¿Por qué a veces los humanos nos comportamos como animales?
Gabriel Francescoli
Muchas veces se formula esta pregunta en varios ámbitos: periodísticos, charlas informales, etc. En principio, tendría una respuesta muy simple: porque SOMOS animales.
Contenido de la edición 18.04.2022
El ser humano es un animal más. Para ser más exacto, es un primate más. Nuestro parentesco con los monos está fuera de toda duda, por lo que la pregunta en sí tendría esa respuesta como segura.
Imagino que lo que muchas veces verdaderamente se pregunta es algo así como: ¿por qué los humanos muchas veces nos comportamos en formas que escapan a lo que nosotros mismos consideramos "humano"?
En ese caso, lo primero que hay que tomar en cuenta es que muchas de las acciones que consideramos impropias de un humano, o irracionales, o incluso "salvajes", no nos llamarían la atención si las vemos realizadas por otro animal (como ocurre con lo que vemos en muchos de los documentales que tenemos a disposición).
¿Cuál es la diferencia, entonces? La diferencia es que nosotros, como especie, hemos construido una sociedad altamente compleja a la que hemos dotado de normas morales y éticas que representan valores más o menos generales, pero que no por ello dejan de ser lo que son: construcciones sociales.
En el fondo, seguimos siendo tan "animales" como lo eran nuestros ancestros Cro-Magnon. Genéticamente no hemos cambiado demasiado, aunque según algunos autores como Lorenz, hemos sufrido un proceso de autodomesticación, al formar esas sociedades complejas y al vivir en ciudades grandes y con una enorme cantidad de habitantes.
La domesticación ha producido cambios en las especies "domésticas" respecto a los antepasados salvajes de donde surgieron, que les provocan en general un aumento de la alimentación y de la tendencia a engordar (falta de ejercicio y alimentación asegurada), un aumento importante del impulso sexual, y una modificación de los mecanismos agresivos y de control de la agresión que redundan en animales normalmente tranquilos pero que "explotan" con niveles de agresión desmedida, y un aumento del agrupamiento en espacios limitados que aumentan el stress y, eventualmente, la agresión.
O sea, en pocas palabras: cuando las condiciones externas o a veces las internas de nuestros procesos mentales hacen caer las "barreras" morales y éticas convencionales, afloran nuestras reacciones básicas, no en un sentido "psicológico" clásico sino en el sentido darwiniano de la lucha por la supervivencia. Algo de esto mencionamos en una nota anterior titulada "Natura vs. Nurtura".
Entonces, mirado desde este punto de vista, el problema no es "¿por qué nos comportamos como animales?", sino más bien, ¿por qué cuando construimos como sociedad nuestros códigos éticos y morales, intentamos sobrepasar lo instintivo que llevamos dentro? Quizá nuestras normas de convivencia social hayan surgido como forma de intentar lograr en sociedades numerosas las cosas que antes se lograban, más o menos naturalmente, en grupos pequeños, donde todos los miembros se conocían y dependían unos de otros para sobrevivir.
Lo anterior no implica que en las sociedades de los otros animales no existan conflictos y disputas, a veces agresivas. En general, sin embargo, en las sociedades de los demás animales, las disputas nunca llegan a la muerte o a daños muy importantes en los contendientes, y el orden social se suele resolver en instancias tempranas, desde jóvenes y queda, en muchos casos donde hay jerarquías más o menos fijas, casi establecido para el futuro. Obviamente, no todas las sociedades animales son iguales, pero se rigen por principios relativamente similares y, en general, cada individuo conoce su jerarquía y su papel en el grupo.
Ese factor común del conocimiento individual, especialmente en los vertebrados y en nuestros parientes más cercanos, es uno de los elementos que hace que esas sociedades funcionen sin grandes problemas de agresividad extrema, que el stress sea moderado en general y que la vida social se lleve de manera razonable.
Además, la mayoría de los animales salvajes, por así decirlo, emplean la mayor parte de su tiempo en conseguir alimento, lo que en general hacen de manera grupal. Tener el tiempo ocupado en asuntos esenciales para la supervivencia (como el alimentarse); tener el ordenamiento social jerárquico relativamente bien establecido y fijado durante períodos prolongados; y tener el factor sexual y reproductivo (esencialmente importante no solo para la especie sino para el individuo) que puede ocasionar disputas, agresiones y stress, limitado a uno o dos períodos breves en el año, parecerían ser elementos claves en el mantenimiento de ciertas características de "tranquilidad" social.
Obviamente, cuando los conflictos aparecen, estos son resueltos por diferentes vías, limitando instintivamente la agresión directa al mínimo. En algunos primates, se sabe, existen mecanismos de reconciliación postconflicto que parecen ser efectivos, y que los biólogos estudian desde hace tiempo; probablemente en otras especies, sobre todo en aquellas con capacidades cognitivas mayores, también existan.
Entonces, ¿las sociedades humanas han perdido esos mecanismos de control? Aparentemente sí. Según algunos etólogos, el hecho de vivir en grupos sociales muy grandes, donde el conocimiento personal de cada miembro resulta imposible, y el hecho de vivir cada vez más agrupados en grandes concentraciones urbanas con poco espacio, pueden haber bajado nuestras barreras y exacerbado nuestra agresividad y nuestros niveles de stress. Pero todo ello, si es así, deriva de esa construcción cultural nuestra que llamamos "sociedad humana", y quizá también de muchas de nuestras construcciones tecnológicas que permiten, y muchas veces hacen, que vivamos como vivimos.
Ahora bien, al fin y al cabo, fue la propia selección natural, la propia evolución la que nos dotó de nuestra mejor arma, esa que nos permite ser una especie sumamente exitosa, vivir en muchos ambientes para los que no estamos preparados físicamente, obtener y procesar grandes cantidades de alimentos y cambiar nuestro ambiente físico y biológico. Esa arma es nuestro cerebro. El mismo que nos permite imaginar soluciones a problemas, aprender y transmitir informaciones en forma no genética a las generaciones futuras, almacenar conocimientos en libros y medios magnéticos para usarlos cuando queramos, construir máquinas y muchas otras cosas más; es el mismo que nos permitió construir nuestras sociedades y nuestras normas de convivencia, esas que frecuentemente rompemos y que nos hacen formularnos la pregunta del inicio.
Si consideramos todo lo anterior, creo que es bastante claro que las soluciones están en el mismo lugar que los problemas.
Nosotros creamos la sociedad actual y sus normas y modos de vida. Podemos seguir intentando mejorarlos y/o actuar punitivamente para mantener el orden usando nuestro cerebro y nuestras posibilidades educativas, de formación y de fuerza según el caso, o podemos intentar volver atrás y buscar una conciliación entre el desarrollo social, cultural y tecnológico, y esas "condiciones naturales" que parecen favorecer el funcionamiento más estable de las otras sociedades animales.
Lo que no podemos dejar de reconocer es que nuestros instintos, nuestra "herencia animal" va a seguir aflorando de tanto en tanto, cuando las condiciones del medio social o del medio externo hagan necesario pensar en la supervivencia del individuo o de su grupo social más estrecho (familia, amigos).
Es por eso que quizá durante las grandes tragedias y desastres es cuando afloran los actos de supervivencia más extremos, que según nuestras normas morales serán catalogados como heroicos o como deleznables.
En el mundo de las otras especies animales nadie condena a un macho si roba los adornos del nido de otro para atraer a una hembra y así asegurar su reproducción, y nadie elogia ni recuerda a una hembra que se expone a un depredador para evitar que localice a su cría. Eso simplemente pasa, y nada más.
GABRIEL FRANCESCOLI
Doctor en Biología, encargado de la Sección Etología de la Facultad de Ciencias
(Las opiniones vertidas en esta nota son de exclusiva responsabilidad del autor y no comprometen a la institución en la que se desempeña)
Imagen: CONTRATAPA/dfp