben invertir en ellas una importante cantidad de energía que hace que solo aquellos individuos de mayor "calidad" (mejor alimentados, con mejor territorio, con mejor estado físico, etc.) puedan emitirlas, y que aquellos individuos de menor "calidad" no cuenten con la energía suficiente para poder emitir ese tipo de señales, o al menos no puedan hacerlo de manera "óptima".

Todo esto lleva a que los de "alta calidad" sean preferidos o elegidos para reproducirse por una pareja potencial en detrimento de los otros. Esto no significa que los de menor "calidad" no lleguen a reproducirse, pero sí en general significa que si lo logran lo harán con parejas de menor calidad también, con lo que sus posibilidades de sacar adelante a sus crías serán menores. También este proceso significa que seguramente los de "calidad" muy baja no podrán reproducirse, al menos en esa época de cría. Si bien todo este proceso parece muy poco "justo", suele darse así incluso en las sofisticadas sociedades humanas, aunque se lleve a cabo de manera subliminal o encubierta.

Ahora bien, las estrategias mentirosas, evolutivamente hablando, pueden progresar en las poblaciones animales solo hasta cierto punto, porque en algún momento van a ser frenadas o "contrapesadas" por otros procesos evolutivos que balancean la situación. ¡Por qué? Porque desde el punto de vista evolutivo no es bueno que una mentira progrese mucho, ya que eso potencialmente "descompensa" el sistema.

En eso podemos hacer referencia a una muy conocida frase que dice que "se puede engañar a algunos durante cierto tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo".

Los animales tienen ciertos mecanismos para "detectar" mentirosos, y eso conduce a que en ciertas situaciones los receptores de las señales puedan desafiar a los emisores para ver si pueden "respaldar" las informaciones que brindan.

Más sobre este último punto, y otras derivaciones del tema, en una próxima nota.

GABRIEL FRANCESCOLI

Doctor en Biología, encargado de la Sección Etología de la Facultad de Ciencias

 

(Las opiniones vertidas en esta nota son de exclusiva responsabilidad del autor y no comprometen a la institución en la que se desempeña)


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2021-06-24T00:23:00