Pócima deslumbrante la poesía / Hay tantos caminos en la vida: una lectura semiótica de la poesía de Lilián Hirigoyen

Alejandro Carreño T.

Contenido de la edición 25.06.2023

 

El azar me trajo Tuya será la noche, de la poeta uruguaya Lilián Hirigoyen. Un poemario breve, dividido en cuatro partes que son el símbolo de un recorrido interior por el alma y la conciencia de una poeta que vive y revive sus sueños, sus pasiones y frustraciones en el mundo, incierto a veces, de la memoria.

En este universo recóndito de la memoria, donde la realidad suele confundirse con la pura imaginación, la poesía corre apacible, aunque a veces también como un torbellino, por cada una de los caminos que componen el poemario, símbolos del tiempo ido que solo es posible recuperar a través de la memoria. "Tuya", "Tarde", "Crepúsculo", "Será la noche" son indicadores simbólicos del recorrido poético que emprende la conciencia poética. Es una memoria enmarcada por el propio título Tuya será la noche, en el que las palabras "tuya" y "noche" abren y cierran este caminar por los pedregosos recovecos de la añoranza, del recuerdo, de la confirmación de haber sido en algún recodo de toda caminata lúcida, a veces y soñolienta otras veces, cuando la memoria se confunde entre la realidad y la imaginación: "Hay tantos caminos en la vida, / tantos, que apenas podemos andarlos", nos dicen los primeros versos de "Caminos", con que se abre el poético recorrido.  ¿Por qué "Tuya" y no "Mañana" o "Amanecer"? Sería lo "acertado" considerando el nombre de las tres partes siguientes en que se divide el poemario. Pero, ¿qué es lo "acertado" en poesía"?

La palabra "Tuya" provoca un desconcierto en el lector, el interpretante, que espera una armonía semántica en la construcción de los códigos lingüísticos que componen el "día" que, aunque denotativamente se encuentre ausente en su representación gráfica, connotativamente la estructura de Tuya será la noche orienta al lector en la decodificación de su lectura. La semiosis de "día" se desarticula en la conciencia interpretativa provocando el caos, la entropía semántica: "Surge la niebla y silencia con su manto asfixiante la ruta. / Así que nuestros pasos retroceden deseando llegar al inicio / como en un juego interminable / donde los dados siempre vuelven a nuestro mano". Juan Eduardo-Cirlot, en su Diccionario de Símbolos, nos dice que la niebla "simboliza lo indeterminado, la fusión de los elementos aire y agua, el oscurecimiento necesario entre cada aspecto delimitado y cada fase concreta de la evolución".

La vida se metamorfosea en "Caminos", el poema símbolo que nos conduce por la obra, pues en él se encuentran todos los caminos posibles que son necesarios andar y desandar para que la vida cumpla su ciclo de esperanzas, de sueños y de frustraciones. Todos los caminos como volver al inicio para empezar de nuevo. "Caminos" es el poema del desencanto, de la esperanza frustrada, del no tener sentido buscar el camino deseado: "Elegimos entonces -por un rato- el camino que aparece / luminoso a lo lejos, ¡claro que sí! / hasta descubrir que la luz que veíamos es la de la / tormenta / y el viento desatado resulta intolerable". Y después de mucho andar por caminos diversos sembrados de esperanzas vanas, se vuelve al principio para "pensar un poco sobre los caminos, ¡claro que sí!".

"Caminos" nos recuerda a Nicanor Parra y su "Soliloquio del individuo", no solo por el tono narrativo, porque lo es de Tuya será la noche, sino por el desencanto y la resignación de una verdad que se diluye en cada recoveco de los laberínticos senderos de que se compone la vida del hombre y de la propia humanidad: "Mejor es tal vez que vuelva a ese valle, / A esa roca que me sirvió de hogar, / Y empiece a grabar de nuevo. / De atrás para adelante grabar / El mundo al revés, / Pero no: la vida no tiene sentido" (Poemas y Antipoemas). Es como retroceder hasta volver los pasos "al inicio" y "sentarnos en el pasto seco, / incómodo y sucio" (la "roca" de Parra), "a pensar un poco sobre los caminos, ¡claro que sí! / los que jamás encontraremos / y los otros, / esos que anduvimos, / tan largos, tan sinuosos, tan sin sentido". Curiosamente ambos poemas terminan con el mismo significado de "sentido": el no sentido.  ¿Qué sentido tiene entonces la presencia de "Tuya" en vez de "Mañana" o "Amanecer"? La certeza de una voz poética, íntima, a la que la experiencia de los años la alerta "a mirar con recelo el misterio que encierra lo profundo" de este aventurarse en un viaje que construye y deconstruye, porque la memoria incierta, como la niebla, suele confundirlo todo. La niebla "asfixia la ruta", la desrealiza y ya no se sabe más si es sueño o realidad lo vivido. Confunde la conciencia poética como confunde la conciencia narradora de La última niebla, la novela de María Luisa Bombal, cuyo amante se diluye entre una "realidad soñada" que describe su encuentro con ella y la realidad de seguir a Daniel, su marido, "para vivir correctamente, para morir correctamente, algún día". Alrededor de ellos, "la niebla presta a las cosas un carácter de inmovilidad definitiva".

"Tuya" significa que no es "Mía". Parece de Perogrullo, pero no lo es, ni menos en poesía. Ya lo dijo Enrique Vila-Matas, "La literatura nos permite comprender la vida, nos habla de lo que puede ser, pero también de lo que pudo haber sido... No hay nada más subversivo que la literatura". Y el adjetivo posesivo "Tuya" es subversivo. El hablante se despoja de la memoria de sus años, de sus recuerdos, de sus sueños y los entrega a un interpretante que relaciona el signo con el objeto como algo establecido, como una abstracción. Tal vez seamos, entonces, todos nosotros, lectores socialmente solidarios o no, porque transitamos también por otros caminos, pero semejantes, que nos obligan a volver siempre al comienzo para recomenzar el incierto recorrido que depara siempre el acto de recordar. O puede, también, vincular el signo de una forma concreta, un aquí y ahora, es decir, el acto de "entregar", en este hic et nunc, las vivencias de Tuya será la noche. Después de todo, "tuya" no significa otra cosa que "de la persona a quien se dirige quien habla". Es decir, las dimensiones semántica y pragmática del signo. En otras palabras, las relaciones del signo con el objeto y su interpretante. Es que "El lenguaje de la noche se disuelve en la rima o el verso libre" y "transforma en sangre la gramática", nos dice la poeta en "Polvo de estrellas", en la cuarta parte de su poemario, "Será la Noche".

La poesía se encuentra con ella misma en este caminar por lo infinito y lo terrenal, que es la suma de los días que un día fueron y de los otros que vendrán, pero que el poema subvierte en tiempos circulares que van y vienen en espacios ficticios que solo son posibles en la creación poética. "Detener el tiempo", nos dice Lilián en su significativo poema "Moebius" que se encuentra también en la última parte del poemario. Moebius, Jean Giraud, modificó el arte de contar historias a través del cómic. Trascendió la realidad y lo hizo pura ficción. "Detener el tiempo" para tocar "con el borde de la uña el lugar elegido". Pero, ¿en qué lugar de ese tiempo detenido se encuentra el lugar elegido "que me llevará otra vez / -como si el retorno fuera posible / hacia la repetición exacta / de las mismas huellas?". Sí, la poesía se encuentra con ella misma en "Será la noche". Todo el poemario es una preparación lírico-narrativa que va acercando al lector, y preparándolo, a la última parte repleta de símbolos que describen la poesía de Lilián en constante composición. Símbolos que saltan de un poema a otro y se enlazan, dándole coherencia interpretativa a una poesía entrópica, cuya entropía percibimos, precisamente, en este continuo ser y no ser que construye y deconstruye sueños y realidades, crea espacios inéditos y fantásticos, y acude a la semiosis simbólica que convierte los significantes del mensaje lírico en significados, en un tiempo que "es prisionero de su propio reloj" pero que arrastra también en "sus derroteros" a la poeta y a nosotros, destinarios de esos significantes.

"Hay tantos caminos en la vida, / tantos, / que apenas podemos andarlos". ¿Y qué otra cosa es Tuya será la noche, si no recorrer estos caminos que metafóricamente construyen y deconstruyen la vida? "Tarde", "Crepúsculo" y "Noche" son los caminos con que "Tuya" inicia su peregrinar poético que ofrece a un destinatario que yace dentro del poemario, hecho de palabras, y al que deja irse "a la deriva de los cielos", a otras dimensiones que se le "escapan". Lo deja irse como quien suelta una cometa para que ascienda nadie sabe adónde. Que Tuya será la noche termine con el poema "Para que vueles alto", es todo un acierto, no solo de la estructura del poemario, sino de su ordenación semántica propuesta en "Caminos", el poema con que se abre el libro: "¿cómo saber si al oeste de los sueños / todavía la luz brilla? Y esa incerteza que se yergue como la única certeza, nos deja a la deriva también a nosotros, destinatarios que compartimos su viaje y transformamos los significantes en significados para darle un sentido a la vida: "Estoy en el umbral que separa la realidad de la imaginación, y empiezo a ignorar de qué lado me encuentro", nos dice Frigyes Karinthy, FK, el autor-personaje-narrador y columnista húngaro, de la novela, asombrosa, Viaje alrededor de mi cráneo. ¿De qué lado se encuentra este hablante lírico? ¿De qué lado nos encontramos nosotros, llevados por la palabra que nos confunde entre el camino que "aparece luminoso a lo lejos", para luego descubrir que no es más que la "luz de la tormenta"? ("Caminos"). ¿O no somos más que "veloces nubes" que como "naves del ocaso" invaden "el cielo"? ("Naves del ocaso").

Es el "ocaso", la decadencia, la declinación, el acabamiento que antecede a la "noche". La "noche" se asocia con "el principio pasivo, lo femenino y el inconsciente". Hesíodo la nombró "madre de los dioses", porque para los griegos, junto con las tinieblas "han precedido la formación de todas las cosas" (Juan Eduardo-Cirlot, Diccionario de Símbolos). No es un acaso que el poemario se divida en cuatro partes y la primera se llame "Tuya" y la última "Será la noche". Es decir, el comienzo y el final de un recorrido hecho de recuerdos aventureros que solo existen "en la arena de la memoria" o de "pequeñas sombras que se ocultan tras la luz de cada día" en un paraíso perdido donde "los pies corren, repiten los pasos, pisan iguales huella".  

Tuya será la noche, el nombre se desgrana y reúne en su comienzo y en su final para darle sentido a la poesía, que "hace carne floreciente la voz lejana de un poeta / ceniza/palabra/estrella que recorre el firmamento / aunque él hoy sea solo polvo gris". Todo el poema "Polvo de estrellas" es la propia consagración del poemario. "Dijo Dios: Que exista la luz. Y la luz existió", leemos en el Génesis. Es decir, desde el Génesis sabemos que quien dispone de las palabras para decir las cosas, tiene el poder requerido para hacerlas, como Dios, el primer poeta que construyó el mundo a través de la palabra. Es lo que hace Lilián en "Polvo de Estrellas", poema que juega con el mito y la ciencia que se traducen en ficción y realidad, ese "umbral que separa la realidad de la imaginación" como dijo Karinthy: "Brilló la palabra / pequeño cuenco de luz en la extensión trasparente / de la galaxia. / Desconocida penumbra la oscuridad de un verbo / apenas pronunciado". Ese "verbo apenas pronunciado, símbolo de la penumbra, esa tenue sombra entre la luz y la oscuridad que no deja ver dónde comienza y termina cada una. Ese verbo "apenas pronunciado" que le da sentido al mito bíblico cuando nada era.

Luego aparece la ciencia: "Después fue el Big Bang. / El mundo limitado a un discurso". Un discurso que el hombre ha repetido en todos los minutos, en todos los segundos de su existencia: la creación del universo que surge como la poesía, de la palabra que deslumbra: "Sin embargo el misterio existe. / Pócima deslumbrante la poesía / que descubre los silencios en metáforas / la piel del universo en una sola estrofa / el dolor lacerante y vívido en una imagen. / El lenguaje de la noche se disuelve en la rima o el verso libre". Pero "deslumbrar" significa "ofuscar la vista o confundirla con exceso de luz" y también significa "dejar a alguien confuso o admirado". Mito y ciencia se cruzan y entrecruzan en "Polvo de estrellas". La poesía se desgarra en metáforas y el parto de la vida, doloroso y lacerante, toma la forma de la rima o del verso libre. La gramática se tiñe de rojo, el color de la sangre que es vida. Una vida que avasalla y liberta la rígida estolidez de la oración. La poesía de Lilián es un constante juego dialéctico en el que los contrarios lingüísticos construyen la semiosis superior que es el propio poema, "y hace carne floreciente la voz lejana de un poeta / ceniza/palabra/estrella que recorre el firmamento / aunque él hoy sea solo polvo gris". Después de la explosión del Big Bang, la tríada "ceniza/palabra/estrella" florece en la carne del poeta y "recorre el firmamento".

Son el Génesis y el Big Bang del propio poemario Tuya será la noche en cada una de sus partes en que "el lenguaje de la noche" transforma la gramática en sangre. Por eso no puede ser "Mañana" o "Amanecer" ni solamente "Noche". Porque la poesía estaría falseando su propia esencia poética fundada en su entropía semántica y metafórica. Sería la simple ilustración denotativa, descriptiva, ordenada y nada de estólida, como la vida en el Paraíso. Pero la vida no es el remanso del Paraíso; tampoco la poesía lo es. La vida es el misterio, la penumbra, el infinito insoslayable en la conciencia que no logra comprenderla. Es el ser y no ser que se debate entre los sueños y la realidad de todos los caminos que son necesarios recorrer para que el ciclo se cumpla. Recorrer, incluso, el camino que ya se anduvo. Pero también es la luz. Como la poesía.

Por eso no solo es "Noche", un sustantivo estático, definitivo, cotidiano, visible. El verbo que lo antecede le otorga a la noche el valor que la palabra sola no tendría, pues en una pura comprensión denotativa, como parte de un día. Sería pura y simplemente aquella que se encuentra entre la puesta del sol y el amanecer. El lenguaje de la cotidianidad apunta a la pureza del concepto y no se preocupa de su sentido metafórico, propio de la imagen. Pero el lenguaje de la poesía no es visible per se. Hay que desvendarlo, despojarlo de la oscuridad que esconde su sentido poético. Es movimiento que nos deja ver, paso a paso, su naturaleza lúdica y cambiante.

"Será la noche". Uno de los sentidos del verbo "ser" es, precisamente, el de que anuncia que algo "sucederá", "tendrá lugar". Se quiera o no se quiera. También dice relación con "lo que fuere, sonará", es decir, por un lado, significa que deberán asumirse las consecuencias de una decisión, por peligrosas que sean; de otro lado, significa que, a su tiempo, "se hará patente algo". Y esta "Noche", desprovista de su semiosis denotativa, que apunta al concepto tranquilo y seguro de la cotidianidad lingüística, es otorgada, transformada en una imagen poética, metafórica, cuya decodificación solo es posible a través de senderos que se entreveran, se ocultan y se asoman en cada recoveco del camino.  Esta "Noche que será", independiente de la volición del remitente, sea el que sea, es "Tuya".

Tuya será la noche, "para que vueles alto". Para que, a la deriva por el firmamento, la suma de todos los cielos, recorras los caminos y te encuentres, tal vez, con ese primer momento en que brilló la palabra que antecedió al Big Bang, para que todo vuelva a comenzar.

Ya lo dijo Vicente Huidobro: "El poeta es un pequeño dios".

 

ALEJANDRO CARREÑO T.

Profesor de Castellano, magíster en Comunicación y Semiótica,

doctor en Comunicación. Columnista y ensayista (Chile) 

 

Aquí se puede ver la presentación del libro, realizada por Andrés Echevarría y María Simon el 26 de abril en la Fundación María Tsakos


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2023-06-25T13:17:00