Tributo a un grande: Paul McCartney / Presentación de su composición Ecce Cor Meum

Roberto Cyjon 

Contenido de la edición 14.06.2022

 

Vivimos momentos muy complejos, podríamos decir, sin exagerar: dramáticos. Una pandemia que aún no terminó, una guerra inesperada y prolongada que afecta el sistema mundial, una economía que sufre los efectos de la pandemia y lejos de esbozar una recuperación, se intensifica y agrava por el conflicto bélico y sus múltiples consecuencias. Para terminar: un invierno frío y gris que tampoco contribuye a mejorar un estado de ánimo signado por muchas incertidumbres.

Proponemos, entonces, distendernos un poco y hacer a un lado las preocupaciones. "Relajarnos culturalmente" y transitar una faceta quizás curiosa de un personaje de nuestra época, de ribetes extraordinarios y que no deja de sorprendernos. Abordaremos su música y su trayectoria con un poco de historia, economía y perspectiva cinematográfica a través de un audiovisual muy breve.

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Satisfacer la curiosidad de vincular a McCartney con música clásica compuesta por él mismo amerita una indagación particular. No se trata del tipo de presentación a que el artista nos tiene habituados desde hace seis décadas. Desglosaremos características propias del autor y, finalmente, el análisis del audiovisual.

Paul McCartney fue integrante fundador de The Beatles, que funcionaron desde 1960 hasta 1970. Su éxito fue internacional y cruzó cortes transversales culturales y etarios durante décadas posteriores a su disolución. Su música fue icónica para los adolescentes contemporáneos a la banda, y ésta se proyectó a sus hijos con similar adhesión. Es probable que dicha sintonía cultural entre padres e hijos, no haya tenido antecedentes en generaciones anteriores más conservadoras. Los Beatles fueron rupturistas en su estilo musical, incluso en sus singulares peinados. El estilo Rock and roll surgió en Norteamérica y se popularizó entre los años 1920 y 1950. Su represente icónico: Elvis Presley (Estados Unidos, 1935-1977) comenzó poco antes, pero fue contemporáneo con ellos. Ambos estilos fueron preponderantes en una década especial de rebeldías juveniles a lo largo de un Occidente enfrascado en metabolizar procesos de descolonizaciones, revoluciones en Europa oriental y guerras trágicas en África, Asia y Medio Oriente. Su expresión pacífica más relevante fue el Festival de Woodstock (Estados Unidos, agosto 1969). Las luchas populares fueron violentas y sanguinarias por las represiones policíaco-militares de múltiples países, tanto capitalistas como comunistas: Paris (mayo de 1968), Praga (enero a agosto de 1968), Tlatelolco (octubre 1968). Las movilizaciones anti raciales y contra la guerra de Vietnam en Estados Unidos, al igual que los movimientos sociales en Latinoamérica, también fueron brutalmente reprimidos.

La música de los Beatles se transformó en un sujeto con vida propia, sobrevoló las turbulencias de aquella época emblemática. ¿Cómo explicar tal suceso y trascendencia mundial de un grupo de adolescentes que decidieron hacer música popular desde un garaje? Los motivos multicausales suelen limitar la posibilidad de concluir. Richard Fortey, científico inglés miembro de la Royal Society y presidente de la Geological Society de Londres, experto en los fósiles trilobites, escribió acerca de las discusiones científicas de cómo se generan nuevas especies:

"Los acontecimientos que retratan la generación de nuevas especies son bastante difíciles de observar, sin embargo, después de la aparición de una nueva especie, la innovación que tiene éxito suele invadir, y sustituir, a una especie anterior. Puede compararse este fenómeno al dominio del panorama de la música pop por parte de los Beatles en la década de 1960, para ser sustituidos por los Bee Gees en la década de 1970, o por Michel Jackson en la de 1980 (...) así, la nueva especie suele empezar como una población relativamente pequeña en algún lugar del borde del área de distribución." (Fortey, 2006, pp. 181-182).[1]

El caso de McCartney trasciende incluso a la banda original que integró. Paul McCartney (Liverpool, Reino Unido, 1942-), comenzó una carrera ininterrumpida como solista a partir de la disolución del grupo hasta la actualidad, de enorme envergadura y por mérito propio. Entre los premios recibidos destacamos: Oficial de la Legión de Honor, Miembro de la Orden del Imperio Británico, Premio Gershwin recibido por Barack Obama, Premio Grammy a la Trayectoria, Salón de la fama del Rock and Roll, honores del Centro Kennedy, Gran Cruz de la Orden del Sol del Perú, Orden al Mérito Docente y Cultural Gabriela Mistral, Doctor honoris causa en la Universidad Yale, entre otros tantos. Obtuvo su propio escudo de armas. "Otorgado por el College of Arms, el honor presenta un pájaro hígado[2], destacando sus conexiones con Liverpool. El pájaro sostiene un sello de espalda de los escarabajos." Ello es de enorme relevancia, pues los escudos de armas suelen ser hereditarios.

El primer escudo heráldico conocido data del segundo cuarto del siglo XII. La posesión de armas personales siempre ha sido una marca de gran honor, ligada al estatus social, y en un principio se limitó a los caballeros y nobles de alto rango.2

Respecto a su fortuna: "El cofundador de los Beatles recaudó más de U$S 100 millones en espectáculos individuales en 2019". Según un dato revelado en 2020: "Algunos de los músicos de rock cuentan con fortunas de más de un billón de dólares. Paul MacCartney, Bono y Bruce Springsteen encabezarían la lista. En 2020 el patrimonio de McCartney ascendería a 1,2 billones de dólares, (la) estrella del rock más rica de todos los tiempos.

Suscribimos a este postulado: "Es el modelo mismo de un hombre renacentista moderno. Músico, cantante, compositor, pintor, escultor, mecenas de las artes y activista por los derechos de los animales. Seguramente, Paul McCartney no tiene nada más que demostrar... ¿o sí?".

Probablemente no. En paralelo a su música de rock, Paul McCartney compuso música clásica utilizando un seudónimo en el caso de Thrillington (1977) y con su propio nombre en las demás: Liverpool Oratorio (1991), Standing Stone (1997), Working Classical (1999), Ecce Cor Meum (2006) y Ocean's Kingdom (2011).

 

Análisis de Ecce Cor Meum

 

(Audiovisual. Duración: 3.31 minutos)

 

Analizaremos el documental breve de poco más de tres minutos. McCartney nos introduce una mañana al escenario del Arbert Hall, tras bambalinas, y sumamente activo verifica que coro y orquesta ya estarían prontos para un ensayo. Es uno más entre los músicos, está feliz en su mundo. A continuación, el montaje exhibe el esplendor real del teatro y el sello personal de Paul McCartney. El emblema de su mayúscula dimensión como músico y figura mundial, en todo sentido. Ya se visualiza y escuchan estrofas del coro, que canta en latín e inglés. La melodía y las tomas desde lo alto destacan la grandiosidad propia de una catedral.

(Obra completa. Duración: 1:07.12)

 

McCartney explica, distendido junto al río, que hace aproximadamente diez años comenzó a trabajar en la composición y letra, con alternancias, pero en el ínterin Linda -su esposa- murió. El documental deja la entrevista y una secuencia de cuadros en blanco y negro rememoran a Linda sola, cantando o tomando fotos junto a él. "Imágenes que abarcan la gama de datos sensoriales acumulados en la memoria imaginativa." (Sánchez, 1971, p. 14)[3]. Se conjugan con un solo de viento, arrullado por cuerdas, una música de fondo lenta y nostálgica. Ecce Cor Meum significa: He aquí mi corazón. La idea de esas secuencias es coherente con dichos sentimientos. Se retoma la entrevista y él explica que su fallecimiento interrumpió su trabajo durante un par de años debido a su aflicción. El montaje acompaña con fotografías dinámicas de ambos, el río, rayos de luz atravesando el follaje. Sugieren que el espectador comprenda cuánto se amaban, en perfecta resonancia afectiva. (Sánchez, 1971, p. 29). La entrevista fluye. McCartney relata, que posteriormente retomó el trabajo y comenzó a modificarlo y reordenarlo. Su voz se mantiene en off, y ya es él solo quien aparece concentrado en pensamiento y acción, trabajando con los músicos y dirigiendo a la orquesta. Complementa que entonces decidió cambiar el guion original y expresar los sentimientos que realmente le interesaban: verdad, amor, honestidad, bondad, todo lo que compone el amor. Ello resignificaría los momentos más valiosos para él. Si bien "el conocimiento del artista es siempre un abstracto-completo" (Sánchez, 1971, p. 32). McCartney es genuino, no actúa. Parte de la letra dice: he aquí mi corazón/allí en el futuro puede ser aparte/ pero aquí, en mi música les muestro mi corazón y reitera: ...cuando en el futuro estemos separados, la música les mostrará mi corazón.[4] El montaje eleva la puesta en escena y aparece la soprano, majestuosa durante el concierto, en planos alternados personales y grupales de la orquesta, cantando e interpretando la obra con vibrante intensidad. Para reforzar la unidad temática, en forma diacrónica se retorna a escenas del ensayo previo. Un auditorio vacío, él observando desde una butaca y corrigiendo detalles con técnicos. Entra, finalmente en la imagen, otro de los actores esenciales del concierto: el Royal Albert Hall, uno de los orgullos de la cultura británica, anunciando la Premier Mundial del 3 de noviembre de 2006. Y él explica, precisamente, "esta será una verdadera performance, aquí en un lugar histórico." Ya de traje y de pie, las imágenes lo muestran entre las butacas y con músicos y el teatro iluminado. Comenta que está expectante, será emocionante, grandioso y hace unas muecas joviales que retratan al Paul más familiar.

El lenguaje del documental es expresivo, sentimental, romántico y auténtico. Los ritmos varían acorde al relato y logran involucrar al espectador con sus sentimientos. La música y la entrevista, con el manejo de espacios temporales hacia atrás y adelante, en sintonía simbólica con la misma letra de su obra, junto a fuentes audiovisuales estáticas y dinámicas, componen una estética alineada conceptualmente, conmovedora y empática.

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El comienzo del video del estreno, del cual analizaremos los primeros minutos, enfoca en primer plano, con grandilocuencia, al imponente teatro y la conformación digitalizada del sello de Paul McCartney, igualmente impresionante, en primerísimo encuadre central. Configura una letra M central integrada al cuerpo de un escarabajo con sus patas salientes y ganchudas, un fino y bellísimo emblema logrado con sensibilidad de orfebre. Todo es señorial, el escenario y el artista. La cámara se desplaza entre músicos relajándose antes del comienzo, la música es la de sus pruebas de instrumentos y escalas. Se muestran los créditos de las principales figuras y las prestigiosas instituciones a las que pertenecen la orquesta y los coros. El público estalla en aplausos y fotos cuando aparece McCartney. Se los ve a granel, difusos, se alcanza a notar su vestimenta informal, mientras un juego de cámaras destaca con nitidez, gracias a los flashes de los celulares, a quien es "su" Paul sonriente, avanzando con dificultad entre la multitud entusiasmada. Otra cámara, atrás del escenario, exhibe músicos y atriles con las partituras dispuestas y un escenario colmado. Todo listo para empezar.  Dos pantallas gigantes laterales muestran "en un primer plano con su fuerza casi mágica" (Martin, 2002, p. 30)[5] el omnipotente sello. La subida al escenario del director y la soprano y los músicos de pie, amplifican el entusiasmo. El teatro es mostrado en toda su gloria.

Un lento acorde de cuerdas con primeros planos de rostros e instrumentos da inicio a un coro femenino solemne, cantando en latín. Se incorporan con la misma cadencia, violines, oboes y chelos, dando entrada a un coro masculino que reitera la melodía, pero en inglés. Las palabras spiritus y love se encadenan y reiteran en el canto de ambos coros, quienes elevan dramáticamente su intensidad. Tonos graves y agudos se engarzan con la orquesta. Se enaltece el "dolor" de dicha expresión vocal, que simboliza una plegaria. La afluencia de trombones, trompetas, violines, chelos, clarinetes y un certero golpe de percusión, en un montaje de imágenes alternadas de los rostros profundamente comprometidos de los cantantes y el director, elevan a las alturas la palabra spíritus, con un "religioso" encuadre del teclado de un órgano. Un ritmo más enérgico, instrumental, coral y de percusiones, parecería darle un final a la mayúscula dimensión del lamento previo, y transformarlo en un movimiento más alentador. Una cámara barre la platea y palcos con un público absorbido por la composición. La música se enlentece nuevamente y comienza la soprano.

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Si de algo no queda duda, es de la jerarquía sinfónica y coral de un "nuevo" maestro de música clásica. Inesperado, probablemente, para las múltiples generaciones de admiradores de The Beatles y del showman Paul McCartney. Capaz de alentar música popular y también culta de "vieja estirpe", en una sociedad global, en buena medida, moldeada por "el formato" y diluida en "su contenido". Eric Hobsbawm se pregunta si en este nuevo mundo complicado y multidimensional, siempre en movimiento "las viejas artes -literatura, pintura y música- contarán o no con una profusión de nuevos clásicos mundiales" (Hobsbawm, 2014, p. 43).[6] Gilles Lipovetsky, más escéptico, cree que en la actualidad "la apatía resalta ante la frivolidad o la utilidad de la moda, del ocio, la publicidad, [las] antinomias de lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, el sentido y el sinsentido se esfuman (...)". (Lipovetsky, 2003, p. 38).[7]

Paul McCartney parecería contestarle a ambos: "He aquí mi corazón", hay nuevos clásicos mundiales, lo bello y lo feo aún se pueden diferenciar.

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Notas

[1] Fortey, R. (2006). ¡TRILOBITES!. México: Océano.

2 Se trata del pájaro emblema de la ciudad de Liverpool. Liverbird en inglés.

3 Sánchez, R. (1970). Montaje cinematográfico arte de movimiento. Barcelona: Pomaire.

4 Recuperado de: http://es.lyricsfeast.com › Paul McCartney › Other Songs

5 Martin, M. (2002). El lenguaje cinematográfico. Barcelona: Gedisa.

6 Hobsbawm, E. (2014). Un tiempo de rupturas: sociedad y cultura en el siglo XX. México: Crítica.

7 Lipovetsky, G. (2003). La era del vacío. Barcelona: Anagrama.

 

ROBERTO CYJON

Ingeniero, magíster en Historia Política,

expresidente del Comité Central Israelita del Uruguay

 

Imagen de portada: Twitter/@PaulMcCartney

 

 

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2022-06-14T19:19:00