Comunicación y dialectos: la posible influencia de la “cultura” en la vida de las especies animales

Gabriel Francescoli

Los dialectos pueden ser determinantes en la caracterización de una población determinada, ya que permiten identificarla a través del uso por parte de sus individuos

Contenido de la edición 22.04.2021

 

En el artículo de marzo hablábamos de las culturas animales y de su relación con la comunicación, y de la manera que las culturas podían influir en la comunicación y viceversa.

Estos fenómenos, como los que se dan en el aprendizaje del canto por parte de ciertos pájaros, intervienen en el desarrollo "cultural" de estos y proveen materiales para los cambios culturales que pueden, durante el desarrollo de las generaciones y de la evolución, modificar los patrones de comunicación en grupos o poblaciones de individuos.

Los dialectos, como mencionábamos en el artículo anterior, pueden ser determinantes en la caracterización de una población determinada, ya que permiten identificarla a través del uso, por parte de los individuos que la integran, de señales comunicativas particulares y propias de esos individuos o de los que responden a esas señales (en el caso de los pájaros cantores, si bien en la mayoría son los machos los que cantan, las hembras dan prueba de conocer el dialecto ya que responden preferencialmente a ellos).

Estos datos son interesantes porque marcan el camino de una línea de razonamiento que lleva a pensar en la posibilidad de que parte de algunos procesos evolutivos de diferenciación de especies se originen en diferencias en las señales comunicativas que, muchas veces, se originan ellas mismas en un proceso azaroso.

Se han estudiado muchos casos de este fenómeno, pero quizá uno de los más conocidos atañe al chingolo de América del Norte (Zonotrichia leucophrys) y varias de sus subespecies. Se hicieron estudios en diferentes zonas de Estados Unidos, especialmente en California, sobre poblaciones que vivían en zonas geográficas más o menos apartadas entre sí, registrando los cantos de los individuos adultos y marcando ejemplares, tanto machos como hembras.

El análisis de las grabaciones de los cantos territoriales y de cortejo de los individuos de diferentes poblaciones mostró que entre muchas de ellas había diferencias importantes en la secuencia de sonidos (notas) utilizadas por individuos provenientes de diferentes poblaciones. Al estudiar los sonogramas (representaciones gráficas de los sonidos) se pudo saber que ciertos grupos de animales que vivían en las mismas zonas cantaban canciones similares entre sí y a la vez diferentes de las de los animales de otras zonas, a pesar de pertenecer a la misma especie.

Los cantos eran consistentes en sus características generales (eran cantos territoriales y de cortejo de chingolo), y por ende podían repeler a otros chingolos macho y atraer a las hembras, pero en algunas características particulares tenían peculiaridades que se encontraban en las aves que vivían en la misma microzona geográfica, a pesar de ser de la misma especie. Esos cantos especiales de una zona determinada (dialecto) eran emitidos por los machos que vivían en esa zona y reconocidos por las hembras de la misma zona. Además, en experimentos cruzados entre animales de micro-zonas diferentes, se pudo ver que las hembras respondían mucho menos a los cantos "foráneos" y mucho más a los de los machos de su propia zona dialectal de nacimiento.

Las crías macho, como era de esperarse, al escuchar a sus padres y vecinos (todos de la misma zona dialectal) desarrollaban cuando adultos cantos que estaban dentro de las características acústicas de los de ese dialecto, y las crías hembra aprendían y recordaban esos cantos "familiares", aunque después no los expresaran, ya que las hembras de esta especie no cantan.

Sin embargo, sabemos que lo aprendido de pequeñas funcionaba luego, porque las hembras al buscar pareja eran selectivas y respondían preferentemente a los cantos del dialecto de su zona natal

Este fenómeno, extendido en el tiempo, de alguna manera condicionaba la integración de esa población o zona dialectal, ya que los individuos, al aparearse preferencialmente entre ellos y desdeñar o repeler a otros que eventualmente pudieran llegar desde otra zonas dialectales, terminaban restringiendo el "pool" génico (o sea, la variabilidad genética) dentro de su zona dialectal.

Ese proceso de restricción de migrantes y "endocría" mediado por los dialectos y la selectividad de los apareamientos podría llevar (obviamente, en tiempos evolutivos, que suelen ser largos) a la especiación, o sea a la diferenciación comportamental y genética de esas poblaciones/zonas dialectales de manera que se produjera de hecho un aislamiento genético de base entre individuos de lo que inicialmente fueron poblaciones locales de una misma especie para terminar en especies diferentes.

Dichos procesos, o similares, podrían actuar en otras especies animales y a otros niveles de comportamiento, haciendo que la especiación entre poblaciones geográficamente cercanas de animales de (inicialmente) la misma especie sea un mecanismo posible.

Estos estudios también nos muestran el papel que juega el azar en estos procesos (recuerde el amable lector que, como vimos en el artículo de la entrega anterior) muchos de estos cambios en los cantos se dan por fallas en el mecanismo de copiado durante el aprendizaje temprano de las señales; pero también los cambios pueden deberse a adaptaciones al microambiente y a las condiciones de transmisión de los sonidos en una zona en particular.

Un ejemplo importante de esto último es que muchos estudios científicos recientes han demostrado que las aves de ciudades grandes y/o ruidosas y las que viven cerca de rutas o caminos con mucho ruido pueden ver enmascaradas parte de sus señales de comunicación por la frecuencia y potencia de ciertos ruidos del ambiente generados por los humanos y sus máquinas. En esos estudios se ha visto que muchas de las especies que viven en esos lugares han debido ir alterando sus cantos o señales sonoras para evitar ese ruido y poder comunicarse, en varias ocasiones subiendo o bajando a niveles extremos las frecuencias de sonido que usan, o alterando los cantos en cuanto a las notas que los componen. Estos procesos llevan, en muchas ocasiones, a que los cantos de individuos que viven en ciudades o cerca de carreteras se alteren y con el paso del tiempo vaya siendo cada vez más diferentes de los de los animales de sus misma especie que viven en sitios menos contaminados acústicamente, y a raíz de esto, experimentos muestran que animales que provienen de estos entornos diferentes (campo/ciudad, por ejemplo) comienzan a no comprenderse entre sí.

Por ello, si este proceso afecta a las señales de cortejo y apareamiento, el ruido que producimos podría convertirse en una causa directa de especiación, al impedir la comunicación de aves que migren del campo a la ciudad o viceversa, con los congéneres que viven en el otro ambiente.

GABRIEL FRANCESCOLI

Doctor en Biología, encargado de la Sección Etología de la Facultad de Ciencias

 

(Las opiniones vertidas en esta nota son de exclusiva responsabilidad del autor y no comprometen a la institución en la que se desempeña)

 

Imagen: adhocFOTOS/Javier Calvelo



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2021-04-22T00:17:00