Amor y obsesión en las cartas de Gabriela Mistral a Doris Dana

Alejandro Carreño T.

Contenido de la edición 27.03.2023

 

Las cartas de Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura 1945, al gran amor de su vida, Doris Dana, abarcan más, muchísimo más que lo señalado en el título de este ensayo.

En ellas se encuentran también los celos, la majadería, el dinero, las amistades falsas y verdaderas y la política. Pero sobresale el amor que nadie podría siquiera sospechar que nacería y sería tan expresivo y posesivo, de Gabriela por Doris.

El escritor alemán Thomas Mann, nacionalizado estadounidense en 1944, fue el punto de encuentro de ambas mujeres. Los designios de Dios solo Dios los conoce, nos enseñó Jorge Luis Borges, y Doris Dana escucha a la recién laureada poeta con el Premio Nobel en el Barnard College de Nueva York, donde fue homenajeada y habló de la xenofobia, del "odio y del miedo a las cosas y a las personas distintas de uno mismo", según el Barnard Bulletin del 13 de mayo de 1946 (citamos por el libro Doris, vida mía. Cartas, Lumen, 2021, edición a cargo de Daniela Schütte González; desde ahora solo Cartas).

Dos años después, el 9 de febrero de 1948, Doris Dana le escribe su primera carta a Gabriela, iniciando así una relación que trascendería lo puramente epistolar y literario, para convertirse en una relación amorosa de amantes que van y vienen con promesas, separaciones, olvidos y reproches. La carta comienza con "Querida Maestra" y termina su último párrafo con estas palabras: "Nunca podría expresar, ni mucho menos pagarle, todo lo que le debo personalmente. Deuda que es parte de lo que el mundo entero le debe a la gran artista que nos ha revelado bellezas tan excelsas y visiones tan profundas". En el tercer párrafo le dice que ha traducido al inglés su ensayo "poderoso y fuerte" El otro desastre Alemán. Y le envía el libro The Stature of Thomas Mann.

"Nos hemos reunido en un mundo muy noble: en la obra de nuestro venerado Thomas Mann", le escribe Gabriela Mistral a Doris Dana en su primera carta, de marzo de 1948. Le anuncia que irá a Los Angeles a fines de marzo y le solicita que le pida al escritor "un cuarto de hora" para ella. "Era tiempo ya de hacerle sentir a Thomas Mann la devoción de los suyos", le dice al final de la breve carta que comienza con "Su bella carta cordial me ha conmovido. Yo no merezco ese cariño suyo y menos esa admiración" (Cartas).  

Pero hay una frase de esta carta que llama la atención: "Yo soy una mujer tímida, a pesar de la dureza de mis versos". La lectura de las 179 misivas que componen Cartas no revela, precisamente, la imagen de una mujer "tímida", a pesar de que en algunas de ellas manifiesta serlo. Pero sí es evidente una personalidad absorbente en su relación con Doris Dana. Apasionada, crítica y vital: "Querida mía, tú conoces el cuerpo, pero no el alma entera de tu pobrecilla. Y así no has adivinado el infierno puro que ha sido para mí tu silencio de siete o más días" (12 de abril de 1949). Una Gabriela que a veces se "victimiza", para usar una terminología tan del gusto de ciertos movimientos feministas que solo ven a la mujer como una víctima: "Yo soy una pobre cosa en la vida tuya. Eso mismo fue siempre en la vida de las gentes que quise" (agosto-septiembre de 1950). Pero otras veces, se muestra severa y hasta agresiva en su trato con su amante: "Ya me voy cansando, Doris Dana, de esta situación tan compleja que se va envenenando día por día [...]. En una de estas veces va a ocurrir que yo no pueda tolerar más y pierda yo misma la paciencia [...]. Si no aceptas hacer esto, es mejor que te vayas. Porque lo que se va viniendo hacia nosotras, día por día, es una ruptura nada decente, nada digna, grosera y plebeya" (junio de 1951).

Sin duda las cartas desnudan el complejo mundo interior de Gabriela Mistral, una mujer que lo transita llevando consigo el estigma de su amor y deseo prohibidos por la sensibilidad cultural de su época, pero aferrada a ellos con la misma fuerza con que tuvo que abrirse camino desde los dramáticos años de su niñez. Pocas personas han descrito mejor la personalidad de la poeta que la escritora Matilde Ladrón de Guevara en su libro Gabriela Mistral, rebelde magnífica, cuyo título ya revela la naturaleza guerrera de la Premio Nobel: "Admiré a Gabriela por su inteligencia y espíritu revolucionario [...], la defendí por su valentía y me maravillé por su temperamento indómito, franco, progresista y sensible". Parece el comentario de una mujer de nuestro tiempo, pero el libro fue publicado por Losada en 1962. Podría pensarse que este espíritu indómito de "rebelde magnífica", tenaz en sus principios cuando se trata de defender algo o alguien cuya causa es digna de defensa, como se aprecia en la lectura de las cartas que comentamos, se amparara en la universalidad que le confiere el Premio Nobel y su condición de diplomática. Sin embargo, este rasgo de su personalidad ya se encuentra en sus primeros escritos que anticipan, muchos de ellos, el reconocimiento de la mujer en su vital importancia para el desarrollo social, condenando viejas y odiosas estructuras patriarcales: "Es preciso que la mujer deje de ser mendiga de protección; y pueda vivir sin que tenga que sacrificar su felicidad con uno de los repugnantes matrimonios modernos; o su virtud con la venta indigna de su honra" ("La instrucción de la mujer" en La Voz de Elqui, AÑO X, Vicuña, jueves 8 de marzo de 1906, N. 988). En otro pasaje del artículo, escribe: "Porque la mujer instruida deja de ser esa fanática ridícula que no atrae a ella sino la burla; porque deja de ser esa esposa monótona que para mantener el amor conyugal no cuenta más que con su belleza física y acaba por llenar de fastidio esa vida en que la contemplación acaba".

Las cartas de Gabriela Mistral a Doris Dana han sido cuestionadas por su escaso valor literario y el ningún aporte que representan para la comprensión de su excelsa poesía. Pero son cartas cuyo propósito es la expresión de una declaración de amor apasionado, que deja de manifiesto una personalidad obsesiva, dominante, majadera, desordenada y contradictoria. Lo literario, cuando aparece, se reduce a una bitácora de nombres de escritores y de obras literarias sin ningún afán crítico o analítico. Desde este punto de vista las críticas parecen injustas y fuera del contexto epistolar:" no añaden nada... la muestran como hipocondríaca, egocéntrica, monótona, obsesiva y realmente las cartas son aburridas", señala Luis Vargas Saavedra, citado en el artículo de la revista Vea N. 3167 del 14 de noviembre de 2009, "Lo revela Pablo Zegers: el gran amor que ocultó Gabriela". Y añade: "Me parece que, en la relación entre vida y obra, lo que interesa es la obra". Opinión que es compartida por el académico Cedomil Goic. Con todo, y aunque comparto el punto de vista de ambos estudiosos, me parece que las cartas nunca pretendieron ser poesía ni pueden catalogarse como tal. Son documentos que ayudan a comprender de manera más acabada a la mujer llamada Gabriela Mistral desde que conoció a Doris Dana en 1946, aunque personalmente en 1948, y convivió con ella hasta su muerte el 10 de enero de 1957. Una relación que no puede ignorarse pues, gracias a ella conocemos no solo su epistolario, sino miles de otros documentos, muchos de ellos, que sí enriquecen el acervo poético de la Premio Nobel.

Las cartas son, efectivamente, reiterativas en muchos temas, sobre todo salud y dinero. Son pocas las de Cartas en que no haya alguna mención a su salud o la de Doris, desde la primera ya citada: "(Salgo muy poco porque no tengo salud)"; "Yo no debería mandártela porque tu enfermedad te tiene más nerviosa" (23 de abril de 1949); "Si baja mi dolor de huesos, yo regresaré pronto" (1954). Y el dinero es también un motivo tanto o más recurrente que la misma salud. La carta de marzo de 1953 dedicada toda a él, termina así: "Lo que yo ahorro es para comprar una casita pequeña cerca del mar a nombre de las dos con el fin de que tú arriendes esta casa tuya y que te dé para los gastos cuando yo me muera. Con eso, más lo que yo teste en tu favor, creo que puedes vivir sin penuria"; "Tus gastos de vida en Orizaba o Yucatán serían míos" (Sin fecha, antes de noviembre, 1948) o, "Dime cómo van tus asuntos y si necesitas dinero" (1954). El motivo del dinero es, a mi modo de ver, un elemento esencial de esta relación amorosa con Doris Dana. Un amor que por veces se metamorfosea en otros "amores", paternal, maternal, amical, pero siempre protector. "Hijita Doris", comienza la carta de 27 de noviembre de 1949. Y la de diciembre de 1952 comienza así: "Doris, hijita querida". Gabriela Mistral es la proveedora de esta relación. O el proveedor, pues muchas veces se autodefine como "él" y no "ella". En la sociedad patriarcal "él" es quien regula los asuntos económicos del hogar. Es el que otorga lo necesario para vivir, aconseja y controla la vida familiar. De este modo, las cartas adquieren una connotación que trasciende la mirada lésbica con que se ha solido "verlas". En realidad, desde mi punto de vista, su condición lésbica es lo menos relevante de estas cartas o, por lo menos, no lo es más que otros aspectos de su personalidad que ellas desnudan, y que nos permiten conocer a la mujer Gabriela Mistral.

Sorprende su obsesión protectora de amante, no solo cuando Gabriela es "él" o "ella", sino también cuando su pasión se metamorfosea en otras variables amorosas. Y sorprende porque sabemos de su férrea defensa de la independencia de la mujer, de su libre albedrío para asumir sus propias responsabilidades y tomar sus propias decisiones. Gabriela ama la libertad y su vida fue un canto a ella, como su poesía. "Tú harás lo que quieras, tendrás la libertad absoluta que tú amas tanto, yo no te pediré nada" (24 de mayo de 1949). Y el 18 de noviembre de 1952, le escribía a Doris: "Siempre fuiste libre, y yo he respetado tu libertad". No se trata de destellos momentáneos sobre la mujer y su libertad. Tampoco de arrebatos pasionales acerca de la trascendencia de la mujer para la vida familiar y su rol en la sociedad, sino de un pensamiento crítico e intelectual que ha venido desarrollándose desde su juventud. Basta recordar que cuando publica su artículo "La instrucción de la mujer" en 1906, Gabriela tiene solo 17 años. "El feminismo llega a veces a parecerme, en Chile, una expresión más del sentimentalismo mujeril quejumbroso, blanducho, perfectamente invertebrado, como una esponja que flota en un líquido inocuo" ("Organización de las mujeres", 5 de julio de 1929, en Gabriela Mistral, Prosas en El Mercurio, 1921-1926). Y líneas después: "En el campo sentimental no puede mantenerse: para el sentimiento está la vida individual, y las mujeres han decidido abandonar el pliegue tierno de la casa, donde el amor sólo tenía un rostro que mirar en silencio, y el servicio de una sola mesa que hacer pulcra y bella". Es posible, entonces, desde Cartas, establecer una línea investigativa de largo aliento con los textos anteriores de Gabriel Mistral, como se ha ilustrado someramente aquí, en breves pasajes.

Ahora bien, ciertamente las cartas ahondan en la descripción del amor de amante que asumen las distintas estrategias amatorias de Gabriel Mistral para encantar y seducir a Doris, treinta años más joven que ella, bonita, coqueta y heredera de una cultura liberal, como la de Estados Unidos, tan diferente a la latina, como en muchos momentos se lo hace ver Gabriela a su amante. Las cartas se extienden en un extenso abanico semántico-amoroso que va desde el amante tierno hasta el amante soberbio Entre ambos extremos se encuentra el amante condescendiente, víctima, generoso, liberal, celoso, absolutista y despechado, Y puede ser el amante "él" o la amante "ella", o ambos en una misma carta. "Yo tengo más timidez de la que tú sabes. Y por eso pasa el tiempo sin que yo te diga algunas cosas que tú debes saber. Y es que eres nerviosa y veo tus gestos no amigos, no tiernos. Porque nuestras reacciones son enteramente opuestas" (1954). Y en 1953, un amante cariñoso y proveedor: "Dime lo gastado en ropa tuya durante un año y el costo de tu comida en el mismo año. Te daré eso como mera ayuda. Yo no puedo calcular ambas cosas, dear, es preciso que tú me lo digas".

Pero la del 27 de agosto de 1952 nos muestra una Gabriela en el rol de padre y de amante mimoso. Asumir dos facetas en una misma carta es común en Cartas. La carta comienza con un cariñoso "Hijita mía". "¿Cómo te portas? ¿Qué haces?", le pregunta, como un padre le pregunta a su hija que está de vacaciones lejos de casa. El tono paternal cambia en la medida que avanza la carta: "Pero yo sé que te quiero desde que te vi hasta hoy con el mismo encantamiento anterior y con una curiosa sensación de que hemos vivido juntas mucho tiempo, mucho antes". Antes de noviembre, de 1948, Gabriela escribía una carta que, tal vez, no tiene mucha relevancia considerando que hay otras en el mismo tenor protector muchísimo más significativas, pero que, a mi modo de ver, puede anticipar una muy elocuente que no se encuentra en Cartas y que es de diciembre del mismo año. Una carta que "es probablemente un apunte para otra carta que no forma parte de la colección de la Biblioteca Nacional", según reza la nota "2" al pie de página: "No tomaré nunca tu libertad. Guárdala entera. No te pediré nada excepto tu compañía por algunos meses [...] Yo no deseo quedar viviendo, (no vivir) muy lejos de ti". Al final del prólogo de Cartas, Alia Trabucco Zerán reproduce un fragmento de una carta que Gabriela Mistral escribe a Doris desde México, en diciembre de 1948 y que, a mi modo de ver, conecta con la que acabamos de comentar: "Cuando tú vuelvas, si es que vuelves, no te vayas enseguida. Yo quiero acabarme contigo y morirme en tus brazos".

Las cartas revelan una relación de encuentros y desencuentros; de reproches y mimos. Cartas que muestran una Gabriela confundida, y que confunde con sus constantes cambios de temperamento, pero siempre dispuesta a darlo todo por Doris, aunque esta no le muestre la misma pasión ni ternura que ella le profesa. Una Doris lejana, indiferente a los reclamos quejumbrosos de su amante. En una carta singular, mecanografiada, diferente de las otras por lo mismo, del 14 de abril de 1949 (en este caso la cursiva señala que está escrito con tinta roja), Gabriela asume varios roles en su condición de amante: arrepentimiento, tristeza, humildad: "Yo tuve una impresión muy confusa y muy penosa al oírte hoy, sin poder entenderte. Era un dolor y me quedé como paralizada [...] Y lo que me viene al espíritu es la idea de que una de mis cartas, aquella dura, en la cual me quejé de tu silencio, esa carta torpe, por amarga y ácida [...] Nos hemos separado ambos sin acabar, sin rematar, el conocimiento de nosotros mismos. Es una mala cosa [...] Y yo no debí escribirte en tal estado de ánimo, pero soy arrebatado, recuérdalo, y colérico, Y TORPE, TORPE. Por favor, no vuelvas nunca nunca a sufrir así, a padecer por mi culpa".

Gabriela "él" y "ella", como en varias otras cartas en las que las formas pronominales transitan naturalmente de una a otra, alterando la lógica del sentido gramatical, nos describe una mujer no solo lúdica en su condición amatoria, sino una mujer sobresaliente para su época. Una mujer, como Matilde Ladrón de Guevara la llamó en 1962, de "rebelde magnífica". De espíritu "indómito, franco y progresista".

¿Conocerán las feministas de hoy las cartas de Gabriela Mistral y sus escritos sobre la mujer y el feminismo? Se sorprenderían si supieran que Gabriela fue "queer" hace más de setenta años. Una progresista auténtica cuyos escritos trascienden su tiempo, y son un ejemplo para este feminismo vulgar y populachero, exhibicionista, sin ideas, mediocre y callejero.

A pesar de la monotonía temática que, aunque variada es siempre la misma, las cartas de Gabriela Mistral a Doris Dana representan un inapreciable documento para acercarse un poco más a una de las personalidades más contradictorias y desconocidas de la literatura chilena. Es cierto que Doris es el eje central sobre el que giran las cartas, pero no menos cierto es que ellas también le traen el mundo al lector. Un mundo denso y conflictivo, repleto de ciudades y de nombres ilustres que marcaron la vida de ambas protagonistas.

 

ALEJANDRO CARREÑO T.

Profesor de Castellano, magíster en Comunicación y Semiótica,

doctor en Comunicación. Columnista y ensayista (Chile) 

 

Imagen de portada: archivo


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2023-03-27T15:12:00