Un encuentro con tres poetas suecas

Andrea Arismendi Miraballes

La reciente edición de "Un encuentro con tres poetas suecas", traducción de Hebert Abimorad, nos conduce a este acercamiento con Edith Södergran,  Karin Boye y Agnes von Krusenstjerna

Contenido de la edición 27.08.2021

Tres mujeres, tres escritoras, signadas por un destino que les deparó una corta existencia. Suicido y enfermedad navegan estas escrituras. Pero también el desasosiego, la inquietud y la soledad, a veces con el tono metafísico de quien demanda respuestas ante lo que no es posible vislumbrar o discernir con la simple y limitada mirada humana, efímera, perecedera. Cada una, siguiendo una estética peculiar, fue una inconformista frente a los valores y conductas impuestas por una sociedad que aún no parecía estar preparada para abarcar la profundidad reflexiva de sus obras.
Edith Södergran, modernista pionera, matiza en sus poemas un estilo introspectivo acompañando la libertad formal, de la que también fue precursora en su lengua. Sus palabras condensan el lenguaje preciosista, poblado de jardines, castillos y otoñales prados e invocan la soledad y el encuentro con el amado, modulan el deseo, el canto a Eros, misterioso, sensual, inevitable, tan familiar en nuestra propia literatura del 900. La sombra de la fatalidad en tensión con la pasión, asoma en textos como Instinto: "Voy a salvar el mundo./Porque corre la sangre de Eros en mis labios/y el oro de Eros en mis cansados rizos".
Karin Boye, inconformista, asume en su literatura la crítica a un mundo fragmentado entre las luces de las apariencias y la pesquisa de la realidad absoluta: "Esto es solo el espejo que miente [...] anhelando encontrar la realidad algún día" (Idea). Sin embargo, la pureza, la trascendencia que la belleza inspira, es capaz de intervenir en este y divinizarlo. En Aclaración, el yo lírico se vuelca a la contemplación del otro, el amado, depositario de ese poder: "El mundo es sagrado,/porque existes tú".
Agnes von Krusenstjerna, portadora de un espíritu agitado por la locura, se traslada hasta los límites más sombríos del lenguaje, indagando en lo humano, en lo sagrado, en lo profano. Es su poesía la de la angustia de quien se percibe divergente y expone la violencia, la demencia y el mal de los otros a través de sus versos: "A mi alrededor, las sombras negras mundanas murmuran,/ladran y mastican con sus viejas bocas vacías,/aprietan sus dientes y les encantaría morderme./Estoy cansada de ellas" (¡Ay, maravillosa tarde azul!).
Edith, Karin, Agnes, tres voces que condensan en su literatura con intensidad emocional la ruptura ante los cánones previstos, la sexualidad, la trascendencia espiritual acotada por los márgenes de la materia, el anhelo de belleza y el amor, a veces sombrío, a veces luminoso.

 


EDITH SÖDERGRAN


Aprende a estar en silencio


Cada noche en la tierra está llena de maldad.

Corazón, aprende a estar en silencio.

Las almas duras, escudos duros

reflejan la luz de la casa de las estrellas.

Tu lamento se hace más débil.

Corazón, aprende a estar en silencio.

Solo se cura de silencio, el silencio persiste,

casta virgen y la inocencia verdadera.



¡Busca la ardiente vida de sufrimiento!

Corazón, aprende a estar en silencio.

Por las heridas y la fiebre nadie se hace fuerte.

Brillante como el acero es la fortaleza del cielo.

 


KARIN BOYE


Sí, por supuesto que duele


Sí, por supuesto que duele cuando los pimpollos se abren.

¿Por qué de otro modo la primavera vacila?

¿Por qué toda nuestra ardiente añoranza

está ligada a la congelada amarga palidez?

Durante todo el invierno el pimpollo estuvo cubierto.

¿Qué cosa hay de nuevo que desgarra y estalla?

Sí, por supuesto que duele cuando los pimpollos se abren,

dolor por lo que crece
                                  y lo que encierra.

Sí, es penoso cuando las gotas caen.

Temblando de ansiedad cuelgan pesadas,


adhiriéndose a la rama, se hinchan y se deslizan,

el peso las arrastra hacia abajo, aunque se aferren.

Difícil ser vacilante, temerosa, dividida,

difícil sentir la profundidad que atrae y llama

sin embargo, permanecer y sólo temblar

 

difícil querer permanecer

                                y querer caer.

Entonces, cuando todo es peor y nada ayuda,

estallan de alegría los pimpollos del árbol.

Entonces, cuando ningún miedo retiene,

caen brillantes las gotas de la ramas,

olvidan de su temor ante lo nuevo,

olvidan de su angustia por el viaje,

sienten su mayor seguridad en un segundo

descansan en la confianza

                     que crea el mundo.

 

AGNES VON KRUSENSTJERNA


El próximo año en Jerusalén


Rosh- Hashaná

Quiero estar en Jerusalén,

porque allí pertenezco,

allí silba el olivo verde.

Quiero estar en Jerusalén,

porque aquí es frío y gris,

allí brilla el sol sobre el tejado.

Permíteme ir,

te lo ruego, mamá.

Cuando hablas de Jerusalén,

abres tus grandes ojos profundos

y tus manos oscuras forman

hermosas imágenes que bailan para mi vista.

¿Por qué hablas constantemente

sobre un país lejano?

Me cautivas

con tu discurso.

No quiero estar más

entre la gente que no me entiende.

Voy desnuda y temblando,

y dicen palabras ofensivas detrás de mí

y gritan que soy judía.

Ellos están aterrorizados

costrosos animales,

y su comida voy a vomitar,

son inmundos.

Quiero estar en Jerusalén

entre árboles y caderas que se balancean

y acariciantes vientos y miradas,

y mis pies estrechos se elevarán fácilmente

en las hermosas piedras de las calles.

¡Respóndeme, madre!

te sientas en silencio.

Es tu propio deseo ardiente

que entrego temblando en palabras.

Quiero estar en Jerusalén

y calentarme de su tierra.

¡Vamos mamá!

¡Tu mano!

Caminemos juntas una a otra

al país más allá de estas aguas heladas.

No, no nos cansaremos,

y siempre completamente felices,

y cuando miremos la ciudad,

un sueño de oro y luz,

levantaremos

en nuestros brazos

y alabaremos a Dios que nos envió

de un tenebroso cautiverio

que nos lastimó duro.

No contestas, mamá.

Pero di a que nosotros que somos judíos

seremos felices

de ganar otra vez nuestro muro en la ciudad.

Estás jugando

con tu rosario de perlas.

Tu boca está sellada. Lloras.

Siento tus lágrimas en mi mejilla.

¿Es verdad entonces, verdad que pujas

para que el Mesías venga

y nos libere de nuestras cadenas?

¿Por qué no puedes creer que esta pálida

niña judía

en tu rodilla

es el Mesías radiante

que has estado esperando por estos largos años.

Entonces sonríe mamá, y bésame

y bendice a tu Mesías con tu mano.

Ahora estás sonriendo, madre, de manera brillante,

y con tus manos formas

un anillo, una gloria alrededor de mi pelo negro.

¡Entonces me crees!

Quiero estar en Jerusalén.

¡En Jerusalén el próximo año!

 


(*) Un encuentro con tres poetas suecas. Editorial Yaugurú, 2021. Traducción de Hebert Abimorad

 

ANDREA ARISMENDI MIRABALLES

Escritora

 

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2021-08-27T00:17:00