Un laberinto llamado Jorge Luis Borges

Alejandro Carreño T.

Debo confesar de inmediato que la definición no me pertenece. Sin pudores la he tomado del libro de Alicia Jurado, Genio y Figura de Jorge Luis Borges (1997). 

Contenido de la edición 14.01.2021

Al preguntársele cómo ella veía a Borges, respondió: "[...] si alguien me preguntase cómo es, creo que me resultaría dificilísimo dar una respuesta adecuada. La más veraz sería, tal vez, la siguiente: Borges es un laberinto". Borges, el hombre que camina por las calles de Buenos Aires no difiere mucho del Borges escritor, y ambos se confunden en una suerte de ósmosis por donde van y vienen una y otra vez en un ciclo poético y metafísico que no tiene principio ni fin. Un texto clave en este sentido es Borges y yo, de su libro El Hacedor (1960): "Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel". Y termina con esta declaración que es el fundamento de su quehacer literario: "No sé cuál de los dos escribe esta página". El ser uno y varios al mismo tiempo es uno de los aspectos esenciales del laberinto llamado Borges, pues la metáfora del doble comprende prácticamente toda su obra y se confunde con los otros trazos relevantes de su literatura como sus jugarretas con el tiempo, la recreación de la historia y los mitos clásicos, la intertextualidad de épocas y textos literarios que dialogan con llana espontaneidad, su afán por volver a sus escritos, reverlos y corregirlos en nuevas publicaciones, sus notas al pie de página que suelen ser pura ficción y confunden al lector, el sueño como constructor de mundos, la muerte liberadora, el destino cierto o incierto de los hombres. Por último, el conocimiento y la cultura que pueblan toda su obra y que obligan al lector a una búsqueda constante en libros y enciclopedias para acompañarlo en sus disgregaciones literarias y filosóficas.

Sí, Borges es un laberinto. Un laberinto que se inició en la biblioteca de su padre que fue su escuela: "Yo creí, durante años, haberme formado en un suburbio de Buenos Aires, un suburbio de calles aventuradas y ocasos visibles. Lo cierto es que me crié en un jardín, detrás de una verja con lanzas, y en una biblioteca de ilimitados libros ingleses" (Evaristo Carriego, Obras Completas, 1974). Tal vez en esta biblioteca que lo vio crecer Borges soñó su Biblioteca de Babel, cuento publicado en 1941 en su colección de relatos El jardín de senderos que se bifurcan, y posteriormente en Ficciones (1944). La Biblioteca es el universo y "existe ab aeterno", es decir, preexiste al hombre. En ella se encuentra todo lo que sea dable expresar "en todos los idiomas. Todo: la historia minuciosa del porvenir, las autobiografías de los arcángeles, el catálogo fiel de la Biblioteca, miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero, el evangelio gnóstico de Basílides, el comentario de ese evangelio, el comentario del comentario de ese evangelio, la relación verídica de tu muerte [...]" (Obras Completas). La lectura de este cuento es un viaje por uno de los laberintos más intrincados de la obra borgiana.

El lector suele perderse en este laberinto llamado Jorge Luis Borges. Solemos perdernos. En la mitología clásica el hijo de Ariadna conduce a Teseo a la salida del laberinto luego de matar al Minotauro. Un laberinto que es un palacio de múltiples habitaciones e intrincados corredores. Pero el laberinto borgiano está hecho de palabras que construyen palacios, bibliotecas y laberintos, como en su cuento El jardín de senderos que se bifurcan (Ficciones, Obras Completas): "El jardín de senderos que se bifurcan es una adivinanza, o parábola, cuyo tema es el tiempo, esa causa recóndita le prohíbe la mención de su nombre". Palabras que construyen mundos imaginarios y reflexionan sobre ellos. Palabras que juegan con el tiempo, con los sueños, los espejos, con la vida y la muerte. Palabras que construyen literatura en donde se confunden acciones y personajes en un interminable universo lúdico que se pierden también en sus propios laberintos de espacios y tiempos: "No existimos en la mayoría de esos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros, yo, no usted; en otros, los dos. En éste, que un favorable azar nos depara, usted ha llegado a mi casa; en otro, usted, al atravesar el jardín, me ha encontrado muerto; en otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy un error, un fantasma" (El jardín de senderos que se bifurcan).

Es fácil entrar al laberinto clásico y con suerte, luego de matar al Minotauro, se puede salir de él, sobre todo si se cuenta con una Ariadna enamorada. Pero cuesta entrar en el laberinto borgiano y, cuando se logra hacerlo, ¿cuántos Minotauros necesita matar el lector con todos los hilos de Ariadna para salir de él? En El jardín de senderos que se bifurcan Ts'Pen, el antepasado de Yu Tsun lo había abandonado todo para escribir una novela y construir un laberinto. Albert, el sinólogo, descubre que la novela -El jardín de senderos que se bifurcan- y el laberinto eran un solo objeto. El cuento es explicado por la propia novela que es, al mismo tiempo, el laberinto. Discurso literario develando discurso literario. En qué momento el discurso metalingüístico se convierte en discurso poético y viceversa, es una de las infinitas variables de la literatura de Borges, no solo presente en la propia creación literaria, sino también en sus prólogos y epílogos. "Todo gira en esta poética laberíntica: expresión narrativa, expresión poética y expresión metalingüística. Todo gira y todo se confunde; todo es lo uno y lo otro al mismo tiempo. Es como el símbolo del propio laberinto: es el caos y es el orden, porque en la unión de estos contrarios esenciales se gesta la obra magna, la poesía, su poesía. El laberinto denota la posibilidad de renacer, de volver a comenzar, de que el arquetipo siga engendrando y engendrándose eternamente" (Alejandro Carreño T., La literariedad en la obra de Jorge Luis Borges, 1995).

Las clases de Jorge Luis Borges son una invitación para recorrer con él los infinitos corredores literarios y filosóficos de su laberinto. Leer sus clases es como escucharlo con su voz monótona, pausada, casi un susurro, que explica, comenta, ironiza, recita en idiomas diversos y lleva al oyente de un lugar a otro de su asombrosa memoria cultural. El libro Borges Profesor. Curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires, de Martín Arias y Martín Hadis, 2020, es la revelación de un escritor que hizo de la docencia otra de las formas de vivir la literatura como un laberinto estético y desafiante: "Editar este libro fue como correr detrás de un Borges que se perdía entre los libros de una biblioteca o -para usar una metáfora cara a nuestro escritor- que se nos escapaba corriendo, girando en cada esquina de un vasto laberinto" (Martín Hades). Todas sus clases, que comprenden de octubre a diciembre de 1966, llevan a quienes fueron sus estudiantes, y ahora con seguridad lectores como usted o como yo, a un viaje literario por la biblioteca que se abre en cada una de ellas, por esa biblioteca de infinitos libros escritos en lenguas diversas que guarda su prodigiosa memoria.  "Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincias, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara" (Epílogo a El Hacedor, Obras Completas). Seis años después de publicar El Hacedor (1960), Jorge Luis Borges dictaba estas clases de literatura inglesa.

El laberinto llamado Jorge Luis Borges tiene corredores insospechados aun para su laberíntica naturaleza. La primera clase dictada el viernes 14 de octubre de 1966, cuyo contenido aparece resumido en el título Los anglosajones. La poesía y las kennings. Genealogías de los reyes germánicos, y las seis clases siguientes, componen una revisión minuciosa de los orígenes de la literatura y de la lengua inglesa, que llevan al lector a insospechados y a veces inextricables mundos literarios y lingüísticos. Muchos años antes, en su ensayo Las Kenningar del libro Historia de la Eternidad (1936), Borges utiliza el plural escandinavo kenningar para referirse a estas "frías aberraciones de las historias literarias". Pero en sus clases optó por la forma plural kennings: "Una de las más frías aberraciones que las historias literarias registran, son las menciones enigmáticas o kenningar de la poesía de Islandia [...]. Bástenos reconocer por ahora que fueron el primer deliberado goce verbal de una literatura instintiva" (Obras Completas). Estas siete primeras clases que terminan el viernes 28 de octubre, se encuentran en un poema esencial de la lírica borgiana: Al iniciar el estudio de la gramática anglosajona (El Hacedor, Obras Completas): "Al cabo de cincuenta generaciones / (Tales abismos nos depara a todos el tiempo) / Vuelvo en la margen ulterior de un gran río / Que no alcanzaron los dragones del viking, / A las ásperas y laboriosas palabras, / Que, con una boca hecha polvo, / Usé en los días de Nortumbria y de Mercia, / Antes de ser Haslam o Borges. / El sábado leímos que Julio el César / Fue el primero que vino de Romeburg para develar a Bretaña; / Antes que vuelvan los racimos habré escuchado / La voz del ruiseñor del enigma / Y la elegía de los doce guerreros / Que rodean el túmulo de su rey. / Símbolo de otros símbolos, variaciones /  del futuro inglés o alemán me parecen estas palabras / Que alguna vez fueron imágenes / Y que un hombre usó para celebrar el mar o una espada; / Mañana volverá a vivir, / Mañana fyr no será fire sino esa suerte / De dios domesticado y cambiante / Que a nadie le está dado mirar sin un antiguo asombro. / Alabada sea la infinita / urdimbre de los efectos y de las causas / Que antes de mostrarme el espejo / En que no veré a nadie o veré a otro / Me concede esta pura contemplación / De un lenguaje del alba".

Mi lectura de las siete primeras clases me llevó de inmediato a revisar no solo el ensayo Las Kenningar, sino y sobre todo, a releer el poema Al iniciar el estudio de la gramática anglosajona, verdadera epifanía de esa alabada "urdimbre  de los efectos y las causas", que años más tarde Borges desarrollaría como un demiurgo en sus clases de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires, y que le concedieron "esta pura contemplación" de un lenguaje del alba, "donde cada palabra que muda, cada variación de ella significa su muerte pero al mismo tiempo la vida: morir para ser otra, para nacer de nuevo. Morir para símbolo y éste palabra y ésta símbolo, y así hasta el infinito. Vida y muerte para asegurar la permanencia del lenguaje, para eternizar la palabra" (La literariedad en la obra de Jorge Luis Borges).

Sí, tiene razón Alicia Jurado: Borges es un laberinto.

ALEJANDRO CARREÑO T.

Profesor de Castellano, magíster en Comunicación y Semiótica,

doctor en Comunicación. Columnista y ensayista" (Chile)

 

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2021-01-14T00:01:00