El Batlle monárquico

David Malowany

Contenido de la edición 07.04.2023

 

En el último año del siglo XVIII, a bordo del bergantín "Nuestra Señora de Reglas", después de una travesía de cuatro meses, llegaban a Montevideo procedentes del puerto de Cádiz, un hombre de labor y de fe, don Joseph Batlle o Balle y Carreó, natural de la Villa de Sitges, Principado de Catalunya, junto a su esposa Gertrudis Grau y Font.  

El intrépido y emprendedor Joseph vino en un velero que él mismo piloteó por momentos, con mercaderías que formarían su capital inicial. 

Batlle se traduce como alcalde.  Era hijo de Cristóbal, hombre de muchos altibajos sociales, que abrazó la causa del liberalismo y el regionalismo.  Su linaje se remonta al año 1270, cuando Arnoldo Balle, jurisconsulto eminente, firmaba, en calidad de testigo de su pueblo, el Capítulo de Franquezas que don Jaime II de Aragón concedía a los mallorquines.

También vendría a nuestras playas su cuñado José, procedente de Cuba, quien se transformaría en luchador contra las invasiones inglesas, fundador del batallón de Miñones Catalanes. 

Con Gertrudis Grau tendrían cuatro hijos. Uno de ellos, Lorenzo, sería el primer presidente de apellido Batlle, padre del también primer mandatario y reformador José, abuelo de Luis Batlle Berres, bisabuelo de Jorge Batlle Ibáñez.    

Hacia el 1800, año del arribo del fundador del linaje, San Felipe y Santiago de Montevideo tenía gobernador, fuerte, casa de comedias, maestros de primeras y segundas letras, talleres de artesanos, colegios religiosos, clero, milicia, puerto negrero de millonarios traficantes como Francisco Antonio Maciel y saladeristas.   A su llegada, Andrés Ordoñez, abuelo de José por la rama materna, era jefe de Dragones.   

El molino llamado "Oriental" se fundaría en 1803.  Fue en la Aguada, casi al borde de los Pozos del Rey, que el chileno gobernador don Cipriano José de Mello, hallase para abastecer de agua a la ciudad amurallada, donde hasta el fatídico 18 de mayo de 1811, el emprendedor catalán regentearía   su establecimiento. 

También fundó allí la capilla familiar en honor a "Nuestra Señora de los Desamparados", conocida luego como la Capilla del Molino, cimiento de la actual Iglesia de la Aguada.  Abastecer navíos, destacamentos militares y a la guarnición española de las Islas Malvinas fue su primer plan de negocios.  

Pero antes del principio de sus desventuras, vivió etapas de prosperidad.  Fue propietario de dos navíos: la fragata Espik y el San Nicolás de Bari.  

Sin poder imaginar lo que vendría después, el mes de abril de 1806 pudo haber sido uno de los más felices de su vida: obtuvo el monopolio del aprovisionamiento de la Marina española y también de las unidades de tropa de la guarnición de Montevideo.  Debía surtirla de víveres en todos los renglones menos en la carne, contrato que pertenecía a don José Ramírez y Pérez, natural de Sevilla, fundador del linaje que llega hasta nuestros días. 

La mala estrella que el último presidente, Jorge Batlle Ibáñez exhibió en el siguiente milenio, parece haber rondado cada tanto su linaje.

Luego de tal venturoso contrato, el británico Beresford, con 1700 hombres, invadió Buenos Aires que reportaba en ese entonces ochenta mil almas.  Producida la toma de la capital del Virreinato, la primera reacción del catalán fue armar en guerra a la fragata Espik, con 23 hombres.  Terminada la lucha, 21 de ellos perderían la vida en el naufragio frente al arroyo Pavón, en San José.  

Con la segunda invasión inglesa Joseph perdería ambas naves y buena parte de sus mercaderías que, como botín de guerra, marcharon a las Islas Británicas.  De nada servirían sus reclamos ante el Tribunal de Presas y ante el propio Almirantazgo Británico, que le sugirió derivar sus reclamos a la Corona española.

No repuesto de cómo las Invasiones Inglesas afectaron su negocio, en 1810 estallaría la Revolución y Joseph estaría en el   campo realista, hasta que el 18 de mayo de 1811 fueron vencidas   las tropas   del rey en el punto de las Piedras.  La revolución se llevó lo que quedaba de su hacienda y sus pocos caudales.  

Para más seguridad, Joseph se refugia murallas adentro, hasta que Carlos María de Alvear entra victorioso en Montevideo el 20 de junio de 1814, luego de la derrota en la batalla naval del Buceo.    

La Real Tesorería le debe 450.000 pesos fuertes.   El difícil de doblegar Joseph deja en Montevideo a su esposa e hijos y parte rumbo a Río de Janeiro, a verse con doña Carlota Joaquina, hermana de Fernando y esposa de Juan.  

Retornando al viejo continente, logra su ansiada entrevista personal con el rey Fernando VII, portando una carta de recomendación de su hermana.  Una Real Orden fechada en mayo de 1816 ordena el pago de 165.000 pesos fuertes a satisfacerse por las Cajas de Lima, pero cuando la orden llega, dicho tesoro había dejado de existir.      El pleito y la ejecución de la sentencia insumirían otros doce años, por lo menos.  

La esposa y sus cuatro hijos se le sumaron en el viejo continente en el año 1818. El 17 de enero de 1823 perdería la vida Gertrudis en su natal Sitges donde descansan sus restos.  Batlle y Carreó no volvería a Montevideo hasta 1833.  

Lorenzo había vuelto tres años antes.  Soportaron la Defensa y el Sitio Grande.  

El primer Batlle enterró a su hijo José en 1846.  Finalmente, dio su último suspiro en 1854 con 72 años de edad.  Está sepultado en el Cementerio Central.  

Dado que la historia es legitimación del presente, ninguna calle en Montevideo honra la memoria del inclaudicable Joseph Batlle y Carreó.

 


DAVID MALOWANY

Abogado

 

Lectura: Rodríguez Fabregat, Enrique. Batlle y Ordóñez, El reformador, editorial Claridad, 1942

Imagen de portada: El puerto de Montevideo/Alphonse D'Hastrel/1808

 

Archivo
2023-04-07T14:16:00