El estudio de las señales comunicativas animales (II)

Gabriel Francescoli

Contenido de la edición 17.10.2022

 

En la nota anterior hablábamos de las dificultades y las metodologías aplicadas por los científicos para estudiar los sistemas de comunicación de los seres vivos. Esto es así, porque solo los seres vivos son capaces de comunicar, intercambiar mensajes, e interpretarlos, actuando luego en consecuencia.

El proceso es bastante largo, y puede parecer tedioso para quien lo mira de afuera (a veces también lo puede ser para el propio científico, al menos en ciertos períodos), pero para el científico usualmente es interesante, porque nos vemos motivados por la curiosidad y la "necesidad" de intentar entender ciertas cosas.

Para ejemplificar, voy a usar mi propio trabajo, porque es el que conozco mejor.

Comencé a trabajar con los "tucu-tucu" (roedores del género Ctenomys que viven en cuevas subterráneas) porque me llamó la atención los sonidos que emiten, que se escuchan (algunos de ellos) desde afuera de sus cuevas -o sea, en superficie- y a bastante distancia.

A eso se sumó que algunos estudios hechos en los laboratorios de la Facultad de Humanidades y Ciencias (actualmente Facultad de Ciencias) en tiempos en que yo era un escolar, habían "caracterizado" algunos de esos sonidos, aunque de manera vaga, ya que en esos momentos no se contaba con equipamiento para hacer un análisis físico, por ejemplo, de las vocalizaciones, y se utilizaban onomatopeyas para describirlos. A pesar de esto, y de que el análisis resultaba bastante precario, los científicos de la época concluyeron, en un trabajo publicado en una revista de la Facultad, que los sonidos que los Ctenomys producían (y en los que invertían tanta energía) no tenían ningún significado biológico.

Esa "declaración" en el trabajo me llevó a estudiar a estos animales y sus vocalizaciones, seguro de que tanta inversión de energía en señales acústicas emitidas bajo tierra pero que podían ser escuchadas desde afuera y desde distancias importantes, debía tener algún significado biológico importante.

Comencé, entonces, por los años '90 del siglo pasado, a trabajar en ese tema usándolo como proyecto para mi tesis de doctorado en el PEDECIBA.

Para poder hacerlo, tuve que conseguir equipamiento (micrófonos, grabadores, sonógrafos -máquinas de análisis de sonidos que luego fueron sustituidas por programas informáticos- etc.); aprender mucho sobre la sistemática y la biología general de esos animales, saber qué especies estaban presentes en Uruguay y dónde podía encontrarlas; aprender a capturar a los animales, mantenerlos en el laboratorio para poder grabar ciertas emisiones y relacionarlas con los comportamientos, grabar en el campo; aprender sobre la estructura de sus cuevas y su organización social (de paso, saber que la especie con la que iba a trabajar es solitaria, o sea que cada individuo adulto vive en una cueva separada del resto de los otros, aunque las crías viven durante dos a tres meses después del nacimiento en la misma cueva que su madre); aprender sobre sus mecanismos de reproducción, etc.

Luego de todo esto, pude ponerme a trabajar en describir las vocalizaciones de estos animales y a tratar de entender su significado mediante la observación y la experimentación que permitiera relacionar las emisiones con los comportamientos del emisor y las respuestas de los receptores.

Estas tareas, y mucho tiempo de trabajo y análisis, me llevaron a describir cinco tipos de vocalizaciones utilizadas por estos animales, tanto adultos como juveniles y crías, y a asignarles una interpretación de su "significado", o al menos del área del comportamiento en la que eran usadas y qué efectos producían en los "interlocutores".

Por medio de la observación tanto en campo como en laboratorio, y de experimentos de "playback" diseñados para poder estudiar las reacciones de los individuos a vocalizaciones completas o modificadas, y del análisis de esos resultados, es que pude determinar (con cierto nivel de seguridad) que, de esos cinco tipos de vocalizaciones, dos tenían que ver con la agresión y la demarcación de territorio (o la localización espacial en la población); una se relacionaba con el cortejo (a esta se agregó otra posteriormente, que no había encontrado en mis investigaciones iniciales); otra tenía que ver con las emisiones de individuos juveniles, y aparentemente con el mismo propósito que las dos primeras, y las últimas eran emitidas por las crías de corta edad, casi de inmediato al nacimiento y de allí en más durante un período de algunas semanas, y que servían para solicitar cuidados de parte de las madres, y para alertar a esta del lugar de la cueva en donde se encontraban sus crías.

El poder "entender" estas cosas, y algunas más, sobre los "tucu-tucus", y además tejer algunas hipótesis sobre los sistemas de vocalizaciones de los roedores subterráneos en general (ambas cosas fueron parte de mi tesis de doctorado) llevó algo así como ocho años de trabajo no exclusivo, ya que durante la totalidad de ese tiempo ya tenía un cargo docente inicial en la Sección Etología de la Facultad, por lo que debía desempeñar otras actividades además de las correspondientes a mi trabajo de tesis doctoral.

Procesos similares a este, que resumí bastante, son por los que pasaron mis colegas, y por los que pasarán los estudiantes actuales, dependiendo de los sujetos de estudio que elijan.

Procesos también similares a este son los que los científicos deben pasar para obtener resultados que los lleven a contestar las preguntas que se hicieron al inicio de su investigación y las nuevas que sus investigaciones generan, para las que deberán planificar nuevas series de observaciones y experimentos.

Además, esta tesis fue la primera a nivel sudamericano en abordar el tema de la comunicación vocal en los Ctenomys, y tuvo el "mérito" (si así se puede decir) de impulsar a investigadores y estudiantes de otros países de Sudamérica a trabajar en lo mismo, pero con otras especies de "tucu-tucus", lo que para mí fue muy gratificante.

Esto me permitió trabajar con estudiantes de Uruguay y de otros países (principalmente Argentina) a los que orienté y que actualmente son colegas con los que aún colaboro.

En definitiva, el desarrollo de estos y otros estudios sobre la comunicación (no solo acústica) en animales fue lo que me impulsó a "iniciarme" en los estudios de comunicación animal en general y en la Biosemiótica, sobre la que hemos venido hablando recientemente, y sobre la que probablemente seguiremos hablando en futuras notas.

 

GABRIEL FRANCESCOLI

Doctor en Biología, encargado de la Sección Etología de la Facultad de Ciencias

 

Imagen de portada: Facultad de Ciencias/Sección Etología

(Las opiniones vertidas en esta nota son de exclusiva responsabilidad del autor y no comprometen a la institución en la que se desempeña)


Archivo
2022-10-17T10:03:00