Sopa de estupidez

Eduardo Infante

"La filosofía es el antídoto más poderoso que el ser humano ha inventado contra la estupidez porque no enseña qué es lo que se ha de pensar sino a pensar correctamente"

Contenido de la edición 19.10.2022

 

Hubo un tiempo en que el goce del arte era una experiencia reservada para unos pocos. En aquella época, el matrimonio Arnolfini de Van Eyck, El último viaje del «Temerario» de Turner o Venus y Marte de Sandro Botticelli descansaban en salones privados. Hoy esas obras son patrimonio de la gente, de todos y de ninguno.

Como otros muchos viernes, la gente deambulaba por los pasillos y las salas de la National Gallery de Londres gozando de aquellas obras, hasta que dos jóvenes activistas quebrantaron la experiencia estética de la gente que allí se encontraba.

Su ingenuidad rozaba los veinte años. Vestían una camiseta de JustStopOil: una asociación ecologista que presiona para que los gobiernos dejen de producir combustibles fósiles y que está patrocinada con los fondos de Climate Emergency Found, organización fundada por la multimillonaria Aileen Getty, nieta de John Paul Getty, uno de los grandes magnates de la industria petroquímica y fundador de la Getty Oil Company.

Las activistas eligieron el cuadro de Los girasoles de Van Gogh. Una naturaleza muerta que nos recuerda que alguien estuvo allí para disponer las flores tal y como hoy las contemplamos. El cuadro es la materialización particular del espíritu universal de la amistad. Van Gogh los pintaba en su pobre habitación de Arles mientras esperaba, con impaciencia, la visita de su querido amigo Gauguin. Los pintaba para domar esa ansia de la espera que tan bellamente describió el zorro al Principito: «Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, ya desde las tres comenzaré a estar feliz. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. Al llegar las cuatro, me agitaré y me inquietaré; ¡descubriré el precio de la felicidad!».

Pero Van Gogh también pintó los girasoles como ofrenda de amor: el holandés, para recibir a su amigo como se merecía, quiso llenar su habitación con las flores y la luz que habitaban en su corazón. Van Gogh no firmó su obra a pie de lienzo, sino en el jarrón, porque al lado de Gauguin se sientía un humilde artesano. La obra sigue exhalando, al día de hoy, el intenso brillo de la luz de los campos de Arlés y el de la amistad de estos dos seres humanos.

Las dos veinteañeras, mientras estaban siendo grabadas por un colaborador, se situaron frente a Los girasoles y le arrojaron el contenido de una lata de sopa de tomate. Acto seguido, una de ellas, mirando a cámara, nos preguntaba a todos: «¿Qué vale más, el arte o la vida? ¿Vale más que la comida? ¿Vale más que la justicia? ¿Qué nos preocupa más, la protección de una pintura o la protección de nuestro planeta y la gente? La crisis por el coste de la vida es parte del coste de la crisis del petróleo».

Antonio Escohotado, que tuvo la mala educación de abandonarnos y dejarnos a muchos huérfanos, afirmaba que lo que mata no es la droga, sino la ignorancia. La estupidez, sin duda, ha sido la causa de los más graves males que ha padecido nuestra especie.

Afirma el profesor gijonés de estética Jesús G. Maestro que «los tontos son extraordinariamente útiles ya que siempre sirven contra alguien. Por esta razón siempre están en todas partes, pero siempre disfrazados de otra cosa muy diferente de la estulticia a fin de circular de forma libre y competente por todos los ámbitos de la vida humana. La estulticia está mal vista pero debidamente disimulada y sofisticada pronto adquiere una duradera legitimidad en todos los foros».

El estúpido piensa, pero lo hace mal. La filosofía es el antídoto más poderoso que el ser humano ha inventado contra la estupidez porque no enseña qué es lo que se ha de pensar sino a pensar correctamente. Pensar bien es no cometer falacias. Una falacia (del latín fallacia, «engaño») es un argumento que parece válido, pero no lo es; simulan ser una forma correcta de argumentación, pero en realidad contienen errores. A veces se comenten con maldad, con intención de engañar y manipular, pero en la mayoría de los casos se producen por incompetencia, por estupidez.

Si las activistas hubieran pensando como la lógica manda, se habrían percatado, por ellas mismas, de que las preguntas que formulan son una estupidez. Para ser más exacto, un tipo de error argumentativo conocido como falso dilema que obliga a elegir entre dos alternativas que no son excluyentes: ¿Qué vale más el arte o la vida? Ambos. Se puede, y se debe, proteger, al mismo tiempo, el patrimonio natural y el patrimonio cultural. No tiene ningún sentido destruir nuestros bienes artísticos para conservar los bienes naturales. De una cosa no se sigue la otra.

Los activistas suelen responder a esta crítica afirmando que es la única vía para hacer visible el problema del cambio climático. La estupidez es entonces mayúscula ¿Es este un problema que no está en la agenda política como prioritario y urgente? ¿Qué imagen tienen de sus conciudadanos? ¿Tan estúpidos e ignorantes creen que somos como para tener que ilustrarnos a golpes de latas de tomate?

La forma más inteligente de luchar contra el cambio climático no es apostando por la estupidez sino por el conocimiento: invirtiendo en ciencia para que esta encuentre alternativas viables a la energía fósil, porque si hoy mismo cerrásemos la industria petroquímica, los que sufrirían el duro impacto no son los multimillonarios de la Climate Emergency Found sino, como siempre, los más pobres y desamparados.

 

EDUARDO INFANTE

Español, nacido en Huelva. Docente de Filosofía, escritor,

conferencista, asesor filosófico de programas televisivos 

 

Imagen de portada: JustStopOil


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2022-10-19T13:15:00