Y qué culpa tienen las mujeres: a propósito de la Caja de Pandora
Alejandro Carreño T.
Contenido de la edición 27.06.2025
La religión y el mito culpan a las mujeres de los males que aquejan al mundo. Eva y Pandora sobrellevan desde su nacimiento, la culpa de las penurias de la humanidad, la del Olimpo y la terrenal. Ambas mujeres, la mítica y la religiosa son, sin embargo, creaciones de un dios, no de una diosa. Creaciones divinas fabricadas por los dioses para tener a la humanidad bajo el acecho amenazante de una espada de Damocles universal.
El parto de Eva, desde una costilla de Adán, es narrado minuciosamente en el Génesis (2: 21, 22, 23): "Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño y el hombre se durmió. Luego se sacó una costilla y llenó con carne el lugar vacío. / De la costilla que le había sacado al hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre. El hombre exclamó: / -¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!" Su nombre será Mujer, porque la han sacado del Hombre". La historia del árbol del conocimiento, el bien y el mal, cuyos frutos les estaban prohibidos, fue la perdición del ser humano y su condena en la tierra, porque Eva se rindió al canto de sirena de la serpiente. Pero Adán no se resistió a la tentación. Hoy diríamos eufemísticamente, que no tuvo "fuerza de voluntad".
La historia de Pandora y su Caja es también obra de un dios, que nosotros conocemos a través de Hesíodo (siglo VII a. C.), que nos relata su nacimiento en Los trabajos y los días. A diferencia de Eva, que llega al Paraíso para acompañar a Adán, Pandora, también fabricada con arcilla, es la venganza de Zeus: "Luego ordenó a Hefesto, famoso en todo el mundo, que modelara / Un poco de arcilla húmeda lo antes posible y poner en ella una voz humana. / y fuerza, y para que pareciera a las diosas inmortales, / con la bella y encantadora apariencia de una virgen" (El Centro de Estudios Helénicos, versos 60 a 64. Traducción de Gregory Nagy). La puesta en escena de Zeus para vengarse de Prometeo que le ha robado el fuego para dárselo a los hombres, es digna de un relato de Las Mil y una noches. Una historia fascinante en la que intervienen varias diosas que colman de encantos y joyas a la mujer-instrumento de la venganza: Atenea, Afrodita, las Kharites, conocidas como las Gracias, y Peitho. (Persuasión). Los dioses, por su parte, tuvieron también su rol estelar en esta trama de Zeus. Junto a Hefesto, el herrero-artista del Olimpo, Hermes, el mensajero y matador de Argos (versos 64 a 84).
Y como historia truculenta que es, maquinada por un dios todopoderoso que no ignora la fuerza del destino, puesto que él lo impone a dioses y hombres, Pandora es enviada a la tierra como regalo para Epimeteo, hermano de Prometeo, que le había advertido que no aceptara ningún regalo de Zeus (versos 84 a 89): "El padre Zeus envió al famoso asesino de Argos a Epimeteo, / el rápido mensajero de los dioses, trayendo el regalo [ doron ]. Tampoco Epimeteo / Toma nota de cómo Prometeo le había dicho que nunca aceptara un regalo / de Zeus el Olímpico, pero enviarlo / regresa, para que no les suceda nada malo a los mortales. / Pero él [Epimeteo] lo aceptó, y sólo entonces notó en su mente que tenía algo malo en sus manos". De este modo, a la mujer-instrumento, Zeus le suma su condición de "regalo". El ananké griego o el fatum latino condicionando la "culpa" de Pandora. Un hado que ha manipulado la vida de tantos personajes ilustres de la literatura, desde Edipo a Don Álvaro, el desventurado caballero de la clásica obra del romanticismo español del Duque de Rivas, Don Álvaro o la fuerza del sino, de que no puede escapar y que la estigmatizó como causante de todos los males del hombre. El destino de Pandora era abrir la Caja y expandir los males sobre los hombres, como lo narra Hesíodo entre los versos 90 y 100. La humanidad vivía "sin males y sin trabajos duros, / sin miserables enfermedades que causan desastres a los hombres. / Pero la mujer quitó la gran tapa del frasco".
Pero ya en Teogonía, Hesíodo se había referido a Pandora aunque sin mencionarla (versos 570 a 594, versión de Editorial Gredos, Clásicos Castellanos, 1978): "Y al punto, a cambio del fuego, preparó un mal para los hombres: Modeló de tierra el ilustre Patizambo una imagen con apariencia de casta doncella, por voluntad del Crónida. La diosa Atenea, de ojos glaucos, le dio ceñidor y la adornó con vestido de resplandeciente blancura; la cubrió desde la cabeza con un velo, maravilla verlo, bordado con sus propias manos; y con deliciosas coronas de fresca hierba trenzada con flores, rodeó sus sienes Palas Atenea". Así lo había determinado el Crónida, Zeus, uno de los cinco hijos de Cronos. Y Hesíodo cierra la historia de Prometeo y Pandora con el fatídico anuncio de las calamidades traídas por Pandora a la tierra: "Pues de ella desciende la estirpe de femeninas mujeres. Gran calamidad para los mortales, con los varones conviven sin conformarse con la funesta penuria, sino con la saciedad" (versos 590 a 594).
No deja de sorprender la cantidad de dioses que manipulan la imagen de Pandora, desde el momento en que Zeus ordena al Patizambo, porque tiene las piernas torcidas y las rodillas muy juntas, y que no es otro que el herrero del Olimpo, Hefesto, a crear a la desdichada mujer que trae consigo la belleza y la maldad. De hecho, el Diccionario Espasa de Mitología Griega y Romana, Espasa-Calpe, Madrid, 2005, nos dice que "Los otros dioses la adoraron generosamente con 'todos los dones' (ese es precisamente el significado en griego del nombre Pandora): gracia, persuasión, habilidad manual... Pero Hermes le introdujo en su corazón el mal y el engaño". Pandora es, en principio, el símbolo de la gracia, de la belleza, pero también del mal y del engaño. Con todo, no debe olvidarse que Pandora es ella y su Caja que no solo contiene los males que asolarán la tierra, sino también la esperanza que permanecerá encerrada. Ambos símbolos, el de Pandora y el de la Caja de Pandora, han sido profusamente comentados en los estudios dedicados a los mitos y a los símbolos. El Diccionario de Símbolos (Labor, Barcelona,1969), de Juan Eduardo-Cirlot, citando a Paul Diel, se refiere a Pandora como "Símbolo de la tentación perversa a la que son expuestos los humanos, criaturas de Prometeo, rebelde contra el orden divino. Puede ser también un símbolo de la imaginación en su aspecto irracional y desencadenante".
Y la literatura así la ha cantado. En su poema "Crueles extremos de amor a la hermosa Pandora" de su obra La silva curiosa, el poeta navarro del siglo XVI, Julián de Medrano, también conocido como Julio Iñíguez de Medrano, describe el encanto de Pandora que tiene hasta al propio Cupido rendido a sus pies: "y aunque al parescer canto, estoy llorando, / igualmente aborrezco muerte y vida. / ¡Ved en qué extremo estoy por vos, Pandora!" (Ínsula Barañaria, Blog de Literatura de Carlos Mata Induráin, Madrid, 3 de septiembre de 2015). En otro poema de Medrano, "A la hermosa pastora llamada Pandora", que se encuentra en otra edición del Blog de Literatura de Manduráin, con fecha 14 de septiembre, Pandora es la bella pastora "a la cual todos los pastores / el precio de belleza han concedido", y ante cuya belleza "el pequeño dios de los amores", que no es otro que Cupido, le promete amor eterno: "y díjole: Bien átame, Pandora, / que en tus ojos haré perpetuo asiento".
Pero no solo en la literatura y sus géneros tradicionales, como la poesía, por ejemplo, el mito de Pandora ha sido desarrollado, y lo es, con mayor o menor intensidad, en los diferentes momentos del decurso histórico-literario. También en la gnomología (el universo de las sentencias, los proverbios y adagios), la presencia del mito de Pandora atrajo la atención de poetas y estudiosos. Al respecto sugiero la lectura del documentado ensayo de José López Zamora, "Pandora: de Hesíodo a Calderón. Autores y textos en la tradición del mito" en Cuadernos de Filología Clásica. Estudios griegos e indoeuropeos (Universidad Complutense de Madrid, volumen 24, año 2014). El "prouerbium o adagium es género fértil de la literatura desde la Antigüedad. En la Europa de la Imprenta, infinitos fueron los volúmenes que recogían esta condensada pieza de sabiduría moral, humana y asequible, sin necesidad de excesivas glosas". Entre estos volúmenes, escribe López Zamora, se encuentran los Libros de los Emblemas, que "adquieren desde el s. XVI un éxito sin contestación: su carácter iconográfico, donde la alegoría de los elementos pictóricos era del gusto erudito de la época; y el cariz moralizante de sus interpretaciones literarias les auguraba una amplia difusión entre las clases letradas".
Entre ellos destaca un texto de 1604, «Pandora y lo que se le dio en guarda», emblema 38 de los Emblemas morales de Don Iuan de Horozco y Covarruvias: "Una vasija en guarda dado avia / de bienes y de males a Pandora / Iupiter avisando que cumplia / no descubrirla, mas no vio la hora / de abrirla, con que buelan a porfia, / los bienes a do el bien eterno mora, / los males al infierno caminaron, / y esperança y temor solos quedaron". Se observa en estos versos de Iuan de Orozco y Covarruvias una lectura distinta del mito que describe Hesíodo, puesto que los males se van al infierno. Lectura que no deja de ser interesante, considerando que ellos representan una posición reivindicativa del mito respecto de Pandora, la mujer comprendida en la simbología clásica del mito, según vimos en Juan Eduardo-Cirlot. Pero la descripción de Orozco y Covarruvias introduce también otros nuevos elementos interpretativos: una esperanza que se queda junto a los hombres y el temor. Nuevamente Pandora vista desde la conjunción de los contrarios. Y sobre ella y su porfía, recae la culpa de abrir la vasija, como la llama el poeta.
El mito de Pandora fue visto también en el siglo XVI desde otras de las expresiones poéticas: la alegoría. González Zamora recuerda que la "lectura alegorizante o moralizante de los textos clásicos grecolatinos fue habitual en Europa desde la Antigüedad tardía". Y cita la interpretación alegórica del mito, de Fray Lorenço de Çamora (1605): "en la que se trata de la cayda de Adam, y de los males que de las malas mugeres proceden; Symbolo 1º: de como procuro el demonio hazer a Eua a sus costumbres para engañar al hombre [...], quien identifica a Vulcano con el Ángel Caído, o, por así decir, expulsado y despeñado del Olimpo-Cielo: Éste es el que hizo la Pandora, este es el padre del primer me[n]tiroso, este (quiero decir) el q[ue] crio a sus pechos con la leche de la me[n]tira a nuestra madre Eua". Una interesante interpretación alegórica que relaciona a Pandora como siendo hija del Diablo, y recuerda a Hesíodo con esta frase: "La Pandora, fue como dize Exiodo, que para ruyna del ho[m]bre la hizo Vulcano". Si la interpretación alegórica de Fray Lorenço de Çamora es sorprendente, no menos lo es la obra de Pedro Calderón de la Barca, La estatua de Prometeo, estrenada presumiblemente entre 1770 y 1774.
La estatua, obra de Prometeo en homenaje a la diosa Minerva, es recompensado por ella llevándolo al Olimpo, donde Prometeo robará el mítico fuego. Palas, la diosa guerrera, gemela de Minerva, le pide a Epimeteo que destruya la estatua, pero este se niega porque se había enamorado de ella. La estatua cobra vida en contacto con el fuego divino: es hermosa y su nombre es Pandora. Finalmente, Prometeo se casa con Pandora. Sin duda, una pieza calderoniana que recrea el mito de Pandora desde una perspectiva muy distinta al texto original de Hesíodo. Ciertamente, una obra no muy conocida del autor de La vida es sueño, pero que tiene un final feliz para la desdichada mujer. Para los lectores interesados, dejo dos versiones de La estatua de Prometeo. Una de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, y otra de la Universidad de Oviedo. Así mismo, un breve, pero orientador estudio de Susana Aguirre de la Universidad Nacional de Cuyo, "El uso del mito en La estatua de Prometeo, de Calderón de la Barca".
En el citado Diccionario de Símbolos de Cirlot, el mito de la Caja de Pandora "parece aludir al significado del inconsciente, aunque particularizado en sus posibilidades inesperadas, excesivas, destructoras". Por su parte, Paul Diel, citado por Cirlot, habla de "exaltación imaginativa". Esta "exaltación imaginativa" que recibe como regalo Pandora es, en realidad una tinaja ovalada (pithos) que la tradición convirtió en caja. Esa facultad imaginativa de Pandora, que se funda en el interés que en ella despierta el pithos, no es otra cosa que la curiosidad por saber que hay dentro de lo que Hesíodo llamó de "vasija". Esta curiosidad, una de las fuentes del conocimiento, desata lo que el mito señala. En esto consiste el simbolismo de la Caja de Pandora, manipulado por los dioses sabedores de la "debilidad" de Pandora.
Fuente: Enciclopedia Significados
Un regalo para destruir la Humanidad, como el Caballo de Troya, verdadera variable homérica del mito de Pandora, dejado por los griegos para engañar a los troyanos y apoderarse de Troya. La curiosidad no es solo "cosa de mujeres", pareciera decirnos Homero. Y la destrucción que suele provocar, tampoco.
"Pandora es la culpable: / soltó la desgracia al mundo / como un balón en el estadio / un zorro en el gallinero". Así comienza el poema de la Premio Nacional de Poesía 2021, la poeta vizcaína Miren Agur Meabe, publicado en Trianarts el 21 de diciembre de 2021. Una declaración de principios pareciera ser el primer verso del poema que cincela para la posteridad la culpa de Pandora, y nos recuerda a Hesíodo: "sin males y sin trabajos duros, / sin miserables enfermedades que causan desastres a los hombres. / Pero la mujer quitó la gran tapa del frasco". En el poema de Miren Agur Meabe, Pandora también recibe una orden: "se le dio una orden comprensible: / "No abras la caja". Pero ella, como la Eva bíblica, desobedeció: "(tal que a Eva: «No comas del fruto»). / Y es evidente / que el crimen se apodera del alma humana / en cuanto una mujer desobedece". Pandora, la mujer de barro, como Eva, trae consigo el estigma de la curiosidad, la desobediencia y los males. Pero también, la Esperanza. Una contradicción impuesta por los dioses y de la que ella no puede escapar. ¿Por qué la Esperanza queda encerrada en la tinaja en cuanto los males se apoderan de la tierra? No debe olvidarse, tampoco, que la tinaja es una vasija con cuerpo de mujer, "mucho más ancha por el medio que por el fondo y por la boca", nos dice la RAE.
La esperanza encerrada en la Caja de Pandora, para quedarnos con la versión asumida por la tradición, es una jugada maestra de Zeus, como nos cuenta Hesíodo en su citado Los trabajos y los días, entre los versos 94 y 100: "Pero la mujer quitó la gran tapa del frasco. / y esparció lo que había dentro. Ella ideó ansiedades nefastas para la humanidad. / Lo único que permaneció dentro de los contornos irrompibles del frasco fue Elpis [Esperanza]. / No voló. / Antes de que pudiera hacerlo, volvió a colocar la tapa en el frasco. / según los planes de Zeus, el portador de la égida, el recolector de nubes". Me parece, sin embargo, que debemos no solo resignarnos con lo impuesto por Zeus, sino que, además, aceptarlo de buen grado. Después de todo, ¿acaso los hombres no nos debatimos entre los problemas que nos aquejan y la esperanza de superarlos? Es la contradicción ontológica con que vivimos desde que llegamos al mundo. La misma que entendían los griegos, que veían en Elpis, la diosa de la Esperanza. La Esperanza es la razón para continuar luchando a pesar de las dificultades que la vida nos ofrece. Nos adaptamos a ese estado perturbador con la esperanza de superarlo y volver a ser. En eso consiste la resiliencia, según nos enseña la RAE. Los griegos no conocían la palabra originaria del inglés resilience, que deriva a su vez del latín resiliens, -entis. Pero Elpis la simbolizaba.
Por eso, no culpemos a las mujeres de tener que ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente, ni vivir, ya no con la espada de Damocles sobre nuestras cabezas, sino con el pithos de Pandora y su Elpis. Pensemos que la vida no tendría ningún sentido sin esta vía crucis a que los dioses nos condenaron en nuestro paso por la tierra. Pensemos que otras mujeres, como la Antígona de Sófocles, Ema, de Casa de muñecas, de Ibsen, Ana Karenina, de Tolstói, Hester Prynne, la protagonista de la Letra escarlata, la novela de Nathaniel Hawthorne o Inés, la heroína de Inés del alma mía, de Isabel Allende, entre otras tantas mujeres "desobedientes" de la literatura, se rebelaron contra el estatus quo social, rompiendo los esquemas de los modelos patriarcales de dioses y hombres, asumiendo con estoicismo la "vergüenza" de sus actos y enfrentando, si es necesario, la propia muerte.
Pensemos, mejor, que la literatura y el mito son un llamado permanente de atención para que comprendamos que el mito de Pandora y su Caja, representan un conflicto social y cultural aún no resuelto por la Humanidad.
ALEJANDRO CARREÑO T.
Profesor de Castellano, magíster en Comunicación y Semiótica,
doctor en Comunicación. Columnista y ensayista (Chile)
Imagen de portada: Pandora a punto de abrir la Caja. Lawrence Alma-Tadema (Dominio Público)