El uso de la sintaxis en la comunicación, ¿es un rasgo único del ser humano?

Gabriel Francescoli

Contenido de la edición 07.02.2023

 

Como decíamos en un artículo anterior, las discusiones académicas sobre la comunicación animal (humanos incluidos) se han centrado en las diferencias que hacen a  la comunicación humana, especialmente a nivel del habla o lenguaje, distintos del resto de los animales.

Muchas de las diferencias mencionadas en el pasado aún se discuten, y se toman como indicios de divergencias fundamentales y no de grado entre el hombre y el resto de los animales: la capacidad de mentir; la capacidad de los humanos de producir cadenas de signos (letras, palabras, sonidos) cuyo ordenamiento variable es capaz de producir mensajes diferentes de forma (casi) ilimitada; la posibilidad de tener una "teoría de la mente" de los otros individuos, o sea, la capacidad de inferir o empatizar con los otros para suponer lo que los demás saben o no saben en un proceso comunicativo; etc.

Muchos colegas no piensan que estas funciones cognitivas puedan ser encontradas en animales. Sin embargo, diversos investigadores han ido aportando informaciones que van en el sentido de que en algunos animales aparecen varias de estas funciones, las que pueden ser halladas y, eventualmente, demostradas en forma experimental, aunque otras veces su aceptación dependa de cómo se planteen los experimentos y cómo se los interprete.

En este marco, hoy quiero mencionar el hecho, corroborado por varios investigadores, de que ciertos animales son capaces de usar construcciones "sintácticas" en sus señales comunicativas. Este mecanismo de variabilidad en la comunicación se creía hasta hace relativamente poco tiempo una característica distintiva de los humanos. Sin embargo, muchas vocalizaciones animales parecen poder "jugar" con la sintaxis para producir una mayor cantidad de "contenidos" o mensajes usando solamente un número limitado de sonidos, por ejemplo.

La capacidad de usar el mecanismo de la sintaxis radica en la posibilidad de que un individuo, modificando el orden de sus señales o introduciendo "modificadores", cambie el significado de esas señales sin aumentar drásticamente el número de señales que tiene en su repertorio. Digamos que un animal emite una vocalización formada por las señales individuales A, B y C en un orden determinado (ABC, por ejemplo) y eso lleva un mensaje que significa "X". Si luego el animal emite ACB y eso significa "J", estaremos ante un caso de uso de la sintaxis para comunicar diferentes mensajes o contenidos con las mismas señales básicas en el repertorio.

Eso es lo que hacemos los humanos cuando combinamos letras para formar palabras diferentes en base al orden (ej. AVE y VEA tiene las mismas letras, pero en orden diferente y tienen significados diferentes).

También se apela a la sintaxis cuando se introducen "partículas" que alteran el significado de lo que se emite. Por ejemplo, para explicarlo de una manera simple, si yo digo "VEO LUZ" significa algo que es lo contrario de lo que digo si introduzco la partícula NO antes de esas dos palabras ("NO VEO LUZ").

Actualmente sabemos o sospechamos que algunos animales son capaces de usar estos mecanismos sintácticos en sus comunicaciones.

Las aves han sido y son, a este respecto, animales muy utilizados, ya que sus señales sonoras recuerdan a nuestra habla, y algunas especies aprenden sus cantos durante su desarrollo, un fenómeno muy parecido al aprendizaje de la lengua respectiva por parte de las crías humanas.

Existen muchos trabajos científicos que estudian estos fenómenos en aves, pero en este artículo me referiré a dos de ellos: uno realizado por el investigador Toshitaka Suzuki y su grupo, y otro realizado por un grupo de investigadores liderado por Simon Townsend y Sabrina Engesser.

Ambos grupos trabajan con aves de diferentes especies y en diferentes lugares del mundo.

Suzuki lo ha venido haciendo con un pájaro llamado Parus minor, en lo que el investigador llama las capacidades de usar una sintaxis composicional. Este tipo de sintaxis hace que, como dije más arriba, se pueda lograr construir un número teóricamente ilimitado de significados diferentes (especialmente en el humano) basado en un set de reglas combinatorias finito.

Lo que Suzuki ha podido mostrar es que estas aves tienen un repertorio de unas diez notas o vocalizaciones diferentes, que usan solas o en combinaciones con otras notas.

Algunos experimentos realizados por Suzuki y sus colaboradores muestran que estas aves interpretan una sucesión de notas ABC como un mensaje que indica que hay que vigilar por peligro y la emisión de una nota D como una indicación de que el individuo receptor debe acercarse al emisor (o sea, una señal social de agrupamiento).

En experimentos de playback en los que se les emite la sucesión natural ABC-D desde un parlante, los animales responden con esos comportamientos en sucesión, o sea que vigilan y luego se acercan al "emisor", pero si la sucesión es D-ABC (o sea que la sucesión es revertida artificialmente), los animales no responden o lo hacen raramente y solamente con comportamientos "incompletos".

Los investigadores lograron demostrar que normalmente no hay correlación entre las respuestas de vigilancia y de agrupamiento, lo que indica que las aves las realizan de manera independiente y flexible, y eso les permitiría realizarlos en sucesión cuando la señal "compleja" se los indica.

Esto, además, muestra que los animales perciben la señal ABC-D como una sola unidad de significado y no como una mera suma de dos unidades diferentes (ABC y D) emitidas de forma cercana.

Adicionalmente, las aves casi no realizan vigilancia y raramente se acercan al emisor (parlante) cuando la secuencia es "incorrecta" (D-ABC). También los investigadores han observado (aunque aún no han estudiado y corroborado) que estas aves usan las secuencias AB, AC y BC como señales de respuesta de "acoso" (mobbing) a los depredadores.

En cuanto al trabajo del grupo de Townsend y Engesser, lo que pretende es estudiar el posible uso por parte de animales de sistemas combinatorios de sonidos, teóricamente no significativos por sí solos, en "frases" que sí tienen significados, y saber si esos significados son diferentes según los elementos utilizados y su ordenamiento en la frase.

Para eso, el grupo de investigadores trabajó con aves de la especie Pomatostomus ruficeps, estudiándolos en cautiverio en grandes jaulas. Se identificaron los sonidos que producían los diferentes individuos hasta lograr tener un repertorio de unidades básicas, y mediante estudios observacionales y experimentos de habituación-discriminación se pudo constatar que esta especie utiliza cinco notas o elementos de "construcción" de frases que por sí solos no despiertan respuesta alguna en los receptores de la señal, por lo que no portan ningún significado por sí solos.

Sin embargo, los investigadores pudieron detectar al menos dos frases compuestas por secuencias de varios de estos elementos sonoros "puntuales", que reciben respuestas comportamentales diferentes (y por ende se asume tienen significados diferentes), que consisten en "cadenas" de estos sonidos que son levemente diferentes entre sí y que están ordenados de manera diferente entre ambas frases.

Este trabajo muestra que al menos estas aves (y posiblemente otros animales como primates, cetáceos, etc.) pueden producir señales funcionalmente diferentes compuestas por diferentes ordenamientos de "partículas" (en este caso, sonidos) individuales que no tienen significado en sí mismas, de una manera que recuerda o se asimila a la forma en que los humanos producimos palabras que forman frases con significado.

Estos resultados llevan a pensar que "lenguajes" o sistemas comunicativos construidos en base a estrategias combinatorias de unidades pequeñas pueden haber surgido mucho tiempo atrás en la cadena evolutiva de los animales, incluso a partir de estadios en los cuales los emisores no fuesen cognitivamente conscientes de esa estrategia combinatoria o de la existencia de las "partículas" que conforman esos mensajes.

Entonces, como resultado de estas y otras investigaciones, podemos notar que hasta donde sabemos, los humanos no somos los únicos en emplear mecanismos "sintácticos" para comunicar, y que el origen de esa habilidad que utilizamos puede haber estado en animales muy anteriores a nuestro surgimiento como especie y a nuestra capacidad de utilizar ciertos mecanismos cognitivos de manera consciente.

De nuevo, las diferencias entre los humanos y el resto de los animales, que las hay, parecen no ser de cualidad sino de grado, lo que subraya una de las conclusiones más generales que se pueden sacar de la teoría evolutiva, y que Darwin ya había atisbado.

 

GABRIEL FRANCESCOLI

Doctor en Biología, exencargado de la Sección Etología de la Facultad de Ciencias

 

Imagen de portada: CONTRATAPA/Daniel Feldman

(Las opiniones vertidas en esta nota son de exclusiva responsabilidad del autor y no comprometen a la institución en la que se desempeña)


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2023-02-07T22:27:00