CALLE A CALLE MVD (*) – El “Manco de Durango”

Daniel Feldman

Contenido de la edición 12.08.2024

 

En nota anterior nos referíamos a la nave "Nuestra Señora de la Encina", que trajera a algunos de los primeros pobladores de esta ciudad. Hoy, en la recorrida callejera, encararemos al pretendido fundador de Montevideo.

En mis años mozos, con un grupo de amigos hacíamos referencia al "Manco del Espanto", en tono de chanza, para referirnos al autor del "ingenioso hidalgo", célebre no solo por el uso de la pluma sino también por el de la espada, que lo llevara a perder una mano -la izquierda- en la batalla de Lepanto, acaecida el 7 de octubre de 1571 en la ciudad entonces homónima, en el golfo de Patras, Grecia, muy cerca de la hoy llamada Naupacto.

En una información legal, varias años después del combate, se dice respecto a Cervantes: "De dicha batalla naval salió herido de dos arcabuzazos en el pecho y en una mano, de que quedó estropeado de la dicha mano", y de ahí su apodo de "Manco de Lepanto". Por suerte para la humanidad se ve que era diestro y, terminadas sus andanzas bélicas, se dedicó a legarnos obras que a más de cuatro siglos de su muerte siguen deleitando el intelecto.

Pero en realidad esta introducción era para referirnos a otro manco célebre, vasco este, asociado a la fundación de Montevideo.

Se trata de Bruno Mauricio de Zabala Cortázar Curruca y Estarte, nacido en el arrabal de Zabala, villa de Durango (la "Muy Noble y Muy Leal a la Corona Real villa de Durango"), Vizcaya, el 6 de octubre de 1682.

Al día de hoy, Durango tiene apenas 11 km2 y casi 30.000 habitantes, y desde setiembre de 2022 está hermanada con Montevideo.

Pero volvamos a nuestro Zabala, que por entonces era Zavala. Dicen sus biógrafos que comenzó su carrera militar muy joven, a los 19 años, participando de la Guerra de Sucesión de España (1701-1713), alineado en el bando del pretendiente Felipe V. Y fue en esos avatares que, en 1707, en el sitio de Lérida, perdió un brazo; el derecho.

En recompensa a su actuación fue ascendido a mariscal de campo, nombrado capitán general y gobernador del Río de la Plata, cargo que recién ocupó en 1717, y en el que se desempeñó hasta 1734, siendo el que durante más tiempo estuvo al frente de esa responsabilidad.

Se puede decir que Montevideo -como tantas otras ciudades- son hijas de la vocación imperial, en este caso de la corona española. Aquí vale la pena especular respecto a si el verdadero fundador de Montevideo fue Zabala, inmortalizado en nuestras latitudes hace ya más de un siglo por una célebre marca de caramelos. Dicen que en reiteradas ocasiones el monarca Felipe V venía insistiendo al gobernador en la necesidad de fundar una ciudad en estas latitudes, a lo que Zabala, vaya a saber por qué motivos, daba largas. Fue recién a fines de 1723 cuando las cosas se aceleraron. Pedro Gronardo, práctico del río de la Plata (de quien hablaremos en una próxima nota) se topó con un destacamento portugués que estaba levantando un asentamiento por estos lares, en la que hoy es la esquina de las calles Cerrito e Ituzaingó, en la Ciudad Vieja.

Informó al gobernador, este a España, y fue conminado a expulsar inmediatamente a los portugueses y comenzar a fundar la ciudad, cosa que hizo, y aprovechando las tolderías que dejaron los recientemente echados afincó tropas y se abocó, ahora sí, a iniciar la fundación de la que en diciembre de 1724, hecho el plano y confeccionado el padrón de habitantes, sería denominada como San Felipe de Montevideo, en honor al rey. Como posteriormente se celebraba la fiesta de San Felipe y Santiago es que nuestra ciudad se conoció con ese nombre.

Don Bruno Mauricio tiene su calle en la Ciudad Vieja, que discurre de rambla a rambla, en medio de la hoy alicaída city, con más carteles de alquiler en fincas tapiadas o algún otrora esplendoroso comercio hoy en decadencia.

A una cuadrita, no más (digo cuadrita porque realmente es muy corta), nos encontramos con la célebre plaza Zabala, donde entre 1766 y 1770 Domingo Petrarca erigiera un fuerte, que luego serviría de residencia a los gobernadores españoles hasta 1814, y a los sucesivos bonaerenses (1814-1815), patrios (1815-1816), portugueses (1817-1824) e imperial brasileño (1824-1828). Plaza y entorno que hoy remeda a un auténtico rincón parisino.

Vaya a saber por qué recónditas razones, en 1878 el dictador Lorenzo Latorre ordena demoler el fuerte para dar lugar a una plaza, generando una situación que se puede definir como típica de estas latitudes: quedó baldío por doce años.

En 1890 el paisajista francés Edouard André lo cerca, dando lugar a una polémica que no viene al caso sobre el diseño de las barras de hierro. Previamente, en 1883, la sociedad vasca Laurak Bat propuso emplazar una estatua de Zabala, lo que se concreta... cuarenta y ocho años después, en 1931.

(Imagen: IM/1893)

La plaza está rodeada por la denominada Circunvalación Durango, en referencia y homenaje al fundador, que tiene su propia calle, como decíamos, a una cuadra. En la circunvalación detiene su recorrido la calle Alzaibar, el armador de la Señora de la Encina, y entre varios vascos, desde el oeste aguijonea al antiguo fuerte la calle Washington, como desnorteada entre tanto representante de la corona española de antaño y referencias a las revueltas patrias.

Me gusta recorrer la plaza, de las muy pocas cercadas en la ciudad, y, si el tiempo lo permite, sentarme en alguno de sus bancos a escuchar el canto de los pájaros o el bullicio de los escolares luego de salir del aula.

Me detengo en la estatua ecuestre de don Bruno, a quien se lo muestra altivo y juvenil (rondaba los 45 años el fundar nuestra hoy capital), y no puedo dejar de observar su brazo derecho (el que había perdido) sosteniendo con firmeza las riendas del caballo y su pretendida espada (que más bien es un florete, arma de esgrima y no militar, según afirman los entendidos), y me pregunto sobre la libertad de los creadores, o tal vez sobre cómo se cuenta la historia.

Según relatos de la época, Zabala tenía un brazo de metal, que llevaba casi siempre colgado de su cuello, a manera de condecoración, y su brazo derecho siempre estaba en cabestrillo. Libertad poética de Lorenzo Coullant Valera y Pedro Muguruza Otaño, los ganadores del concurso para el monumento, pensé.

Y así, evitando a Washington (pero sin desmerecerlo para nada) encamino mi andar hacia el este, en el inicio de la calle Rincón, que celebra la victoria de Don Frutos sobre las tropas del Imperio de Brasil, y súbitamente me detengo.

Trato de hilvanar la libertad poética de los creadores del monumento a Zabala con dos locales comerciales, ambos gastronómicos, ubicados uno en diagonal al otro, y que en abundantes dosis de imaginación fueron bautizados como "El Rincón empanadas" y restaurant "Rincón de Zabala".

Y bueno, me quedé con el Zabala con mano, rienda y florete.

 (*) CALLE A CALLE MVD pretende acercarnos al por qué de los nombres de las vías públicas de la ciudad... y tal vez a otros desvaríos

 

DANIEL FELDMAN

Director de CONTRATAPA

 

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2024-08-12T13:45:00